France

France


Capítulo 13

Página 14 de 27

Capítulo 13

 

 

Vio una sonrisa socarrona en los labios de Storm antes de desmaterializarse remolcando a Yrre. Otro capullo integral con el que ajustaría cuentas.

—Aquí estamos —anunció nada más aterrizar en su lugar secreto.

Yrre miró a su alrededor.

—¿Qué es esto?

—¿En serio no lo sabes?

Yrre la miró y entrecerró los ojos.

—Claro que lo sé.

—Entonces, ¿por qué preguntas?

—Está bien, admito que me extraña que tengas una habitación de estas.

—Me gusta jugar. ¿Nunca has jugado?

Cuando Yrre se aproximó a su cuerpo, sintió el calor que desprendía y tuvo que apretar las piernas. Este macho seguía haciéndola reaccionar sin tocarla. Miró sus ojos, esos maravillosos iris oscuros.

—Más veces de las que piensas —dijo Yrre a solo un suspiro de sus labios.

¿Qué era eso que le apretaba el pecho? Celos, eso eran celos. ¿Cuántas mujeres había tenido Yrre? No quería que tuviera a ninguna más. Destrozaría a cualquiera que se acercase a él a menos de un kilómetro.

—Vaya, parece que algunas cosas te molestan, cariño.

—No creas, nuestro vínculo aún no se ha cerrado, todavía eres libre de…

—Mentirosa.

—Yo nunca miento, más bien excluyo detalles.

—¿En serio?

—¿Y por qué iba a bromear?

Miró su boca, le daban ganas de lanzarse a sus brazos y utilizar cualquiera de los juguetes que adornaban las paredes de la habitación, tal vez un látigo en sus apretados glúteos le quitaría de golpe esa arrogancia masculina que desprendía… y ahora notaba la humedad entre sus piernas.

Resopló exasperada.

Se giró intentando que él no notara nada, pero una sonrisa y sus fosas nasales dilatadas, dejaron claro que él había notado su excitación.

—¿Por qué me has traído, nena? Podríamos divertirnos aquí. Aunque primero debo solucionar algunas cosas…, también podría dejarlo para más tarde.

France se quedó desnuda ante él despojándose de su ropa solo con la mente. Avanzó hasta la cama con sábanas negras y se tumbó sobre ella.

—France…

—Creo que nos necesitamos un poco —dijo abriendo las piernas.

Un gruñido nació en la garganta de Yrre que se despojó de su ropa a la misma velocidad que ella y se acercó con paso lento. France se puso de rodillas y gateó sensualmente hasta los pies de la cama. El corazón le latía muy deprisa, parecía una maldita quinceañera. Intentó por todos los medios que no se notara; tenía una reputación que mantener.

Cuando Yrre se detuvo a apenas unos centímetros de ella, su rostro quedó a la altura de su poderosa erección. Alzó la mano y envolvió el miembro al mismo tiempo que envolvía la punta con sus labios. El gruñido de satisfacción de su compañero le dio una pista de que lo estaba haciendo bien mientras lo acariciaba con la lengua y hacía pequeñas succiones profundas. La mano de Yrre se apoyó en su cabeza y después recogió su pelo en un puño, guiándola al mismo tiempo que gemía.

De repente tiró de su pelo y la obligó a levantar la cara hacia él.

—Suficiente.

—¿Por qué? Lo estaba disfrutando…

—Porque quiero llegar al momento en el que te folle con todas mis fuerzas y si sigues así no lo conseguiré.

Su excitación alcanzó su máxima expresión solamente con esas palabras. Yrre la levantó y la colocó encima de uno de los potros para después empujar su cuerpo suavemente hacia adelante. Sus pechos se apastaron contra la piel sintética y su sexo quedó expuesto ante él, pero no le importó.

—Eres preciosa, y estás tan mojada…

Un dedo se mojó en sus fluidos y se paseó por sus pliegues.

—Ninguna mujer ha conseguido nunca esto de mí.

Esas extrañas palabras hicieron que girara la cabeza para mirarlo confundida. De acuerdo, según Aisha, ella no pillaba a la primera las ironías ni los sarcasmos, pero había aprendido algo de esa maldita humana.

—¿El qué? —preguntó.

—Querer estar horas dentro de ella. —La penetró de golpe—. Desear que nuestros cuerpos se fundan, darte tanto placer que no recuerdes ni tu nombre.

—¿Puedes hacer que olvide mi nombre? —preguntó aún más confundida.

Le vio apretar los dientes mientras retrocedía despacio para volver a entrar a esa lenta velocidad que la estaba volviendo loca.

—Es una manera de hablar. Quiero que para ti solo existamos nosotros dos.

—Ah. Todos habláis en clave, y yo tengo que adivinar cuándo es «una manera de hablar». —Las manos de Yrre, ancladas en su cintura, seguían guiando sus movimientos.

Lo oyó reírse y apretó su agarre.

Era un hombre dominante e, incluso ahora, parecía querer mantener el sexo que estaban teniendo bajo control.

—Sigue… —pidió a media voz, algo raro en ella.

Lo de ser sumisa no iba con ella, pero le estaba gustando la experiencia.

—Yrre. —Lo llamó con voz entrecortada—. En este momento solo somos tú y yo.

—Quiero eso siempre. Eres lo mejor que me ha pasado nunca.

Mientras él se abría a ella y dejaba ir sus sentimientos, ella logró empujar hacia atrás, consiguiendo una penetración más profunda y placentera. Lo que hizo que se ganara un cachete en uno de sus glúteos.

—¡Eh!

—Estate quieta.

—Deja de torturarme.

 

***

 

Estaba empezando a sentirse como un idiota, dejando ir en estos momentos todo lo que sentía por ella. ¿Y qué hacía France? Pasar de él, eso hacía. Así que optó por disfrutar del sexo y después se marcharía. Era una mujer demasiado independiente, acostumbrada a valerse por sí misma, y no permitiría que un macho de su estirpe la encadenara. Nunca había experimentado tal atracción, y eso le gustaba y acojonaba a partes iguales.

France era inalcanzable. Simple y llanamente, y aunque su vena dominante le decía que debía doblegarla y hacerle entender que era suya y solo suya, su corazón gritaba que se contuviera, que no forzara la situación o la perdería para siempre. Y eso sería también su propia condena.

No dijo nada más mientras aumentaba el ritmo y ella seguía retorciéndose a su antojo. Cuando France soltó un grito y pronunció su nombre, algo que no había hecho hasta ahora, su pecho se hinchó de orgullo mientras se dejaba ir con un gruñido gutural nacido de lo más profundo de su garganta.

—¿Estás bien? —preguntó saliendo de ella y ayudándola a darse la vuelta.

—Más que bien —dijo apoyando las manos en sus hombros.

Tenía las mejillas encendidas y la boca entreabierta para recuperar el aliento. Estaba preciosa. Enmarcó su rostro y la besó profundamente.

—Pues recuérdalo —murmuró Yrre al separarse.

—¿Por qué debería olvidarlo?

—A veces parece que lo haces, nena. Niegas nuestro vínculo.

—No lo niego, solo quiero estar segura de lo que siento por ti.

Se apartó de él, dejándolo pensativo, y se vistió.

—Vístete, quiero mostrarte algo —dijo enigmática.

France se acercó a una cortina de terciopelo rojo que ya había visto al entrar, y tiró de ella para descubrir lo que había detrás. Aunque antes se cercioró de que él se había cubierto.

 

***

 

Yrre no esperaba que en ese lugar hubiera espacio para lo que estaban viendo sus asombrados ojos. Tres largas cadenas colgaban del techo y los tres componentes de su clan se balanceaban de cada una de ellas, atados de pies y manos. Sus bocas estaban tapadas con cinta americana.

Eran, Alexo, Wica y Bestadan.

—¡Joder! ¿Qué coño? ¿France, era necesario esto?

—Terriblemente necesario —dijo con total convencimiento, y viendo la sorpresa en los ojos de su compañero.

Sus ojos fueron a Wica.

—Alexo está ya condenado por sus actos…

—Lo sé.

—Pero ¿ellas? —preguntó mientras los tres se contoneaban y retorcían haciendo ruidos con sus gargantas.

Acababa de ser consciente de que habían oído todo lo que acababan de hacer, y France lo sabía y había encubierto a los tres de él. Su compañera estaba tan loca como había asegurado Wica, que lloraba en silencio, habiendo sido testigo del sexo y de sus palabras al otro lado de la cortina.

—¡¿Por qué?! —gruñó a France.

—En algunas ocasiones se necesita una lección de humildad, y esta humana la necesitaba.

No, eso no era cierto, había querido ponerla celosa y France lo había preparado todo. Se sentía utilizado y parte de este complot para hacer daño a Wica,. Ella no merecía esto, no tenía que ser testigo de su amor por France ni sentirse humillada.

—¿Y por eso las has colgado ahí?

—No exactamente.

—Explícate —exigió. Él defendería a su clan incluso de su compañera.

—Mejor te lo explican ellas. —Arrancó de un tirón la cinta americana de la boca de Bestadan.

Ella se quejó y miró a Yrre con temor, mientras Wica no dejaba de sollozar.

—Deja ir a Wica —ordenó de inmediato.

—No, ella también tiene cosas que contar.

—Más vale que así sea, France. O yo mismo la soltaré.

—Déjame dudarlo.

Wica los miraba alternativamente, esperando que alguno de los dos diera el paso, algo que no iba a pasar.

France dio un paso hacia la hembra y se plantó delante sin descolgarla.

—Vamos, explícale a tu líder como estabas dando información a Agor en mitad del bosque.

—¿Es eso cierto?

—Él me dijo que me haría su compañera cuando liderase el clan. Me daría un hijo que sería su heredero.

—Y tú lo creíste —afirmó Yrre chasqueando la lengua—. ¿Qué le has contado?

—Nada.

—¿Quieres que entre en tu mente y te convierta en un vegetal? Habla —exigió France ante los ojos asustados de la mujer.

—Solo le hablé de las cuevas termales. Lo juro.

—¿Eso es todo? —preguntó el líder.

—Él… ¿me dejarás ir si te lo digo? No quiero formar parte de esto.

—Creo que llegas tarde para eso —intervino France.

Yrre la miró entrecerrando los ojos.

—Está bien, es toda tuya —concedió a regañadientes.

—Yrre, nos has sacado de nuestro hogar sin ninguna razón…

—¿Sin ninguna razón? Agor nos amenazó, ¿hubieras preferido que mientras mis hombres y yo luchábamos contra ellos, te hubieran violado y asesinado? Porque eso es precisamente lo que quise evitar.

—Agor me quiere…

—Sabes perfectamente que eso no es cierto. Agor solo se quiere a sí mismo y gozar del poder. Tú le sobras.

—No…

—¡Qué le dijiste!

—Le… le hablé del clan de Alaska.

—Mierda, no debiste hacer eso…

Las palabras de Yrre se cortaron al explotar la cabeza de Bestadan y salpicando a los otros que se encontraban uno a cada lado de ella. Wica empezó a gritar y Alexo parecía tener convulsiones.

—¡France! —gritó Yrre encarándola.

—Esa zorra ha puesto en peligro a los míos y te recuerdo que tengo un hijo que proteger.

Señaló al macho y a Wica.

—A ese lo dejo para ti. Y con ella puedes hacer lo que quieras. Pero si la vuelvo a ver, lo que he hecho con esta idiota parecerá un juego de niños comparado con lo que le haré a ella.

Y dicho esto, desapareció. France tenía esa mala costumbre, dejarlo con la palabra en la boca. Pero, a pesar de todo, ella tenía razón. Bestadan había puesto en el ojo de mira al clan que les estaba dando refugio.

Ir a la siguiente página

Report Page