Darkness

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Darkness

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Comencé a recorrer la casa buscando una habitación vacía. Abría y abría puertas y todas estaban ocupadas. Una pareja follando en una; en otra un dormitaba un hombre inconsciente por el alcohol; otra estaba con llave.

Cuando encontré un cuarto a solas, acerqué una mesita que se encontraba allí y empecé a dibujar una línea con tan deseado polvito blanco que me llevaba a la luna. Estaba comenzando a inhalarla, cuando una voz más que familiar me interrumpió.

 

– ¡¿Qué mierda haces, Annabelle?! –Gruñó furioso.

–No sé para qué preguntas si ya lo estás viendo, Donald. –Respondí sin siquiera voltear a mirarlo.

– ¿Estás loca? Deja eso. –Puso su mano sobre la mesa y lanzó el polvillo lejos.

–Pero, ¡¿Qué haces?! –Grité-. ¿Por qué no te vas a joder a esa otra mujer?

– ¿De quién hablas?

–De la tipa a la que llamaste cariño mientras te lanzabas a sus brazos.

– ¿Hablas de Amy?

–Con que se llama Amy. –Dije con voz despectiva, cruzándome de brazos-. ¿Con ella me fuiste infiel?

–No sabes las estupideces que estás diciendo.

–Respóndeme, Donald, ¿Fue con esa tal Amy con quien te revolcaste? –En ese momento la puerta se abrió.

–Yo… Lo siento no quise interrumpir –Dijo la misma mujer que estaba con Donald hace unos momentos.

–Amy, ven acá. –Llamó Donald. Ella se acercó lentamente a nosotros–. Amy, ella es Annabelle, mi novia. –Nos presentó tomándome de la cintura. Acercándome a él.

–Un gusto. –Dijo Amy ofreciéndome su mano en modo de saludo.

–Annabelle, ella es Amy, la esposa de Dave.

–Oh. –Me sentí como una tonta después de eso–. Yo creí que… tú y Donald… yo… Lo siento.

– ¿Creíste que Donald y yo teníamos algo? –Inquirió, divertida.

–Sí. Los vi tan cariñosos que pensé tú eras… No importa.

–Amy es mi mejor amiga desde la infancia, Anna.

–Lo siento en verdad.

–Descuida. Los dejo solos para que hablen. –Asentimos.

–Jamás vas a olvidarlo, ¿verdad? –Preguntó en voz baja soltándome la cintura.

– ¿De qué hablas?

–De mi infidelidad.

–He tratado, Donald. Te juro que he tratado, pero me cuesta.

– ¿Cuántas veces debo decirte que lo lamento, que lo que sucedió esa noche no se va a repetir?

–No lo sé. Me estoy comportando como la niña chica que soy y tú no te mereces esto. Mis celos se están volviendo cada vez mayor, la duda me invade. Esto ya no puede seguir así, no puedo hacerte esto.

– ¿Y qué es lo que quieres?

–Que dejemos esto hasta acá.

–No, Annabelle.

–Nos está haciendo daño, Donald, yo te estoy haciendo daño.

–Olvídate de eso porque no va a suceder. Olvidaremos esa sugerencia y saldremos adelante juntos.

–Eres un terco masoquista.

–No te imaginas cuánto, mi amor. –Se acercó a mí y comenzó a besarme desesperadamente la unión entre mi hombro y mi cuello.

–No puedo creer que estés pensando en eso con todos tus amigos en el piso de abajo. – Comenté riendo juguetonamente al descubrir sus intenciones.

–Pues créelo.

 

Me acorraló a la pared y empezó la acción. Nuestra ropa estaba tirada por toda la habitación mientras que nuestros cuerpos estaban pegados debido al sudor moviéndose sincronizadamente. Una vez más me hizo suya. Esta vez fue ahí, en esa misma pared.

Desesperado por meterse en mi interior que no quiso perder tiempo llevándome a la cama.

Jamás nos cansábamos de esa muestra de amor. Nos sentíamos completos y como si nada a nuestro alrededor existiera. En sus brazos no había dolor, no existía Damián, ni el sufrimiento, ni adicciones. Sólo él y yo, viviendo nuestra historia romántica.

 

–Sé que me estás ocultando algo, Annabelle, pero si no quieres decírmelo está bien. –Dijo acariciándome la espalda mientras estábamos tumbados en la cama tras nuestro tercer asalto sexual. Yo con mi cabeza sobre su pecho desnudo.

–Te lo diré, Donald. Sólo que no hoy, no ahora.

–Está bien. No te presionaré más con eso. –Besó mi sien.

–Creo que será mejor que nos vistamos. Ya hace un par de horas que desaparecimos y tus amigos deben estar preguntado por ti.

–Sí.

 

Nos besamos por última vez antes de empezar a cubrir nuestros cuerpos con la ropa correspondiente de cada uno.

Salimos del cuarto cogidos de la mano directamente hacia donde se encontraran Dave y Amy. Le debía una disculpa a ella.

 

–Dave, Amy. –Ambos voltearon–. No tuve la oportunidad de presentarles a Annabelle, mi…

–Novia. –Dije completando la frase y dándole, al mismo tiempo, la respuesta a esa pregunta que tantas veces me hizo.

–Exacto. Mi novia. –Sonreímos.

–Un placer, Annabelle. –Dijeron ambos.

–Igualmente. –Estrechamos nuestras manos en forma de saludo.

–Anna, ¿Quieres algo de beber?

–Un vodka naranja estará bien, Donald.

–Enseguida. Dave, ¿Me acompañas?

–Por supuesto. Amor, ¿tú quieres algo?

–Lo mismo que Annabelle, Dave.

–De acuerdo. –Le dio un corto besos sobre los labios antes de salir en busca del trago.

–Ahora vuelvo. –Susurró Donald en mi oído–. Esta es tu oportunidad. –Me dio un cachete en el trasero para darme impulso y se fue a la barra acompañado de Dave.

–Se ve feliz. –Comentó Amy de la nada.

– ¿Disculpa?

–Que se le ve más feliz a Donald. Se nota que te ama mucho.

–Lo sé. –Silencio–. Amy yo… quiero pedirte perdón por lo de hace un rato.

–No te preocupes. Yo fui demasiado efusiva con él, era obvio que pensaras que yo era esa mujer.

– ¿Sabes de ella? –Pregunté abriendo los ojos.

–Donald y yo no tenemos secretos. En cuanto cometió ese error me llamó para contarme y pedirme alguna especie de consejo. Está arrepentido de verdad.

–Lo sé. Es solo que me da miedo perderlo.

– ¿Por ser menor de edad?

–Sí. Aún sigo creyendo que él necesita a una mujer y no a una nena como yo que encima está desposada con otro hombre.

–Sí, también estoy al tanto de eso. ¿Por qué no te fuiste con él cuando te lo pidió?

–Por miedo. –Reconocí.

– ¿A qué?

–A que mis papás comenzaran a buscarme y al momento de darse cuenta que yo me había ido con otro hombre, simplemente lo mandaran a prisión por llevarse a una menor de edad.

– ¿Crees que habrían hecho eso?

–Estoy segura. Son capaces de eso y mucho más.

–Es horrible.

–Más de lo que te imaginas. Para ellos, enamorarse o involucrarse con alguien de sociedad inferior es el peor pecado del mundo. Para mis padres, el dinero es más importante que todo, incluso más importante que la felicidad de su única hija.

–Lo siento mucho.

–Yo lo siento, no debí comportarme así con él, ni decir esas cosas sobre ti.

–Ya olvida todo eso. Fue un malentendido, eso es todo. –Dijo sonriente.

–De acuerdo.

 

En ese instante llegaron Donald y Dave y proseguimos con la fiesta. Fue una noche divertida la verdad. Creo que aprovechar así estos momentos, mientras Damián anda en sus viajes de negocio sirve de mucho.

Nos la pasamos toda la noche compartiendo, bebiendo de vez en cuando. Donald no se separó de mí en toda la noche, puesto que quería asegurarse que no ingiriera ningún tipo de droga.

Amy y yo nos hicimos muy amigas, hablamos de muchas cosas y nos conocimos bastante bien. Es bueno tener a una mujer casi de tu edad con quien hablar. Teníamos varias cosas en común. A Donald le encantó que su novia y mejor amiga se llevaran bien. Dice que debemos comenzar a salir los cuatro, en algo así como una cita doble. Nada mal.

 

La fiesta concluyó y la luz de la mañana ya comenzaba a asomarse por las ventanas. El alcohol en nuestro organismo no era excesivo pero tampoco escaso.

El sueño empezó a invadir nuestros cuerpos y sin energía para algo más que descansar, buscamos una habitación y nos tiramos a dormir.

 

–Te amo, Donald. –Susurré cansada acurrucándome a su cuerpo buscando su calor corporal.

–También te amo, Annabelle.

12

“Esperaré por ti”

 

Fueron sus palabras antes de que yo emprendiera viaje a Grecia. Mamá le había comentado a Damián que yo moría por ir a ese país y él en su misión de complacerme –o mantenernos lejos– compró unos pasajes y me dio la “sorpresa” de que nos daríamos unas vacaciones en aquel hermoso país.

La noche anterior de partir, le exigí a mi marido que me permitiera ir a hospedarme a casa de mis tíos para despedirme adecuadamente de ellos; se opuso un poco pero finalmente terminó por concedérmelo.

Esa noche la pasé en los brazos de mi amado Donald y entre las sábanas. Arrugándolas.

Desordenándolas.

Humedeciéndolas.

A su lado, es como si no existiera dolor; con él el mundo se detiene. Él, yo y una burbuja rodeándonos.

Confieso que se puso un poco loco con respecto al viaje, a veces pienso que él sospecha lo que sucede entre mi esposo y yo, mas no dice nada.

 

Desde aquella noche que volvimos oficialmente me escapo casi todas las semanas para salir con él, Dave y su novia Amy. De vez en cuando nos acompaña Claude pero, él prefiere pasársela a veces entre mujeres antes que hacer mal tercio en una de las parejas.

Para mi cumpleaños número 18 lo pasé con ellos cuatro, por primera vez pude ir a ver a mi hombre a uno de esos lugares donde toca su banda, ni imaginan lo que sentí al momento de oír su voz, si bien la escucho siempre, verlo ahí parado sobre un escenario, siendo apoyado por sus amigos y músicos de

Just, mi corazón se infló con orgullo.

Orgullo por ser la dueña de él.

Orgullo por pertenecer a él.

Jamás había sentido tan dicho orgullo hacia alguien hasta que mis ojos encontraron a los suyos.

 

– ¿Por qué sonríes? – ¿Cómo no hacerlo si me escucho a mí misma y descubro lo cursi que me he puesto?

–Por nada, Damián. Es sólo que me entusiasma estar por fin en este país.

–Será increíble, Annabelle. Lo prometo. –Hay momentos en los cuales siento que Damián me ama pero, luego me toma a la fuerza y sé que no es así. Entonces, ¿Por qué tantas consideraciones para conmigo? Jamás lo sabré.

– ¿Por qué haces esto?

– ¿A qué te refieres?

–A todo, tu bipolaridad me confunde. Cumples todos mis caprichos, pero al caer el día te transformas, me drogas y me tomas a la fuerza.

–La droga transforma a cualquiera, Anna.

–Eso es una excusa baja.

–Lo sé. ¿Por qué repudias tanto entregarte a mí? Llevamos un poco más de un año de casados, meses atrás eras mía sin oponerte, ¿Por qué has vuelto a ser la misma de antes?

–Porque no te amo, Damián, tú sabes eso mejor que nadie.

–Pero uno puede entregarse a otro sin amor.

–Estoy consciente de ello.

– ¿Entonces?

– ¿Sé te olvida que la noche de nuestra boda tú me violaste, me golpeaste y me volviste a violar?

–Claro que no lo olvido. Y me arrepiento.

–Sin embargo lo vuelves a hacer después de arrepentirte.

–No hablemos de esto. Disfrutemos los meses que estaremos en este lugar. ¿De acuerdo?

Por favor.

–Está bien. –Sonrió y besó castamente mis labios.

–Te tengo una sorpresa.

– ¿A sí? –Asintió–. ¿Cuál?

–Ya lo verás. –Nos subimos al auto y nos fuimos en busca de tal sorpresa.

 

Su regalo fue que me inscribió en el ballet griego. Me sentí feliz en ese instante. Jamás pensé volver a bailar y mucho menos que fuera él quien me permitiera volver a hacerlo.

Desde ese entonces nos la hemos pasado recorriendo Grecia por las mañanas y en las tardes volvemos a la rutina de mis clases de ballet. He tenido una que otra presentación, en los dos meses que hemos estado acá; me volvieron bailarina principal así que me la he pasado de escenario en escenario. Siempre le pido a Damián que grabe cada una de mis presentaciones y yo a escondidas le envío copias de las cintas a Donald, quien no deja de decirme lo hermosa y delicada que me veo haciendo aquello. Lo extraño, lo extraño mucho la verdad. Desearía que él estuviera aquí conmigo viendo estos infinitos maravillosos lugares, por eso he tomado una decisión.

 

– ¿Estás lista? –Pregunta Damián afirmado en la puerta de nuestra habitación.

–Más o menos. –Él alza las cejas mirando que aún estoy semidesnuda con el traje sobre la cama sin guardar.

– ¿Más o menos? Annabelle, llegaremos tarde, tú eres la bailarina principal, sales de las primeras y aun no has hecho nada.

–Necesito un cigarro.

– ¿Estás nerviosa?

–Al parecer.

–Tranquilízate, saldrá todo bien. –Acarició mi espalda y yo me corrí de su tacto–. Ahora vístete rápido. –Comentó con ese tono gruñón que tanto odio–. Te espero abajo.

 

Salió de la habitación, tomé del bolsillo de su chaqueta un cigarrillo y comencé a fumar.

Estaba histérica ¿Desde cuándo me daban nervios? No lo sé, sólo sé que quiero que este baile salga a la perfección.

Terminé de fumar y empecé a vestirme, guardé mi tutu, zapatillas y mallas en mi bolso y salí en busca de mi esposo para dirigirnos al teatro.

 

En el camino iba apretando una de esas pelotitas blancas que entregan en las clases para controlar los nervios. El silencio invadía el auto pero ni Damián ni yo nos atrevimos a interrumpirlo.

*******

La presentación salió increíble. Esa noche llamé a Donald y le conté lo sucedido. Se puso feliz por mí. Con el sólo hecho de escuchar su voz se me estremecía el cuerpo y me daban más ganas de concretar la opción que tomé. El silencio me está matando, pienso que me volveré loca en cualquier momento si es que ya no lo estoy. Debo verlo, hablarle, ponerle al tanto de todo. Y lo haré, en cuanto lo vea, le pondré fin a todo…

 

Pasaron las semanas y en una reunión a la que me llevó Damián, me ofrecieron una carrera profesional allá en Grecia la cual rechacé.

 

–No lo entiendo. –Dijo Damián mientras manejaba el auto.

– ¿Qué cosa?

–Porque rechazaste esa oferta. Creí que era lo que querías.

–Y lo es, es solo que…

– ¿Qué?

–No quiero hacerlo aquí.

– ¿Cómo dices?

–Quiero volver a Nápoles.

– ¿Estás segura de que esto es lo que quieres?

–Amo el Ballet, Damián, pero no podría soportar estar lejos de nani y de mis tíos. –Y de mi Donald, obvio–. Si me quedo acá definitivamente, yo siento que me volveré loca debido a la soledad que imparte la distancia.

–Te vas a arrepentir, Annabelle. No me hablaste por tres meses debido a que te hice dejar el ballet, y ahora que estoy devolviéndote el sueño, tú lo deshechas.

–Nada cambiará entre nosotros, Damián. No te niego que el tiempo que estuvimos en Grecia fue tranquilo y hubo una especie de tregua entre los dos, sé que no durará mucho tiempo.

Quiero tener a mi familia cerca para cuando tú y yo volvamos a ser como el perro y el gato y yo no tolere verte ni la sombra.

– ¿Es que acaso no podemos llevar un matrimonio normal? –Preguntó cabreado.

– ¿Normal? Damián, tengo dieciocho años, me casé contigo a la fuerza y sin amor, te has aprovechado de mí durante todo el año de matrimonio… ¿Tú crees que esto es o será un matrimonio normal?

–Al menos podríamos intentarlo ¿No?

–En absoluto. Y por favor, ya no quiero hablar más del tema, solo quiero llegar bien a Italia.

–Como quieras.

 

Para variar el resto del viaje en el avión fue más que silencioso. Parece que ya es costumbre callar cuando estamos de viaje juntos.

13

–Te extrañé como un loco. –Comentó Donald, abrazándome fuertemente.

 

Hacia menos de veinticuatro horas que aterricé en Nápoles. Creo que poco y nada he dormido pero, ¿A quién le importa el sueño cuando estuviste más de dos meses sin ver al amor de tu vida?

Para mí todo pasa a segundo plano cuando se trata de Donald Bouffart y la belleza de su mirada azul cielo.

No perdimos tiempo alguno en demostrarnos cuánto nos extrañamos en esos meses de ausencia.

 

– ¿En qué piensas? –Pregunta Donald acariciando y besando mi espalda.

–Hay algo que debo decirte. –Rodeé en la cama para quedar frente a él.

– ¿Sucede algo?

–Mientras estaba en Grecia, me puse a analizar cosas y tomé una decisión.

– ¿Cuál?

–Voy a terminar con todo esto.

– ¿A qué te refieres con “todo esto”? –Me preguntó él con cierto nerviosismo en su voz.

–Con mi matrimonio, amor. ¿Qué creías? –Le pregunté dulcemente, acariciando sus mejillas con mis manos.

–Que ibas a dejarme. –Respondió bajando la mirada.

–No seas tontito, tú eres mi vida, Donald. –Sonrió–. Sé que he tardado mucho tiempo en decidirme pero, el estar allá tan lejos de ti y viendo todos esos hermosos lugares, me decidí a dejarlo.

– ¿Por qué?

–Porque, sin ti ni siquiera el amanecer más hermoso me resultaba interesante; sin tu presencia, ni el payaso más talentoso me hacía sonreír; nada tiene sentido sin ti, nada se compara con la seguridad que me imparten tus brazos, ni con la tranquilidad que me brindan tus besos.

–Tus palabras llenan mi corazón de una calidez indescriptible, Annabelle.

–Y tu presencia llena el mío. –Acarició mis mejillas y me besó dulcemente–. Estoy lista para volver a ser completa y únicamente tuya, Donald Bouffart.

– ¿Cuándo lo harás?

–Mañana por la tarde.

– ¿Quieres que te acompañe?

– ¿Lo harías? –Pregunté feliz.

–Por supuesto.

–Está bien, pero debes esperar afuera de la casa, no quiero que te encuentre y descubra que tú eres la razón por la que lo estoy abandonando. No sé de qué sería él capaz.

–Como digas.

–Mañana por la noche acabará nuestro calvario, mi amor.

–Mañana por la noche seremos sólo tú y yo…

*******

Donald y yo tenemos todo planeado para hoy. Él irá a mi casa mientras yo esté cenando con mi marido. Estoy nerviosa, tengo un mal presagio. Me llamaran paranoica pero no puedo evitar sentir esto. Me preocupa que Damián se dé cuenta antes y note que mi motivo de abandono es Donald.

 

¿Y si le hace algo?

 

Me muero.

 

Por favor, ojala que salga todo bien hoy. Ya no resisto más. Un año viviendo de esta manera atroz me mata por dentro.

Mis nervios se incrementan y Damián se está dando cuenta de que estoy así. Me ha preguntado infinitas veces qué es lo que me sucede, incluso llegó a pensar que le debía confesar acaso estaba embarazada. Sentí nauseas ante eso pero lo disimulé con una risa divertida. Él jamás supo que yo me he estado cuidando durante todo el matrimonio. Creo que me habría golpeado hasta cansarse de haberse enterado de eso. Según él quiere muchos hijos conmigo para así ser una verdadera familia. ¡Já! Como si yo fuera estúpida.

 

La cena concluyó de forma normal. Damián y yo íbamos en el auto hacia nuestra casa. No me atreví a hablar con él en el restaurant. Iba en el lugar del copiloto mirando por el vidrio hacia la nada. Él de vez en cuando comenzaba a acariciar mis piernas lujuriosamente y yo solo me dejaba hacer. No quería que por nada del mundo notara algo extraño.

 

Llegamos a nuestro destino y yo pretendía comenzar enseguida con la conversación, pero Damián tenía otros planes…

Rápidamente se lanzó a mis labios besándome apasionadamente. Su aliento olía a alcohol y mareaba. Sus manos recorrían todo mi cuerpo mientras me llevaba hacia la habitación. Me lanzó brutalmente a la cama y se posó sobre mí.

Traté de alejarlo, ponía mis brazos entre nosotros para así apartarlo de mí pero solo era una inútil acción más.

 

–Damián… Damián tenemos que hablar… –Le dije mientras trataba de alejarlo de mi cuerpo poniendo mis manos en sus hombros y empujándolo hacia arriba.

–Después que te haga mía. –Comentó bajando sus labios a mi clavícula.

–Suéltame, es importante.

–No me importa. Te deseo y te tendré en este mismo instante.

–No quiero… déjame.

– ¡NO! Te quiero ahora.

– ¿Me obligarás? ¿Otra vez me tomarás a la fuerza?

–Dije que no lo haría de nuevo.

–Entonces suéltame. –Mirándome a los ojos aflojó mis muñecas y se puso al lado de mi cuerpo.

– ¿De qué quieres hablar?

–De nosotros.

– ¿Qué pasa con nosotros?

–He estado analizando muchas cosas sobre nuestro matrimonio y he tomado una decisión.

– ¿Te embarazaras? –Preguntó esperanzado.

– ¿Qué? ¡NO! –Me miró arqueando las cejas–. Es decir, no por ahora.

– ¿Entonces?

–Yo… Bueno yo… –Comencé a tartamudear inevitablemente.

–Habla de una vez, Annabelle.

–Quiero el divorcio. –Lancé sin titubear ni mirarlo a los ojos.

– ¿Qué dijiste?

–Eso… quiero acabar con nuestro matrimonio. –Se quedó en silencio por unos segundos y luego una carcajada sádica propia de él invadió la habitación.

–Te volviste loca, ¿Verdad?

–No, no es una locura. –Con una velocidad sobrehumana se montó sobre mí.

–Estás demente si piensas que te dejaré libre. Nuestro matrimonio fue para toda la vida y así será.

–Suéltame, Damián. –Dije al notar su mano incursionando bajo mi brassier.

 

Estaba enojado, muy enojado. Lo hizo notar con su forma de tocarme, ruda, salvaje, brutal.

Las lágrimas de mis ojos no tardaron en aparecer. Por más que le rogaba a que se alejara de mí no me hacía caso. Es más, más fuerza ejercía contra mí. Me tenía firmemente agarrada de las muñecas y con sus piernas inmovilizaba las mías. Iba a hacerlo, una vez iba a violarme sin consideración. Sentí sus dedos bajar por mi vientre y no sé cómo me arrancó el tanga y subió mi vestido. Yo seguía retorciéndome bajo él, tratando de zafarme de alguna manera pero nada resultaba.

Sentí un punzante dolor en mi feminidad. Dos de sus dedos habían penetrado en mí sin compasión alguna. Mi cuerpo saltó ante tan intromisión inesperada.

Besaba y tocaba todo mi cuerpo asquerosamente. Comencé a gritar. Grité hasta que la garganta me ardió. Él trataba de callarme metiendo su intrusa lengua en mi boca. Me ahogaba con tales besos.

Seguía él torturándome sin piedad cuando sentí un tirón y Damián ya no estaba sobre mí.

Miré hacia arriba horrorizada y me encontré con un par de ojos brotando ira. Era la mirada de Donald. Dilatadas pupilas y brillante mirada azul llena de furia al presenciar tal escena.

 

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