Katrina
CAPITULO XVI
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—Majestad —dijo, arrodillándose a su lado—. Majestad…, ¡oh, Dios santo…! ¿Estás herida?
Fueron los brazos temblorosos y doloridos de Vilhelm Mons los que trasladaron a Katrina al Kremlin, donde la acostaron en su propia cama presa de dolores prematuros de parto.