Igor

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Capítulo veintisiete

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Capítulo veintisiete

Hizo el viaje, aprovechando los días de descanso que había en el

underground antes de que las luchas del campeonato continuaran.

Recorrer las calles del vecindario donde había crecido le pareció extraño. Grayson no había regresado allí desde hacía mucho tiempo; sin embargo, en ese momento sentía la necesidad de hacerlo; necesitaba que el pasado quedara finalmente enterrado, y supuso que, si volvía al lugar de partida, podría dejarlo por fin todo atrás.

El barrio no había cambiado gran cosa; aún continuaba siendo un sitio sin prosperar demasiado, y las pandillas todavía podían encontrarse por las esquinas. La hostilidad en las miradas de sus miembros era la de siempre, pero eso a él no lo amedrentaba; había sido uno de ellos y sabía a la perfección cómo funcionaba el cerebro de quienes formaban parte de ellas.

Hizo un breve recorrido por el vecindario en un coche que alquiló al salir del aeropuerto. Pasó frente a la que había sido la casa de los Campbell; ésta estaba un poco cambiada, pero aún podía advertirse en ella los rasgos de la antigua fachada. Se sonrió al vislumbrar a la niña de trenzas y rostro moteado por las pecas que su mente imaginó sentada en las escaleras de entrada a ésta. Emerson, por aquel entonces, era realmente una niñata insulsa, demasiado para que él hubiera prestado atención en ella; sin embargo, se había convertido en una mujer exquisita. Su físico no era exuberante; seguía siendo delgada, pero sus curvas y contracurvas eran perfectas, y la hacían verse muy sexy.

En su itinerario, también pasó por su antigua casa, y comprobó que no quedaba nada de la pocilga que una vez fuera su hogar. No sintió ninguna pena porque ese sitio hubiera desaparecido; ahí, no había vivido nada que él quisiera recordar.

Finalmente, llegó a casa de Rude. Aparcó el coche junto al bordillo, se bajó del vehículo y caminó directamente hacia el gimnasio. Cuando entró, vio a varios muchachos entrenando, y se percató de que algunos llevaban los tatuajes de los Cobras dibujados sobre la piel. De inmediato, su presencia se hizo notar y las miradas fueron dirigidas a él con curiosidad.

—¿En qué puedo ayudarte? —le preguntó quien parecía estar a cargo del entrenamiento allí.

—Tú debes de ser Demarco. —Le tendió la mano; el viejo Magic siempre hablaba de él—. Soy el hijo de Rude.

Demarco miró su mano y lo estudió de pies a cabeza.

—Rude no tiene hijos —le contestó, dejándolo con la mano suspendida en el aire.

—No lo soy de sangre, pero él hace mucho tiempo me adoptó como tal, aunque no llevo su apellido.

—Grayson… —Magic salió de la oficina, quitándose las gafas—, ¿eres tú? Mi muchacho… —dijo, apresurando el paso y dirigiéndose hacia él.

Se fundieron en un sentido abrazo. Rude siempre había sido un hombre de complexión física grande, pero los años habían provocado que se viera más pequeño, aunque aún se lo notaba bastante en forma.

—He oído tu voz y he creído que estaba alucinando. ¿Por qué no me has avisado de que vendrías?

—Porque no sabía si, al llegar a Chicago, tomaría de inmediato un avión de regreso.

La actividad en el gimnasio se había detenido; todos estaban intrigados, observando al extraño que acababa de llegar.

Gray miró a su alrededor y estudió las instalaciones.

—Esto tiene muy buen aspecto —dijo, palmeándole la espalda a Rude.

—Gracias a ti.

—No es cierto, esto es obra tuya, no mía.

—Pero, sin tu dinero, hubiera sido imposible contar con todo este equipamiento. Demarco —le palmeó la espalda al muchacho hostil que permanecía junto a ellos— también es un pilar en este lugar; me ayuda mucho para que todo siga funcionando.

El joven se mostraba tosco, y lo miraba con recelo. Gray, de inmediato, se dio cuenta de que lo hacía porque competía con él por Rude. Se vio reflejado en éste, y recordó cuando él sentía lo mismo cada vez que un nuevo chico era acogido por su padre adoptivo.

—Demarco, ¿recuerdas que te he hablado de él, hijo? Él es Grayson King.

—Sólo estoy aquí de visita, me iré hoy mismo. Gracias por cuidar de Rude, y por ayudarlo a que todo esto siga funcionando.

—El dinero es importante, pero el compromiso lo es más.

—Sin duda —coincidió Gray—. Por eso te estoy agradeciendo que estés tan involucrado en el proyecto de Rude.

Demarco, poco a poco, fue bajando su guardia. Se quedaron mirando un rato el entrenamiento de los muchachos que estaban ahí, y luego él y Rude subieron a su casa.

—¿Qué te trae por aquí? Han pasado tantos años desde la última vez que viniste…

—Lo lamento… Soy un desconsiderado contigo.

—No lo eres. Me llamas cada semana, siempre estás pendiente de mí.

—Sí, pero un hijo debe venir más a menudo a ver a su padre. Siempre digo que tú eres como un padre para mí, y no me comporto bien contigo.

Rude le palmeó la espalda.

—Todos tenemos diferentes formas de demostrar nuestros sentimientos y ninguna es cuestionable; sólo se trata de que cada uno lo hace como puede.

—Siempre tan comprensivo.

—Y tú, siempre tan lapidario contigo mismo. Prepararé algo para que comamos.

Grayson recorrió la sala, y se detuvo a ver las fotografías que Rude atesoraba sobre una mesa colocada contra la pared. Había varias de él y Victoria, y también había algunas de ellos tres.

—Fui tan feliz junto a ella… —dijo al tiempo que dejaba unos platos que contenían emparedados encima de la mesa—… y pensar que casi la dejo ir.

Se acomodaron en la mesa.

—¿Por qué dices que casi la dejas ir? Nunca me has contado eso.

—Cuando uno es joven, a veces hace cosas estúpidas. Yo me acerqué a Victoria, pero la que me interesaba era otra mujer. Incluso la engañé con ella; estaba obsesionado con su hermana.

—Joder…

—Sí… y, cuando perdí a mi esposa, me di cuenta de que mi capricho sólo me había alejado del amor de mi vida. Además, también comprendí que su hermana no era la persona que creía que era, porque no le importó hacerle daño. Recuperarla no me resultó fácil, pero, cuando el amor es grande y verdadero, no hay nada que no se pueda superar, porque, cuando le damos paso a ese sentimiento en nuestro corazón, él se encarga de ponerlo todo en su justo lugar. Lo único importante es no darle la espalda, y dejarlo surgir. El orgullo sólo nos lleva a cometer errores; errores de los que nos podemos arrepentir durante toda la vida.

—Sé lo que estás intentando…

—Estoy seguro de que lo sabes, y también estoy seguro de que por eso estás aquí, porque estás intentando poner cada cosa en su lugar en tu cabeza.

»Cuando me llamaste para contarme todo lo de las chicas Campbell, estabas muy dolido y encabronado, y el enojo no te dejaba ver con claridad las cosas. Pero eres un hombre inteligente y, aunque sé que tu cabezota es muy dura, también sé que, aunque te resistas, tu corazón alberga mucho sentimiento por Emerson Campbell, y también estoy seguro de que sabes que lo que viviste con ella no tiene ni punto de comparación con lo que viviste con Arya.

—Te equivocas, ella se encargó de romper cualquier sentimiento que pudiera estar surgiendo en mí. Me mintió; no sé qué fue cierto y qué no, mientras estuve junto a ella.

—¿Realmente no lo sabes, después de haber leído sus diarios?

—Ésas eran las palabras de una adolescente soñadora.

—Y los hechos que ella te demostró durante el tiempo que estuvisteis juntos, ¿que fueron?

—Mentiras.

—Te mintió en su identidad, eso es cierto, pero eres un hombre intuitivo y listo…, lo suficiente como para darte cuenta del porqué; estoy convencido de que sabes muy bien que cada momento que te entregó fue verdadero. Cuando le haces el amor a la mujer que amas, y la miras a los ojos, es en ese momento cuando te enteras de que no volverás a vivir nada parecido con otra persona, simplemente porque estás con la correcta. El amor es para los valientes, hijo; los cobardes se escudan fabricando excusas para no vivirlo, pero no existe un amor sin riesgos…, un amor sin altibajos se convierte en una relación previsible, y aburrida.

»Es como cuando te planas en el ring. Sabes de antemano que recibirás algunos golpes, porque tu oponente no subirá al cuadrilátero con las manos atadas, pero, aun así, asumes el riesgo y vas tras la victoria, sin importar cuánto castigo vas a recibir, porque lo que quieres es ganar. Una vez me dijiste que en el Ejército te enseñaron que no hay tiempo para el miedo y las dudas, porque las misiones se llevan a cabo con la urgencia por resolverlas. En el amor es lo mismo; si dudas por miedo a sufrir, terminarás perdiendo más de lo que ganas. Perdonar en el amor, muchas veces, es un regalo que te obsequias a ti mismo. Valóralo…

* * *

Hacía bastantes días que había regresado de Chicago…

La hija de Zane y Ariana por fin había nacido, y en la casa todo era alegría.

Ellie y Agatha habían planeado una fiesta de bienvenida para la pequeña y habían llenado la casa de globos y regalos; en la sala, todo era de color rosa y blanco, y no podía negar que también se sentía feliz por la llegada de la nueva integrante de su familia. La había cogido en brazos en el hospital y, de inmediato, se había convertido en un tío baboso. Esa niña había capturado su corazón, así que no quiso quedarse fuera de la celebración y decidió ir a comprarle un obsequio para cuando llegasen esa tarde.

Cuando se acercó a la gran pila de regalos para dejar el suyo, le intrigó saber quiénes los habían enviado.

Encontró el nombre de Cruz, el de varias

groupies y también el de muchos empresarios que tenían que ver con el

underground… y, cuando leyó el de Abby, le extrañó que ella aún mantuviera algún tipo de contacto con Ariana. Evidentemente algo se había perdido. Continuó mirando y, finalmente, halló su nombre: Emerson también había enviado un obsequio, y éste tenía una tarjeta adherida al paquete.

Miró a su alrededor y, al constatar que estaba solo, decidió sacarla para leerla.

Me siento muy feliz de que Ransom ya haya nacido y me alegra saber que ambas estáis muy bien. Mis mejores deseos para ti y para Zane. No tengo dudas de que seréis unos grandes padres.

Me disculpo por no ir a la fiesta, pero, ya sabes, Ari, no quiero incomodarlo con mi presencia, es mejor así.

Ya habrá oportunidad de conocer a la pequeña princesa cuando puedas empezar a salir.

Un beso para los flamantes papás y para la dulce princesita.

xoxo

«Resulta evidente que no quiere incomodarme», dilucidó Grayson mientras volvía a guardar la nota.

Después de eso, volvió a sacudir la cabeza, al tiempo que pensó en cómo se llamaba la niña. Aún no podía entender que Zane hubiese accedido a que le pusieran a la cría un nombre que normalmente se usa para niño, pero, al parecer, Ariana, que tenía por costumbre taladrar la cabeza de la gente, había convencido a los de la oficina de nacimientos y le habían aceptado el nombre.

Ella se había empecinado en querer llamar a su hija Ransom, que traducido al español significa

rescate, y a Grayson no le cabían dudas de que, cuando la pequeña creciera, los iba a odiar por ello.

—Modas —dijo, yéndose hacia su habitación—, como cuando empezaron a usar el nombre Charlie en mujeres, supongo.

Por la tarde, la casa se había llenado de gente. No quería parecer un aguafiestas. Había algunas mujeres, que Zane y Ariana habían conocido en el curso de preparto, que todavía no habían tenido a sus críos; también había algunas personas que no sabía de dónde las habían sacado Agatha y Ellie. La reunión, por suerte, no duró mucho, ya que todos consideraron que la madre y la chiquitina debían descansar. Menos mal, porque eso casi se había transformado en un psiquiátrico. Abby aún estaba en la casa; ellos se habían saludado… con recelo, pero lo habían hecho. Cuando pasó hacia la cocina, le pareció oír el nombre de Emerson, así que se quedó en la escalera, donde no podían verlo, escuchando.

—Envíale mis condolencias a Em, dile que sentimos mucho su pérdida.

—Se lo haré saber cuando regrese de Chicago. No sabía cuánto tiempo se iba a quedar; el entierro es pasado mañana, y tal vez alargue su estancia algunos días para acompañar a su madre, aunque, como ahora Arya y el pequeño Owen viven con ella, no tenía claro si lo iba a hacer. Este desenlace es algo que la familia estaba esperando de un momento a otro, pero, claro, cuando sucede, nadie puede aceptarlo. Despedir a un ser querido nunca es fácil.

—¡Qué terrible enfermedad! —acotó Ellie—. Cuando Emers frecuentaba la casa, me estuvo hablando de ella.

—Sí, es una enfermedad muy penosa, que va consumiendo a la persona poco a poco.

Después de que Grayson oyera eso, se fue a su habitación.

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