Crystal

Crystal


Capítulo 4

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Capítulo 4

 

–¿Me extrañaste? –Xav se dejó arrastrar por Rocco dentro de la tienda.

–Sí, como a un dolor de muelas.

Con una amplia sonrisa, soltó al perro y comenzó a hurgar en el escaparate. Hacia donde miraras, te topabas con los ojos vacíos de las máscaras de carnaval, cubiertas de plumas, penachos y lentejuelas. A pesar de que ya llevaba varias semanas trabajando allí, todavía no habían perdido ese aire siniestro. Prefería no ser la última persona en irme de la tienda. Xav tomó una que parecía un pájaro, con un pico largo y curvo, la del médico de la peste.

–¿Qué te parece? –sus ojos oscuros brillaron a través de los agujeros.

–Una enorme mejoría.

Me extendió una de encaje con un flequillo de perlas y piedras brillantes.

–Pruébatela.

–No puedo… Trabajo aquí, ¿recuerdas?

–Buh, no tienes sentido del humor.

Apoyé bruscamente la máscara sobre mis ojos.

–¿Satisfecho?

Apartó mi mano y luego volvió a colocarla sobre el rostro, inclinando la cabeza como un experto analizando una pintura.

–No, me gusta más el original.

¿Acaso eso pretendía ser un halago? Mi actitud hacia él se suavizó un tanto.

–Con la máscara puesta, pareces un personaje de cuento de hadas, nada que ver con la leona Crystal que me ahuyenta con sus palabras mordaces. Grrrr –estiró las manos curvadas en el aire como si fueran garras.

Arrojé la máscara en la canasta de donde él la había tomado.

–Muchas gracias, amable señor.

Me dio un leve golpe en la frente con la punta de la suya.

–No es nada.

Rocco había descubierto a la señora en su taller y ella apareció para averiguar quién lo había traído.

–¡Ah, él debe ser uno de los miembros de la nueva familia de Diamond! –exclamó en italiano. Estiró la mano y cambió de idioma–. Encantada de conocerte.

Xav se quitó la máscara y se inclinó para besarle la muñeca.

–Soy Xavier Benedict… o Xav, si prefiere. Usted debe ser la

signora Carriera. Diamond nos habló tanto de usted.

Mi jefa se derritió completamente ante la calidez de la sonrisa de Xav. ¿Acaso era yo la única que sentía deseos de escupir cada vez que él hacía gala de su encanto?

–¡Qué amorosa! Y gracias a ti por llevar a pasear a Rocco. Espero que se haya portado bien.

–Lamentablemente no. Se comportó de una manera impropia para un caballero persiguiendo indiscriminadamente a todas las perritas –se inclinó un poco más–. Me temo que es un sinvergüenza y un rompecorazones.

Rocco ladeó la cabeza y le echó una mirada a Xav con ojos completamente inocentes. Hasta el perro estaba embobado.

La señora emitió una agradable risa cantarina, que yo nunca antes le había oído y acarició la cabeza del

beagle.

–¡Eres un demonio!

En ese momento, sonó la campana que se encontraba encima de la puerta y Lily George ingresó raudamente con una llamativa chaqueta

patchwork.

–¡Maria, espero que lo mío ya esté todo listo! –exclamó–. Necesito esas últimas máscaras para ver el maquillaje –se detuvo al ver que teníamos un cliente. Tomé la máscara del médico de la peste de la mano de Xav y la coloqué cuidadosamente en el estante.

–Sí, tu pedido ya está embalado –la mujer buscó la factura debajo del mostrador. Xav me guiñó el ojo y se dirigió hacia el otro lado de la tienda para mirar las capas en el perchero de los trajes–. Tengo en el taller unas pocas a las que solo les faltan los toques finales. Dame un minuto, Lily.

Echándole una buena mirada a nuestro visitante, Lily se acercó furtivamente a mí.

–Crystal, ¿cómo no me dijiste que en este trabajo podías conocer hombres italianos tan atractivos? Me gustaría llevarme ese a mi casa envuelto para regalo.

Enrojecí y me aclaré la garganta.

–Ehh… Lily…

Xav dio media vuelta y nos miró con el ceño fruncido. Lily me sujetó del brazo.

–No me digas que entendió lo que dije. Me quiero morir.

Xav se echó a reír.

–Eso sí que sería una pena.

–¡Dios mío, y es norteamericano! Estoy completamente abrumada. Crystal, tráeme una capa y arrójala sobre mi cabeza. Quiero desaparecer.

–No te preocupes, es Xav –intenté tranquilizarla–. Mi hermana se casará con su hermano en un par de semanas. Xav, ella es Lily George. Es la encargada de vestuario de la nueva película de Steve Hughes, que se está filmando esta semana en Venecia.

–Encantado de conocerte –Xav le tendió la mano a Lily, que la estrechó brevemente antes de llevarse las manos a sus mejillas sonrojadas.

–Encantada. Ignórame, por favor. Es algo horrible que me pasa desde chica, me pongo roja como un incendio aun cuando no tendría por qué sentirme avergonzada. Pensé que se me pasaría con la edad –se dio unos golpecitos en el rostro.

La

signora Carriera regresó con las cajas que había empacado para Lily y las apoyó en el mostrador.

–Lily, creo que esto es todo. ¿Quieres revisarlas?

–Echaré un rápido vistazo –abrió las cajas mientras emitía un tarareo de aprobación. Xav espió por encima de su hombro y ella le apoyó una máscara sobre el rostro–. Fantástico.

¿Se refería a la máscara o a Xav?, me pregunté.

Lily volvió a colocar la máscara en la caja.

–Xav, si tienes deseos, podrías venir el domingo junto con Crystal. A la gente de casting le está resultando un poco difícil encontrar extras que sean lo suficientemente altos para lo que el director necesita. Estoy segura de que les encantaría que fueras. Podría resultarte interesante.

Egoístamente, había pensado que la película sería mi experiencia personal y esperé que Xav rechazara el ofrecimiento, pero no fue así.

–Qué bien –dijo frotándose las manos–. Apenas llevo unas horas en este país y ya voy a actuar en una película… adoro Italia –el último comentario se lo dirigió a la

signora Carriera, lo cual terminó de ubicarlo como su favorito.

–¿Tomo eso como un “sí”? –Lily colocó las cajas en una de las bolsas grandes de la tienda decoradas con máscaras del Carnaval–. Crystal sabe dónde estaremos. Me temo que empezamos temprano. El llamado para maquillaje es a las seis.

Xav llegó antes que yo a la puerta y la abrió.

–Allí estaremos –anunció.

–Maria, gracias por esto. Y a ustedes dos los veré el domingo –Lily huyó rápidamente, la bolsa balanceándose alegremente en la mano.

Rocco emergió del taller con una larga cinta dorada enroscada en el cuerpo. Su dueña lanzó una exclamación y lo desenganchó con dificultad.

–Hace rato que este perro debería haber cenado –explicó en italiano–. Crystal, ¿lo llevarías a casa y le darías de comer? Es mejor que arregle el lío que ha hecho allí dentro antes de cerrar la tienda.

–Por supuesto. Vamos, Xav. Es hora de ir a casa –busqué mi abrigo y volví a enganchar la correa en el collar de Rocco.

–¡Buenas noches,

signora! –gritó Xav mientras nos marchábamos de la tienda.

–¡

Arrivederci, Xav! –la puerta se trabó detrás de nosotros y los postigos se cerraron con fuerza.

–Qué lugar increíble para trabajar –Xav se encaminó en la dirección totalmente opuesta. Rocco y yo nos dirigimos hacia casa. El

beagle echaba miradas tristes hacia atrás hasta que Xav se dio cuenta de que no estábamos con él.

–Estoy seguro de que vinimos por allá –comentó señalando hacia el otro lado del puente cuando me alcanzó.

–Tal vez así fue, pero ese no es el camino más rápido. Sígueme.

Durante los primeros meses de mi llegada a Venecia, mi don me había resultado muy útil ya que el trazado de las calles era desconcertante. Tampoco ayudaban los repentinos callejones sin salida o las calles que terminaban en un canal, que frustraban toda intención de andar en línea recta. Solo la gente del lugar podía entender ese laberinto. Muchas calles son tan angostas que hay que marchar en fila, pero en los mapas figuran como importantes avenidas. Se les podía perdonar a los turistas que vacilaran antes de ingresar en un pasaje que, en cualquier otra ciudad, los conduciría al patio trasero de alguna casa o a los botes de basura. Me agradó la idea de poder desplegar mi experiencia con Xav, marcando el camino sin cometer una sola equivocación, hasta que arribamos al Puente de la Academia, el que se encontraba más al sur de los tres que se extendían sobre el Gran Canal.

Cuando llegamos a la cima del arco, hicimos una pausa para admirar la vista. Aun después de vivir más de un año en Venecia, siempre me detenía para recordar qué increíble era la ciudad que se había convertido en mi hogar.

–Este lugar es lo máximo –comentó Xav mientras se inclinaba sobre el parapeto y observaba pasar por debajo a los gondoleros cargados de turistas japoneses. Me quedé junto a él. Me encantaba esa vista de la iglesia de Santa María della Salute, la misma hacia donde corría diariamente. Se recostaba en el extremo del Gran Canal como un voluminoso signo de interrogación. Mientras que Venecia es un sitio donde priman las líneas horizontales, las islas bajas y alargadas y los canales sinuosos, ahí la vista destacaba las líneas verticales: altos palacios que emergían desde el agua verde jade directamente hacia el cielo, los postes de los embarcaderos, rayados como golosinas, maderas apiladas y clavadas en el lodo de la laguna. Siempre pensé que sería una buena base para una tela con estampado abstracto: una tenue sugerencia de los colores y las líneas de Venecia. Algún día, haría un bosquejo y se lo mostraría a la señora.

–Cuéntame cómo fue la visita al médico –Xav golpeteaba el parapeto incansablemente.

–No fue. No fui –de un tirón, aparté a Rocco del cono de un helado y comencé a descender por el otro lado del puente–. Me he sentido muy bien.

–Belleza, eres capaz de obligar a un hombre a tomar medidas drásticas.

En esta ocasión, dejé pasar el apodo. Lily y la

signora Carriera me habían ayudado a cambiar de opinión al respecto.

–No puedes hacer nada, es mi cuerpo.

–Podría contarle a tu hermana.

–¿Y qué pasa con el acuerdo de confidencialidad médico-paciente? Podrás tener intuición especial, como la llamaste, pero eso viene acompañado de responsabilidades.

–Rocco, muérdela. Alguien tiene que hacerla entrar en razón.

Asombrado al oír su nombre, el

beagle alzó los ojos hacia Xav.

–No lo metas en esto. No es justo.

–Me parece recordar que alguien prometió ir a ver a un doctor cuando se marchó de Denver.

–Bueno, he cambiado de opinión. Olvídalo.

–¿Entonces me dejarás echar un vistazo más profundo? –dio un paso hacia mí pero yo esquivé su contacto.

–¿Piensas que Steve Hughes es el mejor actor de su generación o no? Personalmente, me encanta. Tengo esperanzas de que lo conozcamos.

–Buen intento, pero cambiar de tema no funcionará conmigo. ¿Viste a Rocco en la tienda con esa cinta dorada? Bueno, yo soy igual cuando tengo entre manos la salud de alguien –rio abiertamente esperando que yo apreciara que se tomaba a sí mismo con humor.

No estaba de ánimo para su estilo de seducción.

–No soy una niña. Es mi vida, puedo tomar mis propias decisiones.

–Como si eso te hubiera dado tan buenos resultados.

Sentí que me había aniquilado. A Xav siempre le gustaba burlarse y hacerme bromas pero nunca antes había sido cruel. Desvié la mirada para que no se diera cuenta de que su comentario me había molestado.

–Te lo repito, es mi vida. Si quiero arruinarla, es mi problema.

Con un suspiro, estiró el brazo hacia mí pero luego lo dejó caer cuando vio que yo me apartaba.

–Lo siento, no debería haber dicho eso, pero me vuelves loco.

–¿Entonces es mi culpa que hayas sido grosero? Ah, claro, ya entiendo. La pequeña vida que yo llevo aquí no es suficiente para la maravillosa familia Benedict… o para mi propia familia, si vamos al caso. Básicamente, todos me desprecian por no ser una exitosa savant como ustedes.

–¡No!

–¡Sí! –le devolví, usando exactamente el mismo tono–. Es probable que desees no haberlo dicho pero al menos sé lo que piensas realmente debajo de todas esas palabras aparentemente seductoras que disparas a todas las personas que conoces. Eres una especie de cañón verbal.

–Crystal, solo quise decir que no te estabas cuidando a ti misma como deberías.

Aceleré el paso y lo dejé atrás hasta que me alcanzó.

–Lo siento mucho, de verdad.

–Ya cállate, Xav. No quiero hablar contigo.

–Bombón…

–¡No soy tu bombón ni tu belleza ni tu nada! ¡Ni siquiera soy una savant como la gente, así que mejor lárgate de mi vida!

Levantó las manos.

–Está bien. Ya entendí. Perdóname por preocuparme por ti.

Abrí de un empujón la puerta del patio.

–Vamos, Rocco, busquemos tu comida.

Por más abstraída que estuviera Diamond con su alma gemela, enseguida presintió que algo no andaba bien entre Xav y yo. Durante la cena, Trace y ella se esforzaron por mantener una conversación hasta que resultó incómodo para todos. Yo había estado contenta de verla pero la manera en que se observaban con Trace a través de la mesa del comedor, hablándose con la mirada, enfatizaba más la sensación de que nuestros caminos se habían separado, si es que alguna vez habíamos estado realmente unidas.

–Crystal, ¿qué tal es tu nuevo trabajo? –preguntó Trace amablemente después de habernos entretenido con un relato de su investigación de un reciente fraude financiero. Su don le permitía rastrear el paradero de los objetos y eso los había conducido justo hasta la puerta de los culpables, que se habían entregado al antiguo delito de imprimir su propio dinero.

–Es agradable, gracias –enrosqué los espagueti en el tenedor. El pobre hombre no podía hacer mucho con esa respuesta. Me pareció de buena educación explicar algo más–. Estuvimos muy ocupadas haciendo el vestuario para una película.

–Eso debe ser realmente interesante.

–Sí, muy.

Una vez más quedamos en silencio. Podía sentir la agitación de Xav al otro lado de la mesa.

–Crystal está ocultando algo.

Levanté la vista bruscamente, ¿acaso iba a delatarme?

–Lo que no ha dicho es que le han pedido que haga de extra… y a mí también.

–¡Crystal, eso es maravilloso! –Diamond tomó la buena noticia con excesivo entusiasmo.

–Será simplemente una escena corta… a lo sumo unos segundos, un poco de atmósfera veneciana –me encogí de hombros–. Probablemente termine en el piso de la sala de edición.

–Aun así, la experiencia será fascinante. Poco importa lo que hagan con lo filmado.

–Supongo que sí –me pregunté si debería mencionar lo de ser modelo–. La diseñadora del vestuario se ha interesado en mí.

–Pensé que estaba enamorada de mí –comentó Xav mientras se servía más queso parmesano.

–Muy gracioso –repuse haciéndole una mueca. Me devolvió el gesto, nos tratábamos como dos niños de la escuela primaria en el patio de juegos.

–Xav –musitó Trace en voz baja. ¿Por qué tenía la impresión de que toda su familia se pasaba el tiempo intentando contenerlo?

No necesitaba de la telepatía para escucharlo pensar: “bueno, ella empezó”.

–No importa. Como estaba diciendo, antes de que me interrumpieran –Xav me hizo una reverencia burlona–, Lily, la vestuarista, piensa que yo debo fotografiar bien. Va a decirle a un amigo que me tome unas fotos en el set de filmación para que pueda enviarlas a las agencias de modelos.

Con el ceño fruncido, Diamond lo miró a Trace. ¿Cuál era el problema?

–Hablo en serio. Ella dijo que yo tenía un rostro que sería, ya saben, recordable. Piensa que puedo llegar a ser famosa y todo.

–Ay, cariño –Diamond alejó el plato.

–¿Qué? ¿No crees que pueda hacerlo?

–No, nada de eso. Creo que sí… ese es el problema.

–¿Tienes miedo de que tenga éxito? Eso no tiene sentido. Has estado empujándome para que haga algo… bueno, aquí está.

Xav intervino en la conversación.

–Esa no es la cuestión, Bombón… perdón,

Crystal. Es el tipo de éxito al cual estarías apuntando.

–¿Qué quieres decir? –examiné sus rostros. Todos sabían algo que yo desconocía, pero no tenía idea de qué era.

–Los savants no podemos hacernos famosos… no en los círculos normales –explicó Trace–. Tenemos demasiados enemigos y la gente nos utilizaría si se enterara de que tenemos ciertos dones.

–Pero yo no estoy tratando de ser famosa como savant.

–Te entendemos, pero el tema sigue siendo el mismo. Si eres muy conocida, la gente comenzará a escarbar en tu vida y a hacer preguntas. No hay persona más investigada que una celebridad. Si te descubren, te convertirás en un blanco. Por el momento estás segura porque eres desconocida.

–Lo siento, Crystal, el domingo es mejor no quitarse la máscara –Xav acercó la fuente de espaguetis para servirse por segunda vez.

Sintiendo que la explosión se avecinaba, Diamond levantó la mano para detener el comentario, pero ya era demasiado tarde.

–¡No lo puedo creer! –empujé la silla hacia atrás y apoyé los puños sobre la mesa–. Finalmente encuentro algo que podría hacer… alguien que piensa que existe un futuro para mí… ¡y me están diciendo que tengo que olvidarme de todo! Claro, es muy fácil para ustedes con sus brillantes dones y su reputación dentro del mundo savant, ¿pero qué tengo yo? ¡Nada! –la cabeza me estallaba y los ojos se me llenaron de lágrimas–. Ustedes saben que soy completamente inútil como savant, ¿por qué diablos debería permitir que eso me impida hacer algo que me gusta?

–Crystal, tú no eres la única que tiene que hacer sacrificios –Trace me trataba como si fuera una niña en medio de una rabieta–. Xav también tuvo que darle la espalda a una prometedora carrera como esquiador.

–Sí, pero, en su lugar, él tiene algo que vale la pena: su sanación. Yo quiero esto, anhelo esta nueva vida. Si implica cortar los lazos con los savants, me parece bien, lo haré.

–Pero tu familia pertenece a ese mundo. Tienes que pensar mejor lo que vas a hacer.

Me crucé de brazos y traté de tragar saliva para aliviar el nudo que tenía en la garganta.

–No fui yo la que dijo que debía elegir.

–Por favor, Crystal –Diamond apoyó la frente en el dorso de la mano–. Lo siento, pero no puedo abordar este tema ahora… entre la boda y todo lo que tengo en la cabeza. ¿Podemos esperar? Volveremos a hablar cuando todo eso haya pasado.

–Sabes, tal vez no llegues a ningún lado. No tiene sentido poner en peligro la armonía familiar por algo que probablemente no suceda. Es una industria muy competitiva –ese era el estilo conciliador de Xav, debería dejar que Diamond se encargara del tema.

–Gracias a todos por el apoyo. Realmente me siento abrumada –llevé mi plato hasta el bote de basura y arrojé los restos de comida–. Creo que voy a salir a caminar. Supongo que se irán a dormir temprano después del largo viaje. Tengo que despertarme al amanecer para trabajar, así que… bueno, nos veremos en algún momento.

Al salir, me aseguré de que la puerta se cerrara con estrépito. Una de las ventajas de compartir otra vez el apartamento con otras personas era que tenía público para mis enojos, de modo que esos gestos tenían sentido.

 

No llegué muy lejos. Me senté junto a la parada del

vaporetto cercana al apartamento, en el borde de la pasarela elevada de madera que utilizábamos cuando había marea alta. En los últimos días del otoño y durante el invierno, a menudo debíamos chapotear por los charcos ya que la laguna inundaba los bordes de la ciudad dos veces por día. Existía un sistema de sirena para el agua peligrosamente alta o

acqua alta, como nosotros la llamábamos, pero en ese momento la marea era baja y nadie caminaba por la plataforma elevada. Un vendedor ambulante con el ojo puesto en los turistas que llegaban a los restaurantes arrojó unos palitos fluorescentes al aire, que planearon unos segundos antes de precipitarse en el pavimento, un pequeño fuego artificial. Una brisa sopló desde el Adriático trayendo el olor a diesel y a agua salada. Los botes iban y venían de la plataforma del embarcadero. Dentro de mi mente, los imaginé como alfileres que unían los bordes de la ciudad en un círculo constante. Venecia es un buen sitio para sentarse sola. Siempre está sucediendo algo y nadie se sorprende de que te detengas a observar a la gente durante un rato. Es un lugar acostumbrado a estar en exhibición.

Repasé la conversación de la cena. Todavía me sentía herida y a mi cerebro se le ocurrían respuestas melodramáticas de todo tipo, hasta negarme a asistir a la boda y no volver a hablar con mi familia nunca más. Pero la parte más sana de mí sabía que esto era como uno de esos e-mails furiosos disparados al calor de un enojo, de los cuales uno después se arrepentía. Nadie pretendía hacerme daño, simplemente veían las cosas de otra manera y pensaban que sabían lo que era mejor. Mi impulso de dar portazos y gritar que era injusto y que nadie me entendía era adolescente. Técnicamente, todavía lo era pero ya no podía darme el lujo de dejarme llevar por mis cambios de ánimo. La gente esperaba más de mí… y yo esperaba más de mí misma.

Sin embargo, eso no significaba que tuvieran razón. Estaba en lo cierto cuando les dije que mi futuro era distinto al de ellos. Dentro del mundo savant, yo tenía muy pocas opciones atractivas, por lo tanto debía forjarme mi propio camino. Si eso entraba en conflicto con las prácticas usuales de los savants, muy bien, cruzaría ese puente cuando llegara el momento y pensaría la manera de conciliar ambos mundos. Oportunidades como estas no se presentaban todos los días y, con toda seguridad, no esperarían hasta después de la boda.

Ahora que había tomado una decisión, me levanté más en paz conmigo misma. Sabía que Diamond, Trace y Xav no estarían de acuerdo pero igual dejaría que me tomaran las fotografías y, a partir de allí, continuaría mi propio camino.

 

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