2312

2312


CISNE Y WAHRAM » TERMINADOR

Página 7 de 93

TERMINADOR

Terminador gira en torno a Mercurio como los caminantes solares, moviéndose a la velocidad de rotación del planeta, planeando sobre veinte gigantescos raíles elevados, que juntos empujan y guían hacia poniente una ciudad bastante mayor que Venecia. Los veinte raíles discurren alrededor de Mercurio como el prieto anillo de boda de una novia, sin apartarse mucho de los cuarenta y cinco grados de latitud sur, pero trazando amplios desvíos al sur y al norte para evitar los trechos del terreno que son especialmente accidentados. La ciudad se desplaza a un promedio de cinco kilómetros por hora. La parte inferior de la ciudad encaja en la vía con un juego tan concreto que las vías de acero austenítico inoxidable la empujan constantemente al oeste, a las vías más estrechas que permanecen en la sombra. La poca resistencia que se genera en este movimiento da pie a buena parte de la electricidad de que disfruta la urbe.

Desde lo alto del muro del Alba, que es una altura plateada que forma el extremo oriental de la ciudad, puede apreciarse cómo se extiende hacia el oeste toda ella, verde bajo la cúpula translúcida. La ciudad ilumina el sombrío paisaje que se extiende a su alrededor con su luz pasajera; se aprecia la iluminación, excepto en esos momentos en que los altos riscos a poniente de la urbe devuelven el reflejo de la luz horizontal. Incluso esos meros alfilerazos del alba igualan con creces las luces artificiales encendidas en el interior de la cúpula. Durante estos parpadeos del accidentado terreno no hay nada que posea sombra; el espacio se vuelve extraño. Luego se superan los espejos, la luz cede. Estos cambios de iluminación constituyen una parte significativa de la sensación de movimiento que se experimenta en Terminador, porque el desplazamiento sobre los raíles es muy suave. Los cambios de luz, las leves oscilaciones en la inclinación, hacen que se tenga la impresión de que se está en un barco que navega por un océano negro cuyo oleaje es tan imponente que al pie de la ola el barco se adentra en la noche, para asomar al día cuando corona la cresta.

La ciudad se desliza para completar una revolución cada 177 días. Vuelta tras vuelta no hay cambios a excepción de la tierra en sí; y la tierra sólo cambia porque entre los caminantes solares se cuentan artistas paisajistas que han salido dispuestos a pulir la superficie de espejo de los riscos, a grabar petroglifos, a erigir dólmenes, monumentos de piedra, monumentos con forma humana, a colocar bloques y cables metálicos que se fundirán a la luz del día. Así caminan y se desplazan continuamente los ciudadanos de Terminador por su mundo, recomponiéndolo día a día en algo más expresivo que sus pensamientos. Aunque todas las ciudades, y todos sus ciudadanos, se comportan de igual modo.

Ir a la siguiente página

Report Page