Hope

Hope


Primer acto » Capítulo 1. Todo lo que el polvo puede engullir

Página 4 de 84

C

A

P

Í

T

U

L

O

1

T

o

d

o

l

o

q

u

e

e

l

p

o

l

v

o

p

u

e

d

e

e

n

g

u

l

l

i

r

Aprender a olvidar es una de las primeras lecciones que debes aprender cuando el tiempo pasa y tú no. Acabas por darte cuenta de que los recuerdos son cicatrices del alma y que no existen tiritas ni medicinas para corazones llenos de melancolía. El único tratamiento es el olvido.

Y esto es extraño, sobre todo cuando los demás te olvidan pero tú eres incapaz de olvidarlos a ellos.

Hay muchos tipos de olvido; el peor de todos quizá sea el recubierto de polvo. Este es invisible, innato, y permite que pasen los días hasta que por costumbre, o quizá por comodidad, aquello que en un tiempo te hizo feliz acaba transformándose en un simple decorado de fondo o en algo que dar por sentado.

Hubo una vez, mientras el olvido y el polvo devoraban todo lo que fui y lo que podría llegar a ser, en la que perdí por completo la esperanza. En mi desesperación llegué a ansiar algo que los humanos teméis: la muerte. No solo olvidé mi existencia, sino también lo que era. En lugar de olvidar recuerdos, me olvidé de mí.

Y cuando estaba a punto de rendirme, cuando creía que en mi vida no habría más que oscuridad, que estaba destinado a que mis pensamientos, también recubiertos por una fina película de polvo, me engulleran, vi una luz. No es que no la hubiera visto antes pero esa vez fue diferente, aunque eso tardé en saberlo. Fue como volver a nacer a pesar de que yo nunca hubiese nacido.

Alguien abrió la caja donde todos me olvidaban y recordé lo que era vivir sin latidos, hablar sin palabras y formar parte de ese mundo repleto de momentos extraordinarios que ni el olvido, y mucho menos el polvo, podrían borrar.

Ir a la siguiente página

Report Page