Amnesia

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Subí los tres pisos hasta la terraza y encontré a Mark de espaldas, recostado sobre la barandilla. Hice ruido al caminar y él se volvió. En la mano tenía una botella de whisky vacía que dejó en el suelo apenas me vio.

No habíamos hablado desde nuestra discusión.

—Hola, Johnny —dijo lo mejor que pudo.

—Feliz cumpleaños, Mark.

La terraza era amplia y había una gran mesa con sillas de metal. Di vuelta a una y me senté de cara a mi hermano, los brazos en el respaldo.

—Darla me ha pedido que venga a buscarte. Hay mucha gente allí abajo que quiere saludarte.

Me encontraba frente a una versión desconocida de Mark. No había habido un solo cumpleaños en el que él no estuviera recibiendo a los invitados, ocupándose de pasar un rato con cada uno de ellos. Ni siquiera la venta de Meditek o las dificultades que pudiera tener en su matrimonio explicaban este comportamiento. Mark siempre estaba a la altura.

—Todo está mal —dijo de repente, negando con la cabeza.

—¿A qué te refieres?

Se volvió y miró hacia abajo. Por un momento no supe qué hacer, hasta que finalmente me levanté y me acerqué a él; apoyé mi brazo sobre su espalda.

—Has venido con Maggie —comentó con optimismo.

—Sí. Ha regresado de Inglaterra hace unos días. Es bueno volver a verla.

Él pareció reflexionar. Guardé silencio a la espera de que él empezara a hablar pero no dijo nada.

—Mark, lo de la venta del laboratorio no puede ponerte así, entiendo que te afecte si las cosas con Darla no están en su mejor momento. Déjame decirte que me tranquiliza un poco que así sea.

Me miró sin comprender.

—Tú siempre pudiste con todo, Mark. No es normal. Algo tiene que afectarte alguna vez.

—Quiero arreglar las cosas…, y todo empeora.

—¿El viaje de Darla no ha mejorado las cosas entre vosotros?

Mark volvió a negar con la cabeza. Mi idea era conseguir que hablara un poco más, que el aire fresco de la noche penetrara en sus pulmones para luego bajar a la fiesta.

—Darla y yo no tenemos un futuro juntos —disparó.

Me quedé helado.

—¿Has visto cuántos niños hay allí abajo?

Asentí.

—Tener hijos nunca estuvo en nuestros planes. Ciertamente no en los míos.

—Quizás en un futuro…

—No hay futuro, Johnny.

Permanecí callado.

—Al principio pensé que era fantástico coincidir con ella en algo tan importante. Debí darme cuenta antes de saber cuáles eran sus razones… Por lo menos pude darme cuenta a tiempo.

La conversación estaba tomando un rumbo inesperado. No tenía idea hasta dónde llegaban las raíces de los conflictos entre ellos. Además, no estaba acostumbrado a ocupar el rol de hermano consejero, y tampoco quería forzarlo a bajar si no estaba de ánimos para hacerlo. Me pregunté qué haría Mark en mi lugar, y él siempre priorizaba mis sentimientos, me decía que tenía que escuchar esa voz interior que es la que realmente sabe lo que queremos.

—Podemos decirle a todos que no te sientes bien —dije—, que has comido algo en mal estado, por ejemplo. Lo entenderán.

Me miró con fijeza. A medida que pasaban los años sus facciones se asemejaban más y más a las de mi padre, y en ese momento fue como si él me observara a través de mi hermano. Fue una mirada orgullosa que me hizo sentir bien.

—Bajaré, Johnny. Gracias por haber venido a rescatarme.

—He llegado un poco tarde —dije mirando la botella vacía—. ¿Te la has bebido toda?

—Estaba casi vacía. —Y su propia respuesta le dibujó una sonrisa.

—¿Seguro que quieres bajar? —insistí.

—Dile a Darla que iré en un momento. Ha puesto mucha energía en organizarlo todo a la perfección.

Di media vuelta para marcharme.

—Johnny, ahora no es el momento, pero te debo una charla más profunda. La última vez me comporté como un estúpido contigo. Lo siento.

Yo seguía descolocado.

—Claro que sí, Mark, cuando tú quieras.

Me fui. Bajé a la segunda planta, donde estaban las habitaciones, y recorrí el pasillo en penumbras. La música era un arrullo muy distante. Al llegar al extremo del pasillo, y justo cuando me disponía a bajar las escaleras hacia la planta baja, un susurro me sorprendió desde la habitación de huéspedes. Reconocí la voz de Ian, lo que desde luego captó mi atención.

—Un accidente en motocicleta… —Una pausa. Hablaba por teléfono—. Claro, así va a ser.

Me quedé quieto junto a la puerta entreabierta. Pensé de inmediato en el accidente de Stuart Nance, por supuesto. La voz de Ian se amplificó. Iba a abrir la puerta.

—Creo que pronto podremos seguir adelante… De acuerdo…

No escuché más. Di dos zancadas y llegué al extremo de la escalera. Bajé los escalones procurando no hacer ruido. Llegué a la planta baja con una extraña sensación de incomodidad. Darla me interceptó en medio del salón.

—¿Cómo está? —dijo al ver mi cara.

—Ya está bien. Bajará en un momento.

Darla me dio un beso en la mejilla.

—Gracias, Johnny. Eres un ángel.

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