Crystal

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Capítulo 10

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Capítulo 10

 

Desperté cuando una ola me golpeó el rostro. En un acto de imprudencia, tragué saliva y caí de rodillas mientras escupía agua de mar, arenilla y fragmentos de caracolas.

Diablos, qué frío hacía.

Me froté los brazos desnudos y apreté mi cuerpo para estimular la circulación de la sangre.

¿Dónde estaba? Es más, ¿cómo había llegado hasta allí?

Al abrir los ojos irritados, vi una playa cenagosa que se extendía hacia adelante y hacia atrás, dunas bajas cubiertas de plantas enmohecidas, un mar vacío color gris hierro. Mis únicas compañeras eran las aves marinas. Una enorme gaviota le dio un picotazo al caparazón vacío de un cangrejo que se encontraba cerca, indiferente a la llegada a su territorio de una extraña con un elegante vestido azul.

Retorcida por los escalofríos, salí con dificultad del agua poco profunda y caminé por la playa hasta el discreto refugio de los médanos. Olía muy raro… a pescado y juro que ese no era el perfume que me había puesto la noche anterior.

La fiesta de Diamond. Algunas imágenes comenzaron a brotar en mi mente. ¡Vamos, cerebro, ponte a trabajar! Yo había escuchado que las despedidas solían ser un descontrol con tanto alcohol de más y podían terminar con el novio atado desnudo a una columna de la Plaza San Marcos o en un viaje de ida a Roma, pero esto no tenía sentido. No recordaba haber bebido… había estado tan ocupada controlando que todo saliera bien. Diamond no era precisamente el tipo de hermana a la que se le ocurriría echar alcohol en mi bebida y luego abandonarme en una playa solitaria.

Eché una mirada a mi alrededor en busca de alguna pista. Recordaba que había empezado la noche en Venecia y, lo que tenía frente a mí, parecía ser el Adriático. Tal vez no había llegado tan lejos. Quizá me hallaba en una de las islas que se encontraban frente a una franja desértica del Lido.

Sin embargo, muchísima gente vivía en el Lido. Hasta tenía caminos, automóviles y un servicio de autobuses. No divisé ninguna construcción ni, mucho menos, una parada de autobús.

Bueno, ahora sí que estaba asustada. Eso ya no parecía una típica broma pesada de despedida de soltera, que hubiera salido mal. Más bien tenía la sensación de haber naufragado. ¿Acaso la lancha se había hundido al regresar de la isla de la condesa? ¿Era yo la única sobreviviente?

Niña, cuando yo era más joven, me apodé el borrador. Lamentablemente, no podrás recordar por qué.

¡Dios mío, claro que lo recordaba! La condesa se había transformado en una bruja psicópata que buscaba vengar a su hijo. La minúscula anciana había dado el golpe telepático más duro de la historia, nos había derribado a todas.

Pero no había conseguido borrar mi memoria sino solamente dejarme aturdida. Eso se debía probablemente a que yo siempre tenía la costumbre de mantener los escudos en alto para protegerme contra la telepatía. Sabía perfectamente quién era, por qué estaba allí, pero no cómo había llegado hasta esa playa ni dónde me hallaba. Dos de cuatro, no estaba tan mal. Al menos ahora tenía muy claro qué tenía que hacer: regresar a casa, dar la alarma y tratar de no morir congelada.

Decidí que moverme sería lo mejor. Era eso o convertirme en un témpano. Al trepar el médano, el vestido de seda se enganchó de inmediato con un trozo retorcido de hierro enterrado en la arena, seguramente el deshecho de algún naufragio. Me costaba concentrarme a causa del frío mortal que sentía.

Desde arriba de la duna, comprobé que la isla era diminuta: un pequeño refugio de aves salvajes y no mucho más. Las marismas bajas y alargadas de la laguna se extendían del otro lado, frente al continente. Donde yo me encontraba, no había más que mar y, hacia el oeste, una silueta distante de un petrolero conectado a la refinería. Pude distinguir la mancha borrosa de Venecia al otro extremo de la laguna. Por alguna razón, me habían arrojado hacia el noreste, en la zona virgen de las marismas de agua salobre, un lugar al que solo llegaban, de vez en cuando, cazadores y pescadores. Tarde o temprano alguien aparecería, pero yo no podía esperar que algún excursionista viniera a rescatarme. Era probable que a las demás se les estuviera acabando el tiempo.

¿Y por qué me habrían abandonado? Era incomprensible. Lo primero que haría era volver y dar la alarma.

En ese momento, se me ocurrió que eso debía ser lo que la condesa esperaba que yo hiciera. Esto era un secuestro y yo la nota del rescate. Me habían dejado lo suficientemente lejos de casa para que tardara horas en regresar y ella pudiera sacar a las prisioneras de la zona en secreto. Yo no era importante como rehén ya que no era una de las almas gemelas, era prescindible. Seguramente a ella no le importaba si yo lograba regresar antes de que la hipotermia me aniquilara o no. Y hasta le había contado que no podía comunicarme por telepatía para avisar a los demás, ella se había aprovechado de mi confianza despiadadamente.

La furia me invadió, el torrente de sangre resultó una cálida bienvenida para los dedos de las manos y de los pies. No pensaba seguir sus planes sin oponer resistencia. Ella había querido tiempo y yo no estaba dispuesta a dárselo. Advertiría a los Benedict aun cuando eso significara dejar mis tripas en la playa.

Me sumergí dentro de la mente. Como siempre había evitado hacerlo, no sabía cómo se hablaba telepáticamente, menos todavía a la distancia. Sin embargo, lo que sí sabía era encontrar una dirección, lo cual debería ser de utilidad.

Llévame a casa, le ordené a mi cerebro.

Pero el cerebro no era el mismo de la última vez en que había probado comunicarme por telepatía. Todos mis deshechos –pensamientos, pertenencias, divagaciones– ya no se arremolinaban en una nube sino que fluían como una flecha en una única dirección. De alguna manera, el ataque había desbordado las paredes de mi mente y reorganizado el cerebro por completo. Sin experimentar náuseas ni mareos, me resultó sencillo seguir las flechas como si descendiera esquiando por una pista bien marcada. Pero no sabía con qué me encontraría al llegar a la meta.

¿

Hola?

¿Qué rayos…? Guau, ¿eres tú, Bombón?

¡Xav! ¡Dios mío, Xav!

¿Por qué me hablas telepáticamente? ¡Te vas a enfermar! A continuación, lanzó una catarata de maldiciones, que la conexión no eliminó.

Eres mi alma gemela, ¿verdad? No hay duda. Sí, sé que lo eres. Alcancé a sentir el estallido de júbilo y la intensa alegría al otro extremo de la conversación.

Muy bien, Bombón, tienes que regresar ya mismo, porque tú y yo tenemos que dedicarnos seriamente a besarnos, abrazarnos y hacer planes.

En ese momento no podía compartir su entusiasmo,debía posponer esa catarata de sentimientos y analizarlos más tarde. Xav era mi alma gemela. Mi cerebro no conseguía aceptarlo. Demasiado frío… demasiado conmovido.

Por favor, cállate, Xav. Solo escúchame. Estoy tratando de decirte algo.

Rio. Una risa telepática es maravillosa, como un suave cosquilleo en la línea. No lo sabía.

Belleza, esto va a ser tan divertido. Solo tú podrías hacer semejante descubrimiento y pedirme que me calle la boca.

No, hablo en serio. Es una emergencia.

Percibí su cambio abrupto de humor. El chico bromista desapareció y me encontré hablando con alguien en quien podía confiar totalmente.

¿Qué sucedió? ¿Están todas bien? ¿Me necesitas? Todos nos preguntábamos por qué no habían regresado.

Tengo tanto para explicar, pero la versión abreviada es que la condesa Nicoletta es la madre de alguien a quien ustedes arrestaron en Londres.

¿El Sr. Roma? No conozco todos los nombres de los tipos que atrapamos, pero había un italiano.

Al final de la noche, se transformó en una harpía demente empeñada en vengarse. Se ha llevado a las demás –Diamond, tu mamá, Sky, Phoenix– y las tiene secuestradas.

¿¡Qué!?

Quiere negociar la libertad de su hijo.

Si no estás con ellas, ¿dónde te encuentras? ¿Estás a salvo?

Estoy bien pero no sé exactamente dónde. Supongo que debo estar en una isla cerca de Torcello… la parte salvaje de la laguna.

De pronto, apareció una pequeña lancha a motor, que se dirigía hacia mí. La estela trazaba una línea blanca en medio de las aguas cenagosas.

Espera, veo un bote de pesca aproximándose a la costa. Trataré de llamar su atención.

Si no puedes, conseguiré una lancha de carrera, pero si logras que te traigan, sería lo más rápido. Les avisaré a los demás. Victor y Trace sabrán qué hacer. Regresa lo más pronto posible.

Sí, señor.

Crystal, tú y yo: es una muy buena noticia, buenísima.

¿A pesar de que peleamos todo el tiempo?

Es-pe-cial-men-tepor eso.

 

El pescador se sorprendió tanto como yo al verme varada en la isla. Con gran caballerosidad, se quitó la chaqueta impermeable y me envolvió en ella.

–¿Cómo llegaste hasta aquí? –preguntó. Un banquero de Milán, no había imaginado ese encuentro incidental en su salida de pesca. Calzó su gorro de lana sobre mis orejas heladas.

–Estaba en una fiesta que terminó mal.

Chasqueó la lengua en señal de comprensión.

–Tengo una hija adolescente como tú –puso marcha atrás para alejarse de la playa. Movía las manos al hablar como el director frente a la orquesta–. Siempre le advierto que se aleje de las malas compañías. Los jóvenes pueden ser muy tontos.

Me habría agradado señalarle que mi “mala compañía” tenía más de ochenta años pero sería una explicación demasiado larga. Lo único que deseaba era que me llevara a casa lo más rápido posible.

–Siento mucho pedirle que se aleje tanto de su camino.

–No hay problema. Pescar una sirena en la laguna no es algo que ocurra todos los días.

Mi generoso salvador me dejó en el pequeño muelle cercano al apartamento.

–Alguien parece haberte extrañado –comentó señalando a Xav, que esperaba en la rampa, manta en mano –. ¡Hey, muchacho, tienes que cuidarla mejor, podría haber muerto!

–Él no tiene la culpa –mascullé avergonzada de que hubiera imaginado que Xav era el responsable. Por suerte, la recriminación había sido en italiano–. Era una despedida de soltera.

–Dios mío, en lo que se han convertido las chicas hoy en día. Cuando yo era joven, no eran así –arrojó una cuerda a Xav, que ató el bote al muelle–. Sube con cuidado, sirena.

Xav se estiró y me atrajo entre sus brazos. Me abrazó con tanta fuerza que apenas pude proferir un ahogado “gracias” a mi salvador.

–Gracias, señor, por traer a Crystal –Xav extendió la mano y saludó al banquero–. Nos gustaría pagarle por las molestias… al menos el combustible extra.

El pescador entendía inglés y rechazó la oferta.

–No es necesario. Aquí tienen mi tarjeta por si quieren saber dónde la encontré. Alguien debería ser castigado por esto, es absolutamente criminal abandonarla allí sin siquiera un abrigo.

Xav guardó la tarjeta en el bolsillo.

–Tiene razón. Yo me aseguraré de que reciban un escarmiento.

El hombre soltó la amarra y se alejó con el zumbido del motor hacia su día de pesca interrumpido.

–Por Dios, Xav, ¿por qué tuvo que salir todo tan mal? –pregunté–. Es mi culpa, ¿verdad? Yo organicé la fiesta. No sabía nada de la condesa.

–Cariño, tú no eres responsable de que haya savants malintencionados. Por lo que me contaste, es probable que haya estado tramando esto apenas escuchó que Diamond se casaba con mi hermano. Se iba a enterar tarde o temprano, por ti o por la misma Diamond. No es algo que se pueda ocultar –Xav acomodó la manta alrededor de mi cuerpo y luego me envolvió entre sus brazos como lo había hecho la vez anterior.

–Esto se está transformando en una costumbre –un hábito que me parecería bien alentar.

Me llevó hacia la reja del jardín.

–¿Cuál era la tarifa actual para rescates? Me parece recordar que pensabas cobrarme por este mismo servicio.

–Pagaré lo que sea, solo dime que encontraste a las demás.

–Me temo que no, pero tenerte de regreso ya es un gran paso. Papá, Trace y Victor están trabajando en el caso con las autoridades pero necesitamos a alguien que hable italiano.

–Iré ya mismo.

–No, ya mismo irás a descansar, comer y beber algo caliente. Yves está en la cocina preparándote el desayuno.

–No tendría que haberse molestado.

–Tú eres quien le está haciendo un favor al mantenerlo ocupado. Tenemos que darle algo que hacer ya que está terriblemente preocupado por Phoenix. Zed se está trepando por las paredes de lo angustiado que está por Sky. Ayudaría mucho que pudieras tranquilizarlos un poco diciéndoles que esa vieja bruja no las lastimará.

–No creo que les haga daño. Son rehenes, pienso que las quiere sanas y salvas.

Xav abrió la reja de una patada y subió los escalones. Los Benedict me esperaban en la sala haciendo un gran esfuerzo por no abalanzarse sobre mí con sus preguntas. Xav ya había ordenado que me permitieran entrar en calor. Era un grupo impresionante: todos eran morenos y tenían la altura del padre. Sin embargo, no eran todos iguales, ya que sus personalidades variaban desde el tranquilo Uriel –el segundo y universitario– al bonachón Will y al temperamental Zed que, en ese mismo instante, se moría de deseos de pelear. A pesar de la enorme presión que sentía de bombardearme a preguntas, Xav también se contuvo, y me permitieron ir a cambiarme. Diez minutos después, estaba sentada en el sofá envuelta en un edredón tomando chocolate caliente y contándole a Victor –el que trabajaba para el FBI– lo que había sucedido en la fiesta.

–Crystal, la policía italiana llegará en un momento –señaló Victor mientras observaba la pantalla de su notebook–. Será difícil conseguir que nos crean puesto que la condesa es una persona muy respetada. Creo que piensan que hemos malinterpretado la situación y que las mujeres se han ido a un viaje sorpresa.

–Lo entiendo.

–Ya estuvieron con la

signora Carriera y todo lo que ella pudo contarles fue que la fiesta fue magnífica y que al final cada una se marchó por su lado.

–Sí, eso es lo que ella vio. La condesa se aseguró de tener muchos testigos de que fue una noche normal. Si yo no hubiera estado allí, tampoco la habría creído capaz de algo semejante.

Yves abrió su laptop.

–Tiene que haber algo que pueda hacer. ¿Podemos rastrear su barco? Denme un rato y es probable que pueda crear un programa para hacerlo. Quizá logre ingresar a los satélites de seguridad militar que anoche estaban arriba.

Will, el hermano del medio que tenía el físico de un jugador de rugby pero un carácter calmo y sensato, bajó la tapa del aparato con firmeza.

–¿Y que nos pesque el Pentágono? Buena idea, hermanito. No creo que Phoenix quiera pasar los mejores años de su vida visitándote en la cárcel.

–No voy a permitir que me atrapen –Yves volvió a levantar la tapa.

–Mi don me dice que intentarlo sería peligroso para ti en este mismo instante. Admítelo, Yves, no puedes pensar correctamente cuando ella está en peligro, por lo tanto no es el momento de probar algo que requiera de toda tu inteligencia.

–Will, ¿y si ella me necesita? –la expresión de Yves delató el tormento que estaba sufriendo.

–Por supuesto que te necesita, idiota –Will le propinó un golpe ligero a su hermano–. Y necesita que no pierdas la cabeza.

Zed apretó un trozo de periódico en el puño.

–No puedo soportar esto. ¿Por qué no vamos a la casa de la condesa y derribamos la puerta?

Su padre apoyó la mano en el hombro de su hijo menor.

–Te entiendo, Zed, pero abrir la puerta a los golpes no servirá de nada si Sky no se encuentra allí. Ella no está ahí, ¿no es cierto, Victor?

Victor era el más serio de los siete hermanos, el pelo por los hombros atado en una cola, ojos grises y un cerebro afilado e incisivo como un puñal. Podía manipular la mente de la personas pero, afortunadamente, había elegido ser uno de los buenos.

–No. La policía dijo que no había nadie en la residencia salvo el casero. Eso es lo más sospechoso. Inmediatamente después de una gran fiesta, la condesa desaparece llevándose a todo su personal… y, podemos suponer, casi con seguridad, a nuestras mujeres.

Xav se acomodó junto a mí en el sofá y quedé apoyada sobre él.

–Pienso que estamos dejando de lado algo evidente. Tenemos un arma que la condesa subestimó.

–¿Qué arma? –preguntó Zed.

–Mi alma gemela –su anuncio despertó una breve sonrisa de los demás aun cuando estaban enloquecidos de preocupación por sus propias parejas–. Crystal siempre ha minimizado su don, pero ella encuentra cosas que estén conectadas a uno.

–Cosas, Xav, no personas –lo corregí.

–¿Estás segura de eso? Yo sentí la conexión telepática que tú estableciste con mi mente, fue la más fuerte de todas las que tuve, construida a partir de nuestro vínculo. Tú no usas la telepatía como el resto de la gente, Bombón.

–¿No? –yo no podía saberlo ya que había sido mi primer intento.

–No, tienes tu propio estilo. No me sorprende que te haya resultado tan duro lograr nuestra propia comunicación telepática porque la construiste sobre aquello que nos une: amistad, diversión y… mmm… amor.

Se me subió el color a las mejillas. Él lo había sentido. No era el momento que yo habría elegido para admitir que estaba mucho más enamorada de él de lo que había exteriorizado.

Uriel se ubicó en la silla que se encontraba a mi lado. Su colorido era el más claro de todos los hermanos, ojos almendrados y cabello castaño con destellos dorados como la melena de un león, similar al mío pero no tan frenéticamente erizado.

–Crystal, eso es fascinante. Yo no había considerado que hubiera más de una manera de comunicarse telepáticamente, ¿pero por qué no habría de ser así? Tengo la sensación de que haces algo similar a lo mío. Yo puedo localizar cosas a través del tiempo por su relación con los lugares y las personas… tengo vistazos fugaces de dónde han estado en momentos clave de su existencia. La resonancia de la emoción queda aferrada a ellos. Lo que tú haces parece concentrarse en el aquí y ahora y puede ser mucho más útil.

No estaba demasiado segura de eso pero me agradó que lo dijera.

–Si entendí bien, ¿eso significa que puedes hallar a Diamond gracias al vínculo emocional que tienes con ella? –Uriel le echó una mirada a Trace que caminaba de un lado a otro cerca de la entrada de la cocina.

Me mordí el labio. ¿Podría hacerlo? Nunca lo había intentado.

–Pienso que podría si supiera por dónde empezar a buscar. Sigo teniendo un problema y es que los centenares de vínculos que todos tenemos me dejan bruscamente fuera de órbita. Puedo lograr cosas simples como encontrar llaves, ya que eso es sencillo y directo y en general la gente tiene idea de dónde las dejó. Resultará mucho más arduo al existir tantas posibilidades en cuanto al lugar donde ella se encuentra.

Xav me dio un apretón en los hombros.

–Creo que necesitas algo un poco más fuerte que el lazo con tu hermana. Lo que yo estaba pensando es que deberías seguir la conexión de almas gemelas entre Trace y Diamond, o entre mi padre y mi madre. Seguir nuestro vínculo te resultó sencillo, ¿verdad?

–Sí, me condujo de manera perfecta hacia ti.

–Claro que fue perfecta –me dio un beso en la cabeza.

Yves arrojó la laptop y se arrodilló a mi lado.

–¿Entonces también puedes rastrear mi conexión con Phoenix?

Zed se inclinó por arriba del respaldo del sofá.

–¿Y la de Sky y yo?

Con un inquietante quejido, el padre de Xav se derrumbó en un sillón.

–Dios mío –sus ojos estaban llenos de lágrimas, algo tan inesperado en su semblante normalmente tan apacible.

Trace corrió junto a él. Moviéndome a un lado, Xav se puso de pie listo para administrar cualquier tipo de sanación que fuera necesario. Todos estábamos preocupados de que el señor Benedict hubiera sucumbido a la presión de perder a su mujer.

–Por favor, no se levanten –exclamó alzando la mano–. Estoy bien, chicos, más que bien –se oprimió el puente de la nariz para contener las lágrimas–. No pueden imaginarse lo bien que estoy –se reclinó con las manos colgando de las rodillas–. Crystal, querida mía, eres una rastreadora de almas gemelas.

Xav volvió a instalarse detrás de mí.

–¿Una qué? –pregunté.

–Ese es tu don. Es tan raro que solo conocí uno, el hombre que localizó a Karla por mí. Nacen uno o dos en un siglo. ¿Cómo nadie se dio cuenta antes?

Me encogí de hombros intentando ocultar sin éxito la conmoción detrás de una fingida despreocupación.

–Supongo que no revelaba los indicios correctos, hasta que anoche me vi forzada a hacerlo.

–Pero tú perteneces a una familia savant, ellos deberían haber identificado tu don para que pudieras ayudar a los que todavía no han hallado a su alma gemela. Su negligencia ante tu talento raya en lo criminal.

Victor se quedó boquiabierto. Era la primera vez que veía al hermano más frío y sereno de los Benedict completamente azorado.

–¿Quieres decir que ella puede encontrar a mi alma gemela… y también a las de Will y Uriel?

–Claro que sí. Pero ahora, ella puede hallar a nuestras mujeres y es algo que la condesa no había previsto.

Yo todavía no había logrado superar el impacto. Descubrir a mi alma gemela y enterarme de que tenía un don extraordinario todo en la misma mañana era mucho para asimilar. De todos modos, tenía toda la vida para reflexionar sobre eso. En ese instante, debíamos concentrarnos en salvar al resto de la familia.

–Hagamos un intento. ¿Qué tengo que hacer? –levanté los ojos hacia Xav–. Cuéntame más acerca de lo que sientes al estar conectado conmigo y qué es lo que tiene de diferente con respecto a la telepatía normal.

Xav me acarició la mejilla.

–Fue increíble. Pude sentir cómo ingresabas directamente en mi conciencia tan suavemente que era un placer verlo. En la telepatía, la sensación suele ser más como una palmada ligera en el hombro para conseguir tu atención… como una llamada por teléfono entre dos mentes. En tu caso, llegaste como un avión acercándose a la tierra. Alcancé a verte unos segundos antes de que aterrizaras. Supongo que podría haberte bloqueado en ese momento, ¿pero por qué habría querido hacerlo? No tuve que mantener el puente entre ambos… tú lo hiciste todo.

–Yo no hice nada. Solo seguí lo que ya existía entre nosotros.

–Mejor todavía. ¿Entonces no te dolió?

–No, extrañamente fue la cosa más natural del mundo.

–Muy bien. Tienes que tratar de transferir esa capacidad a otras mentes. Papá, ¿alguna sugerencia?

–Señor Benedict, ¿cómo lo ayudó el rastreador? –pregunté.

–Por favor, llámame Saul. Ahora ya somos parientes de tantas maneras –se estiró y me tomó la mano, su pulgar áspero raspó el dorso–. Era un hombre muy viejo, un anciano venerado por mi pueblo que llevaba años haciendo eso, por lo tanto había tenido tiempo de perfeccionar su método. Como yo era un joven inexperto, no compartió sus secretos conmigo. Lo que yo percibí fue que era capaz de meterse dentro de mi mente y luego moldear y seguir el vínculo. Tienen que recordar que, por entonces, yo no había conocido a Karla, de modo que me colocó en la dirección correcta, conduciendo mi conexión hacia ella.

–Perfecto. Mmm, eso parece muy avanzado. Pero todos ustedes ya tienen sus conexiones armadas, así que tal vez yo solo tenga que hallar la forma de ingresar a sus mentes y hacer eso de acercarme a la tierra desde allí.

–Tengo una idea –Zed se hizo un hueco en el extremo del sofá. Si se sentaba un Benedict más en el sillón, ya no me podría mover–. Cuando queremos trabajar en algo importante, yo mantengo unidos los dones de mis hermanos. Tú ya estás conectada a Xav, ¿verdad?

–Por supuesto que sí –confirmó Xav.

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