Amnesia

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Llegamos a un área recreativa a un par de manzanas. Subibajas, columpios, toboganes y estructuras para trepar eran coloridos insectos gigantescos a la espera de niños.

Maggie y yo íbamos a sentarnos en un tiovivo, pero estaba demasiado mojado y optamos por apoyarnos en una barra para hacer gimnasia.

—Esto es una pesadilla, Maggie. ¿Cuándo va a terminar?

—Lo siento mucho.

—En el funeral, cuando bajaban a la tierra el ataúd, no podía dejar de pensar en la caja de mis sueños con la palabra SECRETOS.

—No te castigues.

Los motivos me los llevaré a la tumba.

—Todo es tan confuso. Hay algo de lo que dijo Chris…

—No sigas, Johnny, por favor. Date un respiro.

Maggie tenía razón. Me quedé mirándola.

—A veces no puedo creer que hayas vuelto, Maggie. ¿Realmente estás aquí?

Ella suspiró y me abrazó.

—Claro que sí.

La aferré con fuerza y hundí mi cara en su pelo. La aparté con suavidad.

—Caminemos un rato antes de volver.

Apenas cruzamos el centro del área de recreación vimos a un hombre de traje negro que cruzaba la calle y venía directamente a nosotros. Al principio pensé que sería alguno de los asistentes; sin embargo, había algo en su andar, por no mencionar las gafas oscuras completamente inútiles en un día como aquél. Se las quitó a unos pocos metros y se las guardó en el bolsillo. Al mismo tiempo introdujo su mano en la parte interior de la chaqueta para sacar algo, un movimiento que me alarmó. Estaba demasiado cerca.

—Soy el agente Max Frost —dijo exhibiendo una credencial—. FBI.

Si hubiese llegado Harry Potter en su escoba voladora no me hubiera sorprendido tanto.

¿FBI?

—¿Perdón? ¿A quién busca?

—A usted, señor Brenner. Siento mucho su pérdida y lamento tener que abordarlo en una circunstancia tan lamentable como ésta.

—¿Usted está loco? —le espetó Maggie.

El agente Frost miró a Maggie como si acabara de advertir su presencia. Guardó su credencial.

—Sé que no es el mejor momento —volvió a repetir.

—Eso ya lo ha dicho.

—¿Puedo preguntar hacia dónde se dirigen?

—No, no puede preguntarnos nada —volvió a contraatacar Maggie.

—Pues yo creo que sí, señorita Burke.

Tanto a Maggie como a mí nos sorprendió que la llamaran por su nombre, algo que desde luego Frost hizo deliberadamente.

—La compra de Meditek y la muerte de su hermano están siendo objeto de una investigación federal, señor Brenner. Las autoridades locales nos han dado aviso y consideramos que hay razones para proceder.

—¿A qué se refiere con la muerte? Acabamos de…

—El suicidio de su hermano, perdón, no quiero que me malinterprete. Nuestros expertos han revisado todos los informes, por eso hemos autorizado…

Señaló en dirección a la casa.

¿Quién era ese payaso?

—Pues muchas gracias por autorizarlo, señor agente —dijo Maggie— ¿Podemos regresar, por favor?

Frost no le hizo caso.

—Mire, señor Brenner, de ninguna manera iba a aparecer en un momento como éste; no trabajamos de esta forma. Mi compañera y yo lo vimos salir por la parte de atrás y por eso nos acercamos.

—Iba a caminar un poco. No tenía idea de que estaban apostados en la casa de mi hermano. Madre mía, ni siquiera sabía que había una investigación federal en curso.

—Lamento que tenga que enterarse de esta forma, de verdad.

—Yo no sé nada de la venta de Meditek.

—Oh, no se trata sólo de la venta de Meditek —dijo Frost al tiempo que volvía a introducir la mano en el interior de la chaqueta. Esta vez no sacó la credencial sino una fotografía—. ¿La conoce?

Era una fotografía de Paula Marrel.

¿Oculté correctamente mi asombro? Quizás sí, porque lo precipitado de la situación hizo que no esperara en absoluto ver la fotografía de Paula en ese momento. Fruncí el entrecejo y me acerqué un poco a la fotografía.

—No la conozco.

Acababa de mentirle a un agente del FBI. Es lo que sucede cuando los acontecimientos se suceden de forma vertiginosa y sólo piensas en el ahora y no en las consecuencias. Lo que acababa de decir no tenía vuelta atrás. Frost podía tener la confirmación de que sí la conocía, por ejemplo, mediante una filmación captada con una cámara de seguridad…

La furgoneta.

No tendría que haber respondido. Frost no podía exigirme una respuesta en la vía pública, apareciendo de la nada.

El agente se guardó la fotografía. Creí advertir una ligera sonrisa en sus labios.

—Trabaja en Meditek, pero lleva desaparecida varios días. ¿Su hermano no le dijo nada al respecto?

—No que yo recuerde.

¡Deja de hablar!

Maggie se había quedado de piedra, podía sentir la tensión en cada uno de sus músculos.

Yo sabía que nada de lo que dijera tendría validez en un juicio o podría ser considerado evidencia, pero podría dirigir a los investigadores en la dirección correcta, y eso era suficiente para joderme.

No sabes dónde está el cadáver. Si es que efectivamente está muerta.

Estaba jodido. Aquel tipo era probablemente un experto en leer a las personas.

—Siento mucho haberlo molestado, señor Brenner.

No respondimos.

—Ah, y una cosa más —dijo el agente antes de volverse—. Uno de estos días iremos a verlo a su casa. Tenemos algunas preguntas más.

Sin esperar respuesta, se acomodó la chaqueta y se marchó.

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