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    — Seguramente. – dijo, al mismo tiempo que apretaba el botón del intercomunicador.  Mala suerte, pensó Alan. —¿Control ? , aquí seguridad. Tenemos un  ´visitante´. Intercéptenlo.

    Más tarde el grupo de asalto  reducía  a la  pareja de periodistas obligándoles a tumbarse en el suelo, con las manos en la cabeza. En ese mismo instante se cortó la comunicación.

    — Señor Alan, hemos perdido contacto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 5.-

La reunión.

1

    La reunión iba a celebrarse en la Sala de  Conferencias. Una  enorme mesa  circular de mármol negro, destacaba del resto. Cinco personas, además de Lone,  estaban allí sentadas. Un asiento vacío avisaba de una ausencia. Posiblemente  todos esperaban su  llegada.  La iluminación,  más bien escasa,  parecía  marcar las pautas de lo que  esperaba que no fuese  una larga espera.

    Cada uno de los asistentes disponía de un monitor, pero sólo uno disponía de un teclado y frente  a él , la misma silla vacía . Lone, situado en frente, comenzó a observar a cada uno de los allí congregados. A su derecha  el Doctor  Robert estaba inmerso en una montaña de papeles; posiblemente sería el encargado de explicar la verdadera naturaleza del proyecto, así como las posibles implicaciones del mismo. Esto es, el nivel de peligrosidad.  Robert,  dirigió una mirada a Lone,  para después seguir con sus disquisiciones. Parecía un hombre afable, aunque aún no había tenido tiempo de comprobarlo. Quizás nunca lo tendría. A su lado, otro científico, de aspecto descuidado, parecía estar impaciente por comenzar la reunión. Se lo había presentado Robert como el doctor John Miller , una eminencia, según él, en física cuántica además de otros muchos campos. Al lado de John, el Coronel Bob  Williams , jefe de seguridad de la base,  de avanzada edad   tenía las manos  entrelazadas sobre la mesa. De vez en cuando  respiraba con dificultad. A su lado el asiento vacío. A la derecha de Lone,  el doctor Anthony Frost jefe médico del hospital de la base. Y, junto a él, un militar de aspecto rudo. Ambos permanecían sentados en sus asientos, en silencio.

    El encendido automático de los monitores alertó  a  los asistentes. Para los más experimentados era la señal  que indicaba la llegada del  Director. Uno a uno fueron levantándose de sus asientos. Lone, tardó en reaccionar. Lo justo para  cuando entró el Director.

    —  Señores, tomen asiento, — ordenó  el Director . – Ante todo , Sr. Lone , gracias por estar aquí . Supongo que habrá podido descansar.

    —  Supone bien. Aunque me gustaría  acabar cuanto antes con esto.

    —  Fieles a sus deseos comenzaremos con la parte técnica. —  dijo ahora dirigiéndose al Doctor Robert.—Doctor, puede comenzar con la explicación.

    —  !Bien !, — dijo a modo de comienzo . — desde hace unos años estamos investigando sobre la posibilidad de  crear  generadores de energía con la suficiente potencia como para alcanzar la velocidad de la luz. Las posibles aplicaciones en el campo aeroespacial resulta, por si solas, lo suficientemente  atractivas como para haber conseguido la participación del gobierno. Hace cuatro años descubrimos la  fusión fría. Las consecuencias de este descubrimiento provocaron un adelanto, calculamos que en diez años, sobre el proyecto original, así como un ahorro  en los costes. Escasamente hace unos días conseguimos superar en seis puntos la velocidad de la luz. Los resultados, esta vez fueron… — hizo un pausa. — , fueron , digamos que inesperados. A partir de entonces, no  tan sólo la naturaleza del proyecto, sino también su finalidad, han variado en su totalidad.

    —  Doctor, — intervino Lone. – explíquese.

    Mientras decía esto, el doctor Robert  buscó al Director con la mirada. Éste  consintió con un gesto, detalle que no pasó desapercibido para Lone.

    —  Intentaré ser lo más conciso posible. Poco después de realizar las primeras pruebas con velocidades increíblemente altas, decidimos comprobar como reaccionaría un ser vivo ante  semejante velocidad. Obviamente conocíamos los efectos  que, teóricamente, se producirían en él. Para lo cual…

    —  Lo que resulta igual de obvio es que el ser vivo murió.—Interrumpió Lone.— ¿ Me equivoco?

    —  Sr. Lone, no nos gastamos dos billones de dólares para comprobar la resistencia de un mono a la aceleración.—Espetó  el físico.

    —  Eso espero. –  bromeó Lone.

    —  Sr. Lone, solicito de su parte un pequeño margen. – dijo el Director ejerciendo de moderador.— Doctor, si hace el favor.

    —  Como le iba diciendo,  los grandes problemas  que presentan los futuros viajes  espaciales  se pueden reducir en dos , y que naturalmente se encuentran entrelazados. Por una parte, las largas distancias interplanetarias necesitan de la energía suficiente para poder llevar a cabo dichos desplazamientos , y la imposibilidad de lograr unas condiciones que hagan posible un viaje tripulado. El primer problema lo conseguimos resolver gracias a las investigaciones del Doctor John. Las posibles aplicaciones de la fusión fría, así como su utilidad en la carrera espacial, nos han situado en una posición de privilegio respecto a las otras potencias.

    —  ¿ Y porqué no trasladar los logros de la fusión fría  a la población . ? — preguntó Lone, realmente sorprendido ,y al mismo tiempo arrepentido por dar la oportunidad a alguno de aquellos militares de que se comportaran como tales. A pesar de todo, no hubo respuesta.

    —  El segundo problema  en cambio, resultaba todo un hándicap. – dijo esta vez el Doctor John. – Las posibilidades de realizar un viaje tripulado de estas características pasaba por crear esas condiciones mínimas de habitabilidad. Nuestros investigadores ofrecían dos alternativas: la hibernación  y , lo que nosotros hemos llamado, el espacio vital .

    El Director era un hombre de unos treinta años. Iba bien vestido y sorprendentemente no parecía un militar, aunque su forma de hablar así lo indicaba. Desde su llegada no paraba de mirar a  Lone, quien seguía el discurso de los científicos en busca de una respuesta. La respuesta a la pregunta que rondaba por su cabeza desde que subiera al helicóptero dieciocho horas antes. ¿ En que consistía el proyecto ?. ¿ Tenía algo que ver  el espacio vital con el proyecto ?. También había una serie de detalles que no escapaban a Lone. ¿ Quien era realmente el Director?, ¿Y porqué ocultaba su identidad? Tampoco el silencio de los militares le parecía una buena señal. En definitiva, siempre había un algo que, no sabía definirlo exactamente, lo impulsaba  al recelo. A la desconfianza. Espacio vital, volvió a oír.

    —  Entre ellas dos el espacio vital parecía la mejor opción  ante los continuos fracasos en los estudios sobre  hibernación. – John hizo una pausa, y aprovecho para beber del vaso de agua que tenía sobre la mesa. – En resumidas cuentas, y para abreviar, el espacio vital consiste en la creación de un campo de fuerza que anula las consecuencias negativas que tendría para un ser vivo, cuerpo humano  su exposición a dichas velocidades.

    —  Para poder llevar a cabo un proyecto de estas características,— prosiguió – nuestro equipo diseñó un vehículo  que pudiera  ser expuesto a velocidades muy por encima de la velocidad de la luz. Tardamos algo en encontrar lo que estábamos buscando. Entonces diseñamos un vehículo, el Esfera I.— En ese mismo momento los monitores  presentaban, bajo el título de Esfera I, el  vehículo esférico que aparecía atrapado en los extremos  por dos ejes  de forma conoidal, que surgían  de la base  y del techo.  De esta forma podían comprobar in situ las evoluciones del vehículo.— A través de los ejes, mediante unos propulsores, conseguimos que alcanzara  altas velocidades. La gran ventaja del Esfera I radica en  que prescinde del espacio que sería necesario para cualquier vehículo que intentara alcanzar la velocidad luz.

    —  ¿ Quiere decir con ello que su movimiento es únicamente de rotación ?.—preguntó Lone.

    —  Efectivamente.

    —  De acuerdo ,— convino Lone – pero falta por resolver el problema de su habitabilidad.

    —  ! Exacto ! , — siguió John  claramente  excitado.— De igual manera necesitábamos conocer los efectos que produciría  en un ser vivo. Obviamente no fue un trabajo  agradable, pero era totalmente necesario. Después de seis meses de investigaciones encontramos la manera de contrarrestarlos.

    —  Me está intentando decir que tuvieron éxito.—dijo Lone realmente sorprendido.

    —  No exactamente. – contestó  John, más nervioso de lo que hubiera querido.

    —  ¿Perdón ? — dijo Lone mirando al Director, quien no parecía dispuesto a dar más explicaciones de las que estaba dando l científico.

    —  Bueno, se lo intentaré explicar. El proceso consistía en depositar al ser vivo, en este caso un gorila de 140 kilos, en el interior  del Esfera I. Después de numerosos esfuerzos conseguimos  crear una microgravedad que impedía que el “sujeto” pudiera acercarse a la superficie del  vehículo. Hasta entonces los “sujetos”  no regresaban con vida, digámoslo así, de la experiencia. Pero en el último viaje sucedió algo,… algo muy extraño.

    — ¿Qué pasó ?

    —  Desde control obtuvimos una lectura negativa en los funcionamientos del vehículo. Como si ya no existiera.

    —  ¿ Cómo si hubiera desaparecido ?— preguntó Lone.

    —  Si, cómo si hubiera desaparecido – respondió John más nervioso de lo que le hubiera gustado.—  Los monitores que mostraban la evolución del experimento también fallaron. Todo el equipo nos trasladamos a la sala de pruebas, y nos encontramos con algo que no esperábamos.

    —  Pero, ¿ Qué ocurrió realmente ? — insistió Lone

    —  Pues eso. El Esfera I había  desaparecido.

2

    —  Francamente, no me esperaba esto. – dijo el sargento mientras dejaba escapar un suspiro.

    —  Yo tampoco, señor.—convino el soldado sin dejar de mirar  a los periodistas que yacían en el suelo con las manos en la cabeza.

    Pertenecían al equipo de interceptores de la base. Eran un grupo selecto y bien entrenado cuya única e ineludible misión  era la de eliminar todo ente que penetrara en los perímetros de la base. No  había lugar para las dudas. El Director había sido muy claro al respecto. La misión era la de interceptar y eliminar. Habían sido perfectamente adiestrados pero hasta ahora no se habían encontrado en una situación como esa. Y aquello obviamente era real.

    Habían tardado exactamente diez minutos en neutralizar a los dos periodistas. El helicóptero esperaba a unos veinte metros. El equipo estaba formado por cuatro hombres, además del sargento. Éste, un hombre joven  a juzgar por su aspecto, se ajustó el intercomunicador del casco.

    —  ¿ Seguridad ?,— preguntó —  aquí equipo azul.

    Por respuesta obtuvo un sonido  eléctrico y entrecortado.  Mientras tanto su mente no dejaba de pensar en los dos periodistas. En unos momentos, pensó, tendría que matarlos. Sólo necesitaba  la confirmación.

     —  ¿ Seguridad ?,— volvió a preguntar. —  Pero esta vez la respuesta fue un largo silencio.

    Se golpeó el casco con la mano, pero fue inútil, su intercomunicador no funcionaba

    —    !Soldado !—dijo.— , establezca contacto con …

    —  !Esto es un abuso!,— gritó Alison, quien se había levantado desafiando a los soldados.— !Quiero hablar con el que esté al mando !. Pero, ¿ qué les ocurre ?, ¿ no tienen nada mejor que hacer que apuntarnos con sus armas ?. Esto es América, y aquí existe la…

    —  La libertad de información, de expresión, etcétera, etcétera, —dijo el sargento.—al menos para ustedes, se ha acabado. Le aconsejo que vuelva a su sitio, esto no tardará mucho.

    —  ¿ Qué significa que la libertad de … ?.—era algo que iba a decir pero  comprendió el aviso iba realmente en serio. Giró sobre si misma y volvió a tumbarse.

    —  ! Señor!, creo que las comunicaciones han sido anuladas.—informó el soldado.

    —  Soldado, se deberá  a  algún tipo de tormenta eléctrica.

    El sargento echó un vistazo hacia el helicóptero, desde el que le hacían señas. Seguramente tampoco funcionaban las comunicaciones.  Miró a los periodistas. Estaban  allí tumbados, en mitad del desierto desprovistos de cualquier protección.  Habían venido desde la ciudad, un camino muy largo  , en busca no de una noticia, sino tras la noticia. No podía imaginar como habían conseguido la información sobre la ubicación de la base, por la que sin lugar a dudas habrían tenido que pagar un alto precio. De la misma manera que los periodistas no podían imaginarse  que por lo que  habían pagado era por una muerte segura. Las órdenes eran órdenes, y no había posibilidad de contradecirlas. Por mucho que le pesara matar a esas personas, debía hacerlo. Tenía que hacerlo.

    —  !Soldado!,— gritó el Sargento.

    —  Si , Señor.—gritó a su vez el soldado, mientras corría en dirección al Sargento.

    Unos segundos de silencio.

    —  Proceda .—sentenció .

    El soldado cogió su M-16 y le quitó el seguro. El sonido metálico que hizo el fusil al montarse  pareció despertar  la atención repentinamente de los dos periodistas. Alison  movió la cabeza y observó como un soldado se dirigía  hacia ellos. Paul también le vio acercarse .

    — ¿ Alison ?.—dijo Paul. 

    —  Si,— contestó algo nerviosa..

    — Algo no va bien.—dijo Paul muy preocupado.—Llevamos así un cuarto de hora.

    —  Bueno  Paul,  ya sabes como son estos malditos militares.

    —  Si, ya.—Y agarrándola del brazo le dijo con una voz realmente trémula.—Pero ese tío acaba de montar el arma.

    El rostro de Alison se contrajo. El miedo invadió su cuerpo y no pudo evitar un grito entrecortado mientras se levantaba. Se puso a correr en dirección a ninguna parte. El soldado levantó el arma en dirección a la periodista.

    —  !Alison, no !, — gritó Paul, a la vez que veía como el soldado la apuntaba con el arma. También se levantó, y  fue corriendo hacia el soldado con los brazos en alto mientras le hacía señas para que no disparara. —No dispare por . . .

    Pero Paul no tuvo tiempo de acabar la frase. El impacto de un cargador entero sobre su pecho, se lo impidió. Después cayó al suelo. Lo último que vio fue a Alison corriendo hacia ninguna parte. Luego un extraño  silencio lo invadió todo, y supo que había muerto.

    Un chasquido de dedos del sargento dio a entender al soldado que siguiera a la periodista, quien ya disponía de una pequeña ventaja. En ese preciso momento el sonido del intercomunicador avisó al sargento de que las comunicaciones posiblemente se habían restablecido.

    —  …..turen….., ..pito…. – otra vez aquel sonido que   hacía  ininteligible la línea.—!Sargento !, maldita sea. Responda.

    —  ! Seguridad!, aquí equipo  azul .—habló el Sargento.

    —Equipo azul , ha habido un problema con las comunicaciones. Estamos buscando una solución. Mientras tanto suspendan toda comunicación. – De nuevo aquel ruido ensordecedor.— … , repito, nuevas órdenes , intercepten y traigan a la base a los dos infiltrados . Esto tiene prioridad.—Y la comunicación se cortó.

    El Sargento comunicó al soldado las nuevas órdenes. A lo lejos vio a la mujer que seguía corriendo ajena a las nuevas órdenes. A la nueva situación. Después se acercó  al cuerpo sin vida del otro periodista.

    —  Mal día para ser periodista.—dijo.

3

    El centro de seguridad de la base era un hervidero de gente. No paraban de entrar y salir  operarios; unos transmitían informes, otros contrastaban la información ya que  a nadie se le escapaba  que durante la visita del presidente requeriría por parte de todos ellos un mayor sacrificio y  dedicación.

    Las pantallas centrales estaban  apagadas. Los problemas de comunicación habían disminuido, pero por alguna razón no acababan de desaparecer. Alan quería dar con la solución antes que su padre, el Coronel, regresara de la reunión. Otro punto importante en la agenda del día .

    Alan no dejaba de dar indicaciones. Observaba atentamente todo cuanto acontecía a su alrededor, y a pesar de todas las precauciones tomadas no se sentía tranquilo. El último análisis indicaba que  el nivel de entradas no autorizadas se había reducido considerablemente. Pero no dejaba de pensar en el fallo en las comunicaciones. Tenía que haber una relación entre  aquello, la llegada del presidente y la aparición de los periodistas. Todo resultaba de lo más extraño. Era como juntar  las piezas de un rompecabezas muy sencillo,  para descubrir al final que no tenía sentido alguno. Delante suyo un operario estaba inmerso en su trabajo revisando las entradas no autorizadas. Alan vio como giraba la cabeza lentamente de un lado a otro, lo cual obviamente no era una buena señal. Se acercó a él.

    —  ¿ Qué ocurre ?

    —  Algo no funciona.—contestó sin mucha energía.

    —  Eso no me sirve. – reprochó Alan severamente.— Si tiene algo que decir dígalo. Y si piensa en algo dígalo, por muy inverosímil que parezca.

    —  Señor, estaba pensando en la posibilidad de que el momento del corte en las comunicaciones, no fuera más que el único indicio de  una entrada no autorizada. Quizás la entrada de los periodistas no fuera más que una cortina de humo.

    —  Demasiado complicado.—sentenció Alan .— Dígame , ¿ quienes y como podrían generar ese corte en las comunicaciones.?

    —  No lo se,  Señor. – dijo el operario pensativo.—Pero,  supongamos que dispusieran de  esa tecnología y pretendieran entrar en el perímetro. Si han sido capaces de interceptar e interrumpir nuestras comunicaciones, quien nos dice que no han sido capaces de alterar nuestros sistemas radar.

    —  Luego, ¿ que sugiere  ?

    —  Creo que deberíamos comprobar los últimos treinta minutos de filmaciones  en la frontera.

    —  ¿ Cuanto tardará en hacerlo ?

    —  Varias horas. El perímetro es amplísimo.

    —  De acuerdo.— y dirigiéndose a todos los operarios .—! Señores !, el problema de las comunicaciones puede que sea el principio de algo más serio.  Alerten  a todos los puestos de observación. Quiero un examen riguroso de cualquier cosa que vuele o simplemente planee, hasta una altitud de cinco mil metros.

    Automáticamente los operarios, que  habían formado un pequeño grupo para atender   las nuevas órdenes,  volvieron a  sus tareas. Alan seguía cavilando. Su mente no paraba de contrastar las nuevas hipótesis sugeridas por el operario. Las posibilidades de que una fuerza exterior, ya difícil de considerar en tiempos de paz,  hubiera sido capaz de interrumpir, o mejor dicho, anular sus sistemas de comunicación y de radar, eran realmente escasas. Pero la simple consideración de esta posibilidad le resultaba incómoda. Las repercusiones que tendría  la existencia de una operación de tal calibre eran inimaginables. Pero lo más escalofriante de todo  era  que considerada la posibilidad de una entrada no autorizada,  no sería posible sin la ayuda de alguien de dentro. Alan comenzó a pensar, por muy improbable que resultara,  en la   existencia de un infiltrado, dentro de la base.

4

    Lone no acababa  de entender muy bien  lo que John  le estaba sugiriendo. Todos los presentes en la sala habían enmudecido tras oír las últimas palabras  pronunciadas   por   John:  “ Había desaparecido. “ . Un vehículo de casi  una tonelada, había desaparecido sin dejar rastro. Miró  al Director , y de nuevo a John.

    —  ¿ Desintegrado ? — preguntó con poca convicción Lone.

    —  No, — respondió  John rotundamente. —  no detectamos restos de partículas. La radiación de la sala permaneció en todo momento en los niveles ordinarios.

    —  Luego, tendrán alguna teoría.

    —  La tenemos.

    Ahora, todas las miradas se dirigieron al Director, quien había permanecido hasta aquel momento en un discreto segundo plano. Su rostro serio se contrajo en una sonrisa sardónica carente de naturalidad. Miró fijamente a Lone y rió nerviosamente.

     — Señor Lone,— dijo con voz quebrada y grave, que hizo que Lone se sintiera algo incómodo.— ¿ cuales fueron las razones , las verdaderas razones, que le impulsaron a participar en este proyecto ?

    — Y ,¿ qué importancia tiene eso ?.—  contestó Lone con arrogancia .

    — Si, claro,—  dijo volviendo a reír nerviosamente.—Sólo era mera curiosidad. Espero no haberle molestado.-Su rostro se volvió a relajar.

    —  Muy bien  Lone, las cosas están así.— prosiguió  el Director – Lo que mis colegas no acaban de decirle, no es solamente secreto de Estado, sino que pertenece a esa clase de historias de las que es mejor no hacer caso. 

    —  No le sigo.—dijo Lone mientras el Director se levantaba, a la vez que  introducía las manos en los bolsillos. Sin previo aviso se incrementó la iluminación de la sala.

    —   Verá Lone, el día que desapareció el vehículo pensamos al igual que usted en la desintegración , pero al comprobar  que los niveles de radiación eran insignificantes nos llevó a pensar en otra posibilidad,  aun más interesante  si cabe. – Ahora  comenzó  a pasear alrededor de  la mesa.—Como ya sabe , la materia no desaparece , sencillamente se transforma. Incluida  la desintegración .Imagínese, que en lugar de decirle a alguien; “ te voy a desintegrar “, le dice ;” te voy a transformar.”—dijo esto acompañándolo con una sonrisa siniestra.

    —  ¿ Está insinuando que el esfera  se ha ,…trans… ?— preguntó incrédulo, observando que ahora el Director estaba justo detrás suyo.

    —  Transportado. La energía  se transforma o se transporta.—Afirmó categóricamente.

    —  ¿ A donde ?.—Preguntó Lone, y  pudo distinguir el sonido de unos pasos tras de si. Iba a girar la cabeza  cuando la mano del Director cayó sobre su hombro distrayéndole.

    En ese instante la sala quedó en silencio evidenciando cual era la situación. Cual era la misión. Y Lone  captó esa realidad con toda su crudeza. Antes de poder reaccionar de ninguna manera las palabras del Director no hicieron más que confirmar sus sospechas.

    —  Esa es una pregunta que sólo usted podrá contestar.

    Fueron las últimas palabras que oyó Lone antes  de perder el conocimiento.

 

 

 

 

Capítulo 6.-

Invitados

1

    Las instalaciones del Área 51eran, por decirlo de alguna manera, una falta de respeto hacia la propia ciudadanía  americana, por todo lo que significaban. La base en si misma había sido concebida en los años cincuenta cuando la cúpula del ejército, consciente de  su potencial, ideó un mecanismo capaz de agilizar el entramado legal y burocrático que la misma democracia americana  suponía a la hora de tomar determinadas decisiones, en lo referente a la defensa nacional. La única forma de hacer frente  a  este “contratiempo“ consistía en la creación de un Comité para la Defensa  Nacional , el CDN,  cuyos principios quedaron recogidos en un memorando, que obviamente jamás vio la luz. En el se establecía que en caso de grave conflicto (se especificaba el significado de grave),  dicho comité  adquiriría el mando de la nación pasando por encima de la autoridad del presidente. Esto, aunque no se especificaba explícitamente  si lo estaba en un sentido más implícito.                                                        

    En los años cincuenta, después de la segunda guerra mundial, los Estados Unidos eran conscientes que Rusia y, en un sentido más amplio, el comunismo era la representación del mal en el mundo, y como tal debía ser  erradicado. La Doctrina Monroe debía ser aplicada en el sentido más estricto, para lo cual en un principio se tomó la interpretación que a principios de este siglo hiciera el presidente Wilson de la misma. Los EEUU debían ser no solamente el espejo en el que los propios  americanos se miraran y adivinaran una gran nación que defendía la libertad y los derechos individuales de cada uno de sus ciudadanos, sino un faro para el resto del mundo. Tan mesiánica actitud, semejante utopía, caló hondamente ya a mediados de siglo en la mayoría de los americanos.

    En esta línea de pensamiento se movía un determinado sector del ejército, así como un reducido pero importante de hombres de negocios hábilmente conducidos a  esta organización, que de un modo particularmente  extraño había llegado a ser tan desconocida como temida por muchos de ellos. Y es que la esencia de su existencia estaba solapada a la misma existencia del ejército, gobierno y sociedad americana.

    En caso de extrema necesidad nadie se preguntaría el porque ni quien había dado a el CDN, las potestades que en ese momento fuera capaz de asumir si con ello, dado el caso,  protegieran los intereses de todo un país.

    De esta manera, con la guerra fría como telón de fondo se creo el CDN, estableciéndose un ejercito dentro de otro ejercito, un servicio secreto dentro de otro, y un gobierno de observación en la sombra. No era de extrañar, por tanto, que la misma organización acabara guardando ciertas semejanzas con la mafia. Extorsión, blanqueo de dinero, tráfico de armas, desvío de  fondos reservados, extraordinarias donaciones ya fueran solícitamente o a través del chantaje, etc.…

    Pero si había algo  que el CDN considerara de vital importancia desde sus primeros momentos fue la necesidad, no solo de aventajar tecnológicamente al resto de países sino de  participar decididamente en el desarrollo de esta. Como muestra de ello se aprobó en los años cincuenta la construcción de la mayor base subterránea jamás construida, superando con mucho a la ciudad subterránea de los rusos en Kiev, y bautizada más tarde con el nombre de área 51, Ubicaba dentro de la Base Nellis considerada la mayor instalación militar del mundo, al contar con una superficie superior a la de Suiza.  

    A todo esto no era ajeno el Director  que permanecía ahora sentado en su despacho, en penumbras, frente a una representación holográfica de la base. Estaba ausente, quizás cansado, aunque nadie sería capaz de adivinar, ni siquiera sospechar, lo que en esos momentos pasaba por su cabeza. Con un movimiento imperceptible accionó un botón. El holograma  presentaba ahora un corte transversal dividiendo la base en dos mitades simétricas, si bien esto último no era del todo cierto pues el holograma no había sido actualizado desde hacía días. Una de aquellas partes desapareció. Ahora podía distinguir de una manera más clara los diferentes niveles que la componían. Poco a poco fue seleccionando, una y otra vez, diferentes sectores de la base. Sus ojos no parecían en modo alguno seguir las representaciones que ante él se mostraban.

    Poco a poco la intensidad de la luz aumentó. Mientras el holograma desapareció virtualmente. En ese preciso instante  una puerta perfectamente camuflada  se abrió. El Director pareció no inmutarse. Un hombre entró y se sentó  enfrente. Una extraña atmósfera pareció envolver la sala y el recién llegado comenzó a hablar.

    —  ¿En que estas pensando … Director ? – dijo esto último con cierta arrogancia.

    —  En todo y en nada.—respondió tajante.

    —  No puedes permitirte el lujo de pensar en otra cosa que no sea en nuestro distinguido huésped.—dijo.

    Su cuerpo permanecía rígido, en una postura que el Director consideró incómoda a todas luces.

    — Está al llegar. Todo está preparado. No habrán contratiempos.—dijo, obviando la amenaza que iba solapada a aquella frase.

    —  ¡ Claro ! . No podría  ser de otra manera.

    El visitante se levantó y abandonó la habitación. La conversación no había durado más de dos minutos. Pero ya todo daba igual, pensó, a estas alturas no había demasiadas cuestiones por discutir. Únicamente esperar  a realizar el salto y después tomar decisiones.

 

2

    El corazón de  Taylor  era un corazón especial. Ya en el colegio lograba unos tiempos realmente impresionantes, por lo que no tuvo problemas a la hora de conseguir una beca para la universidad. Y esta fue quizás la única vez en su vida que logró  algo de una manera tan sencilla. Sin apenas esfuerzo. En aquella época él sólo era uno de tantos adolescentes  dedicados a pasárselo bien. El poco dinero que tenían lo gastaban en  cervezas, y esa clase de cosas. Una vida sin problemas.

    Taylor gano en su primer año algunas medallas por lo que fue requerido muy pronto por el entrenador de fútbol americano. Necesitaban un corredor y allí estaba él dispuesto a  darlo todo por el puesto. No tardó en destacar. Sin darse cuenta, antes de finalizar el primer año, ya era toda una celebridad. Las chicas querían conocerle, sus compañeros le admiraban y a los profesores parecía no importarles  que en sus clases hubiera alguien, si cabe, más importante que ellos mismos. Todo iba sobre ruedas. Todo parecía perfecto. Hasta que…, todo  dejó de serlo.

    Sus padres y su hermano murieron en un accidente de coche. Nadie pudo explicarle con exactitud que es lo que ocurrió, porque no hubo testigos. Pero la cosa parecía clara. El coche  se precipitó violentamente contra un árbol a la salida de una curva. ¿ Exceso de velocidad ? .!Y que mas da !—pensaba Taylor . El daño era irreparable. Aunque después supo que la causa estuvo en uno de los neumáticos. En uno de esos malditos neumáticos de segunda mano que su padre adquiría a un mecánico amigo suyo. Pero, ¿ quien era el culpable ? ¿ Quien era el verdadero culpable ?

    Durante un tiempo estuvo algo desorientado. Confundido. Tenía la imperiosa necesidad de hacer algo, pero no sabía el que. Así estuvo hasta mucho tiempo después hasta que al final no pudo aguantarlo más y decidió irse. Decidió alejarse de todo cuanto le rodeaba. Necesitaba huir de todo y comenzar de nuevo. Y fue mucho más fácil de lo que había pensado. Cogió una maleta y metió dentro  cuanto necesitaba y llamó a un taxi. A las pocas horas ya se encontraba en su interior rumbo a una vida nueva en algún lugar distinto. Y, mientras el taxi se alejaba de su antigua casa, no miró atrás. Aunque de alguna  manera el seguía mirando atrás, recordando las caras, las miradas y las sonrisas de las que habían sido las únicas personas a quien  Taylor había querido. De hecho, jamás dejo de mirar atrás.

    Unos meses después del accidente Taylor corría con tantas ganas y tanta rabia que no le costó en absoluto atraer la atención de sus inmediatos superiores. Y eso en el ejército era algo que, por decirlo de alguna manera, gustaba.  Con  veinte años formaba parte de unos de los cuerpos de élite mejor adiestrados del planeta.

    Ahora su corazón volvía a latir con fuerza. Llevaba diez vueltas en la pista subterránea de la base. Eso eran unos cuatro kilómetros. Era fascinante,— pensó – formar parte de esto. Y al mismo tiempo pensó que realmente no sabía nada del porqué de todo aquello.

    La pista era visible  totalmente excepto por dos grandes pilares que servían para albergar un ascensor y unas escaleras. Una mampara de cristal rodeaban la pista allí donde está comenzaba a curvarse, dejando las dos rectas de los cien metros libres de cualquier protección. Allí es donde se detuvo después de completar once vueltas. Cogió su equipo y se dirigió a las dependencias de la tropa. Se dio una ducha  y más tarde se fue a comer con sus compañeros. Después el sargento  adelantó los servicios para el día siguiente.

    —   Tener por seguro que mañana será un día importante, — aseguró el sargento – y obviamente no habrá ningún fallo. Nuestro equipo se encargará de la seguridad del presidente. No se me escapa que más de uno de ustedes estará pensando que es una pérdida de tiempo. Y tienen razón. Pero, ¿que probabilidades hay de que alguien intente algo contra el presidente aquí ? ¿ Una entre cien mil? Pues bien, — dijo esto con fuerza —analizaremos esa única opción.   

    Y  diciendo esto repartió los servicios.

    Para su sorpresa Taylor sería el escolta personal del presidente, lo que no pareció agradarle.

3

    Alan parecía obsesionado. Llevaba varias horas buscando entre las posibles entradas no autorizadas, alguna que le pudiera dar una pista que corroborara la existencia  de un punto ciego, un fleco, o lo que fuera, por el que se hubiera producido. Ello confirmaría su teoría. Pues según él, sólo con la ayuda de alguien de dentro  se podría producir un hecho de esa magnitud.

    Sus ojos negros recorrían sin descanso la ingente cantidad de imágenes que mostraba el monitor. De vez en cuando aprovechaba para observar a su equipo. Todos estaban realizando una gran tarea aunque esporádicamente descubría a algún operador tomándose, y esto tenía que reconocerlo, un leve aunque merecido descanso. La noticia de la llegada del presidente había producido el efecto esperado. Era un momento importante, aunque pocos supieran el porqué realmente.

    Se levanto desde el puesto de mando mientras observaba a través de uno de los monitores como el sol comenzaba a ocultarse tras el horizonte. Un hermoso paisaje de tonos violáceos y turquesas despedía, con una belleza inusitada, una de las zonas más áridas y tristes de la tierra.

    Pasaron unos segundos antes de que recorriera el espacio que le quedaba hasta llegar a la entrada. La puerta se abrió de forma automática al tiempo que, con un ligero movimiento de cabeza, indicaba a uno de los operadores que se hiciera cargo del control de la central.

    Ya en el pasadizo se dirigió a los ascensores centrales situados en los bordes del “foso“ como vulgarmente se conocía al lugar donde el eje principal llegaba al suelo. Para ello tardaría uso minutos en llegar. Si bien la base era lo suficientemente profunda sus constructores no necesitaron cavar mucho. La localización de esta se había decidido en base a los datos aportados por un satélite, civil eso si, que cartografiaba a  la vez que examinaba bastas zonas del este de los estados unidos en busca del material más codiciado;  petróleo. Fue una suerte para la CDN dar con aquel abismo bajo las arenas del desierto. Se decidió investigar. Se enviaron geólogos, ingenieros y hasta biólogos a aquel lugar. Al parecer la cosa iba en serio. Se procedió a la voladura de cien metros cuadrados de una superficie, que como después se comprobó, no era mucho más frágil que la porcelana. Y  se encontraron lo que  esperaban. Un abismo enorme. Y además . . . agua. No se tardó mucho en diseñar la base. De hecho la misma naturaleza se había encargado de hacer el trabajo más duro. En mitad de la enorme grieta se alojaría la columna vertebral de la base.

    Un edificio con forma de prisma donde cada nivel era un enorme cilindro circular, todos de idéntico tamaño, desde el primer nivel hasta el último. Después, cada nivel, en función de las posibilidades continuó ramificándose hasta llegar a ser lo que era ahora. Un milagro de la ingeniería. Cuatro ascensores discurrían por el enorme hueco interior del prisma, que constituía el eje principal de la base, conectando todos los niveles.

    Era normal tardar cierto tiempo en llegar a los ascensores, pues era el lugar más concurrido. No todos los departamentos  eran  cerrados. La mayoría de ellos, principalmente para compensar la falta de luz natural, eran visibles en su totalidad.

    Varios soldados de administración pasaron cerca de Alan. Iban vestidos con uniformes de oficina. Siguió atravesando el pasadizo y giró a la izquierda para encontrase con otro quizás un poco más largo. Desde allí ya podía divisar el ascensor noreste, uno de los cuatro que se adentraban en las mismísimas entrañas, no sólo de la base, sino de la tierra. Mientras, observaba el ir y venir de los operarios y soldados que daban vida y revestían de cierta dignidad a la base.

    Era extraño como el cuerpo humano conseguía, ante la ausencia de la luz diurna, adecuarse a un horario determinado, siempre y cuando se procuraran las horas de descanso adecuadas. Pero así era la vida en la base, pensó,  mientras llegaba al ascensor.

    Era curioso como habían diseñado los paneles que circundaban cada planta del eje central de la base. Entre los ascensores se alternaba muro de hormigón con grandes ventanales que embellecían la base. No era extraño encontrar a alguien disfrutando de esa maravillosa vista. Desde los niveles superiores podía observarse la cúpula del eje central, la teórica primera planta y única totalmente cubierta que permanecía enclavada justo baja la superficie, donde se alojaba el departamento de seguridad y mantenimiento. 

    Alan esperaba al ascensor mientras observaba con detenimiento como otro ascensor descendía sigilosamente hacia el interior de la base. Vio llegar el ascensor antes de que un sonido musical le avisara de su presencia. Entonces cayó en la cuenta que hacía ya algún tiempo que no hablaba con su padre sobre el proyecto.

    Por otro lado la casualidad no existía para Alan. Así que obviamente tenía que haber una relación entre el corte de las comunicaciones y la llegada de la periodista. ¿Podrían acaso haber contactado con alguien antes de dirigirse a la base? Era otra opción que cabría estudiar con detenimiento.

    Las puertas del ascensor se abrieron y entró. Estaba en la primera planta así que pulsó la decimotercero. Allí era donde estaba ella ahora. Tenía que reconocer que la intercepción de los periodistas había sido un asunto desafortunado, pero necesario para la seguridad. No eran momentos para consideraciones de ningún tipo. Había veces en la vida en que todo era cuestión de suerte. Ella estaba viva y su compañero no. Todo, según él se reducía a eso. Una pura cuestión de suerte.

    El ascensor comenzó a bajar hasta que no fue más que otro punto luminoso en las entrañas de aquel organismo alojado en las profundidades de la misma tierra.

4

     Alison estaba sentada en la cama, único elemento en aquella habitación, además de un fluorescente y un respiradero empotrado en la pared que  también realizaba, si uno se paraba a pensarlo, funciones decorativas. Las manos ocultaban el rostro. Hacía rato que había dejado de sollozar. Estaba más calmada aunque el terror se había adueñado de ella desde el mismo momento en que  Paul le había dicho con voz nerviosa : “ ese tío acaba de montar el arma. “. Se  reprochaba haber sido tan ingenua. Pero como iba a pensar que aquellos soldados  fueran a dispararles de esa forma. A bocajarro. Como si estuvieran en mitad de una maldita guerra.

     No podía pensar con claridad. ¿Cómo era posible?¿Qué sentido tenía? Maldijo el día en que decidió convertirse en otra Anne Porter. Todo se le había ido de las manos desde el primer momento, pero ya era demasiado tarde para echarse atrás. Se descubrió así misma rezando y sintió un escalofrío. No debo hacer eso, pensó.

    —  Debo ser fuerte, debo ser fuerte , . . . —  empezó a repetir en voz alta.

    Se levanto y comenzó a inspeccionar la habitación en la que se encontraba. Lo primero que supo es que estaba bajo tierra, pues el helicóptero había descendido hasta una enorme entrada  perfectamente camuflada en mitad del desierto. Después la habían  introducido dentro  de un ascensor. Recordaba también que habían bajado durante cierto tiempo. Aunque no conseguía pensar con claridad, intentó calmarse. La habitación no debía medir más de tres metros cuadrados. Obviamente era una celda hecha especialmente para casos como aquel. Se sintió como una reclusa encerrada en una cárcel inexpugnable.

    No llegó a oír el sonido de la puerta al abrirse, o mejor dicho no llegó a identificarlo  pues era un sonido nuevo para ella. Un leve siseo  anticipó la apertura de la misma. Antes de fijarse en el soldado que la miraba fijamente cayó en la cuenta de que la puerta no tenía cerraduras. Vio como el soldado  se retiraba con cierto aire temeroso y a continuación apareció la figura de un hombre que comenzó a avanzar hacia ella con unos movimientos que juzgó extraños, casi bruscos. Mientras le veía acercarse  Alison se quedó totalmente paralizada. Comenzó a temblar y a respirar muy agitadamente. El corazón le latía con tanta fuerza que creyó desvanecerse, pero no fue así. La puerta se cerró  detrás de aquel hombre .Nunca en su vida había sentido tanto pánico.

5

    Lo primero que apreció Alan al llegar a la planta decimotercera, la planta de castigo como la llamaban en la base, fue que la iluminación era quizás algo deficiente, lo cual no era de su agrado, así que lo anotó mentalmente con la idea de corregir aquella situación. Tenía la certeza de que el principio del fin de cualquier sistema  comenzaba con una falta en la eficiencia de los servicios de mantenimiento. Era el inicio de la decadencia. Sobre todo considerando que el consumo de energía había dejado de ser un problema desde el descubrimiento de la fusión fría.

     Una vez en el pasillo que circundaba  el eje principal de la base, se dirigió al pasadizo norte. Recorrió unos metros rodeando la estructura hasta llegar a él. Una vez allí divisó a lo lejos dos personas, una de las cuales acababa de salir de una de las celdas, — probablemente la celda de la periodista, pues no había nadie más que ella en el ala norte de esa planta – y se dirigía ahora a una zona indeterminada por la que virtualmente desapareció entre las penumbras del pasadizo. La otra  persona la identificó enseguida. Avanzó rápidamente y a la altura de la celda fue saludado por el soldado, el cual parecía estar algo turbado.

    — Descanse . —- dijo Alan – Abra la puerta. Vengo a ver a la periodista.

    — Sí, señor.

    Un leve siseo precedió la apertura por control remoto de la puerta. Lo primero que vio fue el cuerpo de la periodista tendido en el suelo, boca a abajo. Alan entró apresuradamente en la celda al tiempo que se agachaba buscándole el pulso, mientras gritaba al soldado:

    — Llame a enfermería rápido.

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