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Tercer acto » Capítulo 73. Toda historia debería empezar con un abrazo

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Cuando al día siguiente nos reunimos con los demás en la Avenida Collodi, Hope hizo una interpretación magnífica fingiendo que ninguno de sus amigos sabía nada acerca de la propuesta de Joseph. La realidad era que ya había hablado con el Chico Azul la noche anterior, cuando este se había presentado en el teatro silbando y asegurando que pasaba por ahí por casualidad, y él le había prometido que hablaría con Diggs esa misma noche, y que se encargaría de ponerle al tanto de los planes que él y Hope habían trazado. La única que no sabía nada era Raven.

A Hope no le costó nada fingir, lo llevaba haciendo durante toda su vida. Les dio la noticia con la misma naturalidad y emoción que empleaba en contar sus historias, haciendo hincapié en las ideas propuestas por Joseph y en todo lo que se le ocurría que podríamos hacer durante los días en los que el teatro sería nuestro.

Primero se hizo el silencio.

Después vino el aluvión de preguntas. Las de Diggs y el Chico Azul totalmente fingidas. Las de Raven eran más bien exclamaciones, meros esfuerzos por creer que un sueño podría hacerse realidad.

—Es una locura —dijo Raven, aunque su sonrisa dejaba claro que era la mejor locura que había escuchado en su vida.

—¿Y qué no lo es? —Diggs le plantó un beso a Hope en la mejilla—. Eres la mejor.

—No te pases —le advertí.

—¿Estás segura de que podemos usar el teatro? —preguntó Raven.

Hope apartó a Diggs de un empujón y tuvo que pedirle al Chico Azul que le explicara qué era lo que estaba preguntando Raven.

—Joseph nos ayudará en todo lo que necesitemos. Aunque tendremos que trabajar duro para tenerlo todo listo en una semana. Hay que aprovechar el tiempo.

—Voy a echar esto de menos —murmuró Diggs.

—¿Nos llevaremos algo? —quiso saber el Chico Azul componiendo su expresión más seria, aunque era obvio que hacía lo posible por contener una sonrisa—. Si estoy allí, dejando de llenar la funda con propinas, tiene que ser por un buen motivo.

—Todo lo recaudado será para ti, Raven —informó Hope.

Raven se señaló a sí misma, sin acabar de creérselo.

—Hay una condición —anunció el Chico Azul, y esta vez sonrió abiertamente—. Si sale bien, tienes que cambiarte a Arte Dramático.

—¡Sorpresa! —Diggs sacó una rosa de la oreja de Raven y se la tendió.

—¿Ya lo sabíais? —preguntó ella, contemplándonos a todos con estupefacción.

—Desde anoche —explicó el Chico Azul—. Queríamos verte la cara.

Raven apretó los puños unos segundos antes de echarse a llorar. Hope se acercó a ella y la envolvimos en un abrazo. Los otros dos no tardaron en unirse.

Toda historia debería empezar así, con un abrazo, con el tiempo encargándose de fotografiar el momento y el universo como único espectador.

Guardé aquella fotografía, el recuerdo, dentro del bolsillo de mi chaleco para que nadie me lo quitara. Puede que los recuerdos no sean importantes para alguien como yo, acostumbrado a vivir una vida tras otra, pero la felicidad que sentí a través de ese abrazo se mantendría bien afianzada en mi interior y regresaría a mí en los momentos de plenitud y nostalgia, como ese olor familiar que te sobreviene cuando menos te lo esperas.

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