Cell

Cell


La academia Gaiten » 28

Página 72 de 146

28

Era Jordan, lo supo al instante. Miró a Tom por encima del hombro mientras se ponía los vaqueros, pero Tom no se había movido. Está frito, pensó Clay. Abrió la puerta, salió y la cerró tras de sí.

Ataviada con una camiseta de la Academia Gaiten a guisa de camisón, Alice estaba sentada en el descansillo de la primera planta con el niño entre los brazos. Jordan había sepultado el rostro en su hombro. Alice alzó la mirada al oír las pisadas de Clay y habló antes de que éste pudiera decir algo que tal vez habría lamentado más tarde: ¿Es el director?

—Ha tenido una pesadilla —explicó la chica.

Clay dijo lo primero que le vino a la cabeza, algo que en aquel momento se le antojó de vital importancia.

—¿Y tú?

Alice frunció el ceño. Con las piernas desnudas, el cabello recogido en una cola de caballo y el rostro quemado como si hubiera pasado el día entero en la playa, parecía la hermanita de once años de Jordan.

—¿Qué? No, le he oído llorar en el pasillo. Supongo que ya me estaba despertando de todas formas…

—Un momento —la atajó Clay—. Quédate aquí.

Volvió a su habitación del segundo piso y cogió el dibujo del escritorio. En ese momento, Tom abrió los ojos, miró a su alrededor con expresión entre asustada y desorientada, luego fijó la vista en Clay y se tranquilizó.

—De vuelta a la realidad —dijo antes de restregarse el rostro e incorporarse sobre el codo—. Gracias a Dios. ¿Qué hora es?

—Tom, ¿has tenido un sueño? ¿Una pesadilla?

—Creo que sí —asintió Tom—. He oído llorar a alguien. ¿Era Jordan?

—Sí. ¿Qué has soñado? ¿Lo recuerdas?

—Alguien nos llamaba locos —explicó Tom, y Clay sintió que el corazón le daba un vuelco—. Probablemente con razón. No recuerdo nada más. ¿Por qué lo preguntas? ¿Tú también…?

Clay no esperó a escuchar más, sino que bajó la escalera corriendo. Jordan se volvió hacia él con una suerte de timidez aturdida cuando Clay se sentó junto a él. No había rastro del genio informático; si Alice aparentaba once años con su cola de caballo y su piel quemada, Jordan no aparentaba más de nueve en aquel instante.

—Jordan, el sueño…, la pesadilla —dijo Clay—. ¿La recuerdas?

—Casi nada —repuso Jordan—. Nos tenían en unas plataformas y nos miraban como si…, no sé…, como si fuéramos animales salvajes…, y decían que…

—Que estábamos locos.

—¡Sí! —exclamó Jordan con los ojos muy abiertos.

A su espalda, Clay oyó los pasos de Tom bajando la escalera, pero en vez de volverse le mostró su dibujo a Jordan.

—¿Éste era el jefe?

Jordan no respondió, pero no hizo falta. El chico se encogió, asió de nuevo a Alice y sepultó el rostro en su pecho.

—¿Qué pasa? —pregunto ella, desconcertada.

Alargó la mano hacia el dibujo, pero Tom se le adelantó.

—Dios mío —musitó antes de devolvérselo a Clay—. Apenas recuerdo el sueño, pero sí recuerdo el corte en la mejilla.

—Y el labio —añadió Jordan con voz amortiguada por el cuerpo de Alice—. El labio colgando hacia abajo. Era el que nos enseñaba a los demás. A ellos…

Se interrumpió con un estremecimiento. Alice le acarició la espalda y cruzó las manos sobre sus omóplatos para poder abrazarlo con más fuerza.

Clay sostuvo el dibujo ante Alice.

—¿Te suena de algo? ¿Es el hombre de tus sueños?

Alice sacudió la cabeza y empezó a decir que no, pero antes de que tuviera ocasión de hablar se oyó un estruendoso traqueteo y una serie irregular de golpes procedentes del exterior, muy cerca de la puerta principal de la residencia. Alice profirió un grito, Jordan se aferró a ella con más fuerza, como si quisiera sepultarse en su interior, y lanzó una exclamación, y Tom asió el hombro de Clay.

—Joder, qué coño…

Un nuevo traqueteo al otro lado de la puerta, largo y fuerte. Alice volvió a gritar.

—¡Armas! —exclamó Clay—. ¡Armas!

Por un instante todos quedaron paralizados en el descansillo bañado por el sol. Al poco se oyó otro de aquellos traqueteos, que recordaba un montón de huesos rodando por el suelo. Tom subió corriendo al segundo piso seguido de Clay, que en un momento dado resbaló por culpa de los calcetines y tuvo que agarrarse a la barandilla para recobrar el equilibrio. Alice apartó a Jordan de sí y corrió hacia su habitación, los faldones de la camiseta revoloteaban alrededor de sus piernas, dejando a Jordan acurrucado contra el poste de la barandilla, la mirada húmeda clavada en el vestíbulo.

Ir a la siguiente página

Report Page