Hope

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Tercer acto » Capítulo 61. «Imagine»

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Hay una cosa del pasado que tardé en comprender. Es lo que sucede cuando vives a través de los demás, debes aprender de ellos y prestar atención para no perder detalle.

Yo había prestado mucha atención a Hope, digamos que me la sabía de memoria. Comprendía que su pasado nunca se borraría de ella, como no lo haría ni uno solo de sus recuerdos. Había muchas cosas que ya no estaban en la vida de Hope, como su familia o su infancia. Pero que no estuvieran no significaba que no existiesen y no hay cosa más difícil que dejar marchar aquello que ya no está. De alguna manera, Hope se había aferrado a su pasado, aunque fingiera no hacerlo. ¿Que cómo lo sé? ¿Acaso no es evidente? La misma Hope era una prueba viviente de ello, el sonido de las palabras que había perdido lo era. Ella fingía haberlo olvidado, que no le importaba, que las heridas que había sufrido habían terminado por sanar. Pero hay heridas que por mucho que cicatricen pueden volver a sangrar con la fuerza de un recuerdo, una palabra o una mirada que creías haber olvidado.

La mayor herida de Hope eran sus padres. Su recuerdo estaba escondido, disuelto en el tiempo, arrinconado en algún lugar oscuro de su alma, hasta que una ligera brisa lo rescató del olvido fingido —el único que existe, en realidad— e hizo que el tiempo se parara y empezara a retroceder.

La temperatura había descendido unos grados aquella tarde, pero eso no impidió que el sol nos acompañara durante nuestra función. Hope había aprendido a dejarse llevar junto a ese grupo extraño que cada vez lo era menos. La fuerza de su voz nos había sorprendido a todos, igual que la firmeza de sus manos al manejar mis hilos. Estaba llena de vida y el sol se reflejaba en su pelo, haciéndolo brillar. El Chico Azul no dejaba de mirarla; a través de John Lennon la invitaba a unirse a él en un mundo utópico donde no había cabida para el dolor.

Imagine there’s no countries

Imagine there’s no heaven

It’s easy if you try

No hell below us

Above us only sky.

Imagine all the people

Living for today…

Imagine there’s no countries

It isn’t hard to do.

Raven, con su traje azul, se movía como en un sueño y sorteaba todos los obstáculos que Diggs iba dejando a su paso. Durante un breve instante, me vi obligado a dejar a un lado mi papel para detenerme a mirar el conjunto que hacíamos los cinco. No me quedaron dudas de lo que era la magia. La coreografía no ensayada era una oda a la esperanza, un deseo profundo de encontrar ese mundo libre de ataduras del que hablaba John Lennon. Y la gente que nos rodeaba buscaba una manera de partir hacia ese lugar.

Si una canción tenía el poder de ser balsa, era esa. «Imagine». Me enamoré de ella, me la aprendí de memoria y la canté con toda la fuerza de mis pensamientos, esperando que mis palabras pudieran alcanzar a Hope, recordarle que no había nada más vivo que la imaginación.

Pero la canción llegó a su fin, y con ella, la magia que habitaba en su melodía.

Fue entonces cuando todo se torció.

La gente nos felicitaba por la actuación y nos lo agradecía con sus monedas.

Yo los vi primero. No te mentiré, me costó unos segundos reconocer los rostros que se acercaban con una sonrisa. Jamás los había visto sonreír y quizá por eso me pareció un gesto atroz, fuera de lugar. Pero eran ellos y Hope también los vio. Lo supe en cuanto el Chico Azul se apartó de su campo de visión y se quedó tan quieta y tan pálida que durante unos segundos pensé que nos haríamos invisibles o que Hope se rompería en pedazos que tardaría una eternidad en volver a juntar. Noté sus latidos reverberar por todo el cuerpo, su mirada detenida en el niño que se acercó a dejar una moneda para correr después junto a su madre.

Ninguno de los dos nos reconoció y si lo hicieron, no lo pareció. Pero tenían que haberlo hecho; aunque Hope había cambiado con el tiempo, yo seguía siendo el mismo. Tuvieron que reconocernos y, sin embargo, no vimos una sola muestra de ello.

Tan repentinamente como habían aparecido se marcharon, ajenos a la herida de Hope, que sangraba como nunca lo había hecho antes.

Todos se dieron cuenta de que algo sucedía, pero ninguno pudo evitar que Hope echara a correr, lejos de sus padres, de Collodi y de su pasado, con la voz del Chico Azul pegada a su espalda, pidiéndole que lo esperara.

Si Hope había dejado de escuchar por completo o si lo único que pretendía era correr hasta que todo desapareciera no lo supe hasta media hora después, cuando nos detuvimos en la zona rocosa de aquella playa que tan bien conocía, muy cerca de la casa que jamás pensé que volvería a ver.

El Chico Azul nos había seguido muy de cerca, dejándonos distancia, y solo cuando Hope se derrumbó sobre las rocas en las que una vez me había perdido, se sentó a nuestro lado en completo silencio.

Pasaron varios minutos hasta que le oí romper el murmullo de las olas.

—Dime al menos de qué huíamos.

—Del pasado.

—Para eso no hace falta correr.

—Soy un monstruo.

El Chico Azul hizo ademán de aproximarse, pero Hope se lo impidió. Necesitaba ese momento para ella.

—¿Sabes que Carlos VI, rey de Francia, se negó a que la gente lo tocara porque pensaba que podían romperlo? —comentó él—. Creía que era de cristal. Pasaba horas tumbado, inmóvil, creyendo que iba a romperse en cualquier momento.

—¿Qué le pasó?

—¿Tengo pinta de haber estado allí? Yo qué sé, pero seguro que no se rompió.

—No tengo miedo, si es lo que piensas.

—¿Y qué tienes entonces?

—No lo sé.

—Tienes una ilusión de cristal, Dilly, como el rey ese. Aunque creas que puedes romperte, no lo harás. Solo es una ilusión.

—Duele mucho para ser una ilusión.

—¿Recuerdas cuando viste a Diggs por primera vez? Parecía un mago de verdad, pero no lo es. Solo tienes que descubrir el truco para que no duela.

Hope se quedó callada, contemplando el mar. El Chico Azul se recostó hacia atrás como pudo, dejando que las olas que rompían contra las rocas se llevaran parte del dolor de Hope. Al cabo de un rato escuchamos que empezaba a cantar

Lavender’s Blue y, como si fuera una estrofa más de la canción, en el rostro de Hope surgió una media sonrisa de entre todas aquellas lágrimas.

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