Crystal

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Capítulo 9

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Capítulo 9

 

–Crystal, te pido disculpas por dudar de tu capacidad para organizar una fantástica despedida de soltera –Diamond se apoyó contra la reja que daba sobre el jardín cercado de la condesa Nicoletta. A ambos lados del sendero que salía del embarcadero privado, se alzaban altos cipreses cual guardias de honor esperando recibir a las últimas invitadas, cuyas risas llegaban hasta nosotras. Mi hermana se veía verdaderamente hermosa con un vestido plateado y corona de novia. Yo me había hecho uno

strapless celeste de seda, por lo tanto también me sentía bastante especial… aunque con un poco de frío.

Recordatorio: la próxima vez que hagas una fiesta en invierno, no olvides colocarle mangas al vestido.

–Una vez que la condesa ofreció su ayuda, todo resultó fácil. Por cierto, ¿cuál es su don de savant? Sé muy poco de ella.

Diamond jugueteó con su brazalete, las piedras brillaron con el resplandor de las antorchas colocadas a ambos lados de las puertas principales. Las llamas desnudas le agregaban a la atmósfera un toque de antigüedad, que hacía juego perfectamente con la derruida mansión de piedra. Todas las construcciones de Venecia se están desintegrando debido al clima marítimo. Dueños como nuestra anfitriona siempre han tenido que librar una batalla contra el tiempo intentando ganarle al derrumbe.

–Sé que ella es una poderosa telépata pero tengo la impresión de que ahora ya no utiliza sus dones a menudo. Creo que tiene un hijo, que también es savant, y nietos. Afirma ser muy vieja para incursionar en todas esas cuestiones y se las deja a las generaciones más jóvenes. Una vez me contó que disfruta de su posición dentro de la sociedad veneciana y para eso no necesita sus dones sino inversiones buenas que, con la dirección que ha tomado la economía, es una ocupación de tiempo completo.

Me agradó el enfoque de la vida de la condesa Nicoletta. Más tarde, le preguntaría qué podría hacer yo si tampoco “incursionaba” en el mundo savant. En mi caso particular, su experiencia de que no era necesario utilizar los dones aun cuando uno los tuviera, podría resultar verdaderamente útil.

–Hey, Diamond, ¡esto es realmente… increíble! –gritó Anna, una de sus mejores amigas. Subió deprisa los escalones y abrazó a mi hermana con fuerza–. ¡Felicitaciones!

–Gracias, pero Crystal es la que trabajó duro –dijo Diamond generosamente.

Anna me dio un beso en cada mejilla.

–Ojalá tuviera una hermana menor como tú. La mía todavía está en la etapa insoportable.

–Esto es para ti –le dije a Anna mientras le alcanzaba la máscara y el postizo.

–¡Ah, qué hermoso! Esta será la mejor fiesta de todas –se dirigió rápidamente hacia el vestíbulo para arreglarse.

Todas las invitadas se mostraron igualmente entusiasmadas por los inusuales regalos de la fiesta. La

signora Carriera se mantuvo aparte y dejó que yo recibiera todos los elogios pero alcancé a ver que observaba con satisfacción profesional nuestro trabajo manual. Mi jefa estaba radiante con un amplio vestido verde esmeralda y una chaqueta al tono. Ya se había hecho amiga de Karla, la madre de la novia, que estaba divina, aunque un poco sobrecargada de volados, con su vestido rojo de bailarina de flamenco, que evocaba su ascendencia latina. Sky llevaba una tonalidad un poco más oscura de azul que mi vestido y Phoenix estaba resplandeciente en un anaranjado espectacular que iba maravillosamente bien con su tez blanca y cabello castaño.

Me felicité a mí misma. Después de una semana difícil, al menos eso parecía que iba a resultar un éxito.

En el vestíbulo, sonó un gong.

–La cena está servida –entonó el mayordomo.

Diamond dio un suspiro.

–Ay, lo amo. Ojalá tuviera uno en casa para anunciar cada comida. Hace que todo suene tan importante.

–Ah, pero esta cena sí será importante. Todavía no has conocido al Chef Luigi.

–¿Te refieres al Luigi que nos ofrecería algo-caliente-pero-no-demasiado-picante?

–Ese mismo –sonreí al recordar esa tonta conversación que habíamos mantenido hace unos días. Deseé poder recuperar esa relación natural con Xav, pero todo había salido tan mal–. Me pregunto cómo lo estarán pasando los chicos con la exótica Lola.

Diamond me tomó del brazo para entrar a la casa.

–Les deseo buena suerte pero no podrán lograr algo mejor que esto.

 

La noche transcurrió exactamente como lo había imaginado. La comida fue excelente. El hombre que se encargó de la cocina justificó plenamente todo el dinero que la condesa debió haberle pagado. La banda también resultó sorprendentemente buena. Imaginé que la anciana contrataría a un grupo que interpretaría un repertorio formal y más bien clásico, pero ella sabía quién era Diamond y había conseguido músicos que tocaban pop y jazz actual. Las despedidas de soltera tienen como objetivo festejar los años de soltería, por lo tanto la banda tocó los hits de la primera década del año 2000, que todas podíamos cantar y bailar sin trabas de ningún tipo, ya que no había muchachos alrededor que nos vieran hacer tonterías. Disfruté tanto. Desde que me había mudado a Venecia y dejado a mis amigas, había olvidado cuán divertido era pasar una noche solo de mujeres.

Parecía que no había transcurrido el tiempo cuando se hizo medianoche y la lancha regresó para comenzar el traslado de las invitadas a Venecia. Retornamos en forma inversa de como habíamos venido: primero las amigas italianas y después la familia.

Al abordar el segundo viaje, la

signora Carriera me dio un cariñoso abrazo.

–Crystal, estuviste muy bien. Puedes sentirte orgullosa.

–Gracias.

–Te veré el lunes, si es que no nos cruzamos antes –no pudo resistir recordarme el trabajo, pero no me molestó. Había llegado a esperar con ansias el ambiente creativo de su tienda. Fue inmensamente gratificante ver lo bien que lucían en las chicas las prendas, máscaras y tocados que habíamos confeccionado.

Mientras esperábamos el regreso de la lancha, la condesa Nicoletta nos invitó a su salón privado. El mayordomo sirvió bebidas y nos relajamos –aunque no demasiado– en su antiguo mobiliario. Para que no me pasara lo mismo que a Ricitos de Oro en uno de esos endebles sillones, me encaminé hacia el piano de cola para mirar la colección de fotos familiares. Como Diamond había dicho, la condesa tenía un hijo. Había muchísimas fotos de él realizando todo tipo de actividades: navegando en veleros, esquiando, vestido de gala frente al teatro de la ópera. Todo un deportista a pesar de que debía tener más de cincuenta años.

La condesa se unió a mí, la mano venosa aferrada al extremo de un bastón de ébano.

–¿Lo reconoces? –preguntó.

–No, pero imagino que es su hijo.

–Sí, Alfonso. Es el actual conde de Monte Baldo, por supuesto.

–¿Vive en Venecia?

–Solía hacerlo –respondió sonándose la nariz.

–Ah, ¿y dónde se encuentra? –me pregunté si estaría enojada de que su único hijo la hubiera dejado sola en la vejez.

–Está en prisión.

Bueeno.

–Lo siento.

–No es tu culpa, Crystal –sus ojos brillantes de halcón recorrieron al resto de las mujeres que había en la sala como si buscara entre ellas al culpable–. Tuvo mala suerte.

Me asombró que no dijera que fuera inocente, pero pensé que sería el colmo de la mala educación devolverle su generosidad con preguntas indiscretas. Siempre quedaba

Google para buscar más tarde información sobre él. Un conde de Monte Baldo arrestado por actividades criminales era difícil que pasara desapercibido, sin importar dónde hubiera ocurrido el hecho. Sin embargo, me pareció prudente cambiar de tema.

Contessa Nicoletta, siempre quise preguntarle cómo se las ha arreglado para no utilizar su don.

–¿Qué quieres decir? –la anciana enderezó el marco de fotos que yo había movido de lugar.

–Bueno, mi don es más bien patético y no puedo usar telepatía.

–¿En serio? –estudió mi rostro un instante–. Eso va a ser un problema.

–Sí, ya lo es. Cuando lo intento, me dan náuseas. Diamond dice que usted se conduce muy bien en la vida a pesar de haber abandonado los poderes de savant. Me preguntaba si tendría algún consejo para darme porque parecería ser que yo voy a estar en el mismo barco, por decirlo de alguna manera, pero no por decisión propia.

De inmediato, me arrepentí de haber hecho la pregunta. Los labios de la condesa se afinaron y sus ojos brillaron con algo bastante parecido al desprecio. De pronto, sentí que retrocedía doscientos años y supe exactamente cómo se sentiría un campesino al provocar la ira de una condesa.

–Nosotras no estamos en el mismo barco, Crystal. Diamond está equivocada. Yo uso mis dones constantemente… como ya lo descubrirás. Es solo que la gente no lo recuerda… esa es la diferencia.

De pronto, su actitud me pareció un poco aterradora y decidí regresar junto a mi hermana.

–Lamento mucho si la ofendí, condesa. Veo que eso lo explica todo.

Su mano se cerró sobre mi brazo como una garra.

–No te vayas. La mejor parte de esta farsa está por comenzar y no querrías perdértela por nada del mundo.

–¿Qué sucede? –levanté la vista y noté que el mayordomo y los criados se encontraban junto a las puertas.

–Mi hijo fue arrestado en Londres gracias a los Benedict. Un conde de Monte Baldo en una prisión italiana… ¡es algo intolerable! Diamond me ofreció la venganza perfecta.

No me quedé para escuchar el resto.

–¡Diamond! –grité liberándome de la vieja dama–. ¡Vete de aquí!

–Es demasiado tarde para eso –la condesa le indicó a un sirviente que me detuviera.

–Crystal, ¿qué pasa? –Diamond se dirigió hacia mí pero el mayordomo se interpuso en su camino y volvió a sentarla en el sillón de un empujón, la tremenda violencia del movimiento resultó una conmoción después de una noche tan sofisticada.

Con el bastón, la condesa señaló a Diamond, Sky, Phoenix y Karla.

–Este es mi precio: sus almas gemelas a cambio de la libertad de mi hijo. Tenemos a cuatro de ellas en el salón. Los Benedict harían cualquier cosa por recuperarlas.

–¡Esta mujer está loca! –balbuceó Karla–. ¡Phoenix, Sky, hagan algo! –y cerró los ojos para enviarle un llamado de auxilio a su esposo telepáticamente.

–¡Ya es tarde! –anunció la condesa Nicoletta–. Demasiado tarde –se llevó las manos a las sienes y yo sentí la energía de su poder propagándose en ondas hacia todo el salón. Caí de rodillas. Era un ataque telepático que oprimió nuestras mentes como un maremoto. Sentí náuseas. La anciana aferró un mechón de pelo de arriba de mi cabeza y jaló de él hasta que quedé frente a ella–. Niña, cuando yo era más joven, me apodé el

borrador. Lamentablemente, no podrás recordar por qué.

Oscuridad.

 

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