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SEGUNDA PARTE McGuffin Electric » CAPÍTULO 16 Bolonia, bar Aurora, 23 de mayo

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CAPÍTULO 16
Bolonia, bar Aurora, 23 de mayo

—Entonces ánimo, comencemos.

La cuchara golpea la botella y la voz áspera de Capponi acalla todos los comentarios. Hungría siete; Inglaterra uno, noticia fresca de la radio. Difícil pensar en otra cosa.

—He hablado esta mañana con Benassi y esta es la propuesta: él paga el abono, nosotros el aparato y la antena. —Alza rápido una mano y frena las protestas—. ¡Silencio! ¡Esto no es un mercado! Escuchadme: como ha sugerido el amigo Bortolotti, en las ocasiones importantes el precio de las consumiciones será más alto. Benassi propone que este dinero sea destinado a cubrir la colecta, hasta que a cada uno le sea devuelta su cuota.

Domingo. Apertura extraordinaria. Ausencias injustificadas: ninguna. Reuniones así, en el bar Aurora, se recuerdan como mucho otras dos. La primera en el 45, para decidir si el bar debía recuperar el viejo nombre glorioso o bien encontrar otro nuevo, más moderno. Y la segunda, en los días del atentado a Togliatti, por cuestiones un poco más delicadas.

La huelga del café, propuesta por Garibaldi y seguida más o menos por todos, ha dado sus primeros frutos. Asamblea plenaria de los parroquianos y primera oferta conciliadora del camarada Benassi.

Sin embargo, Melega no se deja cautivar.

—Disculpa, Capponi, ¿cómo es eso? Nosotros pagamos el televisor de nuestro bolsillo. Cuando venimos a verlo, pagamos el recargo por el café y con esa sobretasa, que sigue siendo dinero nuestro, ¿Benassi nos cubre los gastos? A mí esto me parece un camelo, no sé a los demás.

Una docena de cabezas asiente convencida.

—¡Melega tiene razón!

—¡Es un camelo!

—¿Nos quiere tomar el pelo ese Benassi?

Excitado por el acuerdo existente, Melega alarga las piernas en la pose de Pecos Bill.

—Una de dos: o paga él, y en tal caso aplica el recargo para recuperar el gasto, o pagamos nosotros y entonces nada de sobretasas.

Capponi golpea la botella como si fuera un yunque. La contra-propuesta de Botón no se hace esperar:

—Yo digo: de acuerdo. Pagamos nosotros. Pero —cuenta con los dedos—, ninguna sobretasa para los que participan en la colecta, y las ganancias extras se guardan en una caja común por lo menos durante tres años, porque si superamos los gastos, no sé, podemos alquilar un futbolín o nos pagamos una entrada para el estadio.

Miradas convencidas.

Alguno insiste en pagar a plazos:

—Muchachos, si me pedís las cinco mil ahora, todas de golpe, tendré que echarme atrás, pues en agosto me voy de veraneo con la familia, diez días a Torre Pedrera, y son cuarenta mil solo de una pensión de tercera categoría. ¿Podéis decirme de dónde saco yo el dinero para la colecta? Me es imposible chupar del bote.

—Vamos, Marmiroli —comenta ácido otro—, pues sí que te aprietas tú mucho el cinturón para ir a la Riviera. Lo que tienes que hacer es darles mejor de comer a tus hijos, que están más chupados que la pipa de un indio.

Nicola se ha desgañitado ya bastante y deja responder al hermano:

—La idea de los plazos no estaría mal, pero quizá lo mejor sea aceptar la propuesta de Gas: un pago único y un ahorro de casi ochenta mil liras por un modelo de gran lujo.

El cuero cabelludo de Gas, recién afeitado, reluce como nunca. La mayor parte de las miradas, sin embargo, van en busca de Garibaldi, que abre los brazos desconsolado y da un sorbo para no perder los papeles.

—Está bien, está bien, ¿es que tengo monos en la cara? —Luego, en un arranque de orgullo, se pone en pie y apunta con el dedo al pelado—. Pero tú estate al tanto, ¿entendido?

Nuestro asesor comercial debe de saber lo que se hace. No dice una palabra. Da una larga calada al cigarro y sopla el humo con suficiencia. Se hace cargo del desafío.

—Entonces de acuerdo —prosigue Pierre—, la cifra aproximada es de doscientas cincuenta mil. Con la colecta, por bien que vaya, llegamos a las doscientas. Hay que ver lo que se puede sacar de las otras iniciativas. También porque el tiempo apremia, pues a mediados de junio empieza el Campeonato del Mundo. Botón, ¿y vuestro torneo de tarocchino?

—Tranquilo, que lo ganamos. Primer premio: un buen jamón de Langhirano. Ya hemos encontrado quien lo compra y así nos sacamos siete u ocho mil liras. Oigamos qué nos tiene que decir Benfenati de la contribución de la Sección.

Se hace el silencio sin necesidad de golpear la botella. En primer lugar, porque está en juego una participación de por lo menos veinte mil liras; segundo, porque se sabe que en la Sección el problema ha sido muy debatido, sobre todo por razones ideológicas, y todos nos esperamos un juicio político definitivo; tercero, porque Benfenati es uno de esos que puede mearse en la cama y luego venir diciéndote que ha sudado, y de su intervención, se mire como se mire, se hablará bastante en los próximos días.

—Ha sido un verdadero placer oír que Benassi pagará personalmente el canon de la RAI. Sin duda a nosotros nos rechazarían. —Se alza la voz sobre el murmullo de sorpresa—. ¿Sabéis lo que hemos descubierto, con los otros camaradas, leyendo como es debido el texto de la convención? Escuchad. —Se rebusca en el bolsillo de la camisa y saca una hojita—: «Cláusula 16: En caso de información de carácter financiero o económico de especial importancia y, por último, de noticias de interés general, la entidad concesionaria seguirá las instrucciones del presidente del Consejo». Bonito, ¿verdad? Es para saber a lo que hay que hacer frente.

La lectura por sorpresa desencadena los comentarios. En medio de los «Pero ¡joder!», «¿Has oído eso?», «¡Fascistas!», la voz de Walterún se dirige al vecino:

—Pues yo, Garibaldi, no he entendido: ¿pagan?

Benfenati, como buen profesor de general básica, tiene un radar en los oídos y prosigue sin arrugarse:

—Con toda razón el camarada Santagata se pregunta si pagaremos. Vayamos al grano, entonces. Hoy por hoy no sabemos mucho de la televisión, pero como cualquier novedad de la técnica, sabemos que será útil si se utiliza con cabeza, peligrosa en caso contrario. Tomad la radio. Es muy útil, en esto estamos todos de acuerdo. Pero ¿habéis tratado de ponerla el martes por la noche? ¿Conocéis a ese gomoso made in USA que responde al nombre de Mike Bongiorno? «¿Cuántos años tiene? ¿Está casado? ¿A qué se dedica? Bien, señor Grimaldi, por cuatrocientas cincuenta mil liras díganos de qué líquido se habla en este anuncio.»

—¡Ah, quién pudiera! —espeta la Gaggia—. Si nos telefoneara ese tendríamos el problema resuelto.

—¡Pero qué dices, camarada! Eso es justo lo que quieren hacernos creer: que ya nada cuesta esfuerzo, que la vida es cuestión de coser y cantar con tal que se dé la justa importancia a las cosas, aprendiéndose de memoria el texto de Vola colomba, estudiando a fondo la vida de tal o cual princesa o interesándose por las fantásticas propiedades de la brillantina Colgate. Si ese me telefoneara, ya le haría yo la pregunta: «Dígame, señor Bongiorno, por cuatrocientas mil liras, ¿cómo es que mi hermano se ha deslomado toda la vida en el campo y ahora tiene que vivir con las cuatro mil liras de jubilación mínima? ¿Cómo lo ve?». Estas son las preguntas que hay que hacer. De todos modos, para resumir, precisamente por la ambigüedad del nuevo instrumento no hemos considerado prudente adoptar una posición unitaria y hemos decidido pagar en conciencia. Cada uno por su cuenta, cada uno su cuota.

Se sienta. Ha terminado. ¿Una decisión salomónica? Nadie quiere ser el primero en comentarla.

—¡Ha pasado un ángel! —sentencia Garibaldi como se dice cuando se hace un silencio repentino. La tensión se disuelve y en la sala vuelven a sedimentarse, uno tras otro, humo, charlas y olor a pies.

—Bien, yo me voy —se despide Brando—, mañana no me pasaré, tengo cosas que hacer. Nos veremos el martes.

—Siempre que sigamos en el mundo —le responde Pierre con un guiño.

—¿Eh?

—¿No te has enterado? Un montón de agoreros dicen que el veinticuatro de mayo a medianoche se acaba el mundo. Y también el padre Pío, ese cura que ha convertido a Macario. Seguro: la Tierra se consumirá en el fuego.

—Sí, venga, hombre, el que se va a consumir es él a fuerza de pajas. Que vaya bien.

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