Alma

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XVI. Todos

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Por lo demás, en todos aquellos meses, el interés por lo sobrenatural iniciado por La puerta continuó desarrollándose y creciendo. En la televisión había programas especializados que aunque trataban otros temas relacionados con el mundo del ocultismo se centraban casi exclusivamente en el espiritismo. Una noche, mientras Rebecca miraba la televisión, soñolienta, recorriendo todo el espectro de canales sin encontrar nada que la sacara de su letargo de final del día, se encontró con uno de esos programas. Un experto en la materia estaba hablando de manera acalorada con el presentador.

—… la gente no lo comprende —decía—, esto es mucho más que una experiencia curiosa, y por supuesto, es mucho más que un juego. La ouija funciona, señor, y aunque hay un sinfín de teorías sobre por qué funciona, ciertas pruebas de campo realizadas con métodos científicos desmontan todas esas teorías. Es muy frustrante…, es casi como si nos estuviera vetado, como si en el esquema global no se quisiera que se supiera. ¡Pero la ouija está, existe, es algo! Algo misterioso, inexplicado, que no inexplicable, donde entran en juego fuerzas aún por descubrir. Por eso no lo entendemos. La ouija es una puerta, como se explica en el libro del señor Balmori. Puede parecer una novela de ficción, de terror si quiere, pero es el que más cerca ha estado de explicar cómo funcionan las cosas.

Rebecca se revolvió en el asiento. Había… leído y oído tanto sobre el libro de su marido que le resultaba imposible pensar que pudieran decir algo que no supiera ya; no sólo sobre el libro o lo que había supuesto entre sus seguidores, esa moda fantástica y desproporcionada, sino sobre el tema del espiritismo en general. Sin embargo, aquel hombre parecía estar lanzando alguna especie de advertencia y quería escucharla.

—Todo lo que los personajes hacen —continuó diciendo el experto— es formular con precisión cómo se activan las fuerzas de la ouija de una manera explosiva. Todos sabemos cómo se hace espiritismo y la mayoría lo hemos llevado a cabo en el instituto o en nuestra adolescencia, como un juego. Pero el señor Balmori añadió algunos elementos nuevos a la puesta en escena que, de hecho, parecen funcionar bastante bien. No sé qué son esos símbolos que acompañan y custodian el tablero, ignoro de qué tipo de pesadilla ancestral los sacó, o si los copió de algún códice de brujería antiguo… ¡Lo ignoro! Pero esos símbolos y la ubicación de las velas alrededor del tablero son unos alucinantes potenciadores de la experiencia general de espiritismo. Tal vez uno de los primeros lectores llevó a la práctica el proceso, y como quiera que obtuviese resultados más que satisfactorios, se produjo el efecto boca oreja. La gente se ha enganchado a esos efectos, señor. Si la ouija es una puerta a cosas que desconocemos, y no estoy diciendo que sea necesariamente al mundo del Más Allá, entonces el señor Balmori ha escrito el manual de instrucciones más exacto y perfecto que existe, aunque partiera, como creo, de una base ficticia.

Rebecca sintió un escalofrío.

—¿Y qué instrucciones son ésas, en su opinión? —preguntó el presentador—. O sea, ¿qué describen?, ¿a qué llevan?

—¿A qué llevan? Bien, hablamos de energías misteriosas —respondió el experto—. Hablamos de… sucesos a los que no se les encuentra explicación. Activan fuerzas, ponen en marcha cosas, traen, nos transportan, abren planos de los que no sabemos nada. Y esas fuerzas nos impregnan, ¿comprende? Permanecen, se quedan, producen un eco que reverbera durante un tiempo. En estos momentos hablamos de una cantidad… incalculable, ¡inimaginable!, de personas realizando sesiones de ouija y espiritismo. No sólo los lectores del libro de Balmori, sino los que se han sentido atraídos por el fenómeno. Está ahora en la calle, en todas las casas, en internet. Y eso son muchas sesiones simultáneas.

—¿Quiere decir… —preguntó el presentador—… que la masa de gente practicando espiritismo está…?

—¡Exacto! —respondió el experto, exultante—. Están creando vórtices masivos de energías, haciendo que nos impregnemos de lo que sea que la ouija genere. Y dado que esas energías son invisibles para el aparato científico actual, me parece un problema muy grave y muy serio, porque no sabemos con qué estamos tratando, y sobre todo, qué repercusiones puede tener. Como hemos dicho al principio del programa, los fenómenos son cada vez más contundentes, más rápidos, más potentes. Es como si nos acercáramos a algo.

Rebecca siguió escuchando todavía un rato, pero la conversación degeneró a partir de ese punto; sacaron diagramas extraños que pretendían mostrar una explicación pseudocientífica sobre el fenómeno, pero todo sonaba extraño y sin una base real. Rebecca se retrajo poco a poco a su propia línea de pensamientos, y éstos la llevaron de la incertidumbre a la preocupación.

En la televisión, los programas de ese tipo invitaban a cualquiera que sonara más o menos convincente. Y, sin embargo…

Sin embargo, había algo ahí.

Algo.

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