Aftermath

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Parte Dos » Capítulo 16

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CAPÍTULO DIECISÉIS

Pesadillas.

Es una de las clásicas, uno de esos sueños que se repiten dentro de la cabeza de Norra una y otra vez: son ella, su Y-Wing y su astromecánico, R5-G4. Y están de nuevo en las tortuosas entrañas de la Estrella de la Muerte. Ella se separa del conducto principal, atrayendo un puñado de TIE detrás de ella como moscas en la cola de un gorth. Imposible aplastarlos, imposible espantarlos, imposible derrotarlos. Y de repente hay más enfrente de ella; el interior de la estación de combate es un laberinto que gira sobre sí mismo. De pronto, ella siente la violenta sacudida generada por la explosión de la fuente de energía, y entonces todo comienza a desarmarse a su alrededor, y el fuego llena el espacio detrás de ella. Y luego está ahí al frente también, corriendo a saludarla…

Se despierta bañada en sudor. Igual que siempre, sin importar cuán caliente o frío esté el aire. Norra mira su reloj. Durmió, claro está, menos de una hora. Después de rescatar a su hijo de las garras de ese vil gángster, sigue con la sensación de que los están persiguiendo. El corazón latiendo con fuerza, los músculos tensos, la mandíbula apretada, la adrenalina hirviendo en su cuerpo como si fuera fuego bláster líquido. Dormir fue una mala idea.

Norra se dirige al piso de abajo por un poco de té. Ella espera que todos estén aún dormidos. Entonces se recuerda a sí misma agradecer a su hermana, Esmelle, por permitirle pasar la noche en su casa a este equipo de curiosos extraños, pero al bajar escucha voces en la cocina.

Ahí, reunidos alrededor de una mesa pequeña, están los dos curiosos extraños: Jas Emari y Sinjir Rath Velus. Apartaron el hidrodomo de Esmelle (donde cultiva pequeñas hierbas, como la hierba corazón y hierba sinthan) y colocaron sobre la mesa pequeña una serie de objetos raros: un salero, un conjunto de frascos herbarios, un servilletero, un montón de quicksticks y cuchillos de fruta.

Ella entra y los dos se enderezan. Como niños que han hecho algo malo.

—Mmm… ¿Qué es todo esto? —pregunta Norra.

—Nada —dice Jas.

—Solo…, estamos jugando un juego —dice el otro, Sinjir, con una sonrisa. Un par extraño, estos dos. Ella, una zabrak de rostro frío y lengua cortante. Él es un vaso grande de leche: un poco larguirucho, desaliñado. Olor de vino o brandy le sale por los poros. Tiene una sonrisa grande, cargada de ambigüedad. Ella tiene ojos como piedras talladas.

Norra balbucea algo y luego oprime el botón al costado de la tetera. Del gabinete superior escoge té de gesha; saca un poco para su taza. Los otros dos le están perforando la espalda con la mirada.

La tetera empieza a silbar y ella se sirve. Se ve envuelta en fantasmas de vapor…

Luego voltea y dice:

—Eso parece un mapa.

—No lo es —dice Sinjir, aún sonriendo.

—Lo es —dice la zabrak, prácticamente al mismo tiempo.

—¿Me dicen lo que es? —pregunta Norra.

—No —responden los otros dos, al unísono. Jas y Sinjir se voltean a ver. Un tanto de juego de mesa tiene esa mirada compartida.

Norra se inclina y escudriña la composición.

—Esto, el servilletero, es más grande que el resto. Así que se supone que representa algo grande. El palacio del sátrapa, supongo. Corresponde con el resto: aquí está el viejo capitolio, aquí está la avenida de la Satrapía, aquí está el angosto Camino Withrafisp. Ese que alguna vez fue un camino secreto, me han dicho, para hacer pasar sátrapas hacia fuera y dentro del palacio, pero ha sido público desde que yo era niña.

—No —dice Sinjir, fingiendo completa sinceridad—. Lo siento. Pero, gracias por jugar. Ahora, si nos permites…

—Cállate —le dice Jas. Y luego a Norra—: Sí. Tienes razón. ¿Creciste aquí?

Norra asiente con la cabeza.

—Sí.

—Tú eres… —Jas le echa un vistazo—. ¿Una rebelde?

—¿Acaso soy tan obvia?

La zabrak se encoge de hombros.

—No. Pero no soy ninguna tonta. No tuviste ningún problema en disparar a un soldado de asalto anoche. Y, sin embargo, no pareces otro criminal. O tan solo otro local. Tú…, te vistes como una rebelde. El chaleco de bolsillos. El cinturón para accesorios. Esas botas. —Jas entrecierra los ojos—. ¿Piloto?

Norra se ríe.

—Sí, eso es correcto.

—Yo soy cazarrecompensas —dice Jas—. Estoy aquí buscando una recompensa para la Nueva República. Creo que podría usar tu ayuda.

—¡Espera un segundo de estrella quemada! —protesta Sinjir, agitando ambos brazos—. Me das un mísero tajo de veinticinco créditos y ¿ahora quieres diluir la recompensa aún más al incluirla a ella?

La cazarrecompensas dice:

—Tengo la esperanza de que ella lo hará porque es lo correcto y porque se trata de un ataque al Imperio. No por los créditos.

Norra siente el llamado del deber recorriéndola como hormigas. Quiere averiguar más, quiere sumarse y escupir en el ojo del Imperio, pero…

—No puedo —dice, apretando los dientes—. Realmente no puedo. Mi hijo y yo tenemos que dejar este planeta. Mi prioridad es llevármelo lejos…

—Ve a salvar a tu amigo —dice Temmin—, Antilles. Porque ya te dije que yo no me voy a ir. —Y el chico arrastra los pies a la cocina—. Por cierto, sé que ustedes creen que no están haciendo ruido, pero sí lo están haciendo.

Norra lo toma del brazo.

—Dejaré que alguien más…, salve al capitán Antilles. Mi trabajo ya no es pelear esta guerra. Mi trabajo eres tú.

Pero él se aparta de ella. Y toma un vaso de leche azul del refrigerador.

—¿Ya regresó mi droide a casa? Ya debería estar aquí.

Norra quiere seguir confrontándolo, pero se muerde la lengua. Es tan terco como ella. Empujarlo es como dar un puñetazo a la pared. Tan solo se rompería la mano intentándolo.

Sinjir le dice al muchacho:

—¿Ese era tú droide, eh?

—Sí.

—Ese era un droide de combate.

—Lo sé.

—Son la unidad de pelea más inepta en…, tal vez en la historia de la galaxia. Y confía en mí, los soldados de asalto no son más que cubetas para trapear con armas; especialmente hoy en día.

—No hagas menos a los soldados de asalto —dice Norra, haciendo un chasquido—. En ciertas cantidades, son peligrosos.

—Al igual que los búfalos de pantano —dice Sinjir—. Pero eso no significa que sean particularmente efectivos. Los droides de combate, aún menos. ¡Bien hecho, muchacho! Por transformar uno de ellos en una…, ¿auténtica máquina de guerra? —Sinjir aplaude con suavidad—. Aunque creo que es sabio prepararse en caso de que ellos puedan vencerlo. Es un droide de combate, no un milagro tecnológico.

—Sí, bueno… —Temmin está ahí parado, con apariencia malhumorada, sorbiendo su bebida—. Tú no distingues entre una caca de borcat y una de dewback, amigo. Señor Huesos está programado con…, bueno…, tú confía. Señor Huesos va a estar muy bien. —Norra observa a su hijo; la manera en que se para con los puños en alto. El ceño fruncido. Está enojado. Como ella lo estaba… y quizá todavía lo está, según se admite a sí misma. Pero entonces sus ojos se entornan y miran hacia la mesa—. ¿Qué es esto?

—Nada —dice Sinjir.

—Es un mapa —dice Temmin. Y Norra se infla con un poco de orgullo, que crece cuando Temmin agrega—: ¿Y esto? ¿El palacio del sátrapa?

—¡Por todas las estrellas malditas! —dice Sinjir—. De tal palo tal astilla.

El muchacho frunce el ceño. Norra siente una punzada.

Entonces, Jas Emari le cuenta todo:

—En este momento, en el palacio se está llevando a cabo una reunión secreta, en la cual hay un número pequeño de individuos muy importantes dentro de las filas imperiales. De los que mueven los hilos. Objetivos de alto precio para nosotros, siempre que no hayamos perdido nuestra oportunidad. —Ella menciona a esos individuos: Moff Valco Pandion, almirante Rae Sloane, consejero Yupe Tashu, general Jylia Shale y el blanco original de la cazarrecompensas: el banquero y esclavista Arsin Crassus.

—Eso es —dice Norra, chascando los dedos. Parte de ella siente que ya debería haberlo averiguado, pero luego otra parte, su lado realista o tal vez solo el lado cínico, dice que ella tan solo es un piloto. ¿Cómo podría haberse enterado? Sin embargo, conjetura—: Ahora se están atando todos los cabos sueltos. Los Destructores Estelares. El bloqueo. La suspensión de comunicaciones. Están protegiendo su reunión. Y Wedge…

La zabrak levanta una ceja.

—¿Qué es un «Wedge»?

—Wedge Antilles —dice Sinjir—. ¿Correcto? ¿Piloto de la Alianza Rebelde?

Norra asiente con la cabeza.

—Sí. ¿Cómo supiste?

El hombre titubea.

—Yo… También soy rebelde.

Eso se le hace raro a Norra. Sí, de alguna manera va vestido como rebelde. Pero, de alguna forma, algo no cuadra. Sin embargo, la rebelión es hogar para todos.

Norra continúa:

—Ellos deben tenerlo. Wedge… Probablemente estaba explorando el Borde Exterior, y se topó con…, lo que sea esto.

—Probablemente sigue vivo —dice Jas—. Esto quiere decir que tienes una oportunidad. Ayúdame. Daremos un golpe por tu Nueva República. Arruinaremos los esfuerzos del Imperio: les cortaremos los ligamentos de las corvas justo cuando están aprendiendo cómo ponerse de pie nuevamente. Rescatarás a tu amigo.

Nuevamente, el deber se arremolina en Norra. La oportunidad de hacer lo correcto. Pero el sentimiento opuesto también surge de veras; por una vez, ella solo quiere mantener su cabeza abajo, su barbilla en el pecho y evadir todo fuego enemigo. No quiere adentrarse en las entrañas de la bestia. ¡No esta vez!

—No —dice ella, mirando fijamente por debajo de un ceño fruncido—. El mejor camino a seguir es abandonar este planeta. En cuanto estemos en rango de comunicaciones, alertaremos a la República, ellos mandarán naves y tropas, y…

La cazarrecompensas interrumpe:

—Error. Para entonces la reunión habrá concluido, si no es que ya terminó. Y tu amigo se habrá ido o estará muerto. El camino a seguir es ahora. Nosotros tenemos que hacer el trabajo.

—Yo le entro —dice Temmin—. Pero quiero un tajo.

—Muchacho —agrega Sinjir, riendo entre dientes—, no nos extralimitemos. Debidamente salvamos tu pequeño bote de ser pateado…

—Está bien —dice Jas Emari al chico—. Puedes tener la mitad de su parte. —Ella inclina su espinosa cabeza, haciendo un ademán hacia Sinjir.

Sinjir objeta:

—¡Oye!

—Aún tendrás un pasaje fuera de este planeta —dice la mujer zabrak. Y le da un pequeño y arrogante jalón; la porción de cabello, como hoja de hacha entre sus cuernos, cae de repente al costado de su cráneo—. Y la recompensa es lo suficientemente significativa, tanto que incluso una fracción te comprará suficientes licores de otro mundo para mantenerte borracho hasta que la Nueva República, una vez más, se convierta en la Antigua República. Acepta el trato o déjalo.

Él pone los ojos en blanco.

—Está bien.

—No estoy segura de esto —dice Norra.

—Yo podría tener tu ayuda. Y apuesto a que tu amigo también.

Norra vacila. Es como ser una niña otra vez y brincar de una de las cascadas en el Cañón Akar. Ella literalmente tiene que aguantar la respiración antes de decir:

—Me sumo. Pero yo también quiero un pasaje fuera de este planeta.

—¡Hecho! —dice Jas—. Ahora yo creo que deberíamos…

¡Crash, crash, crash!

La casa entera tiembla. Alguien está en la puerta. Al tiempo que Jas saca su bláster, el recuerdo viene de regreso corriendo a encontrarse con Norra una vez más, aproximándose hacia ella tan rápido como el agua plateada después de brincar una de esas cascadas: el sonido de puños golpeando la puerta, el sonido de imperiales que vienen a llevarse a su esposo.

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