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Capítulo 11
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suite en cuanto acabaron de lavar los platos. La despedida de Muriel fue bastante seca, y Cissie ni siquiera se molestó en decir adiós. Así que el viejo vigilante y yo abrimos una botella de Jack Daniel’s y nos la bebimos mano a mano.
Justo antes de marcharse, Potter hizo una cosa que me sorprendió. Se tambaleó hasta la puerta, se apoyó en el marco, se llevó un dedo a la punta de la nariz, me guiñó un ojo y dijo:
—Sé lo que está haciendo, hijo, y me parece bien. Un hombre tiene que hacer lo que cree que debe hacer, aunque no sirva para nada. No se preocupe, no se lo diré a nadie.
Después movió la cabeza de un lado a otro. Tenía los ojos vidriosos.
—Pero lo que pretende es imposible, hijo. Es absolutamente imposible. Son…
Volvió a mover la cabeza y se marchó.
—Son demasiados —le oí decir mientras se alejaba haciendo eses por el pasillo.