Amnesia

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Era una tarde de mucha actividad en el campus y creímos que localizar a Alex no sería sencillo; sin embargo, lo divisamos a la salida del curso de comportamiento animal con relativa sencillez. Al vernos el chico aceleró el paso pero la marea de alumnos le impidió avanzar.

—Es sólo un minuto —dijo Maggie siguiéndole el paso.

—Tengo prisa.

Yo me mantuve en todo momento a un par de metros, las manos en los bolsillos.

—¿Sois policías? —dijo Alex mirando en todas direcciones.

—No somos policías, por Dios. ¿Podemos hablar contigo un segundo?

—No tengo nada que hablar con vosotros.

Salimos del edificio y Alex enfiló por un camino lateral, mucho menos transitado que los otros. Maggie le dijo una y otra vez que si se detenía podríamos explicárselo todo, pero Alex no parecía dispuesto a ceder. Llegamos a un aparcamiento y allí lo intercepté. Era un chico menudo y no tenía intenciones de intimidarle, por lo que adopté el tono más conciliador posible.

—Escucha, Alex, no somos policías. Simplemente conocíamos a Stuart y queremos saber algunas cosas. Déjanos explicarte.

Por lo menos conseguí que se detuviera. Dudó un momento.

—Os escucho —dijo finalmente.

—Somos de Carnival Falls —dijo Maggie—. John también ha soñado con la chica de la gargantilla. Como Stuart y como tú.

—Entonces la conocéis.

Maggie y yo nos miramos. Nuestro desconcierto fue advertido de inmediato por Stuart. Íbamos a perderlo si no decíamos algo más.

—Sabemos que Meditek está detrás —dijo ella.

Mi amiga se jugó un pleno y acertó. Alex desvió la mirada durante un brevísimo instante y ese gesto lo delató.

—Meditek, el laboratorio… sabes de qué te hablo —contraatacó Maggie.

—Por supuesto. —Alex negaba con la cabeza mientras cambiaba el peso de una pierna a la otra. Parecía indeciso. Nos señaló un sitio más apartado—. Vamos allí.

Caminamos en silencio hasta unos parterres con bordillo en donde podríamos sentarnos. Maggie y él lo hicieron, yo permanecí de pie. Me sentía conmocionado. Alex prácticamente nos acababa de confirmar que la chica era real y no una simple alucinación mía. ¿Estaría muerta? ¿Qué tenía que ver Meditek en todo el asunto?

—No conocéis a Paula, me he dado cuenta.

Paula.

—¿Quién es Paula? —preguntó Maggie.

—La chica de la gargantilla —dijo Alex con impaciencia—. Trabaja en Meditek.

Las piernas se me aflojaron. Si había una pieza que no esperaba era la que acababa de caer en su sitio. Si la chica de la gargantilla —Paula— trabajaba en Meditek, Mark tenía que saberlo. A mi hermano no le había mostrado el retrato pero sí le había proporcionado una descripción.

—No quiero tener nada que ver con esto —dijo Alex—. Se lo dije claramente a Stuart en su momento. No digo que esté muerto por esto, pero es una coincidencia de mierda. Así que os diré lo que sé, que es casi nada, y no os quiero volver a ver.

—Es justo.

—Lo digo en serio. ¿Trato hecho?

—Sí —dijo Maggie con resolución. Ni ella ni yo sabíamos si podríamos cumplir con esa promesa.

Alex asintió. Pareció reunir el valor suficiente para hablar.

—Empecé a tener sueños recurrentes con la chica. Sueños de mierda. Se lo conté a una amiga y resulta que ella conocía a Stuart, con el que yo había hablado un par de veces pero nada más. Stuart estaba obsesionado con la chica, quería averiguar a toda costa quién era. Esos días nos unieron, porque reconozco que un poco me contagió, y además Stuart era un tipo muy majo. Supusimos que conocíamos a la chica de alguna parte; probablemente del campus. Pero después nos dimos cuenta de que si sólo él y yo la conocíamos, entonces tenía que ser de otra parte. Y así empezamos a hablar de nuestras rutinas y de lo que habíamos hecho en el último tiempo, y entonces fue sencillo. Nos dimos cuenta de que ambos habíamos hecho unas pruebas de mierda para Meditek.

Alex me señaló con la cabeza en clara alusión a que yo sabía perfectamente de qué nos hablaba. Y era lógico, porque el chico estaba asumiendo que yo también había participado en esas pruebas.

—Fuimos al laboratorio —prosiguió Alex con pesar—. No sé qué esperábamos encontrar. De las pruebas no recordábamos casi nada así que empezamos a especular disparates. Estábamos llegando cuando nos encontramos con ella por casualidad, con Paula, estaba allí, de carne y hueso, cruzando la calle en dirección al laboratorio. Stuart se le acercó y hablaron un momento; de alguna forma consiguió que ella le dijera que su nombre era Paula Marrel. Stuart le dijo que la buscaría en Instagram.

—Paula Marrel —dijo Maggie como si temiera olvidarse del nombre.

—Al día siguiente le pregunté a Stuart si había hablado con ella y me dijo que sí, que sabía que la chica trabajaba en la parte de seguridad informática de Meditek pero no mucho más, que ella hablaba a sus tiempos. Me dijo también que estaba convencido de que las pruebas de Meditek tenían un propósito oculto y que seguro que podríamos chantajearlos y pedirles mucho dinero.

Alex lo estaba soltando todo. Advertí cómo a medida que hablaba parecía sacarse un peso de encima. Ni Maggie ni yo lo interrumpimos. Era demasiada información.

—Yo me desentendí por completo, lo juro —dijo Alex—. No quise saber nada. Nunca hablé con la chica y Stuart siguió por su cuenta. Le dije que lo que tenían planeado era una estupidez, que iba a meterse en problemas, incluso en la universidad, porque él tenía una beca y Meditek tiene una especie de convenio.

—¿Y crees que lo de la motocicleta no ha sido un accidente?

Alex apretó los labios. Llenó de aire los pulmones y lo soltó de golpe.

—No lo sé, supongo que perdió el equilibrio, como dijo la policía. Sólo digo que es sospechoso. Así que, yo que vosotros, lo dejaría aquí. Si pensabais demandar a esos tipos o algo, yo me olvidaría de ello.

Se levantó.

—Alex, espera… —empezó Maggie.

—No —Alex habló con una seguridad que no había mostrado hasta ese momento—. Podría no haberos dicho nada, pero os lo he contado todo porque, si pensabais hacer lo mismo que Stuart y esa chica, es mejor que os echéis para atrás. Yo hasta aquí he llegado.

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