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3. ¿Puedes rescatarme de una prisión en el Tercer Mundo?

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¿Puedes rescatarme de una

prisión en el Tercer Mundo?

 

 

 

La vida es demasiado corta para compartirla con gente sin recursos.

JEFF BEZOS

 

 

«Lo que realmente quería era alguien ingenioso. Pero nadie sabía a qué me refería cuando afirmaba estar buscando a una mujer con recursos»,14 explicó Bezos a la revista Wired en 1999. Una vez más, Jeff se desmarcó de los convencionalismos a la hora de encontrar a su compañera de viaje. No es para menos; dejando de lado su despampanante intelecto, la vida del fundador de Amazon ha estado marcada por mujeres de fuerte carácter. Jackie Gise, el nombre de soltera de su madre antes de contraer matrimonio con Miguel Bezos, rompió moldes al quedarse embarazada cuando era una adolescente. No sólo eso, su primer matrimonio con el padre biológico de Jeff, Ted Jorgensen, duró poco menos de un año. Desde entonces, Jackie se ha convertido en cierta forma en la matriarca de la familia y aún se posiciona como el nexo de unión para todos sus miembros, además de presidir la Fundación Bezos, donde Jackie y Miguel ejercen de maestros de ceremonia con sus tres hijos y sus respectivas parejas.

Una vez más, el linaje que caracteriza a la familia Bezos se sintetiza en dos conceptos: pasión y grandes ideas. Éste ha sido el mantra que Jackie inculcó a Jeff desde que era sólo un crio. No hay que olvidar que pese a la aventura que supuso criar a su primer hijo cuando ni siquiera rondaba la mayoría de edad, la madre de Bezos consiguió licenciarse en psicología por la Universidad de Saint Elizabeth y, en estos momentos, además de presidir distintos consejos de dirección como el del Instituto para la Enseñanza y Ciencias Cerebrales (I-LABS, por sus siglas en inglés), su mayor logro es autodefinirse como «Creadora del Caos» en el campamento de verano que ella misma dirige para sus once nietos.

En los negocios como en el amor, Jeff siempre adoptó una actitud empírica, muy similar a la que Jackie y Pop Gise le inculcaron cuando no levantaba ni un metro del suelo. Desde que abandonó el instituto, ninguna mujer le robó el corazón, y su interés por las féminas no fue más que anecdótico. Dicho esto, al joven Bezos le comenzó a picar la curiosidad durante su periplo en D. E. Shaw. Básicamente, en el apartado profesional su éxito estaba más que probado, sin embargo, sus poderes de seducción se reducían a una particular carcajada y un singular sentido del humor. A sus veintiséis años su objetivo era encontrar a alguien que le complementase, de ahí que comenzase a abordar sus citas como si fueran un verdadero proyecto empresarial. Su profesionalidad, como de costumbre, era impecable. Copiando las lecciones aprendidas en Wall Street, su metodología comenzó estructurando un cuadro similar al que los profesionales de las finanzas suelen elaborar cuando buscan una inversión rentable, léase: un deal flow.

En este tipo de análisis suelen incluirse los pros y los contras que la operación conlleva, además de la viabilidad y éxito de la misma. Así, Jeff elaboró su particular women flow, donde la meta era no dejarse influenciar por los sentimientos o las primeras impresiones sino determinar de forma aséptica si la pareja en cuestión era o no compatible con las necesidades del joven. A la caza y captura de una compañera de viaje apropiada, la primera pregunta que Bezos se planteaba durante la velada con las distintas pretendientes era la siguiente: «¿Sería capaz de rescatarme de una prisión en un país del Tercer Mundo?». Posteriormente, durante una entrevista, el propio Jeff reconoció que la vida es lo suficientemente corta para perder el tiempo con gente que no tiene recursos para afrontar los retos que se le presentan. Un acercamiento estoico al amor pero no por ello desdeñable.

Dicho esto, en los asuntos de Cupido, muchas veces es imposible dejar los sentimientos de lado y por eso parece que el fundador de Amazon no tuvo demasiado éxito en esto de encontrar a la mujer perfecta mediante gráficos, cuadros y suposiciones enrevesadas. Sin embargo, la flecha del amor no estaba demasiado lejos de Jeff; de hecho, se encontraba en el despacho próximo al suyo en D. E. Shaw. MacKenzie Tuttle rondaba la veintena cuando aspiraba a un puesto de investigación en el hedge fund en busca de pagar las facturas y poder costear su verdadera pasión: escribir una novela. Casualidades de la vida, fue Bezos el encargado de entrevistarla por primera vez aunque el amor no surgió hasta que Tuttle pasó a trabajar para la compañía. «Mi oficina estaba puerta con puerta a la suya y continuamente podía escuchar esas carcajadas fabulosas15 —recordaba MacKenzie durante un reportaje con la revista Vogue—. ¿Cómo no puede uno enamorarse de esa sonrisa?», se preguntaba la actual señora de Bezos.

Con paciencia y algo de seducción, MacKenzie logró llamar la atención de Jeff invitándolo a comer durante un día cualquiera. Una vez que las artes amatorias surtieron efecto entre ambos, la química fue instantánea. Tanto que tan sólo noventa días después de comenzar a salir se comprometieron, algo completamente irracional en la enrevesada cultura de las citas en Estados Unidos. Tres meses más tarde ambos contrajeron matrimonio. Por aquel entonces, en 1993, MacKenzie acababa de cumplir los veintitrés años. «Creo que mi mujer tiene recursos, es la más inteligente, concienzuda, atractiva… pero además tuve la suerte de poder ver su currículum antes de conocerla, por lo que sabía exactamente cuáles fueron sus notas —apuntó Bezos—. ¿Eran buenas?, eso nunca lo diré», bromeó el fundador de Amazon envuelto una vez más en su particular sonrisa.

La propia mujer de Bezos admite que ambos son completamente opuestos. Mientras que Jeff es bastante social y le encanta conocer a gente, ella todavía es un manojo de nervios cuando tienen que organizar cualquier tipo de evento. Pero aunque a primera vista ambos sean distintos en esto de lidiar con la gente, realmente Jeff no pudo encontrar mejor compañera de viaje. Al igual que Bezos, MacKenzie pasó buena parte de su infancia en San Francisco devorando libros y plasmando sobre el papel el sinfín de historias que pasaban por su cabeza. Su padre, un gestor financiero, y su madre, un ama de casa risueña y extrovertida, no consiguieron dejar de lado la timidez que desde siempre caracterizó a MacKenzie. Su pasión por la escritura comenzó a los seis años, cuando, según ella misma reconoce, escribió su primer libro, The book worm, una obra de 142 páginas que la precoz chiquilla elaboró día a día durante un año tras salir del colegio. Tristemente, el manuscrito se redujo a un cúmulo de papel mojado cuando seis años más tarde la casa los Tuttle sufrió una inundación. Su gran capacidad para los estudios y la literatura se curtieron en el reconocido colegio preparatorio de Hotchkiss, en el estado de Connecticut, donde la joven militó antes de partir a la Universidad de Princeton. El motivo fundamental de su elección fue la oportunidad de poder estudiar escritura creativa, arropada por Tony Morrison, ganadora del Premio Pulitzer en 1988 por su novela Beloved y también receptora del Premio Nobel de Literatura en 1993.

Morrison, con más de ocho décadas a sus espaldas, aún considera a día de hoy a MacKenzie como «una de las mejores estudiantes que jamás he tenido en mis clases de escritura creativa». Con una mentora de esta categoría, la mujer de Bezos consiguió entablar relación con Amanda «Binky» Urban, una de las agentes literarias más importantes en el país. La esposa de Bezos publicó su primera novela en 2005, que llevó por título The Testing of Luther Albright: A Novel (P. S.). La historia relata la vida de Luther Albright, un padre devoto y diseñador de presas que cree que puede diseñar la felicidad de su familia protegiéndolos de sus propias emociones. La crítica acogió el libro con entusiasmo. El propio The New York Times alabó «la articulación de MacKenzie Bezos sobre la vida interior de un hombre de mediana edad, tan convincente que a veces el libro se lee como la autobiografía de un cobarde».16 Según MacKenzie su primera creación literaria de largo alcance le llevó una década de trabajo y «muchas, muchas lágrimas». Sin embargo, a su favor, durante dicho período de tiempo no sólo tuvo que encontrar la inspiración suficiente que conlleva este tipo de tareas, sino que también tuvo que apoyar a Jeff en la concepción y materialización de lo que hoy es Amazon y criar a los cuatro hijos de la pareja (tres chicos y una chica). Aun así, la mujer de Bezos reconoce que Jeff es «su mejor lector». Traps, la segunda novela de MacKenzie, fue un reto importante, puesto que la técnica empleada fue muy distinta a la de su estreno literario; con todo, la obra volvió a proclamar su éxito en el mundo literario. «Un thriller que mantiene al lector en suspense de forma muy inteligente»,17 según la revista Vogue. Traps relata la historia de cuatro mujeres con un pasado variopinto, desde una rescatadora de animales hasta una prostituta adolescente, cuyas vidas se cruzan en el área de Los Ángeles durante un período de cuatro días.

MacKenzie, al contrario que Bezos, es la encargada de observar en la sombra. Mientras su marido tiene la misma facilidad para elaborar un discurso en un abrir y cerrar de ojos que para desatar su ira en momentos de frustración, su esposa suele mantener a la familia con los pies en la tierra. Pese a que la fortuna de ambos supere con creces los 20.000 millones de dólares, MacKenzie se caracteriza por un vestuario informal, normalmente compuesto por vaqueros y camiseta, a veces rematado con algún bolso o accesorio de lujo que Jeff ha elegido para ella. «Presto mucha atención a lo que suele llevar puesto», afirma Bezos, quien normalmente sorprende a su esposa con nuevas prendas para su armario. La mujer de Bezos, al contrario que otras esposas con fortunas multimillonarias gracias a sus maridos, suele mantenerse fuera de la luz pública. En ocasiones, como hace un par de años, debe enfrentarse al escrutinio social acogiendo eventos como la Gala del Instituto de Moda del Metropolitan Museum, donde dejó boquiabierto a más de un asistente con un impresionante vestido rojo y fucsia del diseñador Juan Carlos Obando.

Anécdotas a un lado, la esposa de Bezos no suele realizar declaraciones o conceder entrevistas salvo que éstas estén relacionadas con su trabajo como escritora o con alguna de las causas filantrópicas que el matrimonio apoya. Sin embargo, a comienzos de noviembre de 2013, la mujer de Bezos inició su particular cruzada contra Brad Stone, reconocido escritor de la revista Bloomberg Businessweek y autor del libro The Everything Store, una biografía no autorizada sobre la vida de Bezos y los orígenes de Amazon. En una reacción nunca vista con anterioridad, MacKenzie tiró por tierra la obra de Stone al otorgarle una estrella en la tienda Amazon con el consecuente mensaje: «Demasiado impreciso».18 «Una visión desequilibrada y engañosa de la cultura de Amazon», reiteró. Además dejó muy claro a los lectores que Stone no había entrevistado ni una sola vez a Jeff Bezos a la hora de desarrollar su historia, por lo que era incongruente que en ocasiones el libro adquiriese un tono tan íntimo en referencia al fundador de Amazon, cuando éste ni siquiera había participado en el proyecto.

Por supuesto, esta hiriente crítica no tardó en convertirse en la comidilla de los medios de comunicación, así como entre aquellos que forman o formaron parte de la compañía, como su primer empleado, Shel Kaphan. De hecho, y de forma implícita, este pulso contra el escritor de la biografía de Bezos dejó entrever que la tensión entre MacKenzie y Kaphan es más que evidente, algo que aviva las teorías conspiratorias sobre los primeros años de vida en la tienda online más grande del mundo. «Noticias de última hora: un nuevo libro de 372 páginas tiene algunos errores»,19 escribió Kaphan en la crítica escrita en respuesta a la publicada por la mujer de Bezos. El que se considera «cofundador» de Amazon dejó claro que pasó mucho más tiempo en el entorno laboral de Amazon durante aquellos años que MacKenzie, y que, en general, el relato de Stone sobre los primeros años de la compañía es bastante exacto, teniendo en cuenta que no tuvo acceso al propio Bezos.

Por su parte, Stone, en una respuesta respetuosa y nada ofensiva, agradeció a la esposa de Bezos sus impresiones e incluso se mostró abierto a la hora de corregir cualquier detalle que pudiera demostrarse erróneo. Aun así, el autor de The Everything Store dio cuenta de las más de trescientas personas con las que pudo entablar conversación y le ayudaron a construir la columna vertebral de su obra, un libro que ha levantado ampollas emocionales entre la familia Bezos si tenemos en cuenta que reaviva enormes fantasmas del pasado. No hay que olvidar que, en el mismo, Stone localizó al padre biológico de Jeff Bezos, quien actualmente regenta una tienda de bicicletas en Arizona. Ted Jorgensen, quien la última vez que vio a su hijo éste apenas tenía tres años, desconocía que su primogénito era el fundador de una de las compañías más grandes del mundo.

Según relata Stone, al enseñarle fotografías de Jeff, Jorgensen se mostró incrédulo y dubitativo inicialmente, pero al final ató cabos que le permitieron refrescar la memoria. «Sus ojos se llenaron de tristeza», asegura el autor. No debemos olvidar que el padre de Bezos tenía tan sólo dieciocho años cuando contrajo matrimonio con Jackie. El por entonces artista de circo y gran bebedor no consiguió mantener ningún trabajo estable y acabó por abandonar el instituto poco después, algo que desmoronó su relación con la madre de Bezos rápidamente. Cuando Jackie se volvió a casar, Jorgensen prometió mantenerse al margen de la vida de la familia para siempre, y así lo hizo. Stone escribe en su libro que Jorgensen parece avergonzado de haber accedido a quedarse fuera de la vida de Bezos durante tanto tiempo. Incluso, tras descubrir quién era su hijo, Jorgensen intentó ponerse en contacto con Jeff, aunque se desconoce el alcance de dicho acercamiento. «No fui un buen padre o un buen marido —justifica—. Realmente es mi culpa.»20

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