Amnesia

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La última entrada era del 3 de marzo, poco más de dos meses atrás. Volví a releer el blog en su totalidad y llamé a Maggie al móvil. Veinte minutos después aparcaba frente a un Starbucks y ella me saludaba desde el otro lado del cristal.

Maggie había escogido una pequeña mesa en un rincón. Pedí un latte y fui a su encuentro.

—Todavía estoy en estado de shock —dijo ella jugando con el vaso entre sus dedos.

—Dímelo a mí.

La historia de SpeedRacer95 era espeluznante en tantos niveles…, además del hecho de haber soñado con la chica de la gargantilla, que era lo obvio, había otras coincidencias sutiles pero inquietantes, como la pérdida de la madre a una edad temprana.

—Antes que nada, tengo que saberlo —empecé—, ¿cómo diste con el blog, Maggs?

Maggie rio. Agarró el móvil y lo activó. Buscó algo a la velocidad de la luz.

—Tomé una fotografía de la gargantilla que tú dibujaste —dijo mostrándome la pantalla del móvil donde efectivamente estaba la fotografía—. Entonces hice una búsqueda simple en google de la fotografía.

Mi rostro dejó claro que no sabía a qué se refería.

—Así…

Maggie hizo una serie de pases mágicos y unos menús emergentes aparecieron y desaparecieron. En menos de un segundo había una serie de imágenes en la pantalla muy similares a mi dibujo. La primera era el dibujo de la gargantilla que SpeedRacer95 había incluido en su blog.

—La imagen es tan particular —dijo Maggie— que no había muchas coincidencias.

—No sabía que era posible hacer eso. —Me asombré.

—Muchas personas no lo saben y se limitan a buscar palabras, pero la búsqueda por imágenes suele ser muy productiva.

Me quedé callado.

—¿En qué piensas? —preguntó Maggie.

—Si yo mismo no hubiese soñado con esa chica, no me hubiese creído una sola palabra de ese blog. No me extraña que nadie lo haya tomado en serio.

—Parece una de esas leyendas urbanas que todo el mundo sabe que no son ciertas.

—Pero la descripción de la chica, el vestido, la gargantilla…, esa sensación inequívoca de que la conoces… No puede ser una coincidencia.

—No. Y no nos olvidemos de que en la última entrada dice haber encontrado a alguien más que ha soñado con ella. ¿Por qué no ha escrito nada más? Ha pasado demasiado tiempo.

—Es verdad.

—He puesto una alerta. Me enteraré si vuelve a escribir.

Bebí un largo sorbo de café. La cafetería estaba prácticamente vacía. Había dos o tres mesas ocupadas pero nadie nos escuchaba. En la mesa de al lado había tres adolescentes que hablaban en voz alta, cosa que agradecí.

—Que SpeedRacer95 haya excavado en el jardín de su antigua casa me ha resultado muy extraño. Sé que frente a todo lo demás es un detalle sin importancia, pero eso mismo es lo que he hecho yo en el bosque.

Maggie se quedó pensando. Se mordió ligeramente el labio y miró hacia arriba un instante. El gesto me resultaba familiar. Sacudió la cabeza con suavidad antes de hablar.

—¿Crees que el chico vio a su madre enterrar las joyas desde la ventana de su casa?

—Yo creo que no lo sabía. Que la chica se lo ha mostrado.

Maggie guardó silencio.

—¿Tú? —pregunté.

—Yo creo que él lo sabía, por eso en el sueño es importante la ventana de la habitación.

—No sé qué pensar. De una u otra forma no cambia el hecho de que dos personas (quizás tres) hemos soñado con esa chica.

—Exacto. Y el patrón se ha repetido contigo, porque también te ha revelado algo, aunque todavía no sepamos qué.

Has olvidado algo.

Me quedé pensativo un momento. Aproveché para terminar mi café.

—Perdón por todo esto, Maggs.

Ella no comprendió.

—¿A qué te refieres?

—Acabas de llegar a la ciudad, no hemos hablado de ti…

—Johnny, necesito esto —dijo Maggie gesticulando con las manos, señalándome a mí y luego a ella—. Ya te contaré por qué terminé con Andrew y por qué el último tiempo en Londres fue una verdadera mierda. Pero no ahora. Ahora te necesito a ti, tu amistad. Necesito a Ross. Necesito que algo sea como antes.

La voz le tembló. Sus ojos se humedecieron. Le aferré las manos.

—No hace falta que hablemos de eso ahora.

Ella asintió.

—Y si ayudarme en esto te mantiene entretenida —continué—, entonces mejor, porque realmente necesito ayuda con este sinsentido. Si no estuvieras aquí dudaría de mi cordura.

En la mesa contigua las adolescentes habían dejado de vociferar y nos observaban con atención. Cuando me fijé en ellas inmediatamente volvieron a sus asuntos.

—Sabes quién podría ayudarnos con todo esto, ¿verdad? —dijo Maggie.

Por supuesto que lo sabía.

—Preferiría dejar a Ross al margen por el momento. Ya me siento suficientemente culpable por haberte involucrado a ti.

Maggie asintió. Ross era un ávido lector de historias de misterio, espionaje y todas esas cosas. De chico era el motor de nuestras aventuras. Sin duda tendría un acercamiento diferente al nuestro.

—Llámalo —dije—, se alegrará. Hagamos algo estos días, los tres.

El rostro de Maggie se transformó como una niña que recibe el mejor regalo del mundo.

—Sí, lo haré. Quizás podríamos cenar en tu casa. Yo cocinaré.

—Me parece perfecto.

Maggie seguía jugando con el vaso vacío entre sus dedos.

—Sabes cómo sigue esto ¿no?

Abrí mucho los ojos y me incliné hacia atrás, sonriente.

—No de esa forma, tonto.

—¿Cómo sigue esto, entonces?

—Tenemos que encontrar a SpeedRacer.

Al principio pensé que bromeaba.

—¿Cómo? Él mismo asegura que ha cambiado los nombres.

—Pero ha dejado algunas pistas… He estado trabajando en ello mientras tú visitabas a Jennie.

Maggie no perdía el tiempo. Así era ella en todos los órdenes de la vida, enérgica y proactiva, a veces hasta impulsiva.

—Soy todo oídos.

—Según dice al principio del blog está interesado en cómo registrar los sueños, por lo que podemos suponer que es estudiante de psicología. Parece estar llevando adelante alguna especie de experimento.

—Eso me ha llamado poderosamente la atención.

Maggie no pareció comprender.

—Quiero decir —expliqué—, que estás en medio de un estudio de tus propios sueños, o algo por el estilo, y empiezas a tener una serie de sueños premonitorios. Es cuanto menos sospechoso.

Maggie asentía.

—Tienes razón.

—¿Qué más sabemos de SpeedRacer? Además de que probablemente estudia psicología y practica esgrima. No parece mucho.

Maggie sonrió.

—Cuando relata la visita a su casa de la infancia, dice que lleva una gorra de la ACC, la Conferencia de la Costa Atlántica de la liga universitaria. ¿Sabes cuántas universidades participan en la competición de esgrima de la ACC?

Negué con la cabeza.

—Sólo cinco: Boston College, Duke, North Carolina, Notre Dame y Lindon Hill.

Enarqué inmediatamente las cejas al escuchar el último nombre.

—Sí, lo sé, yo creo lo mismo. Nuestro chico tuvo problemas de dinero con el padre jugador y todo eso. Si tuviera que adivinar, diría que es Lindon Hill.

Lindon Hill era de lejos la más austera, además de la más próxima. Y yo había estado en la ciudad apenas dos días atrás.

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