54

54


SEGUNDA PARTE McGuffin Electric » CAPÍTULO 1 Nápoles, hipódromo de Agnano, 3 de mayo

Página 67 de 133

CAPÍTULO 1
Nápoles, hipódromo de Agnano, 3 de mayo

La vida es una mierda. La muerte también. Morir con la cara metida en la mierda de los caballos. Me cago encima. ¿Qué hago, qué hago, qué hago? Me pongo a aullar cagado de miedo, imploro a santa Ana que me ha abandonado, a las Vírgenes que hice llorar y que ahora se están vengando de mí, pido perdón, sí, me meo encima, perdón, perdón, perdón a la Virgen María y a Steve Cemento.

Me va a hacer sentir dolor, madre mía, ¿por qué?, me hará echar de menos esa celda de mierda y helada. Pero ¿qué he hecho yo para que la fortuna me dé la espalda, qué he hecho?

Me ha dado un solo tortazo y ya no oigo con el oído izquierdo, me duele el ojo y la mejilla se me ha puesto como la hoguera de san Antonio. Me ha atado sobre esta silla, va de aquí para allá, un verdadero bestia, bufa como los caballos de aquí al lado, Jesús mío, está pensando en cómo acabar conmigo.

¡Qué mala pata, qué final de mierda! Salvatore Pagano, más conocido como Kociss, que no ha dicho ni una palabra, lo juro por mi madre y por todos los santos del cielo, ¿quién sabe con qué le habrán ido?, ¿quién sabe qué canalla?, ni una palabra, ¿qué sabía yo de eso?, ha sido ese asqueroso de mierda del comisario Cinquegrana quien me ha jodido, él precisamente, ¡malditos sean sus hijos hasta la séptima generación! Esas preguntas sobre don Luciano, Cemento, las habrán oído todos, me ha jodido, ese cabrón de mierda. ¡Pero yo no he hablado! Todos saben que Kociss no habla ni con los guardias ni con los canallas ni con los enterradores.

Ahora me gustaría decirle a sor Titina, que siempre me venía con el cuento de que yo viviría por lo menos cien años, porque «la carne triste no la quiere ni Cristo», eh, hermana Titina, ¿y qué me dice ahora, eh? Ahora eso se lo va a decir usted a Steve Cemento, o bien haga descender de los cielos a Jesucristo, pero enseguida, hermana Titina, enseguida.

Pero ¿qué, estaba yo loco? ¿Iba yo a hablar a la ligera sobre don Luciano? ¿Por qué me hace esto?, yo no sé nada, Lisetta mía, yo no he dicho nada, menos mal que te compré ese vestido, qué mala potra, y también las medias de seda, estabas contenta, no llores, no sentiré más tu olor que me hace perder la cabeza, Jesús mío, no veré más la cabeza de pelo ensortijado de Lisetta moviéndose toda cuando ríe, no llores, esos morritos de cervatilla que dicen «Salvatore, qué tonto eres».

¿Y si no estuviera tan decidido?

¿Por qué no me ha matado aún? Quizá algún cabrito que ha estado en la cárcel, pero sin decir «ese ha cantado», no, es un decir, quizá. O bien todavía no ha decidido adónde arrojar el cadáver, madre mía, ¡no!

No, no, no es seguro que te mate, míralo bien, Salvatore, está cabreado como un matón de la mafia, resopla como un barco de vapor, me parece que piensa en otras cosas, en otros asuntos.

Y piensa, piensa tú también, Salvatore, rápido, piensa en algo que te salve la vida, llora como una magdalena, hazle la picha un lío, cualquier cosa, que si no ya te puedes ir olvidando de Lisetta y de esta vida de mierda.

Ánimo. Me tengo que armar de valor, y hablar. Hablar y decir: «Señor Cemento, es todo un error. Salvatore Pagano, conocido como Kociss, es un admirador y fiel servidor de don Luciano y de usted, y nunca, pero nunca habría podido salir una palabra equivocada de su boca con respecto a ustedes…».

Sí, se requiere valor, tengo la garganta seca, me duele el ojo, ánimo, vamos, dale también jabón.

—Ay, mister Cemento, lisentumí

—¡Shut up, capullo de mierda! ¿Dónde coño está ese televisor?

¿El televisor?

Mistestiv, no se preocupe, entonces, ya voy a buscarlo enseguida, shur, donguorri, si es solo eso en medio día se lo traigo, shur.

El televisor.

Pero ¿cómo era posible que fuera suyo?

Ir a la siguiente página

Report Page