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SEGUNDA PARTE McGuffin Electric » CAPÍTULO 20 Entre Grenoble y Cannes, 30 de mayo

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CAPÍTULO 20
Entre Grenoble y Cannes, 30 de mayo

—¡Mierda! ¡Al toser has echado un trozo de pulmón!

—¿Qué carajo dices, sueco? Cough! Cough! Vamos, dime si vas a seguir soltando chorradas durante todo el viaje, porque te dejo aquí plantado y te vuelves a París en autobús.

—No digo chorradas. Ahí lo tienes en el salpicadero, es un grumo, ¿no lo ves? Hay también una gotita de sangre.

—¿Eso? ¡No es nada, cough! Es un catarro con un poco de sangre. Le pasas el pañuelo y se va, ¿ves?

—¡Sí, pero con tu pañuelo no, mira allí, esa espumilla roja! ¡No lo pongas perdido todo, que luego no salta! Mira cómo vamos a llegar a la costa.

—Pero cómo que no salta, si se va enseguida, ¿ves?

—¡Con la manga no! ¿Es que quieres presentarte en el casino de Cannes con el traje manchado de sangre? ¿Quieres que nos reconozcan nada más llegar? ¡No nos dejarán entrar!

—Sueco, eres peor que un dedo en el culo. ¡Cálmate, cough!, que tenemos varias horas de camino por delante. Hace meses que todos me dan la tabarra para que vaya al sur, al mar, a la montaña, que me hará bien, cough!, cough!, me hará bien a los, cough!, HARÁ BIEN A LOS JODIDOS PULMONES y cosas por el estilo, pero de haber sabido que tenía que aguantar tus sermones me hubiera quedado en París.

—Toni, yo me preocupo, uno: de que no te mueras, y dos: de que no te mueras ahora, pues yo a ese Zollo no le he visto en mi vida, y tres: para que no nos vean enseguida como a un moribundo y al amigo que anda detrás dispuesto a llamar al cura. Si los marselleses se enteraran de este negocio, nos joderían vivos y bien que saben hacerlo. Peor aún que con los sicilianos, y ese hijo de puta que vende lavadoras en Nápoles. Ya bastantes problemas tenemos con los de tráfico, así que tratemos de no llamar la atención, ¿de acuerdo? ¡Estilo es lo que hace falta! Como Jean Gabin en No toquéis la pasta.

—Y dale con la película esa. ¿Cuántas veces la has visto?

—¿Y qué tiene que ver eso ahora? ¿Has comprendido o no lo que te he dicho?

—Pues sí, ¿qué quieres, que te lo jure por Dios Padre y toda la panda?

—Toni, te estás descuidando. Trata de reponerte, te lo estamos diciendo todos desde hace meses. No se bromea con la tisis.

—Una vez que terminemos con este negocio, daremos el golpe de las joyas y luego me tomaré un tiempo de descanso.

—Sí, y tal vez podrías hacerte operar.

—¿Una plastia pulmonar? ¡Que le den por saco! No pienso dejar que me sierren las costillas para andar lisiado el resto de mi vida. Ese profesor, Blafard, hace curas «alternativas». Ya le he pedido hora.

—Esperemos que vaya bien. Por cierto, ¿oíste al cerebro?

—Sí, un plan genial, nada que objetar. Pero le gustan demasiado las putas, es arriesgado, cuando se está preparando un golpe, cough!, cough! Las putas hablan y te hacen hablar.

—Dile que mantenga el pájaro en la jaula, entonces. Estamos corriendo demasiados riesgos. A propósito, ¿cómo es ese Zollo? ¿Podemos fiarnos? ¿No nos la endiñará?

—No, yo capto cuando un tipo es legal, y ese es un hijo de puta mastodóntico, mejor dicho, es el mamut de los hijos de puta, grande y frío como un bloque de hielo.

—¿Sabías que en mongol «mamut» quiere decir «hijo de la tierra»?

—¿…? ¿Y de qué me sirve a mí saberlo?

—Era solo para darte el dato.

—¡Oh, gracias, entonces! No sé cómo me las arreglaría sin tus chorra… Cough! Cough! Cough! Cough!

—¿Ah, sí? ¡Pues, entonces, dime que eso de ahí no es un trozo de pulmón!

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