Iona

Iona


CAPÍTULO VI

Página 8 de 13

CAPÍTULO VI

Mi padre y yo entramos en nuestro hogar.

Mi madre salió a nuestro encuentro muy preocupada.

-¿Qué ha ocurrido? ¿Estás bien, hija mía? Temimos que hubierais sufrido algún percance con los caballos.

-Querida, será mejor que te comente lo que ha ocurrido en mi despacho, mientras nuestra hija va a su habitación y se cambia de vestuario.

Subí las escaleras compungida por la preocupación que les había dado a mis queridos padres sin pensar en las consecuencias.

 

No pudimos evitar lanzarnos uno en brazos del otro. Quizás Edmund tenía razón y no era la forma más razonable de comprometernos. Pediría disculpas a mis padres y les comunicaría nuestra decisión de casarnos enseguida.

Llamé a mi doncella personal para que me preparara un baño caliente. Necesitaba ordenar mis ideas. También tenía el gusanillo de seguir escribiendo mis novelas sobre los asesinatos sin resolver. Y esta noche estaba ansiosa porque viniera Edmund para verle y resolver todo el problema.

Me encontraba cansada después del baño y me acosté en la cama. Cerré los ojos pensando en la noche tan magnífica que había pasado y sonriendo me dormí.

-Hija, despierta, has estado dormida mucho tiempo. Y va a venir tu prometido con sus padres.

-¡Mamá perdóname, lo siento de corazón! No pretendíamos haceros de sufrir ante nuestra tardanza.

-Lo comprendo, hija mía. Se os olvidó todo y en lo último que pensasteis era en nuestra preocupación.

Debisteis advertirnos de vuestros planes, por lo menos hubiéramos sabido a qué atenernos.

-Mamá, no creo que me hubierais dejado ir con Edmund a la casita de piedra. Fue algo tan hermoso… Estoy tan enamorada de él, que no lo he querido reconocer hasta ahora.

Siempre le he amado y en mi afán de ser independiente podría haberle perdido.

Los dos somos iguales de culpables por no controlar nuestros sentimientos. Se nos escapó de las manos. No creímos que el tiempo pasara tan deprisa. De todas formas pensábamos casarnos. Es lo más importante para nosotros y cuanto antes mejor.

-Sí, desde luego. Nunca habéis podido estar separados y ahora mucho menos. Todos sabíamos de vuestro amor desde que erais dos niños. Lo que no imaginamos que iba a ser tan repentino el comprometeros de esta manera.

-Lo sé mi querida madre; han sido años de amarnos y llegó el momento de liberarnos de la pasión tan ardiente con la que nos queremos.

¿Entiendes mis sentimientos y los de Edmund?

-Sí, mi niña. Sé perfectamente de lo que me hablas. Tu padre y yo también lo sentimos. Es difícil controlar vuestras pasiones, pero hay veces que se debe actuar con sensatez. Ya sabes, primero se pide tu mano en matrimonio y luego se celebra el enlace.

-Sí, es lo más lógico. Realmente la culpa ha sido mía. Siempre diciéndole a Edmund, que no deseaba nunca casarme. Él estaba desesperado y me ha despertado mi dormido corazón.

Perdonarme, actuaré con más sensatez.

Mi madre suspiró.-Te perdonamos, luego ya tendrás que asumir tus responsabilidades como mujer casada y futura madre. Tu marido será el que te permitirá tus excentricidades.

-¿Crees que cambiará cuando sea mi esposo? Espero que me apoye en mis escritos y sigamos comentando sus casos de asesinatos.

 

-Supongo que así será mientras no tengáis hijos que educar. Luego tu tiempo lo repartirás formando una familia e integrándola en la sociedad.

-No había pensado tener que seguir con las absurdas reuniones de bailes y cenas.

-Hija mía, algún día Edmund será Jefe de policía y tenéis titulo nobiliario; no vivís aislados en medio del bosque, aunque lo desearais.

Y querrás que tus descendientes formen parte de la comunidad.

-Tienes razón en todo mamá, eres una mujer muy sabia, buena y maravillosa.

Nos abrazamos.-Te quiero mucho y a papá también. No podría haber tenido mejores padres que vosotros tan buenos y comprensivos.

-Eres una buena hija y muy inteligente, pero hay normas que sabes que debes cumplir. Ahora cariño, arréglate con esmero, que vendrá tu prometido a pedir tu mano y no tendrá más que ojos para ti.

-Gracias mamá, me vestiré enseguida.

 

Me miré al espejo, mis ojos brillaban más que nunca. El vestido estampado de ramilletes violetas y verdes con fondo blanco, me sentaba muy bien, me adorné con pendientes de perlas y un collar haciendo juego. Me rocié con un poco de suave perfume de lavanda.

Oía conversaciones en el vestíbulo; acababan de llegar Edmund con sus padres.

Bajé deprisa las escaleras y con una gran sonrisa saludé a mis futuros suegros y espontáneamente abracé y besé a mi prometido.

Mi padre comentó que mejor sería pasar a cenar y luego charlaríamos tranquilamente de nuestro futuro.

Nos cogimos del brazo Edmund y yo.- Qué ganas tenía de verte amada mía. Se me ha hecho insoportable las horas en la comisaría. No hacía mas que pensar en ti y en la noche tan inolvidable que hemos pasado.

 

-A mí me ocurre lo mismo. Todos mis pensamientos son para ti. Y deseo tanto estar juntos y unidos, que me va a parecer demasiado esperar tres días. Cuánto me gustaría que nos marcháramos a la casita esta noche y volviéramos a amarnos.

Me ruboricé un poco.-¿Piensas que soy demasiado impulsiva?

-Amada, yo debo ser igual que tú, porque tenemos los mismos pensamientos y si por mí fuera te raptaría en estos momentos y viviríamos para siempre los dos solos en medio del bosque.

-Sí, es un sueño maravilloso. Cuando nos casemos podemos ir los fines de semana y aislarnos de todos los compromisos sociales que tendremos que soportar durante años.

Es terrible ver la realidad. A veces soy demasiado ingenua y el mundo no funciona como nosotros deseamos.

-Mi princesa, ya sabes que nobleza obliga. Pero atesoraremos cada instante que permanezcamos juntos en la intimidad como lo más importante y sagrado para nosotros.

No te he dicho lo preciosa que te encuentro hoy y todos los días. Soy un hombre muy afortunad. Y ten la seguridad que te amo ardientemente para siempre.

 

-Lo sé Edmund, poseemos los mismos gustos y aficiones.

Nos sentamos a cenar y en una agradable armonía se desarrolló toda la pedida de mano.

Brindamos con champán y acordamos casarnos en tres días y preparar una pequeña celebración en la mansión familiar, acompañados de los invitados más allegados.

Después, daríamos un baile para presentarnos en sociedad como marido y mujer.

Buscaríamos una casa en el centro de Londres, no muy lejos del trabajo de Edmund y de nuestros padres.

-Amada, pronto estaremos juntos.

Te veré mañana en el salón de té, a las cuatro como siempre.

-Estaré esperando ansiosamente que llegue el momento de verte.

Nos abrazamos y con pasión nos besamos.

Nuestros padres carraspeaban ante tanta efusividad.

Nos despedimos muy contentos pensando también en los preparativos de la boda.

 

 

 

Ir a la siguiente página

Report Page