Grey

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Martes, 31 de mayo de 2011

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Martes, 31 de mayo de 2011

Mami se ha ido. No sé adónde.

Él está aquí. Oigo sus botas. Sus botas hacen mucho ruido.

Tienen hebillas plateadas. Y pisan fuerte. Hacen mucho ruido.

Él pisa fuerte. Y grita.

Estoy en el armario de mami.

Escondido.

Aquí no me oirá.

Puedo estar muy callado. Mucho.

Callado porque no estoy aquí.

—¡Jodida puta! —grita.

Grita mucho.

—¡Jodida puta!

Le grita a mami.

Me grita a mí.

Pega a mami.

Me pega a mí.

Oigo la puerta. Él ya no está.

Y mami también se ha ido.

Me quedo en el armario. A oscuras. Muy callado.

Espero mucho rato. Mucho, mucho, mucho rato.

¿Dónde está mami?

La luz del amanecer se insinúa en el cielo cuando abro los ojos. Según el radiodespertador son las 5.23. He dormido a ratos, agobiado por sueños desagradables, y estoy agotado, pero decido salir a correr para acabar de despejarme. Cojo el teléfono en cuanto me he puesto el pantalón de chándal. Tengo un mensaje de Ana.

*He llegado sana y salva a Savannah. A :)*

Bien. Ya está allí, sana y salva. La noticia me deja tranquilo y echo un vistazo rápido al correo. El texto del asunto del último e-mail de Ana me asalta desde la pantalla: «¿Te gusta asustarme?».

Ni de broma.

Se me eriza el vello y me siento en la cama para leer lo que ha escrito, desplazándome por el texto. Debe de habérmelo enviado durante su escala en Atlanta, antes del mensaje de texto.

De: Anastasia Steele

Fecha: 31 de mayo de 2011 06:52

Para: Christian Grey

Asunto: ¿Te gusta asustarme?

 

Sabes cuánto me desagrada que te gastes dinero en mí. Sí, eres muy rico, pero aun así me incomoda; es como si me pagaras por el sexo. No obstante, me gusta viajar en primera —mucho más civilizado que la clase turista—, así que gracias. Lo digo en serio, y he disfrutado del masaje de Jean-Paul, que era gay. He omitido ese detalle en mi correo anterior para provocarte, porque estaba molesta contigo, y lo siento.

Pero, como de costumbre, tu reacción es desmedida. No me puedes decir esas cosas (atada y amordazada en un cajón; ¿lo decías en serio o era una broma?), porque me asustan, me asustas. Me tienes completamente cautivada, considerando la posibilidad de llevar contigo un estilo de vida que no sabía ni que existía hasta la semana pasada, y vas y me escribes algo así y me dan ganas de salir corriendo espantada. No lo haré, desde luego, porque te echaría de menos. Te echaría mucho de menos. Quiero que lo nuestro funcione, pero me aterra la intensidad de lo que siento por ti y el camino tan oscuro por el que me llevas. Lo que me ofreces es erótico y sensual, y siento curiosidad, pero también tengo miedo de que me hagas daño, física y emocionalmente. A los tres meses, podrías pasar de mí y ¿cómo me quedaría yo? Claro que supongo que ese es un riesgo que se corre en cualquier relación. Esta no es precisamente la clase de relación que yo imaginaba que tendría, menos aún siendo la primera. Me supone un acto de fe inmenso.

Tenías razón cuando dijiste que no hay una pizca de sumisión en mí, y ahora coincido contigo. Dicho esto, quiero estar contigo, y si eso es lo que tengo que hacer para conseguirlo, me gustaría intentarlo, aunque me parece que lo haré de pena y terminaré llena de moratones… y la idea no me atrae en absoluto.

Estoy muy contenta de que hayas accedido a intentar darme más. Solo me falta decidir lo que entiendo por «más», y esa es una de las razones por las que quería distanciarme un poco. Me deslumbras de tal modo que me cuesta pensar con claridad cuando estamos juntos.

Nos llaman para embarcar. Tengo que irme.

Luego más.

 

Tu Ana

Me ha echado una reprimenda. De nuevo. Aunque me impresiona su sinceridad; es muy esclarecedora. Leo el correo una y otra vez, y siempre me paro en el mismo sitio: «Tu Ana».

Mi Ana.

Quiere que lo nuestro funcione.

Quiere estar conmigo.

Todavía hay esperanza, Grey.

Dejo el teléfono sobre la mesita de noche y me doy cuenta de que necesito salir a correr para aclararme las ideas y poder pensar en una respuesta.

Sigo la ruta habitual: subo por Stewart hasta Westlake Avenue y luego rodeo Denny Park varias veces, mientras el «She Just Likes to Fight» de los Four Tet suena en mis oídos.

Ana me ha dado mucho en lo que pensar.

¿Pagarle por el sexo?

Como si fuera una puta.

Nunca la he considerado así y la sola idea me pone furioso. Me cabrea de verdad. Rodeo el parque una vez más a la carrera, espoleado por la rabia. ¿Por qué se hace esto? Soy rico, ¿y qué? Tendrá que acostumbrarse. Me recuerda la conversación que mantuvimos ayer sobre el jet de Grey Enterprises Holdings. No hubo manera de que aceptara el ofrecimiento.

Al menos no está conmigo por mi dinero.

Si es que quiere estar conmigo.

Dice que la deslumbro, pero hay que estar muy ciego para no darse cuenta de que es justo al contrario. Ella es la que me deslumbra como nunca antes me había ocurrido y, aun así, ha volado hasta la otra punta del país para alejarse de mí.

¿Cómo se supone que debo sentirme?

Tiene razón. El camino por donde la llevo es oscuro, pero también mucho más íntimo que cualquier relación vainilla, al menos según mi experiencia. Solo hay que ver a Elliot y la escandalosa ligereza con que se toma sus relaciones para apreciar la diferencia.

Además, nunca le haría daño, ni física ni emocionalmente; ¿cómo puede pensar algo así? Yo solo quiero poner a prueba sus límites, ver hasta dónde está dispuesta a llegar. Castigarla cuando se pasa de la raya… sí, tal vez duela, pero es del todo soportable. Podemos ir trabajando el terreno para llegar hasta donde quiero, y podemos hacerlo poco a poco.

Pero esa es la cuestión: si quiero que haga lo que deseo, voy a tener que tranquilizarla y darle «más». En qué consiste ese «más»… todavía no lo sé. Le he presentado a mis padres; seguro que eso cuenta como «más». Y no ha sido tan difícil.

Aminoro el paso mientras corro alrededor del parque para pensar en lo que realmente me preocupa del e-mail. No son sus miedos, sino el terror que le produce la intensidad de lo que siente por mí.

¿Eso qué significa?

Esa sensación desconocida aflora en mi pecho, y los pulmones me arden porque me falta el aire. Me asusta. Me asusta tanto que aumento el ritmo hasta que solo siento las piernas y el pecho doloridos por el esfuerzo realizado y el sudor frío que me recorre la espalda.

Será mejor que no vayas por ahí, Grey.

No pierdas el control.

De vuelta en mi apartamento, me doy una ducha rápida, me afeito y me visto. Gail está en la cocina cuando paso por su lado en dirección al estudio.

—Buenos días, señor Grey. ¿Café?

—Sí, gracias —contesto sin detenerme. Tengo una misión.

Enciendo el iMac de mi escritorio y redacto una respuesta para Ana.

De: Christian Grey

Fecha: 31 de mayo de 2011 07:30

Para: Anastasia Steele

Asunto: ¡Por fin!

 

Anastasia:

Me fastidia que en cuanto pones distancia entre nosotros te comuniques abierta y sinceramente conmigo. ¿Por qué no lo haces cuando estamos juntos?

Sí, soy rico. Acostúmbrate. ¿Por qué no voy a gastar dinero en ti? Le hemos dicho a tu padre que soy tu novio. ¿No es eso lo que hacen los novios? Como amo tuyo, espero que aceptes lo que me gaste en ti sin rechistar. Por cierto, díselo también a tu madre.

No sé cómo responder a lo que me dices de que te sientes como una puta. Ya sé que no me lo has dicho con esas palabras, pero es lo mismo. Ignoro qué puedo decir o hacer para que dejes de sentirte así. Me gustaría que tuvieras lo mejor en todo. Trabajo muchísimo, y me gusta gastarme el dinero en lo que me apetezca. Podría comprarte la ilusión de tu vida, Anastasia, y quiero hacerlo. Llámalo redistribución de la riqueza, si lo prefieres. O simplemente ten presente que jamás pensaría en ti de la forma que dices y me fastidia que te veas así. Para ser una joven tan guapa, ingeniosa e inteligente, tienes verdaderos problemas de autoestima y me estoy pensando muy seriamente concertarte una cita con el doctor Flynn.

Siento haberte asustado. La idea de haberte inspirado miedo me resulta horrenda. ¿De verdad crees que te dejaría viajar como una presa? Te he ofrecido mi jet privado, por el amor de Dios. Sí, era una broma, y muy mala, por lo visto. No obstante, la verdad es que imaginarte atada y amordazada me pone (esto no es broma: es cierto). Puedo prescindir del cajón; los cajones no me atraen. Sé que no te agrada la idea de que te amordace; ya lo hemos hablado: cuando lo haga —si lo hago—, ya lo hablaremos. Lo que parece que no te queda claro es que, en una relación amo/sumiso, es el sumiso el que tiene todo el poder. Tú, en este caso. Te lo voy a repetir: eres tú la que tiene todo el poder. No yo. En la casita del embarcadero te negaste. Yo no puedo tocarte si tú te niegas; por eso debemos tener un contrato, para que decidas qué quieres hacer y qué no. Si probamos algo y no te gusta, podemos revisar el contrato. Depende de ti, no de mí. Y si no quieres que te ate, te amordace y te meta en un cajón, jamás sucederá.

Yo quiero compartir mi estilo de vida contigo. Nunca he deseado nada tanto. Francamente, me admira que una joven tan inocente como tú esté dispuesta a probar. Eso me dice más de ti de lo que te puedas imaginar. No acabas de entender, pese a que te lo he dicho en innumerables ocasiones, que tú también me tienes hechizado. No quiero perderte. Me angustia que hayas cogido un avión y vayas a estar a casi cinco mil kilómetros de mí varios días porque no puedes pensar con claridad cuando me tienes cerca. A mí me pasa lo mismo, Anastasia. Pierdo la razón cuando estamos juntos; así de intenso es lo que siento por ti.

Entiendo tu inquietud. He intentado mantenerme alejado de ti; sabía que no tenías experiencia —aunque jamás te habría perseguido de haber sabido lo inocente que eras—, y aun así me desarmas por completo como nadie lo ha hecho antes. Tu correo, por ejemplo: lo he leído y releído un montón de veces, intentando comprender tu punto de vista. Tres meses me parece una cantidad arbitraria de tiempo. ¿Qué te parece seis meses, un año? ¿Cuánto tiempo quieres? ¿Cuánto necesitas para sentirte cómoda? Dime.

Comprendo que esto es un acto de fe inmenso para ti. Debo ganarme tu confianza, pero, por la misma razón, tú debes comunicarte conmigo si no lo hago. Pareces fuerte e independiente, pero luego leo lo que has escrito y veo otro lado tuyo. Debemos orientarnos el uno al otro, Anastasia, y solo tú puedes darme pistas. Tienes que ser sincera conmigo y los dos debemos encontrar un modo de que nuestro acuerdo funcione.

Te preocupa no ser dócil. Bueno, quizá sea cierto. Dicho esto, debo reconocer que solo adoptas la conducta propia de una sumisa en el cuarto de juegos. Parece que ese es el único sitio en el que me dejas ejercer verdadero control sobre ti y el único en el que haces lo que te digo. «Ejemplar» es el calificativo que se me ocurre. Y yo jamás te llenaría de moratones. Me va más el rosa. Fuera del cuarto de juegos, me gusta que me desafíes. Es una experiencia nueva y refrescante, y no me gustaría que eso cambiara. Así que sí, dime a qué te refieres cuando me pides más. Me esforzaré por ser abierto y procuraré darte el espacio que necesitas y mantenerme alejado de ti mientras estés en Georgia. Espero con ilusión tu próximo correo.

Entretanto, diviértete. Pero no demasiado.

 

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

Le doy a «Enviar» y bebo un sorbo de café, que se ha quedado frío.

Ahora a esperar, Grey. A ver qué dice.

Entro en la cocina con paso decidido para tomarme el desayuno que me ha preparado Gail.

Taylor aguarda en el coche para llevarme volando al trabajo.

—¿Qué era lo que querías anoche? —pregunto.

—Nada importante, señor.

—Bien —murmuro, y vuelvo la vista hacia la ventanilla, intentando no pensar en Ana ni en Georgia, aunque fracaso de manera estrepitosa.

Sin embargo, una idea ha empezado a tomar forma.

Llamo a Andrea.

—Buenos días.

—Buenos días, señor Grey.

—Estoy de camino, pero ¿podrías ponerme con Bill?

—Sí, señor.

Poco después tengo a Bill al teléfono.

—¿Señor Grey?

—¿Tu gente ha tenido Georgia en cuenta a la hora de buscar una posible ubicación para la planta de componentes electrónicos? Savannah, en concreto.

—Yo diría que sí, señor, pero tendría que comprobarlo.

—Pues compruébalo. Y tenme informado.

—Por supuesto. ¿Eso es todo?

—Por el momento sí. Gracias.

Hoy me he pasado casi todo el día en reuniones. Consulto el correo de vez en cuando, pero no he recibido nada de Ana. Me pregunto si el tono de mi e-mail la ha intimidado o si estará ocupada haciendo otras cosas.

¿Qué otras cosas?

No puedo evitar pensar en ella. Llevo todo el día intercambiando mensajes de texto con Caroline Acton, aprobando y rechazando los vestidos que ha elegido para Ana. Espero que le gusten; estará deslumbrante con cualquiera de ellos.

Bill me ha comunicado que ha encontrado un solar industrial donde sería posible ubicar nuestra planta, cerca de Savannah. Ruth está estudiando su potencial.

Al menos no es Detroit.

Me llama Elena y decidimos quedar para cenar en Columbia Tower.

—Christian, mira que te muestras evasivo sobre esa chica —me regaña.

—Te lo contaré todo esta noche. Ahora mismo estoy ocupado.

—Siempre estás ocupado. —Se ríe—. Nos vemos a las ocho.

—Hasta luego.

¿Por qué son tan entrometidas las mujeres de mi vida? Elena, mi madre, Ana… Por enésima vez, me pregunto qué estará haciendo. Hablando del rey de Roma… Acabo de recibir un correo suyo. Por fin.

De: Anastasia Steele

Fecha: 31 de mayo de 2011 19:08

Para: Christian Grey

Asunto: ¿Elocuente?

 

Señor, es un escritor elocuente. Tengo que ir a cenar al club de golf de Bob y, para que lo sepa, estoy poniendo los ojos en blanco solo de pensarlo. Pero, de momento, usted y su mano suelta están muy lejos de mí. Me ha encantado tu correo. Te contesto en cuanto pueda.

Ya te echo de menos.

Disfruta de tu tarde.

 

Tu Ana

No es un no, y me echa de menos. Su tono me alivia y me divierte. Contesto.

De: Christian Grey

Fecha: 31 de mayo de 2011 16:10

Para: Anastasia Steele

Asunto: Su trasero

 

Querida señorita Steele:

Me tiene distraído el asunto de este correo. Huelga decir que, de momento, está a salvo.

Disfrute de la cena. Yo también la echo de menos, sobre todo su trasero y esa lengua viperina suya.

Mi tarde será aburrida y solo me la alegrará pensar en usted y en sus ojos en blanco. Creo que fue usted quien juiciosamente me hizo ver que también yo tengo esa horrenda costumbre.

 

Christian Grey

Presidente, que acostumbra a poner los ojos en blanco, de Grey Enterprises Holdings, Inc.

Unos minutos después, oigo el tono de mensaje entrante.

De: Anastasia Steele

Fecha: 31 de mayo de 2011 19:14

Para: Christian Grey

Asunto: Ojos en blanco

 

Querido señor Grey:

Deje de mandarme correos. Intento arreglarme para la cena. Me distrae mucho, hasta cuando está en la otra punta del país. Y sí, ¿quién le da a usted unos azotes cuando es usted el que pone los ojos en blanco?

 

Su Ana

Ay, Ana, tú.

Constantemente.

Recuerdo cuando me dijo que me estuviera quieto mientras ella me tiraba del vello púbico y yo la tenía sentada a horcajadas encima de mí, desnuda. La imagen me excita.

De: Christian Grey

Fecha: 31 de mayo de 2011 16:18

Para: Anastasia Steele

Asunto: Su trasero

 

Querida señorita Steele:

Me gusta más mi asunto que el suyo, en muchos sentidos. Por suerte, soy el dueño de mi propio destino y nadie me castiga. Salvo mi madre, de vez en cuando, y el doctor Flynn, claro. Y usted.

 

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

Me descubro tamborileando con los dedos a la espera de su respuesta.

De: Anastasia Steele

Fecha: 31 de mayo de 2011 19:22

Para: Christian Grey

Asunto: ¿Castigarle yo?

 

Querido Señor:

¿Cuándo he tenido yo valor de castigarle, señor Grey? Me parece que me confunde con otra, lo cual resulta preocupante.

En serio, tengo que arreglarme.

 

Su Ana

¡Habrase visto…! Me castigas a la menor oportunidad por e-mail… Además, ¿cómo podría confundirte con nadie?

De: Christian Grey

Fecha: 31 de mayo de 2011 16:25

Para: Anastasia Steele

Asunto: Tu trasero

 

Querida señorita Steele:

Lo hace constantemente por escrito. ¿Me deja que le suba la cremallera del vestido?

 

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

De: Anastasia Steele

Fecha: 31 de mayo de 2011 19:28

Para: Christian Grey

Asunto: Para mayores de 18 años

 

Preferiría que me la bajaras.

Sus palabras van directas a mi polla, sin pasar por la casilla de salida.

Joder.

Esto exige… ¿cómo las había llamado ella? MAYÚSCULAS CHILLONAS.

De: Christian Grey

Fecha: 31 de mayo de 2011 16:31

Para: Anastasia Steele

Asunto: Cuidado con lo que deseas…

 

YO TAMBIÉN.

 

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

De: Anastasia Steele

Fecha: 31 de mayo de 2011 19:33

Para: Christian Grey

Asunto: Jadeando

 

Muy despacio…

De: Christian Grey

Fecha: 31 de mayo de 2011 16:35

Para: Anastasia Steele

Asunto: Gruñendo

 

Ojalá estuviera allí.

 

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

De: Anastasia Steele

Fecha: 31 de mayo de 2011 19:37

Para: Christian Grey

Asunto: Gimiendo

 

OJALÁ.

Tan solo ella es capaz de excitarme por e-mail.

De: Anastasia Steele

Fecha: 31 de mayo de 2011 19:39

Para: Christian Grey

Asunto: Gimiendo

 

Tengo que irme.

Hasta luego, nene.

Sonrío socarronamente al leer sus palabras.

De: Christian Grey

Fecha: 31 de mayo de 2011 16:41

Para: Anastasia Steele

Asunto: Plagio

 

Me has robado la frase.

Y me has dejado colgado.

Disfruta de la cena.

 

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

Andrea llama a la puerta; trae más diseños de Barney para la tableta de energía solar que estamos desarrollando. Le sorprende que me alegre de verla.

—Gracias, Andrea.

—De nada, señor Grey. —Me dirige una sonrisa extraña—.

¿Le apetece un café?

—Sí, por favor.

—¿Con leche?

—No, gracias.

Mi día ha mejorado sustancialmente. He logrado tumbar a Bastille en dos ocasiones durante sendos asaltos de kick boxing, y eso no ocurre nunca. Después de la ducha, y mientras me pongo la americana, creo que ya estoy preparado para enfrentarme a Elena y a todas sus preguntas.

Aparece Taylor.

—¿Desea que conduzca, señor?

—No. Me llevaré el R8.

—Muy bien, señor.

Compruebo el correo electrónico antes de salir.

De: Anastasia Steele

Fecha: 31 de mayo de 2011 22:18

Para: Christian Grey

Asunto: Mira quién habla

 

Señor, si no recuerdo mal, la frase era de Elliot.

¿Sigue colgado?

 

Su Ana

¿Está coqueteando conmigo? ¿Otra vez?

Y es mi Ana. Otra vez.

De: Christian Grey

Fecha: 31 de mayo de 2011 19:22

Para: Anastasia Steele

Asunto: Pendiente

 

Señorita Steele:

Ha vuelto. Se ha ido tan de repente… justo cuando la cosa empezaba a ponerse interesante.

Elliot no es muy original. Le habrá robado esa frase a alguien.

¿Qué tal la cena?

 

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

Hago clic en «Enviar».

De: Anastasia Steele

Fecha: 31 de mayo de 2011 22:26

Para: Christian Grey

Asunto: ¿Pendiente?

 

La cena me ha llenado; te gustará saber que he comido hasta hartarme.

¿Se estaba poniendo interesante? ¿En serio?

Me alegro de que esté comiendo bien.

De: Christian Grey

Fecha: 31 de mayo de 2011 19:30

Para: Anastasia Steele

Asunto: Pendiente, sin duda

 

¿Te estás haciendo la tonta? Me parece que acababas de pedirme que te bajara la cremallera del vestido.

Y yo estaba deseando hacerlo. Me alegra saber que estás comiendo bien.

 

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

De: Anastasia Steele

Fecha: 31 de mayo de 2011 22:36

Para: Christian Grey

Asunto: Bueno, siempre nos queda el fin de semana

 

Pues claro que como… Solo la incertidumbre que siento cuando estoy contigo me quita el apetito.

Y yo jamás me haría la tonta, señor Grey.

Seguramente ya te habrás dado cuenta. ;)

¿Pierde el apetito cuando está conmigo? Eso no me gusta. Y está burlándose de mí. ¡Otra vez!

De: Christian Grey

Fecha: 31 de mayo de 2011 19:40

Para: Anastasia Steele

Asunto: Estoy impaciente

 

Lo tendré presente, señorita Steele, y, por supuesto, utilizaré esa información en mi beneficio.

Lamento saber que le quito el apetito. Pensaba que tenía un efecto más concupiscente en usted. Eso me ha pasado a mí también, y bien placentero que ha sido.

Espero impaciente la próxima ocasión.

 

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

De: Anastasia Steele

Fecha: 31 de mayo de 2011 22:36

Para: Christian Grey

Asunto: Flexibilidad léxica

 

¿Has vuelto a echar mano al diccionario de sinónimos?

Se me escapa una carcajada.

De: Christian Grey

Fecha: 31 de mayo de 2011 19:40

Para: Anastasia Steele

Asunto: Me ha pillado

 

Qué bien me conoce, señorita Steele.

Voy a cenar con una vieja amistad, así que estaré conduciendo.

Hasta luego, nena©.

 

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

Por mucho que me apetezca seguir bromeando con Ana, no quiero llegar tarde a la cena. Si me retraso, Elena se disgustará. Apago el ordenador, cojo la cartera y el teléfono y bajo hasta el garaje en ascensor.

El Mile High Club se encuentra en el ático de Columbia Tower. El sol empieza a ocultarse tras las cimas del Olympic National Park y tiñe el cielo de una magnífica amalgama de naranjas, rosas y ópalos. Un espectáculo imponente. A Ana le encantarían las vistas. Tengo que traerla algún día.

Elena está esperando sentada a una mesa rinconera. Al verme, me saluda con un gesto discreto de la mano y una amplia sonrisa, y el maître me acompaña hasta allí. Ella se levanta y me ofrece la mejilla.

—Hola, Christian —saluda con voz sensual.

—Buenas noches, Elena. Estás guapísima, como siempre.

La doy un beso. Se aparta hacia un lado el pelo, liso, brillante y de color platino, un gesto habitual en ella cuando está de ánimo juguetón.

—Siéntate —dice—. ¿Qué te apetece tomar?

Sus dedos y sus inconfundibles uñas de color escarlata rodean el pie de una copa de champán.

—Veo que ya has empezado con el Cristal.

—Bueno, creo que tenemos algo que celebrar, ¿no?

—¿Ah, sí?

—Christian. La chica. Cuéntamelo todo.

—Tomaré una copa de sauvignon blanc Mendocino —le digo al camarero que aguarda a nuestro lado.

El hombre asiente con un gesto de cabeza y se aleja a paso vivo.

—Entonces ¿no hay motivo de celebración?

Elena le da un sorbo al champán, con las cejas enarcadas.

—No sé por qué le das tanta importancia.

—No le doy importancia, simplemente tengo curiosidad. ¿Qué edad tiene? ¿A qué se dedica?

—Acaba de graduarse.

—Ah. ¿No es un poco joven para ti?

La miro con sorna.

—¿En serio? ¿Quieres que hablemos de eso?

Elena se echa a reír.

—¿Cómo está Isaac? —pregunto con una sonrisilla.

Vuelve a reír.

—Se comporta —contesta con un brillo travieso en la mirada.

—Cómo debes de aburrirte… —comento, mordaz.

Ella sonríe con resignación.

—Está bien domesticado. ¿Pedimos?

Saco a Elena de su sinvivir cuando estamos tomando la crema de cangrejo.

—Se llama Anastasia, ha estudiado literatura inglesa en la Estatal de Washington y la conocí cuando vino a entrevistarme para el periódico de la universidad. Este año me ha tocado dar el discurso de la ceremonia de graduación.

—¿Está metida en este estilo de vida?

—Todavía no, pero no pierdo la esperanza.

—Vaya.

—Sí. Ha huido a Georgia para meditarlo.

—Sí que se ha ido lejos…

—Ya.

Bajo la vista hacia la crema de cangrejo mientras me pregunto cómo estará Ana y qué estará haciendo. Durmiendo, y espero que… sola. Cuando levanto la cabeza, Elena me observa detenidamente.

—Nunca te había visto así —asegura.

—¿Qué quieres decir?

—Estás distraído. Es muy poco propio de ti.

—¿Tan evidente es?

Asiente con la cabeza y su mirada se dulcifica.

—Para mí, sí. Me parece que ha puesto todo tu mundo patas arriba.

Inspiro hondo, aunque lo disimulo llevándome la copa a los labios.

Qué perspicaz es usted, señora Lincoln.

—¿Eso crees? —murmuro después del trago.

—Eso creo —responde mirándome fijamente.

—Me desconcierta.

—Vaya, eso sí que es nuevo. Y seguro que te preocupa lo que esté haciendo en Georgia, lo que esté pensando. Te conozco muy bien.

—Sí, quiero que tome la decisión correcta.

—Tendrías que ir a verla.

—¿Qué?

—Coge un avión.

—¿En serio?

—Si todavía no lo tiene claro, ve y utiliza ese encanto que derrochas.

Se me escapa un resoplido burlón.

—Christian, cuando se desea algo de verdad, hay que perseguirlo hasta que se consigue —me regaña—. Lo sabes perfectamente. Eres muy negativo cuando se trata de ti mismo, y eso me saca de quicio.

Suspiro.

—No estoy seguro.

—La pobre chica debe de estar aburriéndose como una ostra en ese sitio. Ve. Obtendrás tu respuesta. Si es un no, pues a otra cosa. Si es un sí, podrás disfrutar con ella siendo tú mismo.

—Regresa el viernes.

Carpe diem, querido.

—Ha dicho que me echa de menos.

—Ahí lo tienes.

Su mirada transmite una profunda seguridad.

—Me lo pensaré. ¿Más champán?

—Gracias —dice, y me dedica una sonrisa coqueta.

Durante el camino de regreso al Escala no hago más que darle vueltas al consejo de Elena. Podría ir a ver a Ana. Ha dicho que me echa de menos… Y el jet está disponible.

Ya en casa, leo su último e-mail.

De: Anastasia Steele

Fecha: 31 de mayo de 2011 23:58

Para: Christian Grey

Asunto: Compañeros de cena apropiados

 

Espero que esa amistad tuya y tú hayáis pasado una velada agradable.

 

Ana

 

P.D.: ¿Era la señora Robinson?

Mierda.

Es la excusa perfecta. Esto exige una respuesta en persona.

Llamo a Taylor y le digo que voy a necesitar a Stephan y el Gulfstream por la mañana.

—Muy bien, señor Grey. ¿Cuál es su destino?

—Nuestro. Nuestro destino es Savannah.

—Sí, señor.

Y me parece apreciar un matiz divertido en su voz.

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