Crystal

Crystal


Capítulo 5

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Capítulo 5

 

Comprendiendo que las cosas no estaban bien entre nosotros, durante los dos días siguientes Xav intentó ser amable conmigo, pero yo no se la hice fácil. Mi respuesta a la situación fue volverme una maestra en el arte de la desaparición, ya fuera para trabajar o para correr. Sin embargo, me emocioné cuando me dejó un ramito de violetas en el dormitorio. Sin duda, algún vendedor lo había convencido de que lo comprara por mucho más dinero del que valía. Pero lo que contó para mí fue la intención, aunque lo hubiera hecho para que yo no arruinara la boda de su hermano peleándome con él hasta el gran día.

La primera vez que estuvimos juntos fue el domingo al amanecer, cuando entré a las cinco a su habitación para despertarlo. Descubrí que era de esas personas a quienes no les gusta la mañana, lo cual me agradó sobremanera, puesto que yo era la encargada de colocarle una toalla fría en la cara.

–¡Aaahhh! –arrojó la toalla a un rincón y sepultó la cabeza bajo la almohada. Normalmente, yo habría intentado ignorar la exhibición de brazos bronceados y abdomen tonificado revolcándose delante de mis ojos pero, vamos, tengo hormonas como cualquier chica. En la vida, hay algunas cosas que vale la pena ver.

–Arriba, Bombón. Hollywood nos espera.

Su respuesta fue un gruñido.

–Muy bien, no hay problema. Entonces iré sola. Es una lástima porque hice café… tendré que tomarme el tuyo también.

–¿Hay café? –una cara emergió de abajo de la almohada.

Apoyé la taza en la mesa de noche, mi versión de una ofrenda de paz, mi reconocimiento de que los dos habíamos sido responsables de la pelea.

–Pero no pienses que esto se convertirá en una costumbre.

Regresé a mi dormitorio para prepararme. Lily ya me había avisado que no me pusiera maquillaje ni me arreglara el cabello ya que los maquilladores querían una cara limpia en la cual trabajar. Me dejé el pelo suelto, lo cual significaba obviamente que estaba erizado y lleno de rizos como si justo hubiera metido el dedo en el tomacorriente. Mi sueño de ser modelo nunca había parecido más absurdo.

Cuando volví a la cocina, Xav ya había logrado vestirse. ¿Por qué será que los chicos lucen divinos con toda la ropa arrugada y nosotras nos vemos como si nos hubieran arrastrado de espaldas por el pedregullo?

–Gracias por el café. No puedo arrancar sin una dosis de cafeína.

–Yo tampoco.

Se golpeó el pecho con la mano.

–¡Noticia de último momento: tenemos algo en común!

–Sí, claro. Saldremos en la portada de los periódicos. ¿Tienes un abrigo?

–Sí, mamá –respondió tomando la chaqueta.

–¿Botas de goma?

–¿Qué? Ah, no, no tengo. Yo preparé la maleta para ir a la soleada Italia y no a la lluviosa Inglaterra.

–Mmm, Diamond debería haberte avisado. Las necesitarás –metí los pies en mi par favorito con lunares.

Pensó que estaba bromeando.

–¿Te parece? –señaló las botas.

–Por supuesto.

–Está bien, mamarracho, ya vámonos.

Yo fui la que rio una vez que estuvimos afuera. La marea temprana era alta y la acera del apartamento estaba inundada. Sus botas tan finas quedarían destrozadas.

–¿Te llevo sobre la espalda?

Observó con tristeza sus

Timberlands de cuero.

–Como si pudieras cargarme, belleza.

–Haré un intento… solo hasta el puente. Luego debería haber pasarelas durante todo el camino.

–No se lo cuentes a mis hermanos –se subió a una silla de jardín y lo cargué sobre la espalda. Debo admitir que era bastante pesado y trastabillé unos pasos hasta recobrar el equilibrio. Logramos cruzar esa corta distancia sin precipitarnos en el canal. Lo arrojé en el suelo seco junto al puente.

Me agradeció vivamente.

–¿Cuánto cobras?

–¿Por rescates? No podrías pagarlo. Por esta vez, es gratis. Después, tendrás que sacrificar a tus

Timberlands.

Atravesamos las calles hasta llegar al Puente de la Academia, sobre el Gran Canal.

–¿Adónde vamos? –recién entonces Xav había despertado por completo.

–La filmación se realiza en la Plaza San Marcos. No creo que hagan nada hasta que anochezca. Tenemos que estar allí para que puedan preparar las tomas.

–¿Quieres decir que podría haberme quedado en la cama?

–Si eres Steve Hughes, es probable que todavía te encuentres en la cama. Pero los extras llegan primero para que las estrellas no tengan que esperar tanto. Lily me advirtió que podría ser un poco aburrido –esperaba que Xav decidiera regresar–. Puedes irte, nadie lo notaría.

–Ni loco. Si tú puedes soportarlo, yo también. Nos dará la oportunidad de conversar.

–Mmm –en ese breve cese de fuego, no quise mencionar que había arreglado dedicar mi tiempo libre al amigo de Lily que era fotógrafo.

En una esquina de la plaza, el equipo de filmación había establecido las carpas de vestuario y maquillaje. Nos registramos con un asistente de dirección y luego nos unimos a la fila. Xav y yo echamos una mirada a los extras y estallamos en una carcajada. Era extraño estar con tantas personas altas como si el mundo se hubiera dividido repentinamente entre nosotros, los normales, y los enanos que nos vestían. Entre los dos bandos, cruzaban comentarios muy graciosos. Yo ni siquiera era la chica más alta, había una que medía mucho más de un metro ochenta.

A Xav lo mandaron a la parte de la carpa que correspondía a los hombres. Al no conocer el idioma, las maquilladoras italianas lo llevaban de aquí para allá como si fuera un niño. Disfrutaban la oportunidad de tener a un chico tan guapo a su disposición y él se veía un poco desconcertado ante todas sus atenciones.

–¡Sé amable conmigo! –lo escuché rogar mientras lo sentaban en una silla delante de un espejo.

Por las risitas que provocó la súplica, supuse que lo entendían mejor de lo que aparentaban.

Cuando llegó mi turno, la maquilladora me explicó que me aplicarían los productos muy ligeramente pues tendríamos la mayor parte del rostro cubierta por máscaras. Lo que sí hacían era pintar los labios color rojo sangre y poner purpurina en las pestañas.

–Lily me pidió que te hiciera un tratamiento especial ya que te van a hacer unas fotografías, ¿verdad? –Marina, mi maquilladora, aplicó un rubor tenue en las mejillas–. Nada muy pesado, solo un toque como para destacar tus rasgos –retrocedió satisfecha con el efecto final–. Mmm, Lily tenía razón, tienes algo especial. Después de pasar por vestuario, busca a Paolo en el sector de peluquería y pelucas, él sabe lo que necesitas.

Me reuní con Xav en la siguiente área, que estaba dedicada al vestuario que yo había ayudado a confeccionar. Como llegamos al mismo tiempo, nos dieron trajes que hacían juego: el suyo consistía en chaqueta y pantalones dorados con chaleco y capa carmesí. El mío era exactamente al revés: vestido carmesí con corsé y capa dorados. Me entregaron la máscara que ya conocía, la que tenía letras rojas de encaje; la de Xav, era una simple y dorada, que le daba la apariencia de un ladrón elegante.

Por último, nos quedó la parte de peluquería. Como ambos teníamos cabello largo, no necesitamos llevar peluca. A Xav le ataron el pelo atrás con un lazo, lo cual completó a la perfección el aspecto de caballero del siglo XVIII. Lo mío llevó más tiempo, ya que Paolo quería hacerme un peinado alto y complicado.

–Crystal, tienes un cabello increíble –exclamó mientras dejaba correr los dedos por mis rizos–. Qué cuerpo, qué estructura. Ni siquiera necesitarás relleno para lo que tengo en mente.

Retorció mi pelo y lo hizo caer como una catarata de una tiara que formaba parte de mi extravagante atuendo. Suavizó el efecto alrededor del rostro dejando escapar algunos mechoncitos por un costado y un largo mechón, que se deslizó por mi cuello y descendió por el escote. Finalizó el arreglo con una llovizna de polvo dorado que les dio al pelo y a la piel un brillo sutil. Con la máscara puesta, me veía como si fuera una criatura exótica.

Cuando salí de atrás de la cortina, me encontré con Xav esperándome en la cafetería. Al verlo con ese aspecto despreocupado con los demás chicos, la capa colgando libremente de un hombro, el corazón comenzó a latirme con más intensidad. Comparada con esos trajes, la ropa moderna era tanto más aburrida. Estaba insoportablemente guapo, parecía una mezcla de Mr. Darcy con un salteador de caminos. Sin embargo, preferiría que me arrancaran las uñas antes que demostrarle lo que pensaba.

–¿Qué te parece? –le pregunté mientras daba una voltereta disfrutando la extraña sensación de tener cantidades de enaguas girando alrededor de mis piernas.

Como era de esperar, los extras italianos me llenaron de cumplidos, ofreciéndome elogios descarados y devoción eterna, todo eso con un brillo en sus ojos de seductores profesionales. Desde que nacen, a los hombres italianos se les enseña cómo halagar a las mujeres. Xav los observó con el ceño fruncido sin entender lo que decían pero captando la idea general de lo que estaba sucediendo.

–¿Xav? ¿Cuál es tu veredicto? –di unos golpecitos en la máscara–. Yo misma ayudé a hacerla.

–Sí, es genial –miró por encima de mi cabeza.

–¿Y yo cómo estoy?

Se obligó a volver a mirarme.

–Bombón, estás como para comerte, como ya te habrás dado cuenta. Ten cuidado, no quiero tener que correr a rescatarte cuando te veas abrumada por tus admiradores. No confío en estos tipos.

–¡Hey, Xav, somos buenos chicos! –protestó un pícaro que respondía al nombre de Giovanni–. No intentaremos conquistar a tu dama –me guiñó el ojo y volvió a hablar en italiano–. Al menos, no mientras él esté cerca, ¿de acuerdo?

–Giovanni, no soy su dama –respondí riendo–. Él es… –¿qué era Xav exactamente? –. Un pariente.

Giovanni arqueó las cejas.

–Ah, todavía peor. Tenemos que tener mucho cuidado. Si atentamos contra tu honor, puede llegar a denunciarnos.

Xav no había entendido la conversación.

–¿Qué dijo?

–Está haciendo una broma sobre los trajes del siglo XVIII… suponiendo que lo retarás a duelo si continúa coqueteando conmigo –lo miré a Giovanni con una gran sonrisa–. ¿Espadas o pistolas?

Lily se acercó por detrás de mí y me dio una palmada en el hombro. Debió haber escuchado parte de la charla porque sonreía.

–Lo siento, muchachos, pero nada de duelos: el sindicato no lo permitirá. Están todos fabulosos. Chicos, les pido que ahora vayan con el director de iluminación. Tiene que revisar la combinación de colores de sus trajes –obedientemente, Xav, Giovanni y el resto del grupo se encaminaron hacia el set, que había sido montado en una parte de la columnata que rodeaba el borde de la plaza–. Crystal, ven conmigo. Joe tiene preparada la cámara y media hora libre.

Disfruté plenamente de mi breve sesión fotográfica con Joe. Como fotógrafo oficial de la producción, su función era registrar el proceso de filmación para el sitio web y para el material extra del DVD, pero como Steve Hughes todavía no había llegado, tenía libertad de fotografiar lo que quisiera. Un escocés de piel curtida, el fotógrafo tenía el rostro lleno de arrugas propio de un pastor de las montañas acostumbrado a entornar los ojos ante el viento norte. Mientras preparaba las tomas que deseaba hacer, estaba totalmente concentrado. Sentí que me había convertido para él en algo abstracto: líneas, sombras y toques de luz interactuando con el fondo de góndolas y palacios. Yo hacía lo mismo cuando pensaba en diseños para telas, desenfocaba los detalles que estaban en primer plano y veía la imagen como un todo.

Finalmente, Joe miró el reloj.

–Lo siento, Crystal, hoy ya no tengo más tiempo. Steve Hughes tiene que llegar a las once. Has sido maravillosamente paciente conmigo… tienes un talento natural. Estoy seguro de que tomé unas fotografías fantásticas.

–Gracias, Joe, por el tiempo que me dedicaste.

–Fue un placer… de verdad. Si tengo tiempo, sería muy agradable volver a trabajar contigo. Quizá podríamos probar con tu ropa normal… sería un buen contraste con este aspecto dramático que tienes ahora.

–Si crees que puedes hacerlo, me encantaría.

–Es un trato –me estrechó la mano–. Te llamo cuando tenga un rato libre. Seguramente al terminar de filmar en esta locación –cambió el lente de la cámara mientras echaba una mirada hacia el canal para fijarse si el barco de Steve Hughes ya se encontraba a la vista.

–¿Adónde van después? –decidí quedarme por allí esperando vislumbrar a mi héroe.

–A los Alpes. La próxima locación es una gran secuencia de acción con helicópteros y todo tipo de escenas de riesgo.

–Guau.

–Sí, debería ser apasionante de ver pero este tipo de escenas son muy tediosas de preparar ya que cada detalle tiene que estar perfecto –Joe sonrió al ver mi expresión–. Como ya me imagino que te habrás dado cuenta, hacer una película es noventa y nueve por ciento de aburrimiento y uno por ciento de acción. Estamos en las manos de la gente de cámara y de fotografía, por no mencionar al director –el rugido de un motor lo alertó–. Ah, ya llegó Steve. Una vez que esté en el set, las cosas se moverán con más rapidez.

Por encima del hombro de Joe, observé cómo la lancha blanca se deslizaba por el embarcadero. Al principio, no pude distinguir a Steve pero después comprendí que él era quien conducía. Su famoso pelo rubio muy corto emergió de la gorra de capitán, que luego devolvió al piloto. ¡Ese tipo era genial! Saltó hacia la plataforma y saludó con la mano a una banda de fanáticos que se había congregado del otro lado del área acordonada que las autoridades de la ciudad habían permitido utilizar a la productora del film. Con grandes zancadas, caminó en nuestra dirección pues se dirigía hacia la carpa de vestuario que se encontraba detrás.

–Hola, Joe. ¿Cómo va todo? –le preguntó al fotógrafo, al pasar.

–Todo bien, Steve –Joe no interrumpió su tarea de tomarle fotos mientras le respondía.

–Epa, ese traje es verdaderamente increíble –Steve me había divisado, cosa que no resultaba difícil ya que yo era una llamativa figura de rojo y dorado situada en medio de personas vestidas con ropa común–. ¿Todos los extras están vestidos así?

Se me secó la boca cuando comprendí que me hablaba a mí.

–Eh…

–Steve, ella es Crystal –Joe se interpuso entre nosotros y registró el momento del encuentro con mi ídolo –. Ella colaboró en la confección de los trajes.

–Maravilloso. Y te ves hermosa, cariño –comentó Steve con su atención ya puesta en otra cosa–. ¿Dónde está James?

Uno de los asistentes del director lo tomó del brazo y se lo llevó mientras lo ponía al tanto de la escena que planeaban filmar.

Joe rio al ver mi expresión asombrada.

–Crystal, no te olvides de respirar. La gente de vestuario me echaría si tengo que cortar las cintas de tu corsé.

–Es… increíble –balbuceé llevándome la mano al pecho.

Joe colocó la cámara en el estuche.

–Sí, para ser actor es bastante agradable. Siempre recuerda los nombres, lo cual habla bien de él.

Con la cabeza todavía en las nubes, me encaminé a la sala verde de los extras, una carpa más donde habían dispuesto una mesa para que pudiéramos comer y beber hasta que nos llamaran. Al entrar, Xav se precipitó hacia mí.

–¿Dónde has estado? –preguntó–. Comenzaba a preocuparme. Pensé que habías cambiado de idea con respecto a todo esto.

–No, nada que ver, es que conocí a Steve Hughes.

Una extra escuchó mi comentario.

–¡Qué afortunada eres! ¿Cómo es?

–Divino –respondí fingiendo desmayarme.

–Escuché que es bajo –comentó Xav con expresión de amargura.

–Tiene una estatura media pero eso no importa, es perfecto –me senté procurando no arruinar el traje–. Olvídense de mí, solo trataré de saborear el momento –aparté a Xav con un movimiento de la mano y él se marchó con paso fuerte hacia el otro extremo de la carpa, donde había un grupo jugando a las cartas. ¿Acaso estaba celoso? Bueno, si era así, no le vendría nada mal, ya que las chicas siempre se sentían cautivadas por él.

La filmación propiamente dicha comenzó hacia las últimas horas de la tarde mientras se hacía de noche. El director convocó a los extras para dar instrucciones.

–Muy bien, damas y caballeros –habló a través de una intérprete que traducía de inglés a italiano–. Este es el Carnaval. Tienen que imaginarse que han estado despiertos toda la noche divirtiéndose y ahora se encuentran en las horas previas al amanecer, el período más oscuro y siniestro, cuando las emociones están en su apogeo. Ustedes no son tanto individuos como símbolos de lo que el Carnaval representa para Venecia. Los voy a dividir en grupos. La pareja de verde y negro: ustedes son la Ira. Quiero que se ubiquen junto a esa columna y finjan estar manteniendo una acalorada discusión acerca de algo. Agiten mucho los brazos y hagan gestos amenazadores. Son italianos, por lo tanto no tengo que enseñarles a expresarse de manera exagerada con el cuerpo.

Los extras italianos festejaron el comentario.

–Los hombres con capa negra y máscaras del médico de la peste, quiero que deambulen inquietos entre la gente, acechando. El tipo de banda que busca problemas y los encuentra. Eso es lo que son: Problemas con mayúsculas. Las chicas de atuendos color plata y azul, colóquense en las gradas que están más allá. Están tratando de atraer a los muchachos para que se unan a ustedes. Son la Seducción. La dama de blanco, tú eres la Soledad. Quiero que vagues con aspecto trágico como si estuvieras a punto de arrojarte de un puente. Rojo y dorado, ustedes son los Amantes. Sitúense en los escalones en actitud romántica. ¿Entendieron?

¡Qué! Levanté la mirada hacia Xav, que se veía tan horrorizado como yo. Ninguno de los dos respondió.

–Rojo y dorado… ah, Crystal, eres tú –el tono de James se hizo más cálido, menos formal–. Puedes hacerlo, ¿verdad?

Por los murmullos que sonaron a mis espaldas, supuse que los demás extras estaban impresionados de que el director me llamara por mi nombre. Habiendo llegado tan lejos, no quedaba más que una respuesta:

–Sí, no hay problema.

–Genial –James nos echó a todos una mirada sagaz–. Tengan cuidado con lo que se dicen uno a otro. Sé que llevan máscaras y eso les da la sensación de que pueden decir cualquier cosa, pero hay personas que leen los labios y que me van a escribir de inmediato si ustedes se salen del personaje. Nada de bromas ni charlas sobre lo que van a cenar. Elijan una historia para su personaje y manténganla hasta que yo diga “corte”.

Le di un golpecito con el hombro a Xav.

–¿Estás de acuerdo? Es un poco más de lo que yo imaginaba. Lily dijo que solo debíamos quedarnos quietos con aspecto impactante.

Después de enterarse de que se requería algo de actuación, Xav había recuperado un poco de su confianza habitual.

–Claro. Como tú dijiste, no hay problema. Tengo una buena imaginación.

Nos ubicamos en las posiciones para hacer un ensayo. La estrella todavía ni había llegado al set y todos sabíamos que tendríamos que hacer eso varias veces hasta que estuviera perfecto para él. Xav y yo nos instalamos en nuestro lugar en los escalones y preparamos la postura mientras James dirigía desde atrás de cámara. No pude evitar imaginar cuánto más disfrutable sería eso si tuviera como pareja a cualquiera menos Xav. No me hubiera importado que fuera Giovanni o alguno de los otros. Podríamos habernos muerto de risa y armado un gran espectáculo. Con los brazos de Xav alrededor mío, no podía experimentar la misma diversión.

Ladeó la cabeza hacia mí.

–¿Conoces la teoría de los universos infinitos?

–No, ¿qué es eso? –respondí. ¿Alguna vez habíamos llegado a estar tan cerca?

–Es una de las explicaciones de por qué nuestro universo es como es, cuando todos los demás existen en otro lugar.

Fruncí el ceño.

–¿Y eso qué tiene que ver con la actuación?

Se movió de modo tal que su brazo quedó doblado en mi espalda y se inclinó hacia mí.

–Estaba pensando que eso significa que en algún lugar hay un universo en el que tú y yo somos amantes y esto sería real y no fingido –su boca se movía encima de la mía.

Me lamí los labios al sentir la calidez de su piel en las mejillas a pesar de que no me tocaba el rostro.

–¡Y corten! ¿Qué te pareció? –James estaba controlando la luz para el ensayo con el jefe de los técnicos.

Me aparté de Xav sin saber cómo aterrizar después de la caída libre de ese abrazo.

–Si esa teoría es correcta, entonces también existe un universo donde tú tienes manchas violetas y yo piel verde.

–Es verdad –me miró con los ojos entornados como si me estudiara para ver cómo daría en cámara–. Sí, el verde te sienta bien.

Steve entró al set rodeado de asistentes, su llegada atrajo toda la atención de los extras. Las chicas se despabilaron, sus voces aumentaron de volumen y los gestos se volvieron más femeninos. Los chicos se miraron y encogieron los hombros. Seguramente se preguntaban qué tendría él que ellos no tenían. Yo podría haberles aclarado la duda: carisma. Había solamente uno más en el set que lo tenía y se encontraba junto a mí.

–¿Cómo anda todo, James? –preguntó Steve con voz fuerte al tiempo que le daba al director una palmada en la espalda.

–Ya casi estamos listos, Steve. Quiero que entres desde aquella arcada y camines a través de la multitud del Carnaval. Llevarás esto –James le extendió una botella abierta de champagne de la mesa de utilería–. Recuerda, tu personaje tocó fondo, duda de sus motivaciones, de su alma... estos extras son una exteriorización de sus demonios interiores.

Sujeté el brazo de Xav y le susurré:

–Y eso es lo que hace que estas películas sean tan geniales, ¡un poco de realismo mágico entremezclado con una trama descarnada! ¿No es increíble que podamos ver cómo se va creando delante de nuestros propios ojos?

–A mí me gustan simplemente porque hay explosiones...

Le di un leve golpe en el estómago.

–¡Hombres!

Me dio un golpecito en la nariz pero, de no haber temido arruinar mi peinado elaborado, lo normal habría sido que me revolviera el pelo.

–¡Mujeres!

–Bueno, damas y caballeros, esta vez vamos a filmar. Steve, ¿estás listo?

Desde su puesto al final de las arcadas, la estrella le hizo una señal con los pulgares en alto.

–¡Comienza la niebla y acción!

Xav me atrajo contra su pecho y sonrió ante mi rostro vuelto hacia arriba mientras su dedo recorría el borde de la máscara. En su expresión, había algo que nunca había visto antes, algo increíblemente tierno. Sentí que me hundía en sus ojos oscuros, olvidando por completo que Steve Hughes acababa de pasar con todo su encanto.

¿Steve qué?

–Corten –James se acercó con su actor al monitor, las cabezas juntas mientras murmuraban sobre el efecto de la puesta en escena–. Muy bien, damas y caballeros, los hombre de negro quiero que entren unos segundos antes… estaban en el camino de Steve y quiero que hayan desaparecido apenas él llegue a la segunda arcada. Las mujeres de blanco, excelente, sigan haciendo lo mismo. Amantes, eso fue muy dulce pero yo quiero pasión. Hombre, por el amor de Dios, bésala. Piensa que tienes una chica bellísima en los brazos y yo te he dado la excusa que necesitabas para darle un beso en los labios. ¿Qué estás esperando? –los extras rieron mientras Xav agitaba la mano tímidamente en señal de que había entendido–. Vamos de nuevo. ¡En sus puestos!

Mi corazón latía con fuerza. Como yo podía escucharlo, temí que Xav también pudiera. Deseé haber recordado chupar un caramelo de menta después del último café. Me sentía torpe y tenía la boca seca. Estaba segura que lo del romance me saldría mal, que nos chocaríamos las narices o me echaría a reír en el momento equivocado.

Xav debió haber captado mi nerviosismo.

–Shhh. Todo saldrá bien –con la mano, trazó un pequeño círculo en mi espalda–. Es una actuación. Él tiene razón, estás increíble. Pareces una princesa. Hace días que me muero de ganas de besarte.

Me dije a mí misma que estaba haciendo eso solo para los lectores de labios, pero advertí que las cámaras todavía no estaban rodando.

–¡Y acción! –gritó el director.

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