Amnesia

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Mark nos explicó a continuación algo que yo ya había empezado a intuir. ¿Estarían los laboratorios interesados en comercializar una droga que acababa con recuerdos traumáticos con sólo decirlos en voz alta? ¿Qué sucedería con la industria de los antidepresivos, los internamientos infinitos, los tratamientos interminables? Había un negocio montado en torno a las mentes enfermas.

Ninguno de los grandes laboratorios se había mostrado interesado en seguir desarrollando el ESH, y no sólo eso, sino que hicieron todo lo posible para acabar con el proyecto, quitándole a Meditek el financiamiento para investigaciones convencionales. Mark buscó financiación en el sector privado pero no la encontró; nadie en su sano juicio invertiría en un laboratorio con un pasivo preocupante, cuya investigación estrella era catalogada por la competencia como una pérdida de tiempo y de dinero.

Tres años antes de que las pruebas empezaran a mostrar pequeños signos positivos, la situación era crítica. Ian, que también creía en el potencial de la droga, estaba convencido de que los llevaría a la ruina financiera e intentó convencer a Mark para que abandonara la investigación. Si dejaban de lado el ESH, argumentaba, podrían restituir el vínculo con los otros laboratorios y reinventarse. Pero Mark no estaba dispuesto a eso.

Mark consiguió apoyo de la Fundación Albert Sanders, una fundación privada que accedió a invertir en Meditek para desarrollar el ESH. Albert Sanders era un poderoso empresario naviero de ochenta y cinco años que no se dejaba ver, y que las malas lenguas decían que estaba postrado en una cama sin poder comunicarse con nadie. La junta directiva no hacía demasiadas preguntas y el dinero fluyó, más rápido al principio y con mayor dificultad después. Esto le dio oxígeno a Meditek, pero no cambiaba el final de la historia: si eventualmente no conseguían llevar al ESH a buen puerto y vender la patente por una cifra asombrosa, estarían en la ruina.

Cuando llegaron los primeros resultados favorables, los laboratorios auditores cuestionaron severamente las pruebas.

—Había ciertos efectos colaterales —nos explicó Mark—. Todas las drogas tienen contraindicaciones. Se trató de un boicot.

—¿Cuáles eran las contraindicaciones?

Mark se acomodó en su silla.

—Antes os he dicho que los recuerdos se consolidan de dos formas. Pues bien, la consolidación sistémica, o lenta, que es la que se produce durante la noche, es la problemática. En ciertos casos, las trazas de memoria se recuperan durante este proceso. Es decir…

—En sueños —lo interrumpí.

Mark asintió.

—Pero eso no invalida el funcionamiento del ESH —dijo con cierta indignación, como si fuera a nosotros a quienes debía convencer—. Si eso sucede y alguna traza permanece activa, es posible volver a administrar la droga.

Cogió una cajita que había estado todo el tiempo junto al ordenador. La abrió y agarró entre los dedos una píldora anaranjada, similar a una perla en cuanto a su textura, pero de forma alargada.

Yo la reconocí de inmediato. Era la píldora que Mark había intentado darme la noche que había despertado con amnesia.

—Con el éxito del proyecto —continuó Mark— vino la amarga noticia de que Meditek se encontraba sumido en una ruina irremontable. Nadie lo sabía, salvo Ian y yo. Él se ha llevado la peor parte, porque me lo advirtió desde el principio.

—Bueno, pero habéis vendido, ¿o no? —intervino Maggie.

Mark se nos quedó mirando, como si su propio cerebro se hubiese borrado.

—Estamos a punto de vender Meditek, es cierto, ¿pero a qué precio? Y no me refiero al valor, por supuesto. Agotadas todas las instancias, Ian se ha visto forzado a recurrir a laboratorios extranjeros, y no lo juzgo. Se trata de un laboratorio coreano, controlado por el gobierno de Corea del Norte, que desde luego no tienen intenciones de comercializar.

—¿Fines bélicos?

—Es lo que suponemos. Misiones secretas podrían ser ejecutadas y luego borradas de la mente de sus ejecutores, localización de testigos clave, funcionarios que se jubilan y poseen información vital. La seguridad de un gobierno sería mucho más alta. Esto por no mencionar a prisioneros de guerra con información relevante y secreta. Sería penoso que ese poder cayera en manos de nuestros enemigos.

El semblante de Mark se ensombreció.

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