Hope

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Segundo acto » Capítulo 57. Buscar una razón

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El día siguiente fue casi una réplica del anterior, con la diferencia de que no esperamos tanto. Con una firme determinación, Hope decidió que sin el Chico Azul también podíamos hacerlo.

—Siempre hemos sido dos, Wave.

La pena que la había dominado el día anterior se había hecho menos pesada. No porque doliera menos, sino porque Hope ya era una experta en lidiar con el dolor; sabía cómo hundirlo hacia las profundidades de su ser y mantenerlo ahí, en el olvido más absoluto, mientras se armaba con las fuerzas que le quedaban para continuar con su vida. Estaba acostumbrada al sufrimiento y lo encajaba en su vida por la fuerza de la costumbre. La había visto actuar así otras veces y no me gustaba nada. Sabía que era antinatural. El dolor, como muchas otras cosas, se debe vivir y también se debe liberar. Es parte de su naturaleza. Si se retiene, si se fuerza, llegará un momento en el que se desborde y acabe por destruir a aquel invadido por el dolor.

Eso fue lo que ocurrió cuando llegamos a nuestro banco. Una vez sentados, nos dedicamos a mirar la vida que nos rodeaba, pero ni una sola historia salió de los labios de Hope. No porque no tuviera ninguna que contar, sino porque se hallaban encerradas junto a su dolor.

—Deberíamos volver —me dijo cuando ya había oscurecido.

Ya nos marchábamos cuando alguien la detuvo poniéndole la mano en el hombro. Al volverse descubrimos a una chica de pelo oscuro, con el rostro cubierto de pecas, a la que ninguno de los dos conocía.

Confundida, Hope no pudo evitar alejarse unos pasos.

—Soy yo —reveló la chica, moviendo las manos.

Reconocí su voz y me quedé atontado mientras repasaba sus facciones. Los ojos oscuros y achinados, la cara en forma de corazón que siempre llevaba pintada de blanco, los labios gruesos, ahora libres de pintura. Se trataba de Raven. De no haber hablado, jamás la habría reconocido. Es increíble lo mucho que puede cambiar una persona escondiéndose tras un disfraz.

Raven hizo como si su corazón se le escapara del pecho e intentara por todos los medios recuperarlo. Los ojos de Hope se abrieron en un gesto de sorpresa.

—Lo siento, no te había reconocido.

La mimo se apresuró a sacar un cuaderno y el rotulador azul de su mochila y escribió en él: «Espero no haberte asustado».

—Tranquila. Es que… —Hope la miraba con los ojos bien abiertos—. No te imaginaba así. Eres muy guapa.

—Gracias —le contestó Raven con una sonrisa que poco se parecía a la de la mimo pero cuya fuerza era aún mayor; porque era ella, sin máscaras.

«El Chico Azul está enfermo», escribió.

En cuanto vio que el rostro de Hope había palidecido, Raven pasó la página rápidamente y añadió: Tranquila, es un simple resfriado.

Pasó la página otra vez: «Pero tiene fiebre y no ha podido venir».

—Ah. Yo… —Hope se había quedado mirando la libreta como si las mismas palabras fueran las que le hablaran—. Pensé que… —No terminó la frase.

«Fui a buscarte al teatro pero un señor me dijo que estabas aquí».

—Gracias. —Hope le dedicó una sonrisa llena de gratitud.

«Él quería venir», anotó en el cuaderno.

—¿Crees que me perdonará? —Raven compuso una mueca—. Por no creer en él —aclaró.

La mimo asintió con una sonrisa y escribió: «Es difícil creer en la gente».

—Yo creo en ti —le dijo Hope.

«Eres la única».

Hope fue a decir algo más pero se quedó pensativa y se acercó a ella para darle un abrazo. La mimo, que no se lo esperaba, permaneció inmóvil con las manos en el aire mientras trataba de sostener el cuaderno.

Cuando Hope se separó de ella, Raven le susurró:

—Gracias.

Sin embargo, escribió: «Tengo que irme».

La vimos alejarse sin mirar atrás y, cuando no quedó de ella más que el recuerdo, regresamos al teatro.

Durante el camino sentí cómo el dolor de Hope poco a poco se liberaba y cómo otro sentimiento, uno que conocía muy bien, iba sustituyéndolo.

—¿Has visto, Wave? Tiene gripe.

—Se supone que no deberías alegrarte por eso —repuse, pues por su tono parecía la mejor noticia del mundo.

Nada más entrar en Serendipity, Hope se abalanzó sobre el mostrador y comenzó a relatarle a Joseph cómo había ido la tarde.

—¿La viste? Ella es Raven, la mimo. Nos costó reconocerla sin el maquillaje. El Chico Azul tiene gripe y por eso no ha venido a buscarme.

—Estupendo —murmuró Joseph.

También aprovechó para contarle lo maravillosa que había estado Marianne en su actuación, ya que en los últimos días no había tenido ocasión de decirle nada. Y mientras divagaba, ninguno de nosotros reparó en la figura que se acercaba hasta que la puerta se abrió y nos volvimos de golpe.

Era el Chico Azul. Estaba hecho un desastre. Su rostro estaba pálido, tenía la nariz roja e irritada y llevaba abrigo y bufanda a pesar de que el día había sido bastante caluroso.

—Hola —saludó apenas sin voz, mirando a su alrededor con incomodidad. Sus ojos repararon en Joseph e hizo un gesto tímido con la cabeza a modo de saludo antes de dirigirse a Hope—. He intentado llamarte desde fuera, pero… —Señaló su garganta.

Debía de ser muy importante lo que tenía que decir para haber osado internarse en Serendipity.

Hope se acercó a él.

—¿Estás bien?

—Perfectamente —aseguró con una sonrisa inmediatamente sustituida por una tos bastante fea.

—Mentiroso.

Sin decir una palabra, Joseph se marchó en silencio, dejándolos solos para que pudieran hablar.

—Siento no haber venido antes. Mis padres me han tenido secuestrado, habrá sido cosa del karma. He tenido que llamar a mi tía y suplicarle que me trajera hasta aquí. —El Chico Azul miró hacia la calle—. Me está esperando en el coche.

—No tenías por qué venir, Raven me ha avisado.

—¿Sí? Menos mal. —El rostro del Chico Azul se llenó de alivio—. Llevo toda la tarde intentando dar con ella pero no me coge el teléfono. —Se rascó la cabeza—. No quería que pensaras nada raro.

—¿Como que habías desaparecido?

—Por ejemplo. —Él evaluó su rostro—. Dime que no lo pensaste.

—No lo pensé —aseguró Hope, pero por la cara que puso, él supo que le estaba mintiendo.

—¿Quién de los dos es el mentiroso ahora?

—Tú, claro.

El Chico Azul la miró con una intensidad que me hizo querer apartar los ojos.

—Mentirosa —susurró.

Ella se encogió de hombros. Se le borró la sonrisa cuando vio que la expresión de él no podía ser más seria.

—¿Por qué me miras así?

—Estoy buscando una razón.

—¿Para qué?

—Para no besarte. —Y antes de que Hope pudiera decir nada más, se marchó por donde había venido.

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