Igor

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Capítulo veintiséis

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Capítulo veintiséis

De regreso en Atherton, no dio explicaciones a nadie. Emerson se atrevió a ir una vez a su casa, pero no la recibió. Cuando Ariana le preguntó por ese asunto, pues como siempre era la más entrometida, le dijo:

—Ha sido un error más en mi vida que he decidido dejar atrás. Para mí, está muerta, y no quiero volver a oír su nombre. Simplemente se ha acabado algo que nunca tendría que haber empezado.

—Eso suena deprimente.

—Lo es, pero pronto dejará de serlo, porque no me importa.

—¿No? Sin embargo, te ves como una mierda y ella también se veía así, como tú, cuando vino. Eres un hombre adulto, ¿no crees que deberías actuar como tal y sentarte a hablar civilizadamente con ella?

—Qué raro, metiéndote en la vida de los demás. Como ya no puedes hacerlo con Viggo, crees que soy tu próximo conejillo de Indias por salvar. Entérate de que no quiero ser salvado, porque no me siento en peligro de muerte.

—Eres un soberbio.

—Lo prefiero a seguir siendo un tonto.

* * *

Se había rendido, había dejado de intentar hablar con él. Cristiano la había animado a que lo hiciera, pero resultaba evidente que no podría conseguir nada con Grayson, porque se había cumplido lo que siempre creyó: que, en cuanto él supiera quién era, la odiaría.

«Dicen que del amor al odio hay sólo un paso, y finalmente puedo decir que es cierto», meditó mientras ponía todo de sí para levantarse de la cama e ir a trabajar.

No es que pensara hacer como si Gray nunca hubiese existido en su vida, pero tenía que seguir adelante; no sería fácil olvidarlo, pero tal vez algún día lo lograría, o al menos tenía la esperanza de que, con el tiempo, dejaría de dolerle tanto. Finalmente había empezado a hacer actividad física en el gimnasio de Peighton; eso y el trabajo la ayudaban a mantenerse cansada y ocupada, para que, cuando llegase la noche, fuera capaz de dormir algunas horas.

Esa semana, incluso, había comenzado a empaquetar las pocas cosas que entraban en la casita de Maggi, ya que por fin había encontrado otro sitio más grande donde mudarse y donde, además, podría traer a sus mascotas a vivir con ella. Ya lo tenía todo arreglado para que su amiga Victoria le enviara a sus perros y a su cerdita

Cordelia, porque el próximo fin de semana ya iba a estar instalada en su nueva casa.

Ella siempre se había reinventado y volvería a hacerlo una vez más.

* * *

Zane entró en el gimnasio con un paquete en la mano.

—Toma, ha llegado esto para ti.

Grayson se levantó del banco donde estaba haciendo pecho con la barra y se sentó.

—¿Qué es?

—No lo sé, y no tiene remitente.

—Tira esa mierda, sea lo que sea.

—No soy tu maldita sirvienta, hazlo tú. Demasiado es que me haya tomado la molestia de traértelo hasta aquí.

Se lo dejó a la fuerza en las manos y se marchó.

Aunque la primera impresión de King fue la de deshacerse del paquete, luego le entró curiosidad y lo abrió. Eran tres cuadernos, y un sobre con una carta. Ojeó de pasada los cuadernos, haciendo correr las páginas pero sin leer nada, y abrió el sobre.

Por favor, no tires nada a la basura sin que lo hayas leído. Soy Arya…

Cuando leyó ese nombre, arrugó el papel y se dio cuenta de que su primera reacción había sido la más sensata, así que caminó hacia la casa con los cuadernos y la nota en la mano y, apenas entró en cocina, lo arrojó todo a la basura y se marchó a su habitación.

Ese fin de semana tenía otro combate importante, y estaba muy concentrado para ganar. Las apuestas que Zane había hecho, como siempre, lo condicionaban, pero estaba seguro de que ésa era una pelea que no podía perder. Sin embargo, cuando subió a la jaula, se encontró con un rival al que claramente había subestimado y, apenas se inició el segundo

round, todo comenzó a ir cuesta abajo para él. Para colmo, se le ocurrió mirar hacia donde ella siempre se sentaba y ahí la vio.

Sólo fue un momento de distracción, pero resultó suficiente como para que su oponente le diera un golpe muy certero y lo noqueara.

Se sentía frustrado, y además le había fallado a Zane… y, como si fuera poco lo ocurrido, cuando preguntó si Emerson había estado presenciando el combate, todos le dijeron que no.

—Lo siento, Igor, pero la chica que estaba junto a mí era rubia, sí, pero no era Em —le aseguró Ellie.

Cuando fue consciente de que todo había sido una alucinación producto de su mente, se enojó más con él mismo por continuar pensando en ella. Por ello, tuvo toda la intención de estrellar sus puños contra la pared, pero por suerte se detuvo justo a tiempo, ya que se recordó que podía dañarse las manos, y una lesión como ésa lo podría dejar fuera de la competición, y Zane había apostado por él en el resto de las luchas que le quedaban por pasar.

El ambiente, esa noche, era de decepción en todos, así que regresaron a la casa muy temprano. No había ánimos para ir a ninguna parte. Cuando entró en su habitación, se encontró con Agatha.

—¿Qué haces aquí?

—Te estaba esperando. Me he enterado de que has perdido, y quería verte apenas llegaras.

—No necesito la compasión de nadie.

—Tienes razón, nadie necesita eso cuando fracasa, lo que necesita es que le hagan saber que no está solo, y tú no lo estás, aunque te empeñes a veces en creerlo. Todos los que vivís aquí sois un poco mis muchachos y, cuando os veo sufrir, sufro a la par de vosotros.

Se levantó de la cama. Tras ella quedó la pila de cuadernos que él había tirado a la basura.

Lo abrazó, le palmeó la cara y le dijo:

—La derrota sólo se siente cuando te das por vencido.

»Deberías leer esos cuadernos, te iluminarían bastante. Perdona mi atrevimiento de leerlos.

Agatha se marchó de su cuarto, dejándolo solo, y Grayson se pasó una mano por el rostro, sintiendo que cada día que transcurría perdía más el rumbo.

Se acostó en la cama con las manos tras la nuca, mirando el techo; aunque no había desechado los cuadernos, los había dejado sobre uno de los muebles de su habitación, sin hacer lo que Agatha le había sugerido.

Al rato, sabiendo que no iba a poder dormirse, se levantó y fue a por ellos. Notó que en la tapa tenían un número, así que supuso que era el orden en el que debía leerlos. Cuando finalmente se decidió a abrir el primero, encontró la nota que él había arrugado y que le había enviado Arya Campbell.

La abrió y se obligó a leerla, aunque realmente era muy extraño estar cediendo a algo que tuviera que ver con ella.

Por favor, no tires nada a la basura sin que lo hayas leído. Soy Arya, y en estos cuadernos encontrarás todas las explicaciones que necesitas. No los escribí yo, pero no te lo podría explicar mejor aunque quisiera hacerlo. Los encontré de casualidad en casa, en una caja con cosas que traje de la de mi madre cuando me mudé. Creo que ella pensó que eran míos, pero eran de Em. No debería estar haciendo esto, porque leer diarios ajenos no está bien, pero, como no aprendo y siempre rompo alguna regla, incluso te los estoy dando para que los leas.

No es justo que Emerson pague por mis errores. Ella no es como yo. Deberías haberte dado cuenta de que, aunque te mintió en su identidad, siempre que estuvo contigo fue auténtica, y cuando digo siempre, créeme que es así.

Si no lo puedes ver, entonces, querrá decir que no la mereces y, por tanto, me alegraré de que te hayas alejado de ella.

Grayson seguía dudando, mientras continuaba preguntándose qué mierda encontraría en esos cuadernos, que parecían viejos, además. Con todo, decidió seguir y comenzó a leer.

Cuando terminó la última página y cerró el tercero de los cuadernos, se dio cuenta de que había amanecido.

Se preguntó qué sentía, y se percató de que aún seguía cabreado, pero ese sentimiento continuaba prevaleciendo en él más por orgullo y por terquedad que por otra cosa. A medida que había avanzado en la lectura, sus argumentos para odiar a Emerson habían ido cayendo uno a uno.

Lo que ahí había escrito no limpiaba el nombre de Arya, sino todo lo contrario, lo enlodaba más, pues había descubierto cosas que él ni imaginaba y que aún incrementaban más su desprecio por ella.

Sin embargo, también había descubierto que su hermana, que en ese entonces sólo era una niña, tenía

mucha más sensatez que ella y que nunca había aceptado participar en nada de lo que Arya, y sólo Arya, había hecho.

También supo lo del enamoramiento que Em siempre tuvo por él, y no pudo dejar de sonreír por las frases cursis que le dedicaba. Incluso descubrió que el bebé que Arya abortó no era suyo, y que Emerson no se enteró de lo que ella iba a hacer ni tampoco de lo que ocurrió hasta un tiempo después… y lo supo porque oyó hablar a su hermana con una amiga.

Sin embargo, ella seguía siendo culpable de no haberle dicho quién era, eso no se podía borrar. El engaño, tácitamente, había existido, pero también era cierto que él no le había dado la oportunidad de explicarse como correspondía.

Con la cabeza más embrollada que antes, guardó los cuadernos y decidió acostarse para intentar conciliar el sueño. No quería continuar apresurándose en sus decisiones.

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