Arthur

Arthur


SINOPSIS

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Recuerdo perfectamente de qué manera se me encogieron las pelotas cuando Theodore dijo que su hermana Alison estaba embarazada. Fue el día que llegó de su luna de miel, en el Libertine. Adrien, él, y yo, hablábamos de la situación de Luis y de que a mí me parecía conveniente enviarlo a Londres y alejarlo una temporada de su historia con Mila cuando lo soltó. En ese momento sentí que mis pelotas eran absorbidas por una fuerza sobrenatural y que, si abría la boca, las vomitaría en sus caras. Tragué saliva, compulsivamente, como un millón de veces. Dejé de escucharlos y las imágenes de nuestro rock and roll pasaron por mi mente a cámara lenta, cortándome el aliento. Aún sigo sin entender cómo no se dieron cuenta de que por un momento me quedé mudo y a punto estuvo de darme un derrame o algo por el estilo. Juro que pensé que había llegado mi fin. Y todo por perder la cabeza y no poner un condón.

Estaba demasiado excitado como para pensar en otra cosa que no fuera darle lo que esa pequeña bruja llevaba horas pidiendo. Entonces recordé que ella dijo que tomaba la píldora y recuperé la capacidad auditiva a tiempo de oír que Adrien mascullaba entre dientes que mataría al pobre desgraciado, fuera quien fuese. Me di cuenta de que había silbado cuando ambos me miraron con cara de asesinos y a la vez exclamaron:

—¡Qué!

Respondí lo primero que se me ocurrió.

—Nada. Sólo que no me gustaría estar en el pellejo de ese tipo. Pobre diablo, no sabe lo que se le viene encima.

Siento lástima de ese hombre.

«Podrías haber sido tú, idiota».

Cojo aire con fuerza.

Afortunadamente no lo soy y mi vida no corre ningún peligro.

—¿Por qué estás tan callado?

Luis me mira desde el asiento del copiloto con interés.

—Pienso.

—¿Quieres hablarme de ello?

—No, no tiene importancia.

—Tú mismo…

Vamos de camino a Clover House. Como dije anteriormente, hoy se celebra el picnic anual de Los James y todos hemos sido invitados. Excepto Mila, que sigue enfadada por la dimisión de Luis en el Lust, todos asistiremos y seremos testigos de cómo Adrien le pide matrimonio a Caitlin. Trago saliva. «Joder, el círculo se va estrechando y ya sólo quedamos Luis y yo como solteros del grupo».

Eso acojona bastante.

—¿Entonces nos quedaremos a dormir en la mansión?

—No si puedo evitarlo, Luis.

Frunce el ceño, desconcertado.

—Tenía entendido que sí. Theodore dijo que tú siempre te quedabas.

—Sí, pero eso fue antes de…

Me muerdo la lengua a tiempo.

—¿Antes de qué?

«De follarme a Alison James».

Su teléfono suena evitando tener que darle una respuesta.

Mentiría si dijera que en estos dos meses no he pensado en ella y en el baile que nos marcamos en su habitación. En lo gratamente sorprendido que me dejó que fuera tan receptiva y le gustase bailar rock and roll. En su perseverancia hasta hacerme perder la cabeza. Y en la increíble manera en que nuestros cuerpos se acoplaron. Se tocaron. Se disfrutaron. Me pongo duro cada vez que me recreo en esas imágenes. Como ahora. Es inevitable.

—Arthur, es Rebeca, quiere saber dónde estamos.

—Dile que a punto de llegar. Diez minutos.

Me pongo nervioso al instante.

Aquel día, antes de salir de su habitación, acordamos no volver a hablar de ello y juramos que jamás volveríamos a bailar juntos. No nos hemos vuelto a ver y no hemos sabido nada el uno del otro. Bueno, excepto lo del embarazo, claro.

No tengo ni idea de cuál va a ser mi reacción cuando la vea dentro de escasos minutos. Ni tampoco la suya cuando me acerque a ella con intención de averiguar quién es el mequetrefe que le ha hecho un bombo. Dios, no puedo evitar ponerme en el pellejo de ese hombre y sentir lástima por él… Ojalá sus intenciones para con ella sean buenas, de lo contrario…

Los James son muy buena gente, pero como te la juren, échate a temblar.

Aparco el coche en la entrada. Curtis, el mayordomo de los James, nos recibe al pie de la escalera y nos acompaña a la parte de atrás, donde ya hay un buen grupo de gente pululando por el inmenso jardín. Lo primero que hacemos, tanto Luis como yo, es acercarnos a los anfitriones y agradecer la invitación. La señora Victoria, como siempre que me ve, me acoge entre sus brazos con cariño y deposita un tierno beso en mi mejilla. Me avergüenza pensar que hace nada estuve pensando en su hija pequeña con el culo en pompa frotándose contra mi polla y que me he empalmado sin remedio.

Me ruborizo hasta las cejas.

Soy lo peor de lo peor.

—Joder, ¿quién es esa? —me susurra Luis al oído cuando nos alejamos un poco de los anfitriones.

Sigo la dirección de su mirada y se me corta la respiración.

Está claro que mi memoria no le hace justicia.

Es todavía más espectacular en persona.

O puede que yo la mire de diferente manera después de nuestro rollo pasajero.

—Es la hermana pequeña de Theodore, Alison. ¿No la conociste el día de la boda?

—No, no tuve ese placer. Es muy guapa, ¿no?

¿Guapa? Guapa es quedarse corto, joder, la verdad es que es preciosa.

—Sí que lo es, sí—murmuro, dándome cuenta por primera de vez de hasta qué punto es cierta mi respuesta. 

La observo con atención, fijándome en cada detalle que la forma.

Su pelo ondulado, de un tono marrón oscuro, cae con gracia sobre sus hombros; su piel tostada y suave, he tenido el placer de comprobarlo, brilla con la luz del sol; sus ojos, también marrones y oscuros, tan parecidos a los de su hermano Theodore, se encuentran con los míos. Sonrío de medio lado y sigo con el escaneo de su cuerpo. Descarado. Sin cortarme un pelo. Me importa una mierda haber sido pillado in fraganti. No es muy alta, pero sí que tiene las piernas largas y muy bien torneadas. Quedarían preciosas rodeándome la cintura. El pecho, doy fe, generoso y terso, coronado por unos pezones deliciosos. Deslizo los ojos hacia arriba, percibiendo el movimiento de su lengua sobre el labio inferior y su sonrisa traviesa después. Provocadora. Coqueta. Sexy.

¡Joder!

—¿Me la presentas?

«Mierda, me había olvidado de Luis».

—¿Qué?

—Que si me la presentas… No deja de mirarme y quiero conocerla.

«¿Mirarte a ti? ¡Ja!».

Chasqueo la lengua.

—Ya tendrás tiempo de conocerla, ahora busquemos a Theo.

Me sigue de mala gana.

—¿Sabes si sale con alguien?

—Está embarazada.

—Vaya… Entonces supongo que la respuesta es sí.

—Exacto.

—Lástima.

Encontramos a Theodore y a Rebeca conversando con un grupo de gente, entre los que se encuentran los padres de Caitlin. Los saludamos y nos presentan a los que no conocemos. Enseguida me olvido del interés de Luis por Alison y me uno a la conversación que mantiene el señor Smith con Theo. Al parecer, Caitlin ha pedido la mano de Adrien a sus padres esta misma mañana y ellos se la han concedido de mil amores.

Sonrío.

—¿Y dónde están Adrien y Caitlin? No los he visto por ninguna parte.

—A Caitlin la he visto dirigiéndose al invernadero, supongo que buscando a mi hermano. 

—¿Y él? ¿Cómo se ha tomado que fuera ella la que pidiera su mano?

—No tenemos ni idea.

—Conociendo a Adrien, se habrá descojonado.

—Eso seguro.

Me tenso cuando Alison se une al grupo y le dedica una sonrisa a Luis. A mí ni siquiera me mira. No sé si me siento aliviado o molesto. Hace un par de meses me estaba haciendo la vida imposible en este mismo lugar y ahora me ignora. Supongo que debería de alegrarme por ello, ¿no? Sacudo la cabeza y trato de centrarme en las palabras de mi amigo. Asiento, sonrío, y respondo, siendo completamente consciente de que ella ahora está a mi lado y que ni me roza.

«Si fuera al contrario te estarías cabreando», pues sí, también es verdad.

Mejor así.

Los padres de Caitlin se despiden y el grupo se va dispersando, quedando sólo nosotros cinco. Theodore, Rebeca, Luis, Alison y yo. Cojo una copa de una bandeja que pasa a mi lado, de la mano de alguien que ni miro. Me siento incómodo.

Debería hablar con ella, felicitarla por su embarazo y todo eso, pero no me atrevo.

Es como si de repente me hubiera quedado en blanco. Como si me sintiera intimidado por ella. Algo extraño que no sé explicar con exactitud. Jamás me había sentido así con una mujer. Puede que sea mi sentimiento de culpa por haberme acostado con ella. Theo no deja de mirarme, poniéndome nervioso. Me hace una seña para que me acerque a su hermana y hable con ella. Joder, me siento presionado. ¿Cómo demonios voy a sonsacarle quién es el padre de su bebé, si ni siquiera soy capaz de articular palabra? No somos amigos. No tenemos confianza. No hay nada, joder. Esto es demasiado complicado para mí. Otra seña más y siento el corazón en la garganta. Bebo un sorbo de vino y exhalo con fuerza. Luis y

Rebeca ríen por algo que no escucho.

Vuelvo a beber y a exhalar.

Abro la boca.

—Ni te molestes —masculla Alison a mi lado.

—¿Perdona? —inquiero.

—¿Crees que no me he dado cuenta de las señales que te ha hecho mi hermano?

—¿De qué estás hablando?

—Vamos, Preston, conozco perfectamente a mis hermanos y sé, con total seguridad, que te han pedido que averigües de quién estoy embarazada.

«Chica lista».

—¿Y vas a decírmelo?

—No.

—Pues muy mal—enarca una ceja para mirarme—, porque si tan bien conoces a tus hermanos, sabrás que no pararán hasta saber quién es el susodicho.

Se cruza de brazos.

—¿Por qué te lo han pedido a ti?

—Piensan que tengo un súper poder que hace que la gente se abra a mí y me cuente sus secretos.

—Pues diles que ese poder no funciona conmigo, que soy inmune a ti.

—Vamos, Alison, me harías un favor enorme si me lo dijeras.

—No lo creo.

—Dentro de un par de semanas regresaré a Londres para quedarme y los tendré dándome la lata continuamente.

Querrán que me pegue a ti, que sea tu sombra. En tu estado no deberías de tener que pasar por todo ese estrés.

—No hablas en serio.

—Sabes que sí.

Se queda pensativa durante unos segundos y luego sonríe.

Eso me desconcierta.

—Tienes razón, no debería de pasar por eso, y menos sola.

—¿Entonces vas a decírmelo?

Se inclina, rozando el lóbulo de mi oreja con los labios.

—Tú eres el padre, Arthur Preston, ahora ve y díselo a tus amigos, a ver cómo se lo toman ellos.

Se aleja dejándome paralizado.

Mi corazón interrumpe sus latidos y lo veo todo borroso.

Yo no puedo ser el padre, ¿verdad? ¿O sí?

No, esto tiene que ser una broma.

Una de muy mal gusto, por cierto.

 

 

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