Ariana

Ariana


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- Niña, quédate quieta un segundo -protestó Nelly, mientras trataba de colocar el tocado-.

Ariana torció el gesto y trató de mantenerse inmóvil mientras la otra trabajaba, pero le era difícil. Faltaban dos días para su boda. ¡Su boda, por todos los santos del Cielo! Dio una patada en el suelo y se ganó una nueva regañina de la mujer que terminó por apartarse, poner las manos en sus anchas caderas y mirarla de malos modos.

- Ariana, si no dejas de moverte, en lugar de tocado llevarás un montón de flores enganchadas a tu revuelta cabellera.

La muchacha maldijo entre dientes y acabó por arrancarse los adornos del cabello. Su pelo, largo y sedoso, había sido peinado primorosamente formando bucles que recogieron sobre la coronilla. Estaba perfecto sin tener que poner más miriñaques, de modo que decidió dejarlo así.

- No llevaré nada en la cabeza.

- Pero el velo…

- No habrá velo.

Nelly abrió unos ojos como platos. Ninguna mujer iba al altar sin un velo que le cubriera el rostro. ¿Acaso su niña se había vuelto loca de atar? Era de las pocas personas que estaba en el secreto de la inminente muerte de lord Seton y sabía que aquello la estaba afectando, pero además la notaba más extraña desde la llegada del español. Claro que no era lo mismo saber que una va a casarse con un desconocido, que tener al desconocido alojado ya en su propia casa. Suspiró y acarició el brazo de Ariana. - ¿No lo harás ni siquiera por mí, princesa?

Los ojos violeta la observaron. Llevaban mucho tiempo juntas y quería a aquella rechoncha y vivaracha mujer.

- Lo siento, Nelly -se disculpó. Se sentó en el borde del lecho y esperó, pacientemente, a que la otra colocase de nuevo los adornos en su cabello-. - ¿Le dijiste a tu abuelo tu opinión sobre este casamiento, niña? -preguntó de repente Nelly-. - ¿Por qué quieres saberlo?

- Me cuentas casi todo. Y sobre este tema no has abierto la boca desde que, hace un mes, lord Seton apareció en este mismo cuarto y dijo: Ariana, vas a casarte.

- Ya sabes el motivo.

- Sí, lo sé. Tu seguridad. Pero ya tienes a Peter para que te proteja.

- El abuelo no sólo está preocupado por mi seguridad personal, sino por la fortuna. - ¿Quién le dice que ese español no intentará apropiarse de ella?

- Según el abuelo, su familia y él mismo tienen tanto dinero que ni siquiera sabrían contarlo. Dice que media provincia de Toledo es suya, amén de otras propiedades en España.

- El dinero llama al dinero, niña -dictaminó-. Y no lo digo porque mister Rivera me parezca un hombre desagradable. Por el contrario, creo que es un joven realmente atractivo, con el que cualquier mujer estaría feliz de casarse.

Ariana se envaró. La miró con las cejas alzadas y una media sonrisa triste en los labios. - ¿Atractivo? ¿Te burlas? - ¿Acaso no te has dado cuenta? -ironizó la otra, acabando de retocar el peinado- Debes de ser la única que no lo ha notado, entonces. Desde su llegada las criadas andan revueltas. ¿Te he dicho que se sortean quién sube a prepararle al baño? ¿Quién a arreglar su habitación? - ¿De qué estas hablando?

- De que si deseas conservar a tu marido, niña, lo deberás atar corto.

- Ya sabes que va a tratarse solamente de un matrimonio provisional, Nelly.

- Si tú lo dices…

- Además, ¿qué puede importarme si todas las mujeres están detrás de sus pantalones? No nos une nada y desaparecerá de mi vida antes de darme cuenta que estoy casada. Por mí, como si quiere flirtear con todas y cada una de las mujeres de Inglaterra.

Nelly miró a su señora con el ceño fruncido. No le cupo ya duda de que la noticia de la enfermedad del lord había trastornado a la muchacha. Ninguna mujer próxima a casarse, sea o no el marido de su gusto y elección, hace oídos sordos a los coqueteos del varón. Ella ya era vieja, pero sus ojos aún funcionaban perfectamente y estaba segura de una cosa: Rafael Rivera era uno de los hombres con más atractivo que ella viese jamás. Y si aquella tontita de Ariana Seton no procuraba mantenerlo cerca de ella, es que estaba loca.

- Listo -dijo al cabo de un momento-.

Ariana se levantó y se miró al espejo.

- No está mal.

- Estás preciosa, criatura -regañó Nelly-. Por Dios, nunca vi tan poco entusiasmo en alguien que va a casarse dentro de dos días.

- Para mí, como si fuese a comprar un caballo -rezongó la muchacha-.

- Pues te seguro niña, que lo que te esperará en el altar es un pura sangre, de modo que ten cuidado de que no te desmonte al primer embate. Y ahora quitemos el vestido, no vayas a estropearlo.

Ariana fue a protestar, pero el gesto de Nelly era de fastidio, y ella conocía muy bien ese gesto; si no deseaba pasar unos cuantos días aguantando gruñidos, debía ceder un poco. A fin de cuentas la mujer sólo quería lo mejor para ella, igual que el abuelo. Que ambos estuviesen confundidos, ya era otra cuestión. Y que el hombre elegido para unirse a ella, fuera aquel odioso, libertino, mujeriego y embaucador de Rafael Rivera… ¡era punto y aparte!

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