Iona

Iona


CAPÍTULO V

Página 7 de 13

CAPÍTULO V

Abrazados íntimamente.-Eres mi hechicera, que me ha embrujado. Deseo tanto que seas mi esposa y la madre de nuestros hijos…

-Edmund, ¿de verdad quieres que me case contigo, a pesar de mis muchos defectos? No te merezco. He sido una insensata queriendo jugar a los detectives y arrastrándote a ello.

-¡No, mi amada! Eres la mujer más inteligente, buena y preciosa que un hombre pueda desear. Tenía mucho miedo de perderte por otro caballero y sufría queriéndote decir en cada oportunidad todo lo que te amaba. He sido muy cobarde y prefería ser tu amigo a que me alejaras de tu lado. Y me encanta que intentes desentrañar crímenes imposibles de descubrir a los culpables y escribas novelas basados en ellos.

Te prometo que siempre te ayudaré y entre los dos seremos dos sabuesos sin dejar nada sin remover. Tu afán de justicia es equiparable a la mía y no sería justo que intentara cambiarte por mi egoísmo.

Te amo con locura y no sería así, si tú no fueras como eres.

-Entonces, si crees en mí y me amas tal como soy, aceptaré muy dichosa la proposición de matrimonio. Porque mi amor por ti, crece por momentos.

 

Con alegría desbordada, nos acurrucamos debajo de las mantas y entrelazados, nos mirábamos con una sonrisa en los labios de dicha y felicidad.

-No me canso de amarte y mirarte. Eres tan bella…Y mi sueño lo has hecho realidad.

-Edmund, eres tan guapo, y me siento tan posesiva contigo, que te vas a reír cuando te comente, que tuve celos de Betsy y de todas las damas que te miraban embobadas. Me daban ganas de ir a casa a por mi espada de esgrima y retarlas a un duelo.

Nos reíamos porque a él le ocurría lo mismo con los otros caballeros que me observaban.

-Qué tonta he sido y siento tanto haberte hecho de sufrir… Siempre te he querido y no sé por qué no deseaba sentirme indefensa por estos sentimientos tan intensos. Dejé dormir a mi corazón y él solo se ha despertado, cuando yo he estado preparada para hacerme una mujer y dejar de ser una niña.

-Los dos nos hemos comportado como unos cobardes por miedo a perdernos cuando casi lo hacemos de tanto que nos amábamos.

No hubiera soportado verte convertida en la esposa de otro hombre. Me hubiera marchado lejos haciéndome soldado para que me mataran en alguna guerra y ya no sufriera.

-Qué terrible, no se me habría pasado por la imaginación casarme con ningún otro caballero. Prefería seguir siendo una solterona pero siempre a tu lado; tú me hubieras roto el corazón si te hubieras comprometido con otra dama. Me habría hecho enfermera y esperaría a que la muerte me llevara contagiada con una mortal enfermedad.

-Amada, dejemos de tener pensamientos tan negros y cabalguemos hasta Londres y anunciemos a nuestros padres nuestro compromiso. Espero que en pocos días hagamos realidad el enlace, no soportaría ni una semana sin estar ya casados. Me horroriza pensar que algún percance pueda destruir nuestra felicidad.

 

-Amado, te prometo que no nos vamos a separar; viviremos juntos y me da igual lo que opine la sociedad. Siendo mi prometido y habiendo compartido el lecho, sería absurdo el profundo dolor al que nos veríamos abocados.

-Sí, nos alojaremos en casa de tus padres o de los míos, hasta el enlace. Luego deseo estar los dos solos y crear nuestra propia familia.

Sonriendo con nuestros maravillosos planes nos quedamos dormitando.

Unas voces fuera de la casa nos despertaron. No tuvimos tiempo ni de separarnos cuando el padre de Edmund y el mío aparecieron.

Yo me escondí debajo de la sábana, mi cara se puso toda colorada. Qué vergüenza que nos hubieran descubierto. Habíamos perdido la cabeza. Estarían muy preocupados por nosotros hasta encontrarnos.

-Edmund. ¿Qué significa lo que estamos viendo, hijo mío?

 

-Padre, íbamos a contaros nuestro compromiso. Iona y yo nos amamos.

-Eso ya lo sabíamos desde hace muchos años. Pero esconderos en la casa que heredaste de tu tía y amaros, no es lo correcto.

-Lo sé y todo ha sido culpa mía. Estaba tan desesperado por despertar el amor de Iona, que la convencí para que fuéramos amantes. Pero no os preocupéis, ella ha aceptado ser mi esposa.

-Iona, hija mía. ¿Es cierto lo que Edmund nos comenta?

Asomé tímidamente mi rostro.-Padre, nos amamos y tanta culpa tiene Edmund como yo. Deseaba convertirme en su amante, no lo sabía pero mi corazón siempre le ha pertenecido. No podría vivir sin él, me moriría.

Nuestros padres suspiraron y salieron fuera para dejarnos intimidad y que nos vistiéramos.

-Lo siento Iona, no sé que me ha pasado; debo estar loco por actuar tan poco caballeroso contigo. No ha estado bien arrastrarte a mi trampa para capturarte.

Acaricié su rostro preocupado.-Amado, futuro esposo. Has hecho lo que tu instinto te ha dictado. Y me has despertado mi amor por ti. Es lo más importante. Y por nuestros padres no te preocupes, ellos no se han sorprendido y en el fondo creo que deseaban nuestro matrimonio tanto como lo queremos nosotros.

-Sí. Algunas veces lo comentaban entre ellos que sería muy bonito que nos casáramos. Pero debí pedirte primero en matrimonio y luego amarnos.

-¿No estarás arrepentido por lo que hemos estado haciendo? A mí me ha parecido maravilloso. Me siento tan feliz…

Le besé en los labios.-Hum… Te amaría de nuevo, lástima que nos estén esperando y tengamos que vestirnos y salir de aquí. Podemos venir esta tarde en vez de quedar en el salón de té.

-Cariño, hoy no tengo ya tiempo de estar contigo. Debo presentarme en la Jefatura y revisar unos informes. Y después supongo que pasaré por tu casa y pediré la mano a tu padre.

-Entonces Edmund, luego te quedas a cenar y planificamos el día del enlace, ¿Querías que fuera tu esposa lo antes posible, verdad?

-Sí, por supuesto que lo deseo con toda mi alma. Esperemos que nuestros padres sean razonables y no pongan impedimentos para que saquemos una licencia especial y en tres días ya seamos marido y mujer.

Te quiero y me duele dejarte ahora. No tengo más remedio que ir a trabajar.

Nos abrazamos y besamos hasta que volvieron a llamar a la puerta. Nos reímos nuestros padres estaban impacientes porque saliéramos de una vez.

Deprisa y mirándonos todo el tiempo con una sonrisa en los labios nos ayudamos a ponernos la ropa y a recoger la casita.

-Iona, amada, pronto volveremos a nuestro pequeño paraíso.

-Lo estoy deseado, querido Edmund.

Salimos al exterior y con ceño fruncido mi padre me ayudó a montar a caballo antes que lo hiciera mi amado.

 

Galopamos los cuatro y luego nos despedimos. Edmund y su padre tenían que ir cada uno a sus asuntos.

Quedamos en que vinieran a cenar a nuestra mansión para hablar sobre lo que había ocurrido entre nosotros.

 

 

Ir a la siguiente página

Report Page