Hope

Hope


Tercer acto » Capítulo 66. Segunda historia. Si no te atreves

Página 71 de 84

C

A

P

Í

T

U

L

O

6

6

S

e

g

u

n

d

a

h

i

s

t

o

r

i

a

.

S

i

n

o

t

e

a

t

r

e

v

e

s

La segunda parada poco tenía que ver con la primera. Tardamos más de una hora en llegar y, como la vez anterior, nos situamos frente a la casa, una enorme construcción de tres plantas con su jardín delantero, que estaba rodeada por una valla que la aislaba del exterior.

—¿Aquí vive Diggs? —preguntó Hope, pues imaginaba que la siguiente historia tendría que ver con él.

—Pensaba que no te gustaban los regalos —le susurró el Chico Azul al oído.

No tuvimos que esperar mucho, pues la puerta de la verja se abrió y vimos que Diggs salía y se apoyaba contra las rejas, con la mirada perdida en algún punto de la carretera nevada. A pesar del frío, llevaba el abrigo sujeto en un brazo. Ni una sola arruga se atisbaba en su ropa: camisa, jersey y corbata. Nos quedamos embobados mirándolo, como si aquel que veíamos fuera el disfrazado y el mago que acudía cada día a Collodi el de verdad.

Hope se volvió hacia el Chico Azul.

—¿Ese es Diggs? —preguntó, a lo que él contestó con un gesto de asentimiento—. No parece él. Cuéntame su historia.

El Chico Azul se tomó unos segundos para encontrar las palabras.

—Si tuvo algún sueño cuando era niño, no tengo ni idea de cuál fue. La verdad es que ni siquiera sé si alguna vez fue un niño. Diggs no es de los que se dejan conocer; siempre está mintiendo, burlándose, haciendo daño a los que se acercan demasiado y se preocupan por él, como pasa con Raven. —Su gesto se endureció—. Pero no siempre fue así. Hubo un tiempo en el que Diggs conoció la esperanza, por pequeña que fuera esta. Sucedió una noche en la que sus padres lo llevaron al teatro y vio a un mago por primera vez. Entonces supo que quería ser él; por fin se había encontrado. Por una vez en su vida pensó que podía ser especial, que estaba destinado a algo grande. Hasta que un gigante aplastó cualquier rastro de esperanza con un solo dedo. Tú que lees un montón seguro que te sabes alguna historia de padres malvados.

—¿Cómo los de

Matilda?

—No exactamente. Diggs no tiene ningún poder contra su padre; ya sabes, no tiene telequinesis. —Le hizo un gesto hacia el coche que salía del garaje—. Él decide lo que estudia, con quién sale o cómo será su futuro. Por decidir, incluso decide qué ropa debe ponerse todos los días. Si supiera que viene a Collodi, le caería una buena.

—¿No sabe que es mago?

—Claro que no. Cada día en Collodi es una batalla ganada en la guerra que mantiene con su padre. Por eso nunca piensa en el mañana ni en el ayer. Vive la vida paso a paso, según viene.

—¿Y su madre? —quiso saber Hope.

—También decide por ella.

—¿Y qué pasa si se niegan?

El Chico Azul la miró con intensidad.

—¿Tú qué crees?

No hizo falta una respuesta.

—Ojalá su magia pudiera cambiarlo todo —musitó Hope.

—Ni siquiera la magia puede hacer algo si no te atreves a usarla.

Mientras el Chico Azul observaba cómo la sombra de lo que era Diggs se metía en el coche, nosotros lo miramos a él, invadidos por una sensación de desamparo.

Tanto Hope como yo tuvimos el presentimiento de que la última de las historias sería la peor.

Ir a la siguiente página

Report Page