Igor

Igor


Capítulo siete

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Capítulo siete

Con perfecta puntualidad, llegó a recogerla; sin embargo, llamó en la casa principal, ya que ella había pasado por alto indicarle que debía tocar en la entrada lateral. Por ese motivo, fue Maggi quien le abrió la puerta, y no disimuló la curiosidad en torno al guapísimo hombre que pasaba a recoger a Emerson.

—Oh, sí… Ella tiene alquilada la casita del fondo. Su entrada es la de al lado, pero descuide —le dijo, estudiándolo minuciosamente—, ahora la aviso de que la está esperando. Aguarde, por favor.

—Muchas gracias y disculpe la molestia, pero… de verdad que no me cuesta nada tocar a la otra puerta.

—No es necesario, sólo debo cruzar el patio trasero y avisarla.

Maggi, rápidamente, se dirigió a la pequeña casita de huéspedes que ocupaba Emerson y golpeó a su puerta.

—Buenas noches, Maggi.

—Te espera un guapísimo hombre fuera. Él no sabía que vives en la casita y ha llamado a mi puerta.

Emerson se tocó la frente.

—Disculpa la molestia; olvidé por completo aclararle cuál era el timbre que debía tocar.

—No te preocupes, no es nada. Estás muy guapa, Emerson. Coge rápido un abrigo y ve a divertirte.

—Gracias, Maggi.

Emers se echó un último vistazo en el espejo, se puso la chaqueta de cuero y, tras coger su

clutch, salió a encontrarse con Grayson.

Avanzando por el sendero que conducía a la salida, le pareció que el camino se hacía interminable.

Inspiró profundamente varias veces mientras se acercaba a su destino y, un poco antes de llegar, se detuvo para reforzar su perfume; luego continuó andando.

Al salir lo encontró apoyado de manera casual contra su coche. Esa vez no se trataba del Porsche Carrera, sino de un Audi A6 de color gris oscuro. Emerson consideró de inmediato que él parecía estar en una posición económica holgada; su ropa y sus coches pregonaban poderío financiero. Mientras se disponía a cerrar con llave la puerta exterior, no pudo dejar de preguntarse a qué se dedicaría, ya que parecía irle muy bien.

Grayson estaba concentrado mirando la pantalla de su móvil, pero, cuando oyó que se cerraba una puerta, levantó la vista y se encontró en un santiamén admirando la belleza arrebatadora de Emerson.

Le encantó verla arreglada; saber que ella lo había hecho para él le produjo un extraño sentimiento de felicidad. Su estilo seguía siendo casual, pero los tacones de sus botas le daban ese toque de elegancia magistral; además, esos pantalones, que le quedaban como una segunda piel, obraban la magia perfecta, logrando que sus piernas se vieran larguísimas.

La imagen de esas piernas envolviéndolo a él provocó que su polla comenzara a latir.

Se irguió mientras esperaba que ella se acercara y le sonrió de forma diáfana; a cambio, obtuvo una justa retribución, pues Emers también sonrió encantadoramente.

Él también había diseminado su magia para con ella. Apenas salió y lo vio, sintió que sus pulmones se colapsarían. Grayson siempre conseguía quitarle el aliento. Se había puesto un traje azul noche de confección a medida, estilo Slim, y una camisa blanca que había combinado con cinturón y zapatos de cuero marrón.

—Estás preciosa —le dijo mientras la cogía por la cintura y le dejaba un beso en la mejilla.

—Muchas gracias, tú también estás muy guapo. ¿Has cambiado de coche? —le preguntó mientras él le abría la puerta del copiloto y le tendía la mano para ayudarla a subir, desplegando sus buenos modales.

—Me ha parecido más acertado traer éste, ya que no sabía qué atuendo usarías. El otro es más bajo y, con una falda, puede resultar difícil salir de él.

—Gracias por tu consideración.

—No hay de qué.

Grayson cerró la puerta y bordeó el coche. Al instante, se sentó en el asiento del conductor y ajustó su cinturón de seguridad. Se aclaró la garganta.

—¿Lista?

—Listísima.

Grayson salió de allí y no tardaron en llegar al restaurante elegido por él. Se trataba de un sitio con mucha historia, un lugar que era dirigido por dos hermanos y que siempre había pertenecido a la

familia. Tras aparcar el coche, Gray se apresuró a bajar y luego ayudó a Emers a que también lo hiciera.

—He prestado atención durante todo el camino. ¿Qué has hecho con el golpe?, ¿brujería? ¿Acaso eres una hechicera?

Ella soltó una carcajada muy fresca ante la ocurrencia, y él también rio sonoramente.

—Sólo me he aliado con el corrector y la base; utilizando el color adecuado, pueden obrar milagros para cubrir moratones… aunque ninguna mujer debería aliarse con el maquillaje para tapar golpes.

—Estoy totalmente de acuerdo en eso —expresó Grayson mientras caminaban hacia la entrada del local—. Por eso no me parece bien que no le hayas puesto una denuncia a ese cobarde.

—Lo he hecho por mi hermana y por mi sobrino; estoy segura de que ya se ha ido de la ciudad. Él vive en Chicago, así que supongo que regresó después de sus fechorías de ayer. Sólo actuó así porque está desesperado… Tendrá que buscar trabajo, ahora que mi hermana parece decidida a no continuar manteniéndolo. Esta mañana he hablado con ella y espero que realmente no flaquee y no vuelva a perdonarlo.

—Espero realmente que ese tipo se haya ido de vuelta a casa —dijo mientras le abría la puerta y le daba paso, acompañándola con su mano en su espalda baja—. Si te molesta otra vez, ahora tienes mi número, así que sabes que puedes llamarme a la hora que sea.

—Gracias, pero estoy convencida de que no será necesario.

Entraron en el restaurante y King se acercó al mostrador de la recepción para solicitar una mesa. El anfitrión le indicó que había una demora de diez minutos, así que los invitó a que pasaran al bar, donde podrían tomar una copa para hacer más amena la espera.

—¿Sabes lo que quieres o prefieres la carta? —indagó Grayson cuando se sentaron a la barra.

Ella miró al

barman y le preguntó de manera práctica:

—¿Qué me recomienda probar?

—Creo que puede gustarle mucho un margarita de la casa.

—Muy bien, póngame eso.

—¿Y usted, señor?

—Yo tomaré un Vesper Martini. —Emerson intentó ocultar una sonrisa—. ¿Qué ocurre? —preguntó Grayson.

—¿Acaso… después de medianoche, te conviertes en James Bond y no en calabaza? —bromeó ella, pues lo que él acababa de pedir era el famoso cóctel que el agente 007 siempre solicita que le prepare el

barman en la conocida saga.

—Puedo convertirme en lo que te apetezca —le susurró, acercándose peligrosamente a su rostro.

El

barman, inmediatamente, preparó sus copas y no tardó en servírselas. Emerson bebió de la suya y después habló.

—¿Puedo preguntar por tu trabajo? Tú ya sabes a lo que me dedico, incluso tienes varios datos de mi vida: sabes que cargo con un cuñado desquiciado, que mi hermana acaba de separarse, que tengo un sobrino… y también has conocido a mi socio, pero yo, de ti, sólo sé que te llamas Grayson.

—King es mi apellido, pero también me llaman Igor.

—¿Es tu segundo nombre? —planteó ella, sin recordar que él lo tuviera.

—No, es el nombre de guerra que uso en el ring. Soy luchador de MMA, artes marciales mixtas —le aclaró, por si no sabía lo que significaban las siglas.

—¡Joder! —exclamó la fotógrafa, dejando su copa sobre la barra—. Jamás lo hubiera imaginado. Ahora entiendo tu estado físico y el cuidado en lo que comes.

—Supongo que has oído hablar del

underground.

—Sí: peleas clandestinas —ratificó ella.

—Así es.

—Y… dime… ¿es cierto que en el

underground vale todo?

—Taxativamente, sí, aunque en el terreno en él que lucho hay ciertas reglas, incluso hay un árbitro que regula el combate. Si te refieres a que si las peleas son a muerte, debo admitir que hay circuitos, en barrios paupérrimos, en los que es así, hasta usan armas, pero donde yo participo hay ciertas normas. Somos lo más parecido a un combate legal como los que pasan por la televisión, pero aún no pertenecemos a ninguna federación reconocida por ninguna autoridad deportiva de las que hay en vigencia en la actualidad. De todas formas, las peleas son un poco más rudas y sangrientas que las que puedes ver en cualquier canal.

—¿Cuánto hace que eres luchador?

—Cuando era adolescente… —su semblante dejó entrever que estaba recordando más de lo que expresaba—… el

kick boxing me rescató de las calles. Luego empecé a estudiar, y más tarde entré en el Ejército; estuve algo más de dos años en Afganistán.

Emerson se cubrió la boca.

—¿Estuviste en la guerra, Grayson?

—Sí, soy un veterano. Cuando me dieron la baja, conocí a mi actual entrenador, otro veterano como yo, y él me ofreció participar en las peleas, así que el entrenamiento para la lucha fue lo más parecido al entrenamiento militar que pude conseguir. Aproximadamente hace algo así como unos tres años que estoy en el mundo del

underground.

—Guau —ella volvió a beber de su cóctel para absorber todo lo que Grayson le estaba contando; él no era ni la sombra del pandillero sin ningún futuro que ella conocía de Fuller Park—, así que eres un excombatiente. ¿Qué rango llegaste a tener en el Ejército?

—Pertenecí al Cuerpo de Marines, y el rango máximo que tuve fue el de sargento; estuve a cargo de un pelotón en la base Helmand.

—¡Qué historia! Supongo que habrás visto atrocidades en la guerra.

—Prefiero no hablar de eso, son recuerdos que realmente deseo enterrar. Todo lo vivido me valió la baja, así que duele mucho, aunque te aseguro que no me arrepiento de nada de lo que he pasado.

Ella frunció el entrecejo.

—No pude superar el síndrome del soldado cuando regresé y por eso me licenciaron del Ejército.

Emerson estiró su mano para coger la suya, notando la desidia con que Grayson le contaba aquello.

—Lo siento; suena como si para ti la vida militar hubiese sido muy importante.

—Lo fue. Jamás creí llegar a ser nadie y, sin embargo, logré hacer una carrera militar, hasta que todo acabó.

—Eres un héroe, Grayson.

—No me gusta pensar de esa forma en mí.

—Pero lo eres.

—¿Podemos cambiar de tema?

La conversación había tomado un rumbo en el que Gray no se sentía cómodo; por eso odiaba eso de las citas. Estando sentados frente a frente el uno del otro, era difícil escapar a ese tipo de interrogatorios… Incluso, tras sorber de su copa, no obvió preguntarse por qué le había dado tantos detalles de su vida, si lo único que buscaba con Emers era una buena follada y listo, así que, acto seguido, decidió quitar el foco de atención de él y pasárselo a ella.

—Claro, ¿de qué te gustaría que hablásemos?

—¿Sabes que me resultas intrigante?

—¿Intrigante?

—No es muy común encontrar a una chica que diga que no quiere una relación.

—Aaah, eso te intriga de mí, pues… sólo se trata de que me gusta mi libertad. Odio eso de tener que estar dando explicaciones. Me agobia el mero hecho de pensar en que el buzón se me va a llenar de llamadas, que el teléfono va a sonar a todas horas con mensajes; no soporto que nadie cuestione si mi móvil tiene o no una contraseña para desbloquearlo… En pocas palabras, amo la libertad de no tener que avisar a dónde voy y con quién. No es que no haya estado en pareja, sino que no ha funcionado por eso mismo. Algunos hombres empiezan a creerse dueños de hasta lo que una respira, y eso no es lo que busco. A la larga las complicaciones aparecen, los corazones se desgarran y las lágrimas ocupan el momento, convirtiéndolo todo en una gran tragedia griega, así que… prefiero los ligues de una noche, en los que no hay peligro de nada, o, en su defecto, le echo mano a mi vibrador, algo menos peligroso y con menos riesgos. Además, con él no corro peligro de contraer ninguna enfermedad; ya sabes, es de mi uso exclusivo, y eso significa, asimismo, que tampoco me será infiel.

Touché. ¿Eres de este mundo o has venido de otro planeta?

—¿Qué te asombra tanto?

—Quizá el hecho de que eres lo opuesto a todas las mujeres con las que a menudo me cruzo.

Frecuentemente debo quitarme a alguna mujer de encima, y eso siempre es una complicación. Cuando voy a la cama con una, luego quiere repetir, y yo sólo sé que, si hay repetición, hay un gran melodrama gestándose.

Grayson levantó la mano para que chocaran sus palmas y Emerson imitó su gesto.

—Me gustas, Emers. Creo que nos entendemos y que somos muy parecidos.

Emerson sonrió con suavidad mientras lo miraba fijamente a los ojos.

—En realidad… mi nombre es Emerson, pero casi todos me llaman Emers o Em. Es la forma corta.

—¿Y tu apellido es…?

En ese instante llegó el

maître para acompañarlos hasta una mesa que se había quedado libre, así que Emerson fue salvada por la campana. Ambos cogieron sus copas y caminaron, siguiéndolo. La joven sintió que el corazón se le iba a salir del cuerpo, así que, en ese corto trayecto, se terminó lo que quedaba de su cóctel, intentando calmar las ansias que la pregunta le había provocado.

Por suerte, cuando se sentaron, les entregaron la carta del menú y se centraron en eso.

—Bien —dijo Grayson después de que les tomaran nota—, aún no me has dicho tu apellido.

—Klein, Emerson Klein.

Aunque se había puesto nerviosa cuando él le había preguntado antes sobre ese asunto, estaba segura de que Grayson no recordaba el apellido de su abuela, así que fue ése el que le dio, ya que era el que ella usaba en el mundo del arte fotográfico.

—Estuve viendo tu trabajo en la página web.

—¿De verdad?

—Sí. Algunas fotografías me parecieron muy buenas, aunque debo confesar que no entiendo demasiado acerca de eso; es decir, tengo muy claro y sé decidir entre lo que me gusta y lo que no, pero sólo eso. ¿Cuándo estuviste en África?

—Eso fue el año pasado. En realidad, no fue un encargo que le hicieran a Pixel Factory, sino un trabajo para otra agencia, pero tengo buena relación con el gerente y me ha autorizado a ponerlo en la web.

—¿Conoces muchos países?

—Algunos… El trabajo como fotógrafa

freelance me permitió viajar bastante. Ahora espero que realmente salgan trabajos importantes para el estudio, pues he invertido todos mis ahorros en este proyecto. Necesitamos marcas que nos den prestigio y nos abran puertas al mercado. Por ahora lo que nos ha salido ha sido un catálogo de ropa de HC; esperamos que, a través de ellos, vengan más proyectos.

—De todas maneras, hace poco que estáis instalados en Menlo Park.

—Sí, tienes razón; nos hemos mudado recientemente.

—¿Cuántos años tienes, Emerson?

—Veintiocho, ¿por qué?

—Curiosidad, sólo intento saber un poco más de ti.

Después de culminar la cena, Emerson se ofreció a abonar la cuenta a medias.

—De ninguna manera, he sido yo quien te ha invitado a acompañarme.

—No somos nada para que me pagues la cena, ya han sido suficientes las molestias que desde ayer te he causado, y la verdad es que no quiero que te quedes con un mal recuerdo de mí.

—No hay discusión, Emers, no voy a permitir que pagues nada, y por los recuerdos…, la noche aún no ha terminado, así que espero sumar otros a esta grata cena.

Grayson, finalmente, abonó la cuenta y luego salieron del restaurante. Mientras caminaban hacia el aparcamiento, él estiró la mano y tomó la de Emerson entre la suya, levantó su brazo y se la besó, entregándole una sonrisa maliciosa mientras lo hacía.

—Eres una mujer muy interesante.

—Gracias; tú también eres interesante. Ha sido una noche estupenda, lo he pasado muy bien.

—Nuevamente estás dando por sentado que la noche ya ha acabado. ¿Debo tomármelo como una indirecta?

Se miraron fijamente, pero no dijeron nada más.

Deteniéndose junto al coche, Grayson se colocó frente a ella, despejando el pelo de su cara.

—No sólo eres interesante, también eres hermosa.

Emerson lo miró, rogando que se detuviera, porque estaba empezando a tener claro que no iba a ser capaz de continuar rechazándolo, pues no pensaba hacer nada al respecto si él decidía continuar avanzando. A decir verdad, sólo mirarlo la enviaba al orgasmo, y podía sentir su corazón latiendo desacompasado dentro de su pecho, ya que la mera proximidad de Grayson le hacía desearlo y sentirse húmeda en sus partes íntimas.

Igor movió su mano y la tomó por la nuca; seguidamente se acercó a escasos centímetros de su boca y le habló, acariciándola con su aliento.

—Tengo unas ganas locas de besarte. Normalmente no pediría permiso, pero, no sé por qué razón, contigo lo estoy haciendo.

Emers cerró los ojos y eso fue todo lo que él necesitó como señal para caer sobre su boca.

Lentamente, con su lengua lamió sus carnosos labios, esos labios que había rememorado todo el día y casi no le habían permitido descansar por la noche.

Emerson creyó que se derretiría entre sus brazos; el beso fue todo lo que ella imaginó que sería y más. Resultó suave, caliente, muy húmedo y, al final, casi descontrolado.

Despacio, se alejó de ella y apoyó su frente en la suya. Sentía su polla semidura en ese momento, y casi que no podía esperar para entrar en ella. Ambos respiraban con dificultad. Volvió a cogerla de la mano.

—Subamos al coche —le indicó.

«No, no, no pares, un beso no es suficiente», quiso decirle Emerson, pero se abstuvo de hacerlo.

Se sentía mareada; aún tenía la sensación de su lengua chocando contra la suya, y quería más; no obstante, bajo ningún concepto iba a solicitarle nada, así que se movió, haciendo lo que él le había pedido. Apartó un pie, luego el otro, y rezó para que sus piernas soportaran su peso y le permitieran subir ilesa al vehículo. Grayson abrió la puerta y la ayudó a sentarse, luego la cerró y rodeó el coche, cruzando por delante de éste. La fotógrafa no lo perdió de vista; lo siguió atentamente con la mirada, viendo cómo Gray se pasaba la mano por el pelo, parecía ansioso. Notó incluso que tomaba una profunda bocanada de aire; al parecer no era la única que pugnaba por más oxígeno. Sintió la humedad en sus bragas y se removió en el asiento; luego se lamió los labios y se los mordió.

«Estoy arruinada; no podré parar si él quiere más, porque quiero todo el paquete completo.»

King subió al Audi en silencio y lo puso en marcha. Condujo unas quince manzanas por el Camino Real y, de pronto, aparcó en el bordillo.

Quitándose el cinturón de seguridad, y sin pronunciar palabra, la tomó nuevamente por la nuca, y esta vez sin pedirle su consentimiento. Cayó con vehemencia sobre sus labios, apoderándose de ellos y conduciendo con poderío y vasta experiencia el beso. Emerson gimió en su boca y él intensificó más el movimiento de su lengua, dándole un mordisco en el labio inferior antes de apartarse. Mientras respiraba con dificultad, le dijo:

—¿Te apetece que descubramos lo que el resto de la noche tiene para ofrecernos?

Emerson se mordió el labio que segundos antes él había mordisqueado, aún saboreando en su boca el aliño del vino que habían tomado en la cena mezclado con el Martini que él bebió anteriormente.

—Creo que realmente me gustaría.

—Sólo hay un problema, no vivo solo. La casa que ocupo en Atherton la comparto con otros cuatro luchadores, dos preparadores físicos, la cocinera y la esposa del entrenador, así como la mujer e hijo de uno de mis compañeros… y la verdad es que no quiero exponerte a las miradas de todos ellos. A menudo allí van

groupies, pero tú no eres como esas mujeres. No quiero ponerte en esa situación, y sé que lo que estoy diciendo no suena bien, porque realmente no considero que esas chicas con las que paso un buen rato merezcan que piensen que no las respeto, pero quiero que entiendas que yo no las llevo allí, ellas van por su propia voluntad.

—Podríamos ir al estudio de fotografía. Cuando alquilé la casita que está en el patio trasero de Maggi, la única condición que me puso fue que no llevase hombres a dormir allí, y no quiero faltar a mi palabra.

—En la otra manzana hay un hotel. —Grayson se acercó a su boca y volvió a morderle el labio inferior y a lamérselo, como si con esa acción insistiera para convencerla—. Podríamos ir allí y pedir una habitación para toda la noche y terminar todo esto que hemos empezado.

Ella sólo asintió con la cabeza, y él le guiñó un ojo mientras se acomodaba en el asiento del conductor. Volvió a colocarse el cinturón de seguridad y arrancó el motor al tiempo que una sonrisa se intensificaba en su rostro.

Viró el coche, entrando en la explanada del hotel, y fue entonces cuando Emerson se dio cuenta de a dónde estaban llegando.

«Mierda, jamás habría imaginado que, cuando ha mencionado un hotel, me estuviera trayendo a uno de los más lujosos de la ciudad.»

Un empleado del Sheraton de Palo Alto se acercó de inmediato para abrirle la puerta a Emerson; en ese momento, Grayson se bajó rápidamente del Audi.

—Buenas noches, señora.

—Buenas noches, gracias.

Gray se apresuró a rodear el automóvil y, cuando estuvo a su lado, le ofreció la mano para que ella acabase de bajar. Al instante, le entregó las llaves al aparcacoches del hotel para que se ocupara del vehículo y ellos entraron.

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