Arthur

Arthur


CAPÍTULO 38

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CAPÍTULO 38

 

 

Nada me apetece más que encerrarme con ella en uno de los pequeños cubículos del baño y entregarle lo que lleva pidiendo a gritos toda la noche y que yo ansío darle.

Sobre todo, después de escucharla pronunciar las palabras mágicas que tanto tiempo llevo esperando oír y que, por un corto espacio de tiempo, me hacen el hombre más feliz sobre la faz de la tierra.

«Putas dudas…»

Si Adrien ha sido capaz de decirle que me voy a trabajar con Oliver Hamilton, ¿qué más le habrá contado? ¿Habrá roto su promesa?

«Maldito Colin…»

Abro los ojos y me separo de ella, marcando las distancias, y la observo en silencio.

—¿Qué ocurre? —balbucea.

Aprieto los dientes.

—¿Por qué, Alison?

Ladea la cabeza y apoya las manos en las caderas, sin responder.

—¿Por qué de repente has cambiado de opinión? —insisto.

—No me crees…

—Lo siento, pero entenderás que después de todos mis intentos para que reconocieras lo que a mi parecer era tan evidente y tanto te esforzaste en ocultar tenga mis dudas.

Resopla.

—Ya te lo dije, no quiero perderte, Arthur, y si tengo que irme contigo a Estados unidos, lo haré con los ojos cerrados.

Se me escapa una risa sardónica y ella me fulmina con la mirada.

—¿Qué más te contó tu hermano, aparte de que me iba a trabajar con Hamilton?

—Nada, sólo eso.

—Dímelo, Alison.

—Acabo de hacerlo, ¿es que estás sordo?

—¿Qué hay de la promesa que hiciste sobre la tumba de tu difunto novio?

Se encoge de hombros.

—Las promesas se rompen, ¿no?

—Pues tú no parecías muy dispuesta a hacerlo, al contrario, te aferraste a ella con uñas y dientes.

—Lo hice para protegerte.

—¿Protegerme? —inquiero incrédulo—. ¿A mí? —me señalo y vuelvo a reír, esta vez con fuerza. 

Se frota la frente con una mano y suspira.

—Oye, no sé qué te pasa ni por qué has reaccionado así de mal a mi declaración, la verdad que no era esto lo que esperaba.

—¿Y qué era lo que esperabas? ¿Que me postrara sin más a tus pies? Me has hecho daño, Alison, me has humillado y despreciado, cuando te dije que estaba loco por ti, que me había enamorado y que lo quería todo contigo. ¿Por qué debería de creerte ahora si continuamente me das una de cal y otra de arena? ¿Me das esperanzas para pisotearlas dentro de cinco minutos y quedarte tan ancha?

Suspira.

—Nunca has entendido nada…

—¿Y qué debería de entender según tú?

—Que todo lo que hice fue por ti.

Suelto una carcajada.

—¿Por mí? Venga ya, sé sincera de una puñetera vez y dime la verdad, joder.

Se aproxima a mí con rabia y me clava el dedo en el pecho, una y otra vez, mientras habla.

—La verdad es que llevo todo este tiempo enamorada de ti, gilipollas, y si no lo reconocí primero, fue porque tenías un contrato firmado con una cláusula que te arruinaría la vida, ¿entiendes? Adiós a la clínica de rehabilitación de tu padre, adiós a tu trabajo y adiós a todo lo que era importante para ti.

¿Cómo iba a hacerte eso? ¡No podía, joder! ¿Crees que yo no he sufrido? ¿Que no me remuerde la conciencia por lo imbécil que he sido? Hacerte daño me mataba, pero era por tu bien, Arthur, maldita sea, era por tu bien… —solloza apoyando la cara en mi pecho y la abrazo.

—Alison… —murmuro—, nada era más importante que tú, si no podía tenerte, lo demás me sobraba, por eso renuncié a todo.

—Lo sé…, lo sé…, y pensé que era lo mejor para ambos, pero cuando Adrien me dijo que te ibas, yo…

—Te mintió, no me voy a ningún lado, Alison.

—¿Me mintió?

—Sí. Es cierto que Theodore me ofreció regresar a Ibiza, y mi respuesta fue un no rotundo porque, aunque tú no me amases, quería y quiero estar cerca de mi hijo.

—Pero yo te amo…, y quiero que estemos juntos, que formemos nuestra propia familia, aquí o donde sea, me da igual—me mira con intensidad—. Sé que me porté fatal contigo y que no te merezco, pero si pudieras darme una oportunidad, Arthur, una sola, te demostraría que mis sentimientos son verdaderos. Nunca he querido a nadie como te quiero a ti—remarca.

—¿Ni siquiera a Colin?

Niega con la cabeza.

—Ni siquiera a él. No era trigo limpio—afirma.

Se me encoge el estómago.

—Lo sabes—exclamo, sorprendido.

—¿El qué? ¿Que el día que tuvo el accidente y falleció me había desplumado? ¿Que iba camino del aeropuerto con destino a Las Vegas? Por Dios, pues claro que lo sé, ¿a quién crees que llamaron los del banco cuando sacó todo mi dinero de la cuenta? —coge aire por la boca y lo expulsa con fuerza—. Esa llamada fue como recibir… Un momento—me mira suspicaz—, dime que cuando me preguntaste si mi hermano me había contado algo más no te referías a eso. Dime que no piensas que, si reconozco mis sentimientos por ti, es porque me enteré de esa jugarreta y estoy despechada… Dímelo, por favor…

Ojalá pudiera hacerlo, pero estaría mintiendo y yo nunca miento.

—Arthur…

—Joder, Alison, ponte por un momento en mi lugar y dime qué harías tú si estuvieras en mi situación. ¿Qué podía pensar, si hasta tienes una fotografía suya encima de la mesita de noche en tu habitación?

Se frota la frente, cansada.

—Está bien, lo entiendo, aunque creí que me conocías mejor. Jamás haría algo así, no te diría que estoy enamorada de ti si no fuera verdad, idiota. No soy de esa clase de mujeres que juega con los sentimientos de los demás, deberías de saberlo maldito…

La silencio devorando su boca y deslizando la lengua en su interior. Gime y rodea con sus brazos mi cuello, mientras yo ahueco sus mejillas con mis manos. Dios…, sabe tan bien… Echaba tanto de menos su cálido aliento mezclado con el mío… El suave roce de su lengua, que me vuelve loco y hace que me ardan las entrañas.

—Me desarmas, pequeña acosadora—susurro sobre sus labios.

Sonríe alzando los ojos, clavando la mirada en la mía.

—Y tú me tienes postrada a tus pies, maldito cabezota.

—Mira quien fue a hablar.

Volvemos a enredarnos en un beso lento, tierno, de esos que iluminan tu alma y te hacen sentir importante para alguien. Amado… Acaricio su pelo y hundo la nariz en el hueco de su cuello, inhalando su olor.

—¿Crees que nos echarán mucho de menos en la fiesta si nos escabullimos y subimos a una de las habitaciones? —pregunto con unas ganas tremendas de hundirme en ella.

Ríe.

—Supongo que sí, llevan toda la noche pendientes de nosotros.

—Normal, no has dejado de acosarme delante de ellos, has sido una niña muy mala y descarada, Alison James.

—Sí, lo sé, pero, joder, ha merecido la pena—ronronea al sentir mis manos por debajo de su vestido.

—¿Lo dejamos entonces para más tarde? —mi dedo roza el elástico de sus braguitas y pone los ojos en blanco.

—Si sigues por ese camino, va a ser que no.

Un ruido, al otro lado de la puerta, impide que nos dejemos llevar. De mala gana, me separo de ella y coloco bien su vestido. Después, poso mi mano sobre su vientre y me inclino para hablarle a mi futuro hijo en murmullos:

—Papá ya está de vuelta, y no volverá a alejarse nunca más.

Beso la tripa, por encima de su ombligo, y luego miro a Alison, que emocionada acaricia mi cabeza.

—Cuando pienso que es imposible que pueda amarte más—dice con la voz tomada—, haces cosas como esta. Eres un hombre increíble, Arthur Preston, y te quiero con toda mi alma.

De vuelta al salón, antes de entrar en éste, le hago una última pregunta para saciar mi curiosidad y zanjar el tema de una vez por todas.

—¿Por qué les hiciste creer a tus hermanos que no sabías lo de Colin?

Se encoge de hombros.

—Porque me sentía avergonzada. Intentaron por todos los medios que no me relacionara con él y no quise escucharlos. Me alejé de mi familia de la peor manera, sin importarme el daño que les estaba causando. Fui orgullosa, caprichosa y sí, también muy cabezota. Ellos tenían razón y yo me equivoqué.

—Es de humanos cometer errores, Alison, sobre todo, si se cometen por amor.

—Ese es el problema, que hace tiempo que sé que mi equivocación no fue por amor, sino por rebelarme. Estaba tan harta de que se metieran en mi vida… Por eso hice esa promesa sobre la tumba de Colin, no porque lo sintiera de verdad, era la única manera de mantenerlos alejados, pero ya sabes cómo son…, me quieren y no pueden evitarlo.

Comprendo que lo hacen por mi bien, aun así, Dios…, a veces resulta asfixiante que quieran controlarlo todo.

Río.

—Sí, conozco perfectamente esa sensación, la he vivido en mis carnes todo este tiempo.

—Lo siento.

—Yo no.

—¿No?

Niego con la cabeza.

—Querer proteger a las personas que amas de cualquier sufrimiento, es la demostración de amor más vieja del mundo. Puedes cabrearte, rebelarte, e incluso alejarte, pero sabes que, en el fondo, a la hora de la verdad, siempre estarán ahí, para lo bueno y lo malo. Si tienen que decir algo, por muy duro que sea, lo harán.

Si tienen que hacer algo, por muy descabellado que resulte, también. Son los únicos que no fallan. Así que no, no siento tener a tus hermanos entrometiéndose en mi vida, por mucho que me enfurezca con ellos y saquen a relucir mis instintos asesinos, porque son una parte muy importante de ella y los quiero.

Además, yo también he hecho lo mismo con ellos cuando lo creí necesario.

Se acerca lentamente a mí y deposita un beso en mis labios.

—¿Te he dicho ya que eres un hombre increíble?

—Sí, pero puedes repetirlo siempre que quieras.

—Tonto.

—Preciosa.

Vuelve a besarme.

—¿Listo? —pregunta enlazando sus dedos con los míos.

—Vamos allá.

En cuanto cruzamos el umbral de la puerta del salón, acaparamos todas las miradas y, las sonrisas burlonas de Adrien, no se hacen esperar.

—¡Alabado sea Dios! —grita el mamón—. ¡Los milagros existen!

—Capullo—mascullo a su lado.

—Yo también te quiero, hombre, ¿cuándo es la boda?

—¿Boda? ¿Qué boda? —inquiero.

—No me jodas que no le has pedido a mi hermana que se case contigo.

—Adrien…

—Hermana, tenéis que casaros antes de que nazca el niño, es lo correcto.

Alison y yo intercambiamos una mirada antes de estallar en carcajadas.

—¿Qué es tan gracioso?

—Nada—respondemos los dos a la vez.

—Hablaré con Theo y…

—Hermano, no tienes nada que hablar conmigo, dejemos que lo hagan a su manera, ¿vale? —Theodore me abraza y luego besa a su hermana—. Felicidades, me alegro de que por fin hayáis limado asperezas y estéis juntos.

—Gracias—volvemos a responder los dos.

—Qué monos, si hablan a la vez y todo…

—Adrien James—exclama Alison—, deja de burlarte de nosotros, te voy a arrancar las pelotas por haberme engañado con la partida de Arthur.

—Vamos, vamos, hermana, no te pongas agresiva, eso no puede ser bueno para el bebé. Lo hice para hacerte reaccionar y dio resultado, así que de nada.

—Idiota.

—Yo también te quiero, enana.

Algunas horas más tarde, después de haber recibido las felicitaciones de todos, de haber compartido unos cuantos brindis a nuestra salud y la de nuestro bebé; de haber bailado, primero un buen rock and roll y luego una balada muy lenta, en una de las habitaciones de la planta de arriba, hasta quedar agotados y satisfechos; completamente desnudos, con los pies enredados y mis manos sobre el vientre de mi preciosa acosadora; aún con la respiración agitada y oliendo a sexo del bueno, le hago la proposición más horrible de la historia.

—¿Nos casamos?

—Sí, hagámoslo, pero en la intimidad.

—¿Solos tú y yo?

Sonríe.

—Solos tú y yo.

—¿Sin ningún James a nuestro alrededor?

—Exacto.

—Dios, nena, ahora sí que me tienes en el bote.

Sus carcajadas me contagian.

—Bobo.

—Acosadora.

—Guapo.

—Tú más.

—Te quiero.

—Yo sí que te quiero…

 

 

 

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