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SEGUNDA PARTE McGuffin Electric » CAPÍTULO 21 Marsella, 1 de junio

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CAPÍTULO 21
Marsella, 1 de junio

El muchacho se había olido un clima familiar. Un clima de respeto y de peligro. Había dejado de hacer preguntas. Parecía concentrado, a sus anchas. Parecía comprender las palabras y las exclamaciones incomprensibles que llegaban de la calle. Había comprendido que no debía rechistar.

Zollo podía permitirse por fin un café largo y caliente. ¿Durante cuántas horas había conducido sin parar?

Los pies le ardían, las piernas eran de mármol.

Detalles irrelevantes. Para lo que debía hacer. Para aquellos que tenía que ver. Por donde se encontraba. La taverne estaba en la rue du Refuge. El tabernero decía llamarse Dedé. Le había alargado enseguida el paquete de cigarrillos que llevaba escrito el lugar de la cita. El barrio era el Panier, fosa de desagüe de Guerinitown. El paraíso de nabos, babis,[51] corsos y otras variadas escorias humanas del resto de los cuatro continentes, amorosamente reunidos con un solo objetivo: dominar el puerto y el tráfico comercial de Marsella. A sueldo de Antoine y Barthelemy Guerini, amos y señores del mi-lieu con la bendición terrena de Gaston Defferre, alcalde socialista de la ciudad. Gente dura de roer. Grandes negocios en todos los rincones del planeta. Sólidas relaciones políticas. Pactos claros y carta blanca. Una verdadera bendición para Luciano. La tela de araña se tejía sin descanso. La tela envolvía al mundo entero. Desde Marsella se extendía sin problemas por un espacio de casi veinte mil kilómetros, hasta Saigón, Laos, Tailandia. Indochina: la ruta del opio, de la heroína, de las armas. Los franceses se encontraban en su ajo desde hacía un siglo. Ahora el desbarajuste era total. Mata que te mata, degüella que te degüella, jode que te jode. Las condiciones ideales para prosperar.

Los Guerini tenían las ideas muy claras.

El intermediario allí era un tal Jean-Philippe Mesplède, uno de la legión que trabajaba también con los americanos. Parecía que tenía esclavos, plantaciones y alianzas con las tribus locales. Todo lo necesario para una actividad rentable y de perspectivas seguras. De ahí partía la materia bruta, disponibilidad ilimitada, o ya tratada o semitrabajada, pero en cantidad y de calidad inferiores. Ese era el problema. Clima demasiado húmedo. Instalaciones y aparatos químicos de demasiada mala calidad. Personal demasiado desmotivado. De vez en cuando alguno intentaba escapar. Era preciso eliminarlo. Otras veces se morían de hambre o fatiga. Había que reemplazarlos por parientes.

Luciano y los Guerini estaban resolviendo el problema. Modernos, eficaces laboratorios en Sicilia y en Marsella. Materia prima excelente. Aparatos químicos fiables. Protección de acero. Polvo blanco y brown de excelente calidad podía volver a salir hacia Oriente, de vuelta a los burdeles del frente, a Occidente, a América.

A las putas les gustaba.

A los amarillos les gustaba.

A los negros les gustaba.

Gustaba también a esos depravados, plumíferos, artistas, músicos, comunistas.

Gustaba, en definitiva. Pagaban por tenerla. Pagaban bien. La querían todos los días.

Zollo se tomó el último sorbo de café y sacó un Gauloise de la cajetilla que le había dado el tabernero. El muchacho tenía la cara pegada al cristal, miraba hacia la calle. Tenía una media sonrisa impresa en el rostro.

Zollo se puso en pie. Era hora. A los Guerini no les gustaba esperar. Las actividades del día preveían: visita a la lavandería nueva, formalidades, confirmación de los acuerdos.

Luego, apañárselas.

—Salvatore. Me voy al Puerto Viejo. Iré solo. A las personas que tengo que ver no les gustan las caras nuevas.

—Tienes que ver a gente importante, ¿eh, Stiv?

—Sí.

—¿Y son amigos nuestros?

—Son amigos de don Luciano.

—¡Madre mía, Stiv! También a mí me gustaría ir, pero comprendo. No les gustan las caras nuevas.

* * * * *

La nave era vieja, grande y ruinosa. El hedor nauseabundo a pescado se metía también por el ojete del culo.

El chaperon se llamaba Charles Zucca. Llevaba un traje azul con una llamativa corbata amarilla y zapatos relucientes de charol negro. Cerca de treinta años, contable y abogado de la organización, hijo de Pascal Zucca, abogado de renombre, benemérito de la Resistencia francesa y consejero estratégico de las desenfadadas operaciones del alcalde Deferre.

Conservación y enlatado de sardinas.

Charles Zucca precedía a Zollo con paso sostenido, señalaba el camino en silencio, manteniendo un pañuelo apretado contra boca y nariz. Al fondo del recinto, llegó a una portezuela semioculta por montones de pequeñas cajas de madera podrida. Daba a una estrecha escalera metálica de caracol. Mientras bajaban, el tufo a pescado fue reemplazado poco a poco por otro efluvio, no menos intenso, fruto de una mezcla de distintos agentes químicos, dulzón, denso, penetrante.

Bienvenidos a las Industrias Farmacéuticas Guerini.

—Para nosotros es muy importante que M’sieur Luciano esté informado del gran salto cualitativo que las nuevas instalaciones permiten. En el Lejano Oriente, M’sieur Zollo, las cosas no se ponen tan bien para nuestros heroicos ejércitos. Pero siempre se encuentra un hueco para los buenos negocios. Hay que invertir, modernizar, ser independientes. Tenemos químicos de primer orden. Producimos heroína y morfina base de excelente calidad. Podemos tratar grandes cantidades. Los centros de aprovisionamiento se hallan en Laos, cerca de la frontera con Vietnam. Los campos de Ba Na Key. Se trata de una zona abundante en caliza indispensable para el cultivo de la adormidera. Docenas y docenas de grandes plantaciones. Tenemos también otras, en Saravan, más al sur y más lejos de conflictos. Transportamos la materia prima en estado bruto en cargueros que se dirigen a Europa. Ocupa más espacio, es obvio, que la mercancía ya refinada, quizá es también más arriesgado, pero la calidad y los beneficios se duplican con creces.

Zollo miró en torno suyo: sacos de cal, hornillos, bidones, filtros, probetas. El polvo de cal lo cubría todo. Pestilencia a sedimentos y agentes cáusticos. Decenas, tal vez centenares de frascos apilados y etiquetados: amoníaco, cloroformo, ácido muriático, ácido clorhídrico, sales de sulfato. Todo lo que se requería para refinar la savia de adormidera para obtener la morfina base. Todo lo que hacía falta para refinar la morfina base y obtener la heroína.

El paraíso de los toxicómanos. Zollo notó una sensación de náusea.

Zollo dijo:

—Don Luciano apreciará mucho el nivel alcanzado por la organización. En Sicilia es igual. También él habla siempre de independencia e inversiones en instalaciones modernas. El secreto de los negocios y del éxito, repite a menudo. Manda regalos y garantías a la familia Guerini, y pregunta si ese veto para las ciudades de ustedes sigue en pie.

La respuesta de Zucca no se hizo esperar:

—Absolutamente. La familia Guerini es absolutamente firme en este punto. Conocemos perfectamente los efectos y las consecuencias de este producto. Antoine y Meme Guerini tienen mucho interés en ratificarlo y mientras estén ellos, Marsella y el resto de Francia no verán muertos vivientes dando vueltas por las calles. Los negocios son lo primero, pero la heroína no debe reblandecer el cerebro y los músculos de nuestros jóvenes. Espero que M’sieur Luciano comprenda y no se lo tome a mal.

—Ningún problema. Don Luciano lo comprenderá. Tampoco él puede ver a los drogadictos, solo quería tener la seguridad de que las reglas de los amigos franceses seguían siendo las mismas. ¿Para cuándo la próxima carga?

—Antes de finales de verano. —Zucca se aclaró la voz—. Una gran carga. Dos barcos. Uno proseguirá hacia Palermo. A su debido tiempo serán aclarados todos los detalles. La familia Guerini tiene interés en hacer saber que hacer negocios con ellos es sinónimo de seguridad absoluta y de beneficios garantizados. A este respecto queremos confirmar a M’sieur Luciano que medio millón de francos viajan hacia Ginebra. Mañana a más tardar, manos de confianza los depositarán en la cuenta que se nos indicó, con la enhorabuena y la gratitud de los hermanos Guerini.

—Don Luciano sabrá corresponderles a su vez.

—M’sieur Zollo, espero que tenga a bien transmitirle mis respetos a aquel que considero uno de los mejores y más inteligentes hombres que viven sobre este planeta.

—No lo dude, mister Zucca. Así se hará.

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