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    —  Susan, — dijo Ben en un tono realmente afectado.—Espero que todo esto no te este afectando . . . especialmente.

    De nuevo, el rostro de Susan experimentó un súbito cambio 

    —  ¿Qué? ¿Qué pretendes . . . ? — dijo atropelladamente.— ¿ Qué quieres decir . . . ?

    Había captado perfectamente el sentido de las palabras de Ben pero, no había previsto en absoluto que la conversación diera un giro tan inesperado. Ya no se trataba del presidente sino de ella misma, de su capacidad para tomar decisiones adecuadas en situaciones de presión. Y aunque su respuesta parecía acertada, no lo era en cambio su reacción. Ben se estaba mostrando más frío y calculador. Primero no se fió de la inconsistencia de sus argumentaciones, y ahora Susan se estaba mostrando lo suficientemente impresionable como para que Ben dudara de sus capacidades.

    Todo ello la había dejado en una mala posición. Se maldijo por no haber estado más despierta

    —  … basta ya de hablar de estúpidas conspiraciones . . . – oyó decir a Ben. — . . . cuando la salud del presidente está en juego. Estamos aquí por una sola razón y a ella nos debemos. Y en cualquier caso, si el presidente necesita atención médica que mejor lugar que éste para que le atiendan con garantías.

    Susan permanecía en silencio. La iluminación incidía de tal forma en sus ojos que el grosor de la pupila parecía haber invadido por completo el iris. Igualmente, un hermoso disco azul lo rodeaba.

     Por un momento Ben creyó ver los ojos de una gato.

     —Es posible que “todos” – continuó diciendo Ben de forma condescendiente. – necesitemos descansar un poco.

     Acto seguido Ben dio el consentimiento para que los enfermeros procedieran a trasladar al presidente.

    El sonido de un intercomunicador actuó como un pistoletazo de salida, en el que todos los presentes en la sala, que hasta ese momento habían permanecido como fríos espectadores de piedra,     parecieran cobrar vida definitivamente. Excepto el presidente, que seguía inmóvil sobre su cama, con un aspecto excesivamente demacrado. Los enfermeros iniciaron las tareas de traslado del presidente bajo la recelosa mirada de Susan. El doctor  Robert se dedicó a dar consignas mientras el doctor Anthony atendía la llamada

   Y Taylor, al igual que hiciera el día del desvanecimiento del presidente,  creyó captar la esencia de lo que allí estaba ocurriendo, desde su especial punto de vista, esta vez en términos de puro movimiento estratégico, casi podría decirse que ajedrecístico, en donde las fichas negras acababan de anunciar su jaque al rey. Sólo que en este caso era más difícil discernir quien era quien en realidad. Y eso, le preocupaba.

    Anthony también había seguido el desenlace de una situación que se les había escapado de las manos desde un principio. Había percibido la mirada de Susan, pero él la había rehuido sin ningún generó de dudas. No debía inmiscuirse. No quería. Apretó distraídamente  la tecla del intercomunicador que dio paso a una voz que reconoció al momento.

    —  ¿Anthony?

    —  Si, Alan. – contestó.

    —  Necesito  que vengas a echarle un vistazo a . . . – dudó. – . . . algo.

    —  ¿ De qué se trata ? — preguntó.

    —  Será mejor que lo veas por ti mismo. Es urgente por lo que te ruego que bajes cuanto antes al foso.

    Al foso, repitió mentalmente. Eso eran los niveles inferiores, pensó Anthony. El foso era como comúnmente se conocía al lugar donde el abismo, por decirlo de alguna manera, tocaba fondo. 

    —  Voy en seguida, Alan.

    Y la comunicación se cortó de forma casi inmediata, con un chasquido que retumbó en su interior provocándole una extraña sensación. Aunque, no le dio demasiada importancia  Estaba siendo un día especialmente extraño.   

    Antes de abandonar la cámara le dirigió una última mirada a Susan. La observó durante unos segundos hasta que vio que ella iniciaba un leve movimiento con la cabeza en su dirección, momento que aprovechó para salir.

     Mientras avanzaba por el pasadizo en dirección a los ascensores, tuvo que reconocer que la llamada de Alan había sido de lo más oportuna. Anthony  había sentido la necesidad de salir de allí desde un principio, cuando vio la expresión en el rostro del presidente.

     Una expresión de pánico.

5

    El foso no era en absoluto un lugar agradable. Era frío y húmedo. Excesivamente inhóspito. Las primeras obras en la base habían ayudado en gran manera  a aliviar esa situación. Se habían perforado varios túneles para dar cabida a toda la maquinaria necesaria para erigir esa descomunal base militar en mitad del desierto. Y a pesar de todos los esfuerzos de acondicionamiento que se realizaron, el foso preservaba en gran medida su aspecto original. Amenazante.

     Las escarpadas paredes se alzaban con  exquisita asimetría, contorneándose a veces de forma casi imposible. Otras en cambio, emergían como enormes pilares de piedra de elegantes y afilados pliegues que conseguían alzarse hasta tal punto que no era posible seguirles con la vista en su interminable ascenso hasta la superficie. La naturaleza ofrecía este inesperado espectáculo como muestra de su perpetua fuerza primigenia.

    Varios focos estratégicamente situados iluminaban todo el perímetro del foso, y parte de los accesos a los túneles. En mitad del mismo, sobre un espeso charco de sangre, se encontraba el cuerpo de Mike.

    En el preciso instante en que dos miembros del equipo de seguridad cubrían el cuerpo con un pesado plástico negro, un ascensor, que surgió inesperadamente de la base de la última planta, comenzaba a ralentizar su marcha mientras recorría los últimos metros hasta llegar al pie del foso.

     Cuando Anthony salió del ascensor observó a dos hombres que se retiraban prudentemente de allí. También vio otro grupo de hombres que parecían buscar algo en los alrededores del foso. Del interior de uno de los túneles le llegó la voz, clara y nítida, de Alan. La expresión de su cara reflejaba preocupación.

    —  ¿Qué ha ocurrido aquí ? — preguntó Anthony, antes si quiera de saludarle.

    A modo de respuesta Alan se acercó al cuerpo, y rodeándolo parcialmente se inclinó sobre él. Cogió el plástico y lo descubrió lo suficiente para que Anthony pudiera echarle un vistazo.

    —  ¿Sabes de quien se trata ?— preguntó Alan.

    Volvió a echarle un vistazo, aunque no logró identificarle.

    —   No. – dijo. — ¿Quien es ?

    —  Es Mike. – dijo Alan por fin, volviendo a cubrir el cuerpo.

    —  ¿ Mike ? — preguntó algo sorprendido. — ¿ el de mantenimiento?

    —  El mismo. –convino.—Estaba en tratamiento, según tengo entendido.

     Anthony distinguió uno de sus pies, sobresalía ligeramente bajo el plástico negro en una posición que juzgó extraña.

    —  ¿Desde qué planta cayó ? — se le ocurrió preguntar.

    —  Desde  la trece. – dijo Alan.— Tenemos a más de un testigo que le vio caer desde esa altura, por lo que en un principio trabajamos con la posibilidad de que se tratara de un suicidio. A nadie se le escapa que Mike era el principal sospechoso de la desaparición de Norman. Tampoco su actitud  parecía decir mucho a su favor. El caso, es que la investigación ha dado un giro . . . – dijo haciendo una breve pausa.— digamos que inesperado.

    —  ¿ Es por eso que tienes a toda esa gente rastreando la zona ?

    —   ¡ Exacto !

    —  ¿ Y que esperas encontrar  exactamente ? — preguntó intrigado.

    Anthony le observó durante unos instantes. El destello de los focos le cegó momentáneamente.

    —  Dos cosas. Una de ellas espero encontrarla pronto. La segunda – dijo pensativo.—  quizás tarde algo más..

    De nuevo Anthony esperó la respuesta, expectante.

    —  Un brazo . . .  – dijo Alan mirándole fijamente a los ojos. – El brazo de la victima y a su asesino.

    —  ¿ Un asesino has dicho ? – preguntó alarmado.

    Alan asintió.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 14 .-

Regreso inesperado

1

    Nadie, ni el personal que se encontraba en la sala de control analizando los datos obtenidos durante el salto, ni en la de experimentación, ni siquiera el personal que se dirigía por el pasadizo que daba entrada a la sala en donde, apenas unas horas antes, el Esfera había desaparecido, logró oír aquel grito desgarrador que surgió con extremada virulencia desde el interior de su ser.

    Estaba muy nervioso y desorientado, por lo que al principio optó por quedarse en el mismo lugar en el que había aparecido. Su instinto así se lo indicaba. Miró a su alrededor esperando quizás reconocer el sitio en el que se encontraba, pero . . . no había la suficiente luz como para poder hacerlo. El miedo se apoderó de él en apenas unos segundos. Comenzó a moverse nervioso de un lado para otro, sin percatarse de que se estaba apartando del único punto de referencia desde su llegada. Al poco tiempo, instintivamente, se dio cuenta de que se había perdido. Intentó volver al mismo lugar en el que había aparecido pero, no pudo hacerlo, y entonces, sencillamente, perdió el control. 

    Comenzó a avanzar cada vez con mayor rapidez, apoyándose sobre sus brazos, en mitad de la espesa negrura de la sala hasta que en un momento determinado chocó contra la pared de la sala, cayendo al suelo semiinconsciente.

    Su cuerpo mojado y desnudo quedó apoyado en la pared, echo un ovillo. Quedó así tendido, recogido como si fuera un niño asustado en mitad de la noche. Su respiración entrecortada y agitada se convirtió extrañamente en su única compañía en aquel lugar donde, por otro lado, la espesa oscuridad aparecía ahora en perfecta simbiosis con el silencio.   

2

    —  Antes de todo me gustaría que me aclararas algunas ideas. – comenzó diciendo Anthony, que aún seguía intrigado por las últimas revelaciones de Alan, y algo incómodo por que éste no había querido ser más explícito en cuanto la supuesta muerte de otro de sus pacientes, Miles, hasta que estuvieran en un lugar más discreto.

        Ahora se encontraban en el despacho de Anthony, un día después exactamente desde su último encuentro.

    — ¿ Qué está pasando Alan? — insistió

    —  Preferiría que fuéramos por partes.—dijo Alan. –Antes me gustaría saber si has avanzado algo en relación al informe.

    Anthony desvió por unos instantes su mirada distraídamente, para luego volver a posarla de nuevo en su amigo Alan.

    —  Está bien.—convino.

    — ¡ Bien! — dijo Alan. –  ¿ Qué has conseguido averiguar hasta ahora ?

    Antes de decir nada, Anthony consultó previamente su ordenador. En la pantalla apareció una tabla de variables, bajo la cual había un pequeño menú en forma de tres teclas. Anthony seleccionó la opción de gráficos.

    —  La mayoría de los datos que me pediste los he podido obtener de la base de datos central del C.D.N. Y los datos relativos a los primeros años son algo confusos, aunque lo suficientemente representativos como para hacerse una idea.

    — ¿ En que sentido ? — preguntó.

    —  En el sentido de que en aquellos días, y hablo de hace unos cincuenta años, las normas de seguridad no eran precisamente respetadas con excesivo celo, por lo que el número de accidentes deduzco que podría ser todavía mayor.

    Esto último acrecentó aun más el interés de Alan.

    —  No es que no llevaran el cinturón de seguridad,— continuó diciendo Anthony. — sino que en aquellos años ni siquiera existía. Ya me entiendes.

    — ¿De que cifra estamos hablando? — preguntó esta vez algo intrigado.

    —  Ya te he dicho que los datos son bastante vagos. Es muy posible que desde el principio, y dado el carácter secreto de estos trabajos, la mayor parte de las personas que fueron destinadas a la construcción de la base no estuvieran censadas como tales. Entre accidentes, enfermedades, muertes naturales, etc. . . . digamos que el índice de siniestralidad estaría alrededor del . . . – Anthony hizo una pausa que curiosamente Alan interpreto como premeditada. – del veinte por ciento.

    Alan siguió mirándole, y Anthony no pudo evitar una breve sonrisa, tan efímera como inadecuada.

    —  Más de una veintena. – dijo por fin. – Es posible que se llegara a la treintena.

    La expresión de Alan apenas varió lo más mínimo, y por un momento Anthony casi creyó estar hablando con el viejo Bob.

    La mayoría de los hijos conservaban por imperativo natural unos rasgos más o menos distintivos, más o menos acentuados, de sus progenitores.    En cuanto a Alan, sin ningún genero de dudas, era la viva imagen de su madre. Anthony había tenido la oportunidad de conocer a la esposa de Bob, una mujer extraordinariamente hermosa que falleció al poco tiempo de dar a luz a Alan. Todo ello sirvió para que Bob se dedicara en cuerpo y alma al C.D.N, lo que lógicamente no le permitió hacerse cargo de su hijo, a quien secretamente llegó a culpar de la muerte de la única persona que había amado en su vida, su esposa. Pero este fue un sentimiento que poco a poco fue desapareciendo hasta quedar en el olvido. De su padre en cambio, y eso era lo más increíble a juicio de Anthony, a pesar de haberse criado lejos de él, conservaba ciertos gestos y expresiones que no dejaban lugar para la duda. 

    Todo esto pasó por la mente de Anthony mientras observaba a un Alan realmente concentrado.

    —  ¿ En que estás pensando ? — preguntó Anthony.

    —  En nada en particular. — dijo distraídamente, y haciendo un gesto en dirección a la pantalla le preguntó. — ¿ Qué tienes ahí ?

    —  Este es un gráfico que aglutina la mayor parte de las  variables que me han servido para hacer una clasificación lo más fiel posible a la que me solicitaste. Además muestra su evolución desde los años setenta.

    El gráfico efectivamente mostraba la evolución de las variables presentadas por Anthony.

    —  ¿Contempla los últimos casos de Norman, Mike y Miles ? — preguntó Alan.

    — Si. Acabo de introducirlos.—Y añadió.— ¿Qué buscamos Alan?

    —  No lo se exactamente, pero estos datos deberían servirnos de alguna manera.

    Ambos se quedaron observando el gráfico tratando de localizar los parámetros básicos que pudieran definir un comportamiento.

    — ¿Puedes aislar algunas variables? — se le ocurrió decir a Alan.

    —  ¿Cómo cuales ?

    —  Los relativos a accidentes, psicosis y arrestos.

    A modo de respuesta los dedos de Anthony se movieron de nuevo con gran eficacia sobre el teclado. Unos segundos después un nuevo gráfico apareció en la pantalla.

    — ¡ Bien ! — dijo Alan mirando fijamente la pantalla. – Aquí hay algo.

    —  Ves las oscilaciones que se producen durante los primeros años,— siguió diciendo Alan sin mirar a Anthony.— es increíble que el nivel de mortalidad fuera tan alto.

    — Podría ser mayor. – apuntó Anthony.

    — ¿Sabe alguien que has accedido a estos datos ? — preguntó Alan.

    —  Aunque fui muy cuidadoso supongo que sabrás que todo acceso deja algún tipo de rastro. A no ser que alguien busque expresamente en dichos archivos es muy probable que nadie se percate de ello. De todas formas, — continuó diciendo. – tu llevas las riendas del departamento de seguridad, por lo que supongo que no habrá ningún problema.

    Alan asintió sin decir nada.

    —  Volviendo al gráfico, ¿ qué opinas Anthony ?

    —  Hay algo en este gráfico que . . . no se. – dijo sorprendentemente.

    —  ¿ Qué es ?

    —  Presenta un comportamiento muy característico mostrando una clara tendencia decreciente y, si no fuera por la imposibilidad de considerar un periodo de tiempo más largo, hasta diría que cíclico.

    De nuevo Alan respondió con un silencio que Anthony comenzó a encontrar preocupante.

    — ¿Qué motivó cada uno de esos, digamos, trágicos ciclos de mortandad?

    —  El primer ciclo tiene como causa más evidente la construcción de la base.

    — Pero algunos datos son realmente inquietantes. – apuntó Alan. – Como el hecho de que se produjeran, ya no sólo muertes violentas, sino desapariciones. ¿Cómo pudo ser posible ?

    No hubo respuesta.

    —  El segundo ciclo coincide perfectamente con la ampliación de la base. Esto es, los niveles inferiores y en especial la zona de la sala de pruebas. – dijo Anthony.

    —  Luego el único elemento común a los dos ciclos sería . . . – hizo una pausa intentando no dejarse ninguna consideración.—que en esos dos momentos se realizaron obras en la base.

    Instintivamente Alan echó un vistazo por encima  de Anthony y atisbó parcialmente la pared rasurada del abismo en el que se hallaban inmersos. Aquel abismo que amenazaba con convertirse en el verdadero protagonista de sus vidas.

    —  Entonces,— continuó diciendo.— ¿debemos suponer que los últimos acontecimientos suponen un repunte en esa tendencia?

    —  Podría decirse de esa manera.  Si ponemos como referencia el año anterior a este, y si consideramos un incremento del cien por cien por cada nuevo caso de muerte, accidental o no, que se haya producido, podemos decir sin lugar a dudas que se ha producido un incremento del cuatrocientos por cien en apenas dos días.

    Hubo un silencio que sólo fue roto de nuevo por Anthony.

    — Y eso, — añadió.—más que un repunte marca una nueva tendencia.

    Alan se levantó y comenzó a deambular por la cámara.

    — ¡Bien!, — dijo.— admitamos, por mucho que nos cueste creerlo, que los datos nos están indicando realmente que se está generando una nueva tendencia. – pausa.—Si los dos primeros ciclos fueron motivados por la construcción y ampliación de la base, sólo queda preguntarse, ¿ que motiva la aparición de este nuevo ciclo ?

3

    Desde el momento en que el Esfera II efectuó el salto, la sala de pruebas se mantuvo cerrada herméticamente. También se cerró todo suministro de energía a la sala. De esta forma se mantendría completamente aislada y se impediría cualquier tipo de escape en el caso de que a consecuencia del salto se hubiera liberado.

    Los dos hombres llegaron a la altura de la compuerta que daba entrada a la sala, y esperaron pacientemente a que esta se abriera.

    Desde el interior de sus trajes ambos se miraron.

    —  Te aseguro que no aguanto ni un segundo más con este traje puesto.

    —  No te quejes. – se oyó una voz en el interior de sus trajes.

    —  Claro desde control supongo que se ve de otra manera. No te jode.—espetó.

    —  No te excites demasiado Ralph. — dijo su compañero, quien ya conocía de sobras el carácter de Ralph, muy dado a las chiquilladas.. —  ¿Control ?

    —  Si Stanley.

    — Última comprobación. Las lecturas siguen siendo negativas, ¿verdad?

    Unos segundos de un silencio que intranquilizaban a Ralph. Stan era consciente de ello.

    —  En efecto Stan. – respondió la voz del centro de control.

    —  Pues cuando . . .

    — Oíd amigos, ¿porque no abrís la compuerta? – dijo Ralph interrumpiéndole.

    A lo cual siguieron dos enormes golpes que Ralph propinó a la compuerta con su linterna a modo de improvisado picaporte. El sonido metálico de los golpes se propagó por todo el pasadizo interfiriendo en las comunicaciones.

    —  ¡Quieres estarte quieto Ralph!— la voz de Stan se oyó perfectamente en la sala de control.

    Más de uno tuvo que disimular la sonrisa en el interior de la sala. Ralph, dentro de la base, era lo que muchos consideraban un payaso. Y eso en un lugar como aquel podía tener muchas lecturas.

    —  Venga Stan llevamos aquí una eternidad.—dijo ahora a modo de excusa.

    Un fuerte sonido metálico anunció que la compuerta estaba a punto de abrirse.

    Ralph miró la linterna con una extraña sonrisa y después miró a Stan, quien no se acababa de creerse que Ralph aun siguiera  bromeando.

    La compuerta fue desapareciendo a uno de los lados del pasadizo mientras los dos hombres se quedaron parcialmente sorprendidos por la total ausencia de luz en el interior de la sala de pruebas. Una oscuridad que no dejaba indiferente a Stan. Algo en su interior así se lo hizo saber.

    Inesperadamente Ralph  salió corriendo hacia el interior de la sala. La linterna de su casco que iluminaba tímidamente la cubierta sirvió a Stan para no perderle de vista. De nuevo algo se removió en su interior, y Stan se dio cuenta de que estaba tenso. Vio avanzar a Ralph en mitad de la oscuridad mientras la luz de su casco parecía luchar desesperadamente contra la espesa negrura de la sala que amenazaba con hacerla suya. E imaginó los límites de aquel microcosmos donde luz y oscuridad, eternos antagonistas, pugnaban en una lucha sin cuartel.

    —  ¡ Guau! — gritó Ralph desde el interior de su casco.—Esto es increíble.

    —  Control.

    —  Si Stan.

    —  ¿Qué ocurre con la iluminación ? — interrogó Stan.

    —  Puede que tarde algo, hay algunos problemas.

    —  Lo que faltaba.—se quejó Stan.

    —  ¿Algún problema Stan.?

    Stan resopló con fuerza antes de decir:

    —  No, nada. Sólo que tengo a Ralph haciendo de las suyas.

    En aquellos momentos Stan calculó que Ralph estaría a unos veinte metros en el interior de la sala, aunque bien podrían ser algunos más. Ahora Ralph estaba mirando a Stan.

    —  ¡Stan! .Mírame bien.

    Stan no entendió nada hasta que Ralph apagó voluntariamente la linterna de su casco y la oscuridad lo envolvió con su espesa negrura, haciéndole desaparecer por completo.

    — No seas idiota Ralph, si apagas la luz del casco puede que no quede energía suficiente para encenderla de nuevo

    No hubo respuesta, lo cual no agradó a Stan. No tanto porque no aguantara ese tipo de actitud con respecto a Ralph, sino más bien odiaba esas situaciones que le obligaban innecesariamente a luchar contra sus propios miedos. Odiaba reconocer que en cierta manera necesitaba de alguien, aunque fuera Ralph, para superar  momentos. . . críticos como ese.

    Durante unos segundos, que Stan juzgo interminables, Ralph no dio muestras de querer abandonar su juego, por lo que permaneció oculto un tiempo, hasta que por fin decidió conectar de nuevo la luz de su equipo.

    Stan oyó en seguida el sonido de la batería recargándose en el mismo instante en que se iluminó el casco. Sorprendentemente Ralph estaba a escasos metros suyo.

    —  Será mejor que comencemos a trabajar cuanto antes. Pronto conectaran la energía. – le dijo secamente.

    Ambos se introdujeron en el interior de la sala. Se dirigieron al eje central que estaba situado sobre una plataforma metálica circular. El eje era un artilugio de forma conoidal que presentaba múltiples estrías a su alrededor. Justo encima de él, a unos cinco metros de altura, había otro eje alojado en la cubierta. Alrededor del eje superior Stan vislumbró una hendidura circular. Era la puerta por la que hacia apenas unas horas Lone había accedido al Esfera II.

    Agarró el pequeño maletín que colgaba de su cintura y lo abrió mientras escuchaba la respiración de Ralph. Extrajo un aparato con forma de prisma y lo enfocó directamente al eje. Entonces Stan notó que la respiración de Ralph se había disparado.

    Entre incrédulo y asustado se giró hacia su compañero esperando que de nuevo fuera una payasada de Ralph, pero después todo pasó con extraordinaria rapidez.

    Stan sólo tuvo tiempo de darse cuenta de que no podía ver a  Ralph claramente. Había algo entre ellos. Ese algo sencillamente aulló tan violentamente que Stan  a punto estuvo de perder el juicio. En apenas unas milésimas de segundo vio como Ralph era lanzado por los aires y golpeaba violentamente contra la pared. La luz de su casco se apagó con el impacto. Entonces Stan perdió el control.

    Giró sobre si mismo y comenzó a correr con todas sus fuerzas en dirección a la entrada, que ahora aparecía como una luz salvadora, mientras aun podía oír en el interior de su casco los gritos de dolor de Ralph.

    Stan comenzó a llorar mucho antes de llegar a la entrada.

4

    — Esa sería una cuestión difícil de determinar. En el caso de que realmente existiera una relación causa efecto que explicara el incremento de la mortalidad, ¿ como crees que seríamos capaces de identificarla a tiempo para evitar . . . – no supo como definirlo.— digamos un nuevo repunte en la tendencia?.

    —  Desde ese punto de vista, y siguiendo los dictados del gráfico, — siguió diciendo Alan.—quizás lo más sensato sería analizar los dos períodos en los que se dieron dichas circunstancias.

    Se hizo una breve pausa en la que ambos intentaron encontrar nuevas formas de enfocar e interpretar los datos del gráfico.

    Anthony observó a Alan durante unos instantes hasta que por fin se decidió a hablar.

    —  ¿Hablaste con tu padre? — preguntó Anthony.

    —  Si, hablé con él.

    —  ¿Qué te contó?

    —  ¿Qué esperabas que me contara?

    Anthony detectó cierto reproche.

    —  Gente como tu padre dirigían esta base desde sus comienzos.—dijo midiendo hábilmente cada una de sus palabras. Anthony no quería provocar una reacción contraria en Alan. No se le escapaba el hecho de que, habiendo sido su padre el responsable de la seguridad de la base, Alan pudiera interpretarlo de forma equivocada. –Quizás podría serte de gran utilidad si tu objetivo es averiguar el porqué de tantas muertes. Habla con él.

    Después de unos segundos Alan pareció reaccionar.

    —  Quizás tengas razón.—concluyó Alan.

    —  Y ahora, — dijo Anthony.—me gustaría que me explicaras la razón por la que te interesaba tanto este informe, pero sobre todo, que te hace pensar en la posibilidad de que haya un asesino en la base.

    — Cuando se informó de la muerte de Mike se tuvo más en cuenta la opinión de algunos testigos que le vieron precipitándose al vacío, por lo que en un primer momento la versión del suicidio pareció la más correcta. Pero después de analizar el cuerpo con más detenimiento creo que nos apresuramos algo en nuestras primeras conclusiones.  

    — ¿ Y que es lo que os llevó a determinar entonces que Mike había sido asesinado y que no se trataba de un suicidio ?

    —  Su cuerpo . . , o mejor dicho lo que quedaba de su cuerpo, — se corrigió. – presentaba indudables signos de violencia anteriores a su muerte. Pero lo que más nos llamó la atención fue el constatar que al  cuerpo le faltaba una de sus extremidades. En particular su brazo derecho.

    —  ¡ Dios Santo !

    —  Lo que me hace pensar que Mike no fue en absoluto el responsable de la desaparición de Norman. Y consecuentemente que un  asesino anda suelto. Pero, hay algo en todo esto que me preocupa.

    —  ¿ El qué ?

    —  Dime Anthony, ¿ como se le arranca un brazo a un hombre ?

    —  Pudo ser en la caída.

    —  Hubiéramos encontrado el brazo. Pero además hemos revisado todas la plantas. Por decirlo de alguna manera fue una caída limpia, el cuerpo se estrelló directamente con la superficie del foso.

    Alan se pasó su mano por la frente. Cerró los ojos brevemente y continuó hablando.

    —  Por otra parte está el caso de Miles. Se ahorcó utilizando sus sábanas.

    —  Nunca pensé que llegaría hasta ese punto, si bien es cierto que después de lo de la periodista no fue el mismo en absoluto. Perdió el control.—involuntaria e inevitablemente pensó en el presidente.—¿Te dije que quería abandonar la base?

    —  No.

    —  Me lo pidió reiteradamente, pero . . . como podía imaginarme algo así. – hizo una pausa. — Supongo que se me fue de las manos.

    —  No te equivoques Anthony, tú no fuiste el responsable.

    Alan, por su parte, no pudo evitar recordar el día en que fue a ver a la periodista a la planta de castigo, donde precisamente él había sido testigo de algo que ni si quiera ahora  era capaz de compartir con Anthony.

Quizás por que aun no era capaz de entenderlo.

    — Fuera lo que fuera, lo que ocurrió ese día acabó con él Alan.—dijo a modo de conclusión.

    Se sintió culpable.

    —  Es curioso.—apuntó Alan.

    —  ¿El qué ?

    —  Norman desapareció hace escasamente unas horas.

    —  Si, ¿ y ?

    —  Pues que al menos antes, por muy difícil que nos pudiera resultar aceptarlo,  teníamos a Mike como principal sospechoso. Como digo, al menos teníamos algo en lo que apoyar la investigación, pero ahora ni tan si quiera tenemos eso.

    Anthony no dijo nada.

    —  Y en el caso de Miles . . , bueno creo que no te he comentado que dejó una nota escrita.

    —   No. ¿Qué decía ? — preguntó Anthony.

    —  No es más que una breve frase inacabada. Dice algo como: “Se acerca el fin de los . . . “. Y luego hay una palabra que no llegó a acabar. Muy posiblemente sea cualquier nombre que empiece por la letra te. No parece que tenga mucho sentido.

    —  Para él indudablemente lo tenía. Quizás esa frase resume perfectamente su estado mental en los instantes previos al suicidio. Si él escribió eso es porque estaba convencido de que se avecinaba  . . .  ese fin, del que habla.

    Ninguno de los dos hizo ningún comentario al respecto, pero ambos tuvieron la misma reacción. Los dos miraban ahora el gráfico estadístico.

    — Me preguntabas para que quería este informe.—dijo Alan.

    Anthony respondió asintiendo levemente con la cabeza.

    — Pues bien, seré claro. Recientemente se han producido una serie de sucesos que, como después hemos podido comprobar, han supuesto una variación  drástica en la tendencia de nuestra serie. Por ahora no somos capaces de determinar el porqué de este cambio, pero creo que si estamos en condiciones de identificar con bastante precisión los elementos que acompañan a este punto de inflexión, y que, por otra parte, podrían ayudarnos a entender lo que está ocurriendo.

    —  Y dices que puedes determinar con precisión esos elementos

    —   Desde luego.

    Hizo una pausa, para continuar diciendo poco después:

    —  Se da un clara coincidencia entre las recientes llegadas a la base y el comienzo de las muertes, sean accidentales o no.

    —  ¿Quieres decir que hay una relación en todo ello ?

    —  No estoy seguro. Pero entra dentro de lo posible. Aunque sólo es una hipótesis, la llegada de los periodistas, de Lone y del presidente, bien podría haber actuado como el desencadenante de . . .

    El timbre de su propio intercomunicador le interrumpió. Lo sacó de su bolsillo y, levantando levemente la mano a modo de disculpas, contestó. Su rostro experimentó una severa transformación que no pasó desapercibida a Anthony. Alan se levantó de su asiento, y después de escuchar atentamente en un tenso silencio solamente dijo: ”Voy ahora mismo.”, y cerró la comunicación.

Anthony también se había incorporado de su asiento.

    — ¿ Qué ocurre ?

    —  Llamaban de seguridad. – dijo mirando seriamente a Anthony.—Se han producido disparos en los niveles inferiores.—Dicho lo cual abandonó apresuradamente el despacho de Anthony.

5

    En su desesperada carrera por alcanzar la luz del pasadizo Stan tuvo tiempo de experimentar toda una serie de sensaciones. Su mente fue igualmente invadida por insólitos pensamientos en el que sus sentidos, especialmente agudizados, le ofrecían nuevas líneas de pensamiento de las que luego, a buen seguro, no sería capaz de recordar. Ni siquiera de entender.

    Sus movimientos, cada vez más torpes, se ralentizaban con excesiva rapidez al tiempo que la adrenalina generada por su cuerpo  comenzaba a pasarle factura agarrotando sus músculos.

    Stan captó la esencia de ese momento en el que todo parecía tener un porqué. Una razón de ser. Donde su lucha por llegar a la luz era   su lucha por salvar su vida. Donde el mal,  ese algo tan abstracto, había optado definitivamente  por mostrarse con toda su crueldad.  Donde las fuerzas esenciales del orden cósmico parecían haberse dado cita en el interior de esa sala, para disputarse de nuevo la supremacía universal.

    De todo ello fue consciente Stan en apenas unos segundos. Suficientes para darse cuenta también de lo insignificante que resultaba su vida en esos instantes. Sintió con enorme fuerza que la soledad le rodeaba.

    Descubrió entonces que le quedaban escasos metros para alcanzar el pequeño haz de luz que penetraba en forma de cuña en el interior de la sala. Casi al mismo tiempo se dio cuenta de que las lágrimas de sus ojos le impedían ver con claridad. Instintivamente se llevo una mano a la cara, que obviamente chocó contra el cristal del casco. Mientras, incomprensiblemente, el maletín sujeto a su cintura se soltó cayendo justo entre sus piernas. Stan tropezó con el maletín cayendo al suelo aparatosamente. La cuña de luz quedaba a apenas cuatro metros de la que emitía su casco.

    Ralph había dejado de gritar. La criatura había dejado de rugir. En ese breve instante, el silencio se presentó como la antesala perfecta de la oscuridad. El vestíbulo de lo indeterminado. El preludio del terror. Y lo peor de todo era que Stan era consciente de todo ello.

    Alzó lentamente la cabeza hacia el pasadizo y vio como la luz que emitía su casco avanzaba hasta conectar con la cuña de luz procedente del pasadizo. Este simple hecho le dotó de una efímera y engañosa tranquilidad, que desapareció con la misma rapidez con que Stan comprendió que seguramente era esa misma luz la que le estaba poniendo en peligro.

    Se disponía a apagar la luz de su casco cuando oyó dos sonidos bien diferentes. Del pasadizo le llegaron las voces de lo que supuso eran guardias de seguridad. Tras de si también oyó movimiento.    Stan decidió apagar su equipo antes de que fuera demasiado tarde.

    De nuevo la idea de una dualidad cósmica e universal pasó por su cabeza. El bien y el mal. La luz y la oscuridad. Los guardias y . . . la criatura.

6

    Varios soldados se hallaban de guardia cuando recibieron orden urgente de acudir a la sala de pruebas. El tono de voz utilizado desde control les sirvió para entender que no se trataba de una broma, ni de un simulacro. Era un código uno. Cualquier novato dentro del departamento de seguridad sabía lo que significaba, y eso era lo que tenían ahora, un maldito código uno. Máxima alerta.

    Salieron corriendo en dirección al pasadizo que conducía a la sala de pruebas. Apenas tardaron unos segundos en enfilarlo, y escasamente un minuto después del aviso, ya se encontraban los cuatro hombres apostados a ambos lados del umbral de la puerta de acceso a la sala. Un pequeño manto de luz se extendía en su interior iluminándola.

    Un chasquido de dedos fue suficiente para que uno de ellos avanzara su posición. Extrajo una linterna y enfocó con ella al interior. Rápidamente localizó el cuerpo de Stan que yacía inmóvil en el suelo a escasos metros del pasadizo. Se acercó a él sin ser consciente de que estaba traspasando una frontera. Un límite.

    — ¡ Cuidado! — le avisó uno de ellos.

    Todos sacaron sus linternas.

    — ¿ Está usted bien? — preguntó el soldado a Stan mientras le zarandeaba levemente,

    No hubo respuesta.

    — ¿ Oiga ? — dijo, esta vez levantando la cabeza de Stan.

    El soldado descubrió dentro del casco un rostro que era el fiel reflejo del pánico.

    —  ¿ Está usted bien ?. No se preocupe ya está usted a salvo.

    Lejos de tranquilizarse el soldado vio como Stan empezaba a temblar ostensiblemente. Estaba aterrorizado.

    El soldado le estaba enfocando directamente con la linterna y  precisamente era lo único que no necesitaba en esos momentos, cuando se produjo un movimiento tras él, que fue acompañado por un bufido. Instintivamente el soldado se incorporó del suelo y retrocedió unos pasos en un movimiento rápido, dejando a Stan a merced de la oscuridad.

    — ¿Qué ha sido eso ? — dijo uno de los soldados.

    No hubo respuesta.

    El soldado volvió a enfocar a Stan, quien aprovechó ese instante para arrastrarse desesperadamente hacia el pasadizo. A  modo de respuesta  se oyó un nuevo bufido más acelerado, más nervioso y también más violento, que fue seguido de un estrepitoso bramido que dejó paralizado al soldado. Éste solamente tuvo tiempo de ver como  Stan, que trataba de ponerse a salvo avanzando hacia en la zona iluminada por el pasadizo, se vio arrastrado de nuevo hacia la oscuridad por algo que no logró determinar, de vuelta hacia la espesa  negrura de la sala.

    Ante los gritos de Stan, el soldado comenzó a disparar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 15 .-

¿ Donde está Lone ?

1

    El doctor Robert tenía que hacer verdaderos esfuerzos para recordar una asistencia tan . . . selecta y numerosa, a una  autopsia en la base. No eran más de ocho personas, pero quizás lo más destacable de todo ello no fuera de cuantos se trataba sino de quienes eran.

    Frente a la camilla donde yacía el cuerpo, separados por amplio ventanal rectangular, se encontraba gran parte de la plana mayor del C.D.N. La selecta comitiva la formaban el Director, Bob, el mismo Robert y así como otras personalidades a quienes Alan no lograba reconocer. En silencio, asistían entre impertérritos e indiferentes al macabro espectáculo de vísceras y sangre, en que transcurría normalmente una autopsia.

    Alan no tardó mucho en comprobar que su presencia no era bien recibida por alguno de los presentes. Había notado ciertas miradas de recelo cuando entró junto a su padre en el quirófano. Por lo que no pudo evitar el sentirse como un intruso. Pero, ¿ quienes eran ellos para poner trabas a su presencia allí? , se preguntaba. Aunque, por otra lado, la respuesta era bastante obvia. Todos los allí presentes parecían compartir un mismo conocimiento. Conocimiento que ahora debería ser transmitido a Alan. O al menos eso esperaba. Por que ahora las cosas habían cambiado radicalmente. Él estaba a cargo de la seguridad de la base, eso si, siempre y cuando su padre estuviese ausente. En un principio Alan pensó que detrás de esas ausencias subyacía  el claro propósito de su padre de trasladarle el mando del departamento, pero ahora dudaba de la verdadera naturaleza de sus continuas ausencias. Y como estas parecían ser la norma últimamente eso significaba que estaba al frente de la investigación, lo que a su vez implicaba que tenía derecho a husmear tanto como quisiera.

    Estaba claro que algunos de ellos no se sentían cómodos ante la posibilidad de que entrara a formar parte de tan selecto grupo. En especial, y le dolía reconocerlo, su propio padre. Intuyó que se encontraba en una situación delicada por lo que decidió permanecer en un discreto segundo plano. A la espera.

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