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    Y no dejó de sentirse incómodo consigo mismo pues hacía un momento la vida de la mujer no parecía importarle en absoluto. Desechó rápidamente esa idea.

    La cogió en brazos tumbándola sobre la litera. Comprobó igualmente que el cuerpo de la chica  estaba demasiado frío. Se la quedó mirando unos segundos. Si, tenía pulso – pensó—. E incorporándose con rapidez  esperó a que el soldado diera la alarma. Una vez dada, le ordenó:

    — Llame a la central de servicios. Quiero que incrementen la iluminación de esta planta. ¡ AHORA MISMO !

    —  Si señor.

    —¿ Porqué hace tanto frío aquí ?— preguntó  cada vez más irritado— Soldado , ¿ quien la ha visto por última vez  ?

    —  No …, — comenzando  a palidecer. – no lo se .

    Alan sencillamente no supo que decir. Se quedo mirando esos ojos que le rehuían y se sorprendió al darse cuenta de que no mentía. Su intuición así se lo indicaba. Le creyó pero optó por adoptar una postura más marcial. Sin apartar la mirada de sus ojos que ahora por un momento se posaron en él le grito:

    — ¡ SOLDADO! ¿ que demonios ha pasado aquí ?

    El soldado se sobresaltó. Alan, que estaba enfrente suyo,  iba alternando miradas entre él y la periodista. Poco a poco la intensidad de la luz fue incrementando. El ruido de unos pasos hizo que ambos dirigieran su mirada en dirección al pasadizo central. Dos soldados y una enfermera se acercaban rápidamente. Alan le dirigió una última mirada de reproche y  le advirtió:

    — Vaya preparando una respuesta o le aseguro que se arrepentirá.

    Dio órdenes para que la mujer fuera trasladada al hospital de la base. Después de comprobar que mantenía las constantes vitales la transportaron en una camilla al hospital.

    De nuevo estaban solos, el soldado y él. Entonces Alan retomó la conversación.

    —  Bien soldado, ¿ cual es su nombre ?

    —  Miles , señor.

    —  De acuerdo Miles, quiero que me escuche atentamente por que después de que deje de hablar tendrá una oportunidad para explicarse. ¿ Entiende ?. Sólo una.

    —  Si señor

    — Antes, — siguió diciendo – cuando he entrado por el pasadizo he visto como alguien salía de esta celda y se dirigía a …

    Había dicho esto señalando el lugar por donde lo había visto desaparecer. El pasadizo estaba perfectamente iluminado. Alan podía apreciar ahora sus límites. Estos eran suficientemente anchos para que circularan varias personas sin mayor problema. En su diseño se había tenido en cuenta  el impacto psicológico que producía en ciertas personas el trabajar a determinada profundidad.

Para ello se había decidido, según algunos equivocadamente, alternar cada ciertos metros del entramado de hormigón con  algún ventanal por el que se apreciaba el interior de la gigantesca grieta donde se alojaba la base. Estos puntos  sólo existían en los pasadizos prefabricados que estaban alojados en la paredes de la grieta principal. No así los otros para los que se hubo de horadar la roca. Igualmente sólo determinadas dependencias poseían ventanales que daban al exterior de la base, que paradójicamente eran las entrañas de la misma tierra.

    —  Vaya a sus dependencias y quédese allí hasta . . . – dijo sin acabar la frase .

    Miles saludo nerviosamente y se alejó de allí. Al llegar al pasadizo central se paró. Miró a Alan  y siguió su camino. Cuando llegó a sus dependencias se  desnudó y se echó en la cama. Estaba aturdido y  agotado. Aún no era consciente de lo que había pasado. Sólo fue consciente de que tenía que hacerlo por que así se lo había dicho el hombre. Y claro el lo hizo. No tenía otro remedio, pensó. Además a quien le importaba un periodista más o menos. Lo importante era el proyecto. Así se lo había dicho el hombre. “ Por el proyecto Miles, por el proyecto “.

    Al cabo de unos minutos se durmió envuelto en sábanas empapadas de un sudor frío que desde hacía tiempo era su compañero de pesadillas.

     Mientras, Alan no se había movido de allí desde que Miles se fuera. Estaba tenso. Notaba su cuerpo rígido y agarrotado. No se había dado cuenta de que el pasadizo acababa a unos metros más allá de la celda de la periodista. Y no, pensó a la vez que observaba detenidamente el espacio de escasamente  diez metros,  no había más celdas en este pasadizo. Repasó mentalmente una y otra vez lo que había visto. Aquella figura se había dirigido hacia aquel lugar. Un lugar donde no había nada más que un pequeño ventanal de dos metros donde acababa el pasadizo. Pensó también en la posibilidad de que se hubiera cruzado con él en mitad del pasillo, y que por cualquier razón no lo hubiera visto. Pero no. Estaba seguro. Y era esa seguridad la provocaba que estuviera tan tenso e intranquilo.

     Cayó en la cuenta de que estaba  sólo. Un incómodo silencio se había apoderado de aquel  extremo del pasadizo. Sus ojos volvieron a posarse en el ventanal. Tras él la naturaleza se había encargado de moldear las rocas como si fueran las escamas de un gigantesco monstruo. Unos pequeños focos adosados a las paredes del mismo pasadizo iluminaban el exterior.

     Alan se acercó lentamente al ventanal. Observó como el juego de luces del interior y el exterior del pasadizo generaban así mismo un juegos de sombras a lo largo de la pared rocosa del exterior, cuya oscuridad se acentuaba conforme incrementaba la distancia al ventanal. Se acercó al ventanal hasta tocarlo. Estaba frío. No paraba de darle vueltas a la misma idea.¿ Por donde había desaparecido aquel hombre ?. Sintió que su corazón se estremecía al  ver la pared grotesca y amenazante, en mitad del silencio.

     Por un momento creyó percibir un movimiento allí fuera. Imposible, pensó. Su corazón latía con tal fuerza que parecía a punto de estallar. Sentía la sangre en sus sienes, golpeándole. Algo agitado aguantó la respiración. Acercó su rostro al cristal en el preciso instante en que el estridente pitido de su teléfono portátil comenzó a sonar. No pudo evitar un grito.

    — ¡ Dígame ! — contestó casi gritando mientras procuraba recuperar la compostura.

    —  Señor le llamo de seguridad.

    — ¿ Y  bien ?

    — Señor, el presidente ya está  llegando.

    —  Gracias, en un momento estoy ahí.

    Se alejó de allí, después de echarle un último vistazo al ventanal. Obligó a su mente a trabajar en otra dirección. Ya tendría tiempo de averiguar lo que había ocurrido. Tenía dos testigos. A pesar de ello cuando entró en el ascensor  tuvo la certeza de que algo importante se le  había escapado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 7 .-

Amargo despertar

1

              Al principio intentó incorporarse pese a que no veía nada en absoluto. Ese fue su primer error. Un horrible dolor de cabeza hizo que desistiera, por lo que se dejó caer en la que intuía era la cama de su habitación. Y ese fue su segundo y tercer error, pues ni era su anterior habitación, y el dejarse caer pesadamente sobre lo que pensó era su almohada no hizo más que incrementar ese dolor tan insoportable. Por lo que, no es que decidiera dormir, sino que se durmió.

    Unas horas más tarde comprobó que el dolor de cabeza había desaparecido. En su lugar sintió un ligero malestar general. Allí tumbado consideró que era mejor esperar otro poco ya que aún no veía con claridad. Con el paso del tiempo fue distinguiendo todo lo que le rodeaba. Las paredes, una mampara y  unas sábanas blancas le alertaron de que se encontraba en el hospital de la base. Aunque no sólo fue eso. Los tímidos pitidos de un scanner mostraban  los altibajos de su ritmo cardiaco y el olor a alcohol acabaron por confirmarlo.

    Pasados unos minutos se incorporó lentamente mientras entreabría los ojos. Ya con mayor claridad contempló la habitación donde se encontraba. Por lo menos no le habían atado de pies y manos, pensó. Se sorprendió teniendo esos pensamientos. Vince se había acostumbrado a aceptar las cosas tal y como se le presentaban. La cuestión era que . . . Entonces se dio cuenta de que no recordaba con claridad, por lo que  se esforzó por concentrarse.

    Recordaba la reunión. Las personas que habían estado allí; médicos, científicos, etc. . , pero sobre todo era al Director a quien mejor recordaba. Era el único no militar en la reunión, sin embargo, no por ello el de menor importancia. Había escuchado la historia del vehículo, el esfera, y su posterior desaparición. Entonces se alarmó al recordar las últimas palabras del Director: “ Esa es una pregunta que sólo usted podrá contestar. “. De pronto lo vio todo claro.

    En ese momento una sola idea empezó a fermentar en su mente. Aunque si bien era cierto que se había ofrecido voluntario para realizar el proyecto había dos cosas que no le habían gustado. La primera era el hecho de su utilidad. No se habían molestado en explicarle para que iba a servir aquello. No necesitaban un piloto de pruebas. Lo que necesitaban era un loco. Y por otra parte, ¿ porqué tuvieron que drogarlo ? La respuesta entonces le pareció evidente. No permitirían que se echara atrás.

    Nada de esto le gustaba. Así que, comenzó a pensar la mejor manera de desaparecer de la base. Un leve siseo le devolvió a la realidad. Vince supo de inmediato que alguien había entrado, por lo que volvió a tumbarse sobre la cama y se hizo el dormido. Al instante aparecieron.

    Una mujer joven y un hombre algo mayor, ambos vestidos con batas blancas,  se acercaron a Vince al tiempo que bajaban la voz. Se pararon enfrente suyo. La doctora cogió su historial. Lo leyó e intercambió unas palabras con el otro doctor. Entre ellos, cerca del pasadizo que llevaba a la puerta, pudo atisbar a un soldado, o quizás dos, probablemente de guardia. Por lo que una vez más decidió esperar a que la situación fuera más propicia.

2

    El Coronel no pudo disimular su sorpresa al no encontrar a su hijo en la central de seguridad. Si bien le habían informado de su ausencia no era aconsejable que en situaciones tan  delicadas ninguno de los dos estuviera en la central. Por el contrario se felicitaba cuando observaba, y esta era una costumbre que compartía sin saberlo con su hijo, a técnicos y operadores  volcados en una misma tarea.

    La noche hacia poco tiempo que se había adueñado de esa parte del planeta. El monitor principal mostraba una vista desde el frente de la entrada principal por donde, no hacia mucho, Vince y Alison habían iniciado un camino sin retorno. El cielo, de un negro absoluto, estaba salpicado por miles de  estrellas y sólo a lo lejos unas nubes grisáceas anunciaban  tormenta. Eran las ocho de la noche. La llegada del presidente estaba prevista unos minutos después.

    — El “ pájaro “debería verse por pantalla.—anunció un técnico.—Según el radar está a un kilómetro. Posición  Noroeste.

    Todos en la sala fueron levantando las cabezas. Unos segundos más tarde aparecían varias  luces bien diferenciadas. Casi al mismo tiempo en alguna parte de la sala  una radio rugió con fuerza.

    — Aquí “pájaro azul”, ¿ me reciben ?

    — Fuerte y claro  “ pájaro azul “.

    — Chicos se que estáis ahí , pero será mejor que me abráis los ojos sino queréis ver fuegos artificiales .—dijo el piloto con cierta gracia, sabiendo que el presidente no podía oírle. 

    — Recibido “ pájaro loco “. Atento.—se oyeron algunas risas.—Justo a las doce.

    Pocos oyeron entrar a Alan, excepto su padre. Le saludó marcialmente y se quedó junto a él. Desde muy pequeño aprendió el valor de los silencios  de su padre que hacían sus veces de reproches o simplemente de advertencia. Se había sorprendido al verle por lo que intuyó que su propia ausencia, aunque breve, no le había agradado. Pero permaneció allí de pie respetando aquel silencio que se transformó en penitencia. En ese momento la radio rugió de nuevo.

    — Aquí “ pájaro azul “ , contacto visual. – dijo distinguiendo a lo lejos las marcas luminosas del helipuerto.— Procedo a maniobra de aterrizaje.

     El piloto también distinguió la entrada a la base. Silbó distraídamente mientras  a su mente llegaban recuerdos una juventud ya pasada. Y es que la entrada parecía el escenario de un conjunto de rock en mitad de la noche. El helicóptero describió un semicírculo antes de posarse frente a la entrada a la base, sobre el pequeño montículo que hacía las funciones de helipuerto. Momentos después los ocupantes eran conducidos al interior de la base después de que la pequeña comitiva de recepción les hubiera proporcionado chaquetones militares. Una vez dentro Taylor identificó a cada unos de los recién llegados. El presidente estaba flanqueado por una mujer, posiblemente su secretaria y otro hombre  más.

    Taylor seguía sin entender  cual era su misión allí cuando entraron al ascensor.

3

    Unas plantas más abajo Alan y el coronel  salieron de la central repitiendo el itinerario hecho por su hijo momentos antes. Iban a recibir al presidente en la Sala Principal. El coronel andaba con aire severo junto a su vástago, quien había heredado más sus costumbres y maneras que su físico. Era la viva imagen de su esposa, pensó  el coronel mientras, al mismo tiempo que paraban  frente al ascensor noreste, le decía:

    — Debes ser más cuidadoso Alan. Aquí hay mucha gente esperando que cometas algún error.

    — Gracias por la advertencia padre, — dijo formulando la frase con un sincero respeto —  admito que  he sido imprudente, pero la naturaleza de los hechos que he presenciado no hacen más que preocuparme.

    —  ¿ De qué hablas hijo ? — le preguntó  frunciendo el ceño.

    — Ni yo lo sé.—dijo pronunciándolas de tal manera que más bien pareció que se le escapaban de la boca.—Padre permíteme que antes de explicarte nada incoherente  investigue un poco.

    —  Esta bien Alan. Pero,  ¿ a que viene todo esto ? ¿ qué ha pasado ?.—y en esta ocasión, por la expresión de su cara, Alan supo que el coronel estaba preocupado.

    — Ni siquiera se si está pasando algo. 

    Ya dentro del ascensor  Alan sentía que su padre le observaba, y él a su vez contemplaba a través de la cabina acristalada del ascensor la inmensidad de las instalaciones.  Pensó que la base estaba viva y que ellos formaban parte de aquel complejo orgánico, e imaginó sin saber muy bien porque, que un cáncer se iba extendiendo de forma inexorable por todo su organismo. Alimentándose de él. Destruyéndolo. Y no se podía hacer nada para acabar con él, pues el cáncer siempre había estado allí. Aletargado. A la espera de algo que le indicara que había llegado su hora. La hora de la muerte.

    — Sólo se que vi algo.—dijo mientras el ascensor se detenía con suavidad.

    Mientras tanto, algo se estremecía en su interior. No supo muy bien la razón, pero le daba igual. Su obligación era resolver problemas. Y si existía alguno él se encargaría personalmente de ello.

4

     Desde el principio se convino que el horario de trabajo en la base se adecuara al estándar  utilizado en los EEUU y Canadá. Se intentó probar, sin embargo, un horario de veinticuatro horas pero rápidamente se desechó la idea. Sería difícil imaginar que para personas diferentes, un mismo día y noche  fueran cosas totalmente distintas. Para unos el día sería la noche, y viceversa.

     La jornada comenzaba a las seis de la mañana para la mayoría. Igualmente la mayor parte del personal estaba formado por científicos e ingenieros, si bien todos estaban de alguna manera atados al ejército. Unos por contrato y otros porque no les quedaba más remedio, aunque si bien era cierto que en la última década muchos celebridades  se habían mudado allí.

     La distribución de las diferentes celdas y departamentos estaba perfectamente establecido según un criterio de funcionalidad. En la primera planta, el único nivel que quedaba inmediatamente bajo la superficie, se encontraba el departamento de comunicaciones y seguridad junto con el de servicio y mantenimiento. A un nivel intermedio se establecieron las plantas dedicadas a la residencia y entretenimiento, lo que en la jerga militar significaba gimnasio, pistas de atletismo y, por increíble que pareciera, una piscina, eso si, un tanto discreta. También tenían lo último en realidad virtual  aplicado claro está al entrenamiento del personal militar. Todo ello ocupaba hasta la planta duodécima. A partir de ahí todas, excepto la decimotercera que era la planta de castigo, estaban dedicadas a la investigación. Para llegar a estas plantas era necesario disponer de un pase, reservado por lo general, a determinados  científicos.

    El diseño del eje principal se asemejaba a un prisma con la parte superior ensanchada al tratarse de la primera planta. Las plantas eran grandiosas estructuras circulares, semejantes a enormes neumáticos, en cuyo interior albergaba un pasadizo central que conectaba con cada una de las ramificaciones  que se habían producido en ese nivel, así como diferentes dependencias. Visto desde fuera y a cierta distancia,  podría verse un grupo de  enormes aros de hormigón atrapados en aquella estructura milenaria, al igual que las prolongaciones del pasadizo principal, y otras estructuras metálicas encargadas de fijar y amarrar el eje principal.

    De casi todo esto fue consciente el presidente de los EEUU, cuya mirada se perdía en el holograma, mientras era informado eficientemente por el doctor John. También aprovechó, para mostrarle las últimas ampliaciones realizadas en la base. El holograma lejos de presentar gráficos estáticos había mostrado la evolución de la base con una serie de gráficos animados, hasta llegar a esa nueva ampliación. Momento en el cual el ingeniero dio por finalizada la exposición.

     La luz se ajustó automáticamente, instante que fue aprovechado por los presentes para acomodarse mejor, ya fuera cambiando de postura o arrellanándose en sus asientos. Estaban en la Sala  Principal sentados alrededor de una mesa circular. El Coronel  y su hijo Alan, el doctor John el doctor Robert así como otros militares, además del Director. Las miradas se dirigieron al Presidente quien, flanqueado por los dos consejeros que le habían acompañado, se sintió algo incomodado.

    — He de reconocer señores que estoy impresionado.—dijo  sinceramente.—Espero tener la ocasión visitar  el complejo y comprobar personalmente  esta maravilla.

    — Como ya sabrán mi estancia será sólo  de  unos días,—añadió. – por lo que me gustaría descansar un poco antes de ir de excursión con alguno de ustedes.—- Todos saludaron aquella invitación con una sonrisa.

    —  Nos sentimos honrados con su presencia,  Señor Presidente — dijo el Director  con un tono que le hizo parecer un vendedor de coches. – Si tiene la amabilidad. He dado órdenes para que sean instalados, usted y su equipo, en la planta duodécima. — Había dicho esto levantándose de la mesa, lo que produjo un efecto esperado. Todos se levantaron.

    — Gracias Director.—  agradeció el presidente

    — Me he permitido el lujo de asignarles un guía.— dijo mirando a  Taylor, quien en esos momentos apareció tras la puerta.

    Una vez dicho esto el presidente y su equipo abandonaron la Sala.

5

    Ben se había convertido en poco tiempo en el consejero presidencial más joven en la historia de su país. Su sexto sentido le hacia indispensable para el presidente. Su capacidad de sugestión y análisis le permitían defender con la misma convicción dos argumentos totalmente contrarios entre si. Era como disponer de un as para todas las partidas, y eso en política  no tenía precio. El presidente no era ajeno a ello.

   William, Ben  y Susan se encontraban de nuevo sentados, esta vez entorno a  una pequeña mesa situada en el centro de la habitación del presidente. Esta tenía un ventanal cerrado con una persiana metálica. Ben se levantó y accionó el botón de abertura, justo al lado de la ventana. La persiana comenzó a plegarse al tiempo que pudieron distinguir el encendido de varios focos. Ante ellos apareció, a pocos metros de distancia, el espectáculo de una pared rocosa que en ese lugar parecía plegarse hacia ellos de manera amenazante.

    — ¡ Qué lugar tan . . . – comenzó a decir Ben —   especial ! . Señor deberíamos dar a estos hombres una medalla. ¿ quien podría dormir en esta  base ?

    —  No encontrarás aquí ni buenas caras ni mujer alguna Ben.—sentenció Susan .

    —  Hace tiempo que las mujeres realizáis un destacado papel en nuestro ejército.

    —   Ya sabes a que tipo de mujeres me refería.—le dijo guiñándole un ojo.

   Susan se percató de que el presidente guardaba silencio. Con un gesto avisó a Ben  quien ya se disponía a sentarse. Comprendió que quizás no había tiempo para bromas. Acababan de llegar y las siguientes horas serían de vital importancia, así que decidió entregarse de lleno al trabajo.

    — ¿ Algo le preocupa señor ? — se interesó Ben.

    Tardó en contestar pero lo hizo de la forma habitual.

    — Ben, sabes como yo que estamos ante una organización de extraordinario poder, que ha calado hondo tanto en la esfera política como económica. Ha penetrado en los mismos resortes del estado haciendo peligrar su propia seguridad.  Es un auténtico gobierno en la sombra.—dijo tomándose unos segundos de respiro. —  Y además de ser una de las principales fuentes de investigación militar y de innovación tecnológica del país cuenta con una importante dotación de misiles nucleares. Y ahí radica parte de la cuestión, Ben.

    —  Nada pueden hacer sin su validación personal señor. —  puntualizó Ben. 

    — Señor, la mitad del mundo piensa que está usted un su residencia de verano, — señaló Susan– por lo que, lo que tengamos que hacer se habrá de hacer rápido. Lo que no acabo de entender es, — siguió diciendo.— ¿ porqué le han invitado, Señor ? Quiero decir, ¿ qué sentido tiene ?

    El presidente se levantó pesadamente y se dirigió a la ventana interior. Estuvo un rato observando su reflejo en el cristal. Se sintió cansado y extraño en un mundo demasiado complicado. Se mesó los grisáceos cabellos que le caían sobre la frente, y mirando a sus dos jóvenes colaboradores dijo:

    — La única razón que se me ocurre es que algo va a pasar estos días. Tenemos tres días  por delante. Tened los ojos abiertos.

6

    Un golpe seco y metálico retumbó en la superficie del pasadizo principal de la cuarta planta. En el mismo instante, casi un kilómetro más abajo un ascensor pareció cobrar vida. La puerta se cerró de forma automática, emitiendo un zumbido sordo, y comenzó a ascender.

    — ¡ Joder ! , ten cuidado con el material, — advirtió a su joven compañero.— si le das otro golpe de esos es posible que lleguemos allá abajo antes de lo que te imaginas.

    — ¡Lo siento! ¡lo siento!– se disculpó nerviosamente, agarrando la bombona de hidrógeno y el soplete.

    —  ¡ Tranquilo hombre!. ¿ no me digas que te da miedo bajar ahí abajo ?

    —  Pues la verdad es que si Mike.—dijo esto sintiendo como se encendía su cara.

    —  Tonterías, — respondió con seriedad, mientras observaba como el novato de mantenimiento estaba temblando.—  Mira, quiero que me escuches atentamente. ¿ me oyes ?

    Vio que asentía sin mucho convencimiento.

    —  Lo más importante es que no te separes de mí. Allí abajo es fácil perderse. No hay demasiada luz por lo que sólo contaremos con nuestro equipo. La linterna manual y la que llevas en el casco, — dijo golpeando con los nudillos el casco que indicaba su nombre, Norman.—  serán suficientes. También es importante que no te quites el casco. A esa profundidad el aire puede ser tóxico

     Mike ayudo a Norman, el novato, a ponerse el casco esférico que protegía por completo la cabeza. Un clic le dio a entender que se había cerrado perfectamente. Estaban todavía frente al ascensor.

    —  Si por cualquier razón se agotaran tus reservas de oxígeno, no te asustes. En el carro de la bombona hay unas gafas y mascarillas.

    — ¿ Que vamos a hacer allí ? — pregunto Norman animándose un poco.

    —  Parece ser  que ha habido una avería en los extractores principales. Son los que suministran la mayor parte del agua de la base. Claro que podemos hacer dos cosas, arreglarlo rápidamente y volver a tiempo de descansar, o no ir y dejar a la maldita base sin agua, con lo que es posible que nos cayera una buena.

    — Supongo que bajar y acabar cuanto antes es la mejor opción.—contestó  con voz tan trémula que  Mike supo al instante que opción hubiera tomado el novato.

    El ascensor llegó unos segundos después. La puerta se abrió expulsando un ligero aliento de aire frío. Mike pensó que el diferencial de temperatura debía ser de muchos grados, y mirando al novato vio que tenía el casco empañado

    Primero se introdujo Norman seguido del carro. Luego entró Mike con un maletín al tiempo que  marcaba el código de acceso en el panel del ascensor.

    — !Mierda¡ — gritó Mike golpeándose con una de sus manos en el casco.—He olvidado el maldito plano.

    — ¡Quédate aquí Norman ! Vuelvo en seguida.

    — Señor , ¿ y si se cierra la puerta ?.—gritó Norman, pero su voz resonó a través del pasillo.

    Estaba al otro lado del ascensor, sujetando la bombona, sólo a dos pasos de la puerta que seguía abierta, y comenzó a sentirse nervioso. El panel del ascensor tenía una pantalla en la que aparecía un cursor blanco parpadeando. Miró el reloj y después de nuevo a la puerta. Tenía el absoluto convencimiento de que iba a cerrarse de un momento a otro, así que salió rápida y torpemente del ascensor  dejando caer la bombona  que golpeó una de las paredes acristaladas. El sonido fue seco.

    Norman empezó a tener miedo de que Mike le encontrara ahí fuera como un gallina o, mucho peor, que la puerta se cerrará y el ascensor bajara. Sería otro retraso más. Sin pensarlo dos veces se metió dentro.

7

    Mike cruzó rápidamente el pasadizo que le llevaba al principal. Llegó justo   para ver como el novato entraba en el ascensor y como la puerta se cerraba tras de él. Fue corriendo hasta allí pero ya era tarde.

    — ¡ MIERDA ! — gritó  mientras  aporreaba la puerta del ascensor.

    Las paredes que flanqueaban el ascensor eran de hormigón. Tuvo que recorrer unos metros para divisar desde una de las paredes acristaladas como descendía a una velocidad endiablada. O por lo menos así se lo pareció a él. Idiota,  se dijo así mismo. ¿ Porqué le había dejado sólo ?. ¿ Y cómo diablos se había cerrado la puerta si no había validado el código de acceso ? ¿ O si lo había hecho ?. Mike no solía ponerse nervioso pero sabía que nunca, bajo ningún concepto, se podía dejar sólo a un novato. Recordaba la última vez que los nervios le habían jugado una mala pasada. Hacia ya mucho tiempo de eso. Ocurrió la primera vez que salió al exterior a fijar uno de los amarres de  la tercera planta. Esa vez él era el novato. Se impresionó tanto que no paraba de mirar alrededor suyo. Sobre ellos la segunda planta parecía descansar plácidamente sobre algún resquicio horadado en la roca. Desde allí podía ver  el interior de cada planta a través de los ventanales que dejaban escapar  una luz, que desde allí fuera parecía mágica. Sin darse cuenta, se había acercado demasiado al borde de la cubierta de la planta. Cuando Mike miró hacia abajo la impresión fue tal que se quedó paralizado. Las piernas le temblaban y su respiración se hizo pesada y nerviosa. Perdió el control. De aquel momento sólo recordaba que fue invadido por una sensación de total abandono. Y tuvo la sensación de que comenzaba a caer. Pero no fue así. Su compañero logró alcanzarle justo a tiempo.

    A todo esto Mike reconocía su parte de culpa, pero se había sentido subyugado por el deslumbrante espectáculo. Además, el verdadero culpable había sido su  superior quien después del incidente, cogiéndole de los brazos, le había gritado:

    — ¡ TE HAS VUELTO  LOCO ! —  mientras sujetaba con una mano el cable de seguridad.—Maldito imbécil has estado a punto de matarte. Te dije que lo primero que tenías que hacer era fijar el cable al traje.

    Lo más curioso es que Mike  no recordaba que le hubiera explicado nada al respecto.

Pero no podía ser. Era algo demasiado importante como para que se le hubiera olvidado, así sin más. Mike estaba convencido de que  a él nadie le había explicado nada. Pero que le iba a decir a alguien que le había salvado la vida.

    Cayó en la cuenta de que llevaba allí, apoyado contra el cristal, más tiempo del que pensaba y el ascensor ya había desaparecido de su vista.  Respiró profundamente.

    —  Sólo espero que conserves la calma novato.—dijo .

    Al instante tuvo una idea.

8

    Norman parecía un animal atrapado en su jaula de cristal. No se percató cuando la puerta se cerró tras él. Tampoco se percató de que otro ascensor, unas plantas más arriba, comenzaba a descender. Aunque quizás eso hubiera sido pedirle demasiado considerando el estado en el que se encontraba.

    Sentía como su cuerpo temblaba e intentó calmarse. Empezó a respirar lentamente a la vez que observó que en la pantalla del panel había desaparecido el cursor. En su lugar aparecía un mensaje.

¿ TIENES MIEDO NORMAN ?

    Su corazón empezó a latir fuertemente. ¿Que demonios era aquello? , se preguntó, ¿Una puta broma? ¿Eso era lo que le hacían a los novatos como él ?

    —  ¡ Mike !.  Maldito. . .  cabrón . – gritó al tiempo que veía que el mensaje había cambiado.

NO ES UNA BROMA NORMAN

    Detrás de la frase el cursor seguía parpadeando. Norman no sabía como reaccionar. El cursor siguió  avanzando de nuevo a lo largo de la pantalla mostrando el nuevo mensaje.

LO CIERTO ES QUE VAS A MORIR

    — O sea que me estáis escuchando. — gritó mientras respiraba muy agitado. Se sentía prisionero en una jaula dentro de otra jaula. Se quitó  el casco dejándolo caer al suelo.—¡Cabrones !¡hijos de puta!

    — ¡ NORMAN !. Soy Mike, ¿ me escuchas ?

    La llamada  surgió con un sonido estridente en el interior de la cabina. Norman estaba muy alterado. Buscó con la mirada y encontró, encima del panel,  la rendija por donde se filtraba la voz de Mike.

    — ¿ Qué pensabas muchacho que te iba a dejar sólo ? — bromeó suponiendo que tal vez Norman se encontrara demasiado nervioso. Así que continuó hablando. – Si quieres saber desde donde te estoy hablando será mejor que eches un vistazo unas plantas más arriba. Estoy en el ascensor del frente.

    En seguida le vio. Mike saludó con un brazo. De nuevo su voz sobresaltó a Norman.

    — ¡Óyeme bien !, en unos instantes  vas a penetrar en una zona de acceso restringido. A ese nivel, a partir del foso, ni siquiera podré comunicarme contigo, así que haz lo siguiente, cuando llegues abajo la puerta se abrirá. No salgas. ¿ Me has oído bien ? No salgas. – repitió. — La puerta del ascensor volverá a cerrarse pasados unos minutos y volverá a llevarte arriba. Es sólo cuestión de minutos.

    — ¡ Ah !.- añadió. —  Si quieres hablar conmigo aprieta el   botón azul. 

        Hubo unos segundos de silencio hasta que la voz de Norman llegó alta y clara al ascensor de Mike. Era dura y áspera.

    — ¿ A qué coño está jugando , Mike ? ¿ A que ha venido eso ?

    — ¿ A qué ha venido qué Norman ?— preguntó empezando a preocuparse.—  ¿ Estás bien ?. Te noto raro.

    Y de nuevo silencio.

    Norman  estaba intranquilo. Respiraba con dificultad. ¿ A que ha venido que ?, se preguntó irónicamente. Será cabrón, pensó. Y apretó el botón azul mientras en el panel el cursor volvía recorrer la pantalla dejando tras de si el rastro de un nuevo mensaje.

 

YA PUEDES LLORAR COMO UNA NENITA

TE  VOY  A  DESCUARTIZAR COMO A UN CERDO

MALDITO NOVATO DE MIERDA

 

    — ¿ Que cojones me está haciendo ? — gritó salvajemente. —  ¿ qué quiere de mí ?  — Y acurrucado en una de los rincones de la cabina comenzó a llorar.

    El ascensor rebasó la última planta y llegó hasta el foso para después introducirse en un túnel apenas medio metro más ancho. La iluminación pasó a depender sólo del ascensor lo que provocó que las paredes acristaladas se transformaran en oscuros espejos. Norman vio como los cristales laterales reflejaban un acordeón de espejos que ascendían levemente hasta desaparecer.

    Permaneció acurrucado en aquel su escondite, huyendo de si mismo. Huyendo de todo. En su interior una voz intentaba calmarle de sus miedos. De sus temores. Pero de nada servía,  el pánico se había apoderado de él. Sin embargo, su subconsciente seguía funcionando de tal manera que pasados unos minutos algo le trajo de vuelta a la realidad. Se incorporó lentamente pensando que se había dormido pues se sentía pesado, atontado. Notó un sabor amargo  bajo el paladar y le vino a la mente la letra de una canción. Aunque no recordaba de cual.“Y  en la muerte encontrarás el amargo despertar . . .  “ . Se estremeció, no sólo por ese pensamiento sino porque acababa de darse cuenta de que el ascensor ya no se movía. Miró nerviosamente la pantalla del panel. No había nada. Ni siquiera el maldito cursor. En ese momento se abrió la puerta del ascensor. Norman aguantó la respiración.

    Ante él la oscuridad era tan densa que podía cortarse con un cuchillo. No veía nada. No distinguía nada. No pensaba en nada. De nuevo era presa del pánico. Estaba allí de pie con el casco en las manos mientras un frío cortante empezó a  castigarle las mejillas. Sus sentidos se agudizaron a la vez que su mente trabajaba a marchas forzadas. Oía perfectamente como el agua  golpeaba incesantemente con lo que supuso sería la roca desnuda. Sus ojos se acostumbraron a la oscuridad y  distinguió el sinuoso contorno de la orilla de un estanque subterráneo. Y entonces le vio a él. Allí había estado desde el principio. Observándole. Estudiándole.

    Se estaban mirando los dos pero Norman no le veía bien. Sólo veía  una figura oscura. Inmóvil. A la espera. Se descubrió  así  mismo levantando el brazo y pulsando un botón. El casco cayó de sus manos impactando en el suelo. El sonido retumbó por todo el subterráneo hasta desaparecer.  Su respiración y su pulso cada vez eran más acelerados. Instintivamente miró el panel convencido de que no había apretado el botón adecuado. Entonces  leyó el último de los mensajes mientras comenzaba a sollozar como un niño.

AHORA SABES QUE ESTOY A TU LADO

SE QUE SIENTES MI PRESENCIA

Y POR OTRO LADO SABES QUE…

VOY A DESCUARTIZARTE

    Y efectivamente notaba su presencia maligna. Poderosa .Primaria. A tan poca distancia que podía olerle y sentir su respiración sobre sus mejillas, como el animal que juega con su presa antes de devorarlo.  Sintió nauseas. Dejó escapar un  tímido gemido y miró directamente allí donde esperaba encontrar el rostro de su asesino. Norman perdió la poca cordura que en aquellos momentos le quedaba. Y en cierto sentido tuvo suerte.

 

 

Capítulo 8.-

Reacciones

1

    El reloj digital del departamento de mantenimiento marcaba las siete de la mañana. Habían pasado seis horas desde que se hubiera dado por desaparecido a Norman. En uno de los extremos de la sala, cerca de un ventanal, estaban sentados dos hombres. Uno de ellos estaba apoyado sobre la mesa mientras el otro descansaba sobre el respaldo de la silla con la cabeza semiagachada. Entre ellos una botella de whisky casi vacía  reflejaba una luz mortecina sobre  el pequeño espacio que la separaba del vaso.

    —   Ha sido culpa mía,. – dijo Mike apurando  de un trago el poco alcohol que quedaba en su vaso. – Ha sido culpa mía.  

    —   Creo que ya has bebido suficiente .—dijo Alan apartando la botella  de su alcance.

    —  Bien Mike, quiero que me lo expliques. – continuó diciéndole  sentado frente a él. Observó como sacaba ahora  de su pantalón un paquete de cigarrillos.– Quiero que intentes concentrarte. Cuéntame todo lo que recuerdes, por muy insignificante que te parezca.

     Mike estaba abatido. Tenía el semblante de un hombre destrozado. Siguió en silencio mientras dirigía una mirada al ventanal. Parecía ausente.

    —  ¡ MIKE ! — le gritó Alan. – Si no abandonas inmediatamente esa actitud muchos pensarán que aquí ocurre algo. Recuerda que esto es una base y que estás sujeto a las normas militares. Esta noche amigo, puede que duermas en una celda en la planta decimotercera.

    Hubo otro pequeño silencio. Alan estaba pensando en levantarse cuando sonó su teléfono.

    — ¡ Señor ! .—preguntó una voz .

    —  Si  Sargento, ¿ que han encontrado ?

    — Lo lamento Señor, pero ni rastro de Norman.— anunció el Sargento. –  Aunque,  hay algo muy extraño.

    —  ¿ A qué se refiere  ? — preguntó Alan algo intrigado.

    — Señor, la cuestión es que mi equipo ha rastreado todo el subterráneo, incluido el estanque, y únicamente hemos encontrado su casco. Además a cierta distancia del ascensor. – matizó el Sargento.

    — Sargento vuelva a rastrear la zona. – ordenó Alan. – Esto es prioritario. Nadie desaparece de la noche a la mañana sin dejar rastro. Alguna huella debe de haber en algún sitio. Encuéntrela y hágamelo saber.

    —  A  la orden, Señor. – dijo cortando la comunicación.

    Alan había estado hablando con la mirada puesta  en los dos soldados apostados a ambos lados de la puerta del departamento. Guardó el teléfono y miró a Mike  quien en esos momentos daba la sensación de sentirse algo mejor. Por lo menos más despierto. Así que Alan intentó aprovechar la ocasión para volver a mostrar su lado más humano. Convino  en que si esta vez no cooperaba tendría que utilizar otros métodos de presión. Sin embargo se sorprendió oyendo como Mike comenzaba a relatarle lo ocurrido.

    Algo después Mike terminaba su relato diciendo:

    —  . . .. yo había seguido a  Norman en su descenso hasta la última planta. Le dije que no saliera del ascensor. Se lo dije.—repitió – Cuando llegué frente a la puerta del ascensor introduje de nuevo el código  y conseguí que el ascensor ascendiera hasta mi planta. Cuando le vi llegar, pensé, tranquilo novato ya ha pasado el susto. Pero cuando se abrieron las puertas allí no había nadie. Sólo un extraño mal olor que me hizo retroceder. No se. Después decidí llamar  a seguridad.– y dejó de hablar.

    —  ¿ Porqué Mike ? ¿ Porqué no bajó usted rápidamente ? .¿ No se da cuenta de que esa fue una reacción, digámoslo así, sospechosa ?  — Alan estaba cansándose de aquella historia así que decidió ponerle  fin. – Si no me da una  explicación más convincente tendré que  detenerle, no  como sospechoso, porque por ahora ni siquiera tenemos el cuerpo, además de que creo que no tendría sentido, pero si  como responsable de la desaparición de Norman. Al menos hasta que aparezca.

—  No se que decirle. — dijo Mike – El chico se puso muy nervioso. Además hay una serie de cosas que tampoco yo  entiendo.

    —  ¿ Cuales ?

    —  Pues, ¿ porqué se cerró la puerta ?. Faltaba validar el código. Yo vi como se cerraba la puerta tras él sin que él se diera cuenta. Fue extraño.–recalcó– Después, al hablar con él por el intercomunicador del ascensor, empezó a gritarme como si estuviera muy irritado conmigo. Supongo que los nervios le jugaron una mala pasada. Pero fue igualmente extraño. Tampoco entiendo porque salió del ascensor, — siguió diciendo Mike, que ahora miraba a Alan directamente a los ojos. – le dije que no lo hiciera. –Hizo una pausa .—  Allí abajo ocurrió algo.

     —  Mientras lo averiguamos  quiero que estés en todo momento localizable. Si recuerdas algo más no dudes en llamarme. – le dijo poniendo sobre la mesa una tarjeta plastificada. – A cualquier hora.

    Alan se levantó rápidamente y salió de la sala. Mike alargó el brazo y agarró la botella. Llenó el vaso y se lo bebió de un trago. El sabor amargo del Whisky invadió su garganta y llegó a la boca del estómago. Volvió a repetir el mismo ritual una y otra vez hasta que acabó la botella. Y en su interior Mike se sentía sucio. Se sentía culpable.

Más tarde, tumbado sobre la cama comenzó la pesadilla.

 

2

    Ben se levantó temprano. Quería estar preparado para afrontar el primer día en la base. Había muchas cosas que preparar antes de que el presidente se despertara. Se duchó y salió de su habitación. Desde el mismo umbral de la puerta podía divisar el pasadizo principal de la planta, por lo que no tardó mucho en llegar a ella. Una vez allí comenzó a recorrerlo mientras contemplaba como un grupo de operarios se dirigía, con toda seguridad, a desayunar en alguna de las dependencias, por lo que decidió seguirles. El grupo siguió rodeando la planta hasta que giraron a la derecha en el segundo pasadizo. No tardaron mucho en llegar a los comedores, pero decidió no entrar.

    Volvió de nuevo al pasadizo principal y se detuvo frente a los ventanales. Estaba tan fascinado que por unos segundos olvidó la razón de su paseo matutino. Reparó entonces en alguien que se había ido acercando a él, y que en esos momentos ya estaba a su lado. Ni siquiera se giró para ver quien era. No hacía falta. Además los ventanales permitían vislumbrarle lo suficiente.

    — ¿ Cómo demonios ha ocurrido ? — preguntó concierta aspereza Ben.

    —  Yo fui el primer sorprendido. También podríamos pensar que ha sido mera casualidad.

    —  Eso no me sirve. Debe haber una razón. Las cosas, sobre todo las de este tipo, no ocurren porque si. – dijo con cierto misterio y algo de preocupación.— ¿ Has averiguado algo ?

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