Igor

Igor


Capítulo ocho

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Capítulo ocho

Conseguir una habitación fue muy rápido, así que, en cuanto le entregaron la llave a Grayson, él se acercó a ella y la cogió de la mano. Su mirada era hambruna y la expectación entre ellos se captaba de manera casi devastadora.

Apenas entraron, él la arrinconó contra la pared y volvió a besarla; no podía apartar su boca de la suya, tampoco sus manos. Su cuerpo la aprisionó con ímpetu para que sintiera lo duro que lo tenía, lo mucho que la deseaba, y sus dedos se hundieron, sosteniéndola de las caderas y acercándola más a él.

Frotó con delirio su bragueta contra ella; no veía el momento de estar metido en su interior, de bombear descontroladamente con su polla para alcanzar el alivio.

—Desde ayer que no he podido dejar de pensar en ti —confesó, apartándose ligeramente entre lametones y mordiscos en los labios—. Mi mente no ha parado de imaginar las cosas que quiero hacerte.

Emerson levantó los brazos, aferrándose de su cuello, y atrajo su boca a la suya de nuevo. En el instante en el que sus lenguas volvieron a chocar, ella sintió una necesidad imperiosa de apretarse más contra él; bajó una mano y lo acarició en el pecho, sobre la ropa, pero necesitaba tocar su piel, así que le pasó la mano suavemente por la chaqueta y se la deslizó por los hombros. Grayson apartó sus manos de las caderas de Emers a regañadientes, y se sacudió para que su americana cayera. En ese instante alguien tocó a la puerta.

—¡Mierda! —dijo él, alejándose—. No sé por qué carajo se me ocurrió pedir una botella de

champagne.

Se pasó la mano por el pelo y se apartó, tomando una gran bocanada de aire.

—Ahora vuelvo.

Emerson miró su bragueta; se veía muy abultada, así que retorció sus piernas y enredó su dedo en un mechón de pelo.

—Creo que estás en problemas para ser el encargado de abrir la puerta, se nota demasiado tu erección. Deja, iré yo.

Cuando ella quiso moverse, él la sujetó por el mentón, robándole otro beso, duro y rápido.

—No, tú espérame dentro. Me importa una mierda que se note que estoy empalmado.

Cuando Grayson volvió, Emerson ya se había quitado la chaqueta de cuero. Él la sorprendió cogiéndola por los hombros desde atrás y enterrando la cabeza en su cuello para dejarle besos húmedos en esa zona.

—Me encanta cómo hueles.

—Culpable.

—¿Qué? —preguntó, confundido.

—Mi perfume, se llama Culpable, es de Gucci. 1

—Creo, entonces, que el aroma es el culpable de que me sienta tan atraído por ti, desde ayer que lo tengo impregnado en mis fosas nasales.

Gray se puso delante de ella, cogió el borde de la camisa que llevaba puesta y empezó a levantarla para quitársela.

—Te la has puesto a propósito para volverme loco, ¿no es cierto? Estoy seguro de que sabes perfectamente que no he podido dejar de mirar tus tetas, a través de esas transparencias, durante toda la cena.

Ella se rio.

—Culpable —dijo nuevamente.

En ese momento él dejó que la blusa cayera al suelo y después desprendió el broche del sujetador, para deslizar a continuación las tiras por sus brazos y dejarlo caer también a sus pies.

Se quedó fascinado mirando sus pechos durante unos instantes; eran perfectos, y no podía esperar para chuparlos. Inclinó la cabeza y le dio una lamida a cada uno; luego los succionó con la boca y los atrapó entre sus dientes. Emerson gimió descontrolada con cada acto, y sus sensaciones se dispararon directas a su entrepierna.

Grayson se apartó y se movió para quedar de nuevo detrás de ella.

—He estado toda la noche preguntándome si, aparte de los que estaban a la vista, había más tatuajes por descubrir… y en tu espalda hay varios, y uno en particular se pierde dentro de tus pantalones.

Le pasó la mano por la cintura, recorriendo la tinta del diseño de flores al que acababa de hacer referencia. Su toque provocó que Emerson se estremeciera, haciendo que la piel se le pusiera como escarpias.

La rodeó con sus brazos hasta sostener sus pechos entre las manos y la aprisionó contra su duro cuerpo. Un fuerte gemido gutural se escapó de su garganta mientras le mordía el hombro y retorcía sus pezones entre sus dedos.

—Eres preciosa, me tienes tan duro desde ayer… —declaró mientras, de inmediato, apretaba su bragueta contra la raja de su culo—. No puedo esperar para enterrarme en ti.

Sin demora, bajó sus grandes y fuertes manos para desabotonar el pantalón de Emers.

Ella estaba tensa; por un instante dudó de si tal vez no había sido buena idea dejarse llevar por el deseo, y a decir verdad hasta se estaba sintiendo incómoda por no decirle su identidad. Eso le estaba impidiendo disfrutar plenamente del momento, pues los engranajes en su cabeza no dejaban de girar.

Grayson era muy atractivo, pero ella sabía que no estaba obrando bien.

—¿Qué sucede? ¿Acaso… quieres que me detenga? ¿No estás segura?

La joven fotógrafa salió de su ensimismamiento cuando oyó su barítona voz. Se dio la vuelta, enfrentándolo, y lo miró, perdiéndose en el espejo azul de sus ojos. No había manera de rechazarlo… Él era fuego, deseo, y el sueño húmedo de cualquier mujer, así que se instó a alejar sus miedos y dejó escapar sus anhelos. Negó con la cabeza al tiempo que enroscó sus brazos alrededor de su cuello, atrayéndolo hacia sí, y lo invitó a que volviera a besarla. Sus mullidos labios colisionaron contra los suyos y ella, al instante, le abrió paso en su boca para que tomase su ávida lengua, provocando que en cuestión de segundos ambos se entregaran al preludio de besos como si en eso se les fuera su vida, como si probarse y mantenerse unidos fuera lo único que importara.

Se dio cuenta de que lo deseaba demasiado para frenarse, así que se convenció a sí misma de que lo tendría una vez y luego se olvidaría de él; sólo necesitaba cumplir su fantasía de adolescente con Grayson y después todo quedaría atrás. No estaba dispuesta a dejar pasar la oportunidad que se le había presentado.

Hábilmente, él le desabrochó el pantalón y bajó la cremallera, todo sin apartar los labios de su boca.

Metió una mano dentro de sus bragas y alcanzó su hendidura.

—Joder, estás demasiado lista para mí.

Le bajó un poco el pantalón y la ayudó a que se sentara en la cama; al instante, se encargó de liberar sus pies de las botas, y acarició su piel, tersa y dorada, mientras se deshacía de su pantalón.

—Recuéstate —le ordenó con la voz cargada de necesidad, mientras comenzaba a desabrocharse la camisa. Su polla latía, enferma, bajo sus pantalones y Emerson tenía la vista fija en su bragueta.

—Parece que te gusta lo que estás viendo.

—Tanto como te gusta a ti mirarme a mí; no se me ha pasado por alto cómo estás mirando mis tetas.

Ella llevó sus manos a sus senos y se los acarició; luego se levantó ligeramente y bajó la cabeza para sacar la lengua y lamer una de las areolas de sus pezones.

Grayson gimió.

—Vas a hacer que me corra en los pantalones. Eres una chica mala, señorita Emerson Klein —le advirtió mientras pateaba sus zapatos—. Y eres condenadamente sexy.

—Guarda tu carga para derramarla en mi interior, Grayson. Sé que no eres un inexperto como para correrte mirándome solamente.

Ambos rieron.

—No te preocupes, no permitiré que te quedes sin conseguir tu placer; jamás podría perdonármelo.

Su camisa quedó abierta, revelando cada ondulación de su potente y macizo cuerpo, y Emerson se lamió los labios, ansiando pasarle los dedos para tocar su piel. Su complexión parecía una escultura y él era plenamente consciente de lo que ella estaba admirando; trabajaba a diario para tener el aspecto que tenía, y sabía que a las mujeres les gustaba. Claramente, su físico era un arma de seducción importante, además de ser su herramienta de trabajo. Sonriendo con suficiencia, Gray se desprendió del cinturón y arrastró el pantalón y el bóxer hacia abajo, dejando que todo se amontonara a sus pies.

Su erecta polla saltó tiesa apuntando hacia ella, y Emerson se mordió el labio inferior, conteniendo un gemido cuando advirtió lo grueso y poderoso que se veía su miembro. Recorrió con la vista toda su extensión y deseó pasarle la lengua por la punta, donde una gota de precum, líquido preseminal, brillaba.

Él se estiró sobre ella y, cogiéndola por las caderas, enganchó sus dedos en las bragas para desnudarla por completo.

Emerson era perfecta. Él se había tirado a muchas mujeres hermosas, pero, sin temor a equivocarse, podía asegurar que ella era lo más bello que había visto, y eso que verdaderamente había visto a muchas féminas dotadas de belleza; sin embargo, la de esa chica era natural, y sencilla, y la fusión de cada parte de su cuerpo era admirable. Su piel era tersa, y con la justa dosis de tinta en los diseños que había elegido para adornarla con tatuajes. Eso le daba un halo de misterio que la volvía más exótica.

Sintió un anhelo incontenible y supo que necesitaba enterrarse en ella cuanto antes, poseerla y perder su polla en su interior para comprobar también la perfección de su coño; necesitaba sentir cómo su vagina abrazaba su miembro, necesitaba alivio.

Abrió la palma de una mano y le enseñó una tira de condones. Emerson pareció confundida, pues no había visto cuándo los había cogido; no obstante, conjeturó que lo más probable era que los hubiese sacado de su pantalón antes de quitárselos. King separó uno, rasgó el envoltorio, lo sacó e inmediatamente lo hizo rodar sobre su punta y por toda su vasta extensión sin dejar de mirarla; las venas de su polla se veían hinchadas, y la cúspide, muy estirada y brillante.

Emers dedujo, mientras observaba cada uno de sus movimientos, que él era un hombre al que le gustaba asumir el mando; el poderío que su cuerpo emanaba así se lo indicaba y, aunque a ella también le gustaba hacerlo, por el momento lo dejaría hacer; además, necesitaba darle ese dominio.

Grayson se inclinó sobre ella y arrastró su culo hasta la orilla de la cama, levantó sus piernas e hizo que las apoyara en sus hombros. Arrodillado, sumergió su cabeza entre los muslos y empezó a lamerla lentamente.

Pasó su lengua por los labios exteriores, y luego sus hábiles dedos abrieron sus pliegues, para conseguir lamer la humedad que a simple vista podía ver derramada.

Levantó la mirada y contempló cómo ella se retorcía ante su contacto, y su polla se agitó al verla tan entregada… y luego se balanceó, ansiosa por encontrar el camino que la condujera al alivio.

—Joder… —exclamó, anhelante; al parecer no estaba dispuesto a demasiados preámbulos. De todas maneras, tenía pensado follársela algunas veces más durante el resto de la noche, así que decidió que lo mejor era acelerar el proceso y conseguir lo que ambos ansiaban con apremio.

Se levantó del suelo y la cogió por las axilas, ayudándola a que subiera más en la cama. La miró brevemente hasta que, al fin, le dijo:

—Necesito desesperadamente estar dentro de ti.

—También necesito que lo hagas.

Él se inclinó sobre su cuerpo y se agarró la polla, apuntando a su entrada. Antes de enterrarse en ella, metió uno de sus dedos en su hinchada vagina, haciéndola chillar. Bombeó lentamente su dedo dentro de ella, provocando que Emerson se aferrara a sus bíceps.

—Por favor…

Él sonrió con autosuficiencia, y metió otro dedo, para mover ambos para encontrar su punto G.

—Sé que te gusta, pero ahora te daré lo que ansías.

Sacó los dedos y la estimuló frotando la punta de su miembro en su entrada, provocando que la necesidad que Emerson sentía le hiciera agitar las caderas para que finalmente él se decidiera y la penetrase.

Grayson se apoyó en los antebrazos, cada uno a un lado de la chica, y con las manos le despejó el pelo del rostro.

—Abre los ojos —le ordenó con la voz vibrante—. Voy a follarte, sólo dime cómo lo quieres.

—Lo dejo en tus manos, hazlo como más te guste.

Igor se fue enterrando lentamente, y cada centímetro de su sexo que iba clavando en ella resultaba una tortura mientras avanzaba en su camino.

Emerson sentía a su paso cómo su coño se abría más y más para recibirlo; las paredes de su vagina se ensancharon para acogerlo en su caliente interior.

Gimió…

—¿Qué? —le lamió la mejilla—, ¿dime qué quieres?

Ella no iba a rogarle, no iba a volverse una completa babosa, pero era lo que quería, pues el lento e interminable avance que él estaba haciendo la estaba poniendo de los nervios.

Emers agitó la cabeza sin aliento, indicándole que no era nada.

Finalmente, Grayson terminó su camino y se quedó enterrado muy dentro de ella, sin moverse.

Bajó la cabeza y aprisionó entre sus dientes su labio.

—¿Te gusta?

Ella asintió; no encontraba las palabras en el fondo de su mente para hablar. La presión que él ejercía dentro de ella era muy dolorosa, casi podría decir que hasta tortuosa; necesitaba que se moviese, pero estaba decidida a no suplicar.

Finalmente cedió a sus deseos y bajó las manos, cogiéndolo por el culo y enterrando los dedos en él.

—¿Quieres que me mueva? ¿Eso es lo que quieres, preciosa? Hasta que no me lo pidas, no lo haré.

Sé perfectamente que estás luchando con las palabras para que no salgan de tu boca, pero tienes que saber que así no es como lo quiero, y reconozco que soy un poco obstinado, quizá más que tú, así que, si quieres alivio, tendrás que solicitar lo que deseas. Hablando se entienden las personas, Emerson.

—Aunque lo quieras hacer ver como que es lo que yo necesito, sé que tú también lo deseas, así que haz lo que tengas que hacer y consigamos lo que hemos venido a buscar aquí en esta habitación.

—Pareces apurada, ¿o debo decir necesitada?

Ella levantó la cabeza y le pasó la lengua por el pecho, notando cómo su piel se erizaba.

—Tanto como tú. Sé que te estás asegurando de parecer controlado, pero… cuando te has quitado lo pantalones, tu verga lucía bastante derramada. Muévete, Grayson; fóllame como tienes ganas de hacerlo, deja el

show para tus

groupies.

Él agitó la cabeza y salió de ella, sonriendo con suficiencia… pero en el fondo sabía que ella tenía razón y que también estaba flaqueando. Emerson parecía tener algún poder, porque, tan pronto como accedió a su interior, sintió que lo inundaba una sensación de saciedad que antes jamás había sentido enterrado en el coño de nadie.

Bajó la cabeza y le mordió un pezón, luego otro, haciéndola gritar.

Luego volvió a posicionarse en su entrada y se enterró hasta el final de una sola estocada, dejando escapar un lamento, que fue acompañado por un chillido de ella.

Volvió a salir y volvió a enterrarse con ímpetu… y la forma en la que se movía era más tortuosa que antes… hasta que finalmente pareció roto y sus caderas cogieron cadencia; sus envites se transformaron en movimientos fuertes y rítmicos.

—¿Esto es lo que querías? Dímelo.

Ella seguía negándose a hablar, pero en ese momento no era porque no quisiera hacerlo, sino porque él estaba drenando de ella toda la energía.

Se retiró de golpe y entonces ella gritó.

—Nooooooooooooooo.

—No, ¿qué, Emerson?

—No te detengas —finalmente dijo ella—, Grayson…

Su nombre en su voz fue todo lo que él necesitó oír.

La cogió por la cintura y le dio la vuelta, se subió sobre ella y enterró su polla desde atrás, comenzando un castigo más despiadado aún.

—Te gusta fuerte, ¿cierto? No lo querías despacio, ¿verdad?

Sus caderas chocaron contra su culo y el sonido invadió el ambiente, provocando que lo único que se oyera en la habitación fuera el combate de sus cuerpos y el concierto de sus gemidos.

Grayson la bombeó sin descanso hasta que la sintió tensarse; miró sus manos, aferradas a las sábanas, y supo que ella estaba a punto de correrse, así que continuó su ritmo sin piedad. Luego siguió y siguió bombeando en su interior hasta que su coño empezó a abrazarlo nuevamente y dejó escapar un grito, derramándose en el condón, sabiendo que el último orgasmo lo habían conseguido al unísono, y sabiendo, además, aunque no fuera a reconocerlo, que nunca había tenido uno tan potente y tan devastador como el que acababa de experimentar.

Salió de ella y dejó que su espalda se aplastara contra el colchón; ambos respiraban con dificultad.

Se puso de lado y ella movió lentamente la cabeza para encontrar su mirada. Se quedaron en silencio, sin pronunciar palabras, apreciándose, absorbiendo la energía que todavía emanaba de sus cuerpos. Él se movió y se sentó en la cama, se retiró el condón; luego se inclinó y la movió para cogerla entre sus brazos. Caminó con ella hasta el baño. Sin dejar de mirarla. Emerson se aferró a su cuello y buscó su boca, y él se la entregó. Ambos cedieron a un beso lascivo, y desesperado; un beso que, aunque ninguno lo dijera, ambos necesitaban, para probar que el contacto entre ellos no había acabado, y para probar, además, que ese beso resumía todo lo que habían sentido en la cópula.

Grayson la dejó en el suelo y la cogió por la cintura, sin soltar sus labios; su frenética lengua estaba follando la suya, sin descanso.

Se movió de nuevo y abrió la puerta de la mampara; a continuación estiró más un brazo, sin abandonar su boca, abrió el grifo y la metió dentro junto a él. El agua los mojó lentamente, sin que sus bocas consiguieran separarse, y así permanecieron sin decir nada, sólo besándose, una y otra vez… hasta que él se apartó de ella y la sentó en el banco de la ducha. Se colocó otro condón, que había cogido de la tira de antes, y después la puso de pie nuevamente, tirando de ella para que se aproximara a él.

—Engancha tus piernas a mi cintura —le ordenó.

Emerson asintió y trepó a sus caderas ayudada por él. Grayson la sujetó por el culo y la bajó sobre su erección, enterrándose en ella por completo.

Sus cuerpos parecían insaciables; habían terminado de correrse en la cama, pero la necesidad del uno por el otro continuaba como cuando entraron en la habitación.

La apoyó contra la pared y comenzó a penetrarla de nuevo, descontrolado. Ella estaba aferrada a sus hombros y no dejaba de gritar con cada estocada que él le daba, hasta que finalmente volvió a sentir la anticipación en sus entrañas y abrió los ojos para mirarlo.

—Gray-son.

Su nombre brotó de su boca entrecortado.

—Déjame tener todo tu placer —le pidió él mientras mordía uno de sus pechos y se enterraba más profundo en ella.

Siguieron moviéndose hasta que ambos alcanzaron la liberación; después de eso, él la bajó despacio, la sentó en el banco de mármol y se sentó junto a ella.

Cogió una de sus manos y se la llevó hasta los labios. Seguidamente se puso de pie y se duchó.

Emerson parecía sin fuerzas, no lograba levantarse. Después de que Gray terminara de aclararse el jabón de todo el cuerpo, cogió la pastilla y la aseó. Con el duchador de mano, o alcachofa de ducha, la enjuagó cuidadosamente y luego salió de la ducha acristalada con el fin de ir a buscar toallas secas para ambos. Continuaron casi sin hablar, ya que parecían muy reticentes a hacerlo. La verdad es que preferían experimentar las sensaciones que cada uno obtenía con el cuerpo del otro, sin pensar demasiado en lo que estaban sintiendo. Entre miradas furtivas, se secaron y después se pusieron los albornoces del hotel. Salieron del baño y Emerson se sentó en la cama para secarse el pelo. Se sentía confusa; jamás se había sentido así después de intimar con un hombre, pero la presencia de Grayson la hacía sentir un poco cohibida. Levantó la cabeza, sintiendo que la mirada de él la intimidaba.

—¿Te parece bien si tomamos un poco de

champagne? —preguntó él, acercándose al balde de hielo donde descansaba la botella.

—Por favor.

Grayson la descorchó de inmediato, y se dispuso a llenar dos copas.

Emerson sentía la boca seca; él había resultado ser arrollador, y la había dejado estancada en lo que minutos antes había sucedido entre ellos.

Mirándolo disimuladamente, no pudo dejar de admirar su enorme espalda. La buena genética en él era indudable; su piel en tonos dorados oscuros, al igual que su cabello color azabache, más allá del trabajo físico al que se notaba a simple vista que sometía a su musculoso cuerpo, lo hacían parecer irreal.

Admiró el tatuaje tribal que él llevaba en la espalda e inmediatamente paseó la vista hacia la pierna derecha, tatuada en su totalidad… allí pudo distinguir, porque ella sabía hacerlo, los tatuajes en el fondo de los nuevos. Divisó claramente los que tenía hechos de cuando era un pandillero, aunque debía reconocer que, quien fuera que los había cubierto, había hecho un magnífico trabajo. Sin embargo, ella aún podía distinguir la cabeza de cobra con corona, así como las letras verdes de los Mickey Cobras en su bíceps izquierdo. En la pierna también supo encontrar la estrella de cinco puntas que le habían obligado a tatuarse, y que él tanto odió. Emerson todavía recordaba claramente ese día en el que Gray llegó fuera de sí, porque la orden era que todos debían llevar el símbolo que usa el islamismo, una estrella junto con una luna en cuarto creciente, aunque muchos de ellos la habían hecho utilizando el pentagrama invertido, es decir, con la punta principal hacia abajo, para también dejar plasmada la imagen esotérica y así mezclar ambos símbolos; ese lejano día estaba contrariado.

Lo cierto es que Grayson nunca estuvo muy de acuerdo con los mandatos recibidos, y ella lo sabía muy bien. A él le gustaba pertenecer a la pandilla por el poder y prestigio que daba ser un miembro de la misma en el paupérrimo vecindario donde vivían, y porque tal vez, habiendo sido su padre un miembro de ellos, pensó en su momento que otra opción no le quedaba…, pero la verdad era que nunca fue un gran partidario de acatar las ordenanzas que se le imponían, quizá porque en el fondo no estaba muy de acuerdo con los giros en los estatutos que se introdujeron por ese entonces en la organización.

Emers sabía muy bien todo eso porque siempre lo oía quejarse durante el tiempo que fue el novio de Arya, y ella, que siempre era la pantalla de su hermana para salir, a menudo se encontraba entre ellos y le prestaba atención. La personalidad y la vida de Grayson eran algo en lo que siempre quería ahondar; su enamoramiento, de niña, le resultaba imposible de hacer a un lado, pues tenía una obsesión oculta para con él que continuamente invadía su mente, así que era normal que intentara capturar cada detalle que tenía que ver con su vida, detalles que jamás pensó revelar a nadie.

La profunda y seductora voz de Gray cuando le alcanzó la copa con

champagne la alejó finalmente de sus reflexiones.

—Pareces pensativa, ¿puedo preguntar qué te tiene tan abstraída?

—Estaba mirando que tu cuerpo también tiene mucha tinta.

Él se tocó el bíceps, y luego extendió su pierna, enseñándosela.

—No creo que continúe haciéndomelos; me tatué en otra época de mi vida. Aunque no me disgusta llevarlos, los que ves ahora están hechos para cubrir otros que si llegué a detestar… y, como se ven ahora, representan un momento de rebeldía.

A Emerson se le cortó la respiración, pero intentó parecer calmada. Ella sabía perfectamente a qué se refería él y por eso decidió no preguntarle; no le pareció bien indagar en un pasado que ella conocía al dedillo; además, hacerlo la convertiría en una hipócrita peor de lo que ya era y sólo conseguiría, de esa forma, sentirse peor de lo que ya se sentía.

Grayson le tendió la mano para que ella lo acompañase y juntos se recostaron en la amplia cama

king size. Mientras seguían bebiendo la burbujeante bebida, él se apoyó contra el cabecero de la cama y la cobijó contra su pecho; el aroma de su perfume era embriagador; aún podía sentirlo, por más que se hubieran duchado.

—¿Cuál fue tu primer tatuaje?

—Una pequeña mariposa. —Emerson se abrió el albornoz y tocó su cintura, ladeándose un poco para que él pudiera verla—. Me la hice cuando cumplí los dieciocho y representa mi libertad.

»Luego me tatué esta cruz, para recordarme que Dios es lo más importante en la vida de todo ser humano, y después continué con una escritura en mi espalda: «No hay nada en una oruga que te diga que va a ser una mariposa» —enunció el texto en voz alta—. Esa frase la puse ahí porque… quiere decir que, así como nadie debe juzgar un libro por su cubierta, lo mismo debe ser con los seres humanos. Lo importante no es siempre lo que ves, sino lo que guarda en su interior, y eso sólo puedes descubrirlo con el tiempo que te tomas en conocerlo. Tal vez la razón más poderosa fue porque sufrí de

bullying en la escuela, ya que yo era lo que llamaban una chiquilla fea.

Él levantó las cejas y luego frunció el ceño, demostrando que no podía creer lo que ella le contaba, pues, cuanto más la miraba, más hermosa la encontraba.

—Yo era delgada, muy delgada —recalcó—; era alguien insignificante a quien nadie prestaba atención, y para colmo usaba

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