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EL HIPERVERSO

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EL HIPERVERSO

1

Eva aguanta el dolor como puede, casi sin dejar de gritar. Nuria comprueba que hay un orificio de salida, por lo que la bala no se ha quedado dentro, pero todo apunta que el fémur de Eva se ha fracturado parcialmente.

—Tengo que colocarte el hueso antes de curarte.

—Pues hazlo, joder.

Nuria mira a Eva, soporta el dolor completamente inmóvil. Respira varias veces y de un movimiento, Nuria coloca el hueso de Eva correctamente.

—¿También eres médico? ¿Algo más que no nos hayas contado?

—Vale ya, Eva. Pareces una niña de quince años. Aguanta un poco. —dice Nuria, sin dar pie a continuar la conversación.

Nuria se quita el abrigo y la sudadera para estar más cómoda únicamente con la camiseta de manga corta. Pone las dos manos sobre la pierna de Eva y la energía fluye a través de sus brazos hasta sus manos. La herida de Eva se cierra y el hueso se remodela perfectamente. El proceso es más sencillo que eliminar la bacteria, por eso Nuria esta vez no envejece. Aun así, para Eva es doloroso. Cuando acaba se sienta frente a Eva, para recuperarse de la tensión vivida. El helicóptero cuenta con cuatro asientos traseros además de los dos delanteros. Eva jadea y se recupera del dolor e incrédula.

—¡Alberto! ¡Me ha curado con sus manos! ¡Me ha curado solo con sus manos!

Alberto se gira y, maravillado, mira como Eva ya no sangra. Traga saliva. La energía de Nuria también le ha hecho recuperarse del shock y templar la cabeza.

—¿Vas a decirnos de una maldita vez quién eres y por qué coño has dicho que tú liberaste la bacteria?

Nuria vuelve a mirar a Eva y después a Alberto, que de reojo las mira con la vista al frente. Nuria vuelve a estar cabizbaja.

—¿Qué os dijo ese hombre sobre mí?

—Que eras inmune a la bacteria y que viajabas literalmente por el tiempo.

—No dijo exactamente eso Eva —Alberto la corrige, pero recibe una mirada fulminante de Eva—. Mejor os dejo hablar.

—¿Y bien?

Hay una pequeña pausa en la que Nuria ordena sus pensamientos y busca la forma más correcta de explicar todo el origen de su verdadera identidad.

—Hace mucho tiempo, pero no aquí, no en este espacio, no en este planeta, no en este universo... un grupo de personas decidió acelerar la evolución humana por medio de tecnología. Entre ellos se encontraba mi padre, un científico que sacrificó una gran cantidad de vidas con el fin de crearme a mí.

»Cuando nací, era igual que vosotros, pero mi genética permitía que los implantes cibernéticos, con los que mi padre había estado ensayando, no fueran rechazados por mi cuerpo en forma de diversas enfermedades, como pasó con otras personas. Por así decirlo, fui un experimento ilegal, pero él me protegió siempre de los agentes gubernamentales que querían poner fin a su causa. Cambió todo mi cuerpo por completo, poco a poco, a medida que mi desarrollo biológico como adulta se completó, pude mejorar mi propia genética e implantes.

»Los años pasaron y los cyborgs fuimos cada vez más numerosos, pero la mayoría de nosotros perecía por rechazo social. Al final, solo quedé yo. Había conseguido mejorar tanto mis implantes que alcancé la inmortalidad. Solamente cambiaba piezas para seguir viviendo.

»Este hecho hizo que pudiera avanzar entre las élites hasta convertirme en una especie de líder de la civilización. Desarrollamos tecnología con la que nos dedicamos a explorar el universo y más tarde, encontramos rastros de otras civilizaciones que habían existido. Las buscamos durante siglos por diferentes galaxias y planetas, hasta que comprendimos que ya no estaban entre nosotros, sino que habían ascendido a planos superiores existenciales, pero no sabíamos cómo. Más adelante, encontramos otras especies inteligentes, no estábamos solos. Al principio, supuso esperanza. Esas especies buscaban lo mismo, solo que, en vez de ayudarnos, entramos en una guerra, que duró décadas, por el control de las ruinas de las otras civilizaciones que lo habían logrado, donde creíamos que estaba toda la información. Los humanos salimos vencedores. Al final, nuestra esencia es, por los cuatro costados, la de un depredador cruel y letal. Da igual cuánto nos mejoremos, siempre seremos así.

»¿Ascender? Realmente es trascender el espacio y el tiempo sin un cuerpo material. El funcionamiento de esto es demasiado complicado como para explicároslo ahora. Podría resumíroslo en algo muy simple: el alma existe y está compuesta de partículas que trascienden a lo material, lo inmaterial, al todo y a la nada. Esto lo encontramos en archivos que desciframos durante la guerra, en las civilizaciones que lo habían conseguido.

»La humanidad, biológicamente se extinguía. Había un problema de natalidad debido a que nuestros órganos reproductores cada vez eran menos eficaces. Nuestro genoma se hacía viejo e inservible. Así que aceleramos nuestra evolución y ascensión por medio de la tecnología, y llegamos a los planos superiores. Creamos algunas placentas artificiales para los que decidieron quedarse y tratar de prosperar.

»Una vez ascendidos, conocimos a las seis únicas especies que lo habían logrado, cuatro de ellas mediante su propia evolución biológica, y las otras dos, al igual que nosotros, mediante la tecnología. Todas ellas se habían expandido a lo largo del universo y otros paralelos que ya existían.

»El tiempo transcurría de forma distinta, ahí no era una limitación y podíamos ver cada instante de toda la existencia en todas sus infinitas posibilidades. Pero un día, esas posibilidades comenzaron a desaparecer. En ese momento, como séptima especie nos dimos cuenta de que nuestro universo estaba colapsando. Entre todos, desarrollamos una tecnología de contención que durante un tiempo evitó la gran contracción de nuestro espacio-tiempo. Pudimos cruzar a otro universo y de esta forma descubrir el propio multiverso. Pero más adelante, descubrimos que el multiverso era una unidad única de infinitos universos con unas reglas físicas determinadas, similares entre sí, pero no del todo iguales.

»Seguimos progresando desde nuestra privilegiada posición hasta que descubrimos el Todo. Imaginad un espacio infinito rodeado de billones de esferas. Cada una de ellas es un multiverso. Universos superpuestos entre sí con sus dimensiones existenciales incluidas. Este espacio solamente lo pudimos observar desde nuestra perspectiva de seres ascendidos, demostrándolo matemáticamente al detectar ciertas anomalías en nuestro plano existencial. Románticamente lo llamamos el hiperverso.

»Pudimos extraer datos que nos dieron una nueva perspectiva sobre la realidad del Todo, y descubrimos que era el fin de la propia existencia. Más allá de eso no existe nada. Es complejo de entender. Sin saber por qué, los diferentes multiversos comenzaban a colapsar y nuestra tecnología solo podía contenerlos durante unos instantes. Dedujimos que la energía que generaban los multiversos provenía de esta gran cúpula, que era a la vez el Todo y la Nada. Con esa energía, podríamos conservar el equilibrio entre todos los espacio-tiempo distintos que gobiernan, y descubrir si el hiperverso es único o por el contrario hay más.

»Pero si el tiempo en la escala de un solo universo es distinto al de la Tierra, imaginad a esta escala. Quizá esa fuente que ha originado el Todo y la Nada solamente haya estado haciendo «experimentos» durante unos instantes. Son sólo hipótesis, pero bajo esa misma premisa, nosotros decidimos también experimentar para poder salvar todo lo que conocemos.

»La primera especie en llegar al hiperverso, había desarrollado la capacidad de crear universos de la nada. De esta forma, cada especie nombró a un emisario-científico con la misión de crear siete universos, donde cada uno plantaría la semilla de su propia especie, para que germinase en una civilización que ascendiera y así acelerar nuestra investigación. Obtener la energía del hiperverso era y es vital.

»Yo soy la emisaria de la primera humanidad existente, y vosotros pertenecéis a mi séptimo universo. Cuando dominasteis la escritura, comencé a introducir lo que llamamos golpes de realidad: pequeños detonantes en vuestra historia para ver hacia dónde conducíais la civilización. De esta forma, hemos podido comprobar qué civilizaciones sois aptas para uniros a nosotros en función de vuestra orientación tecnológica, espiritual, una mezcla de ambas y capacidad autodestructiva o, por el contrario, de ingenio.

»Esa es mi misión aquí, valorar a través de datos objetivos y subjetivos, como mis emociones, si entre las siete especies sois aptas para uniros a nosotros o por el contrario abandonaros a vuestro libre albedrío. Sin embargo, siempre ha habido una tercera opción que tristemente he tenido que aplicar en dos ocasiones: si la civilización experimental resultante es una amenaza para su propio universo, debe ser eliminada.

Nuria termina su discurso ante la mirada atenta de Eva, que en parte ha quedado fascinada, pero por otra parte su mente no acaba de asimilar toda esa historia. Eva repasa lo que ha visto hacer a Nuria: cómo le ha curado la pierna y cómo ha sido capaz de desintegrar las balas y las armas de los soldados. Una cosa está clara, Nuria no es un ser humano idéntico a ellos.

—Por eso introduje el patógeno liberándolo del hielo del ártico, era la última prueba para ver dónde desembocaba vuestra civilización. Solamente tenía que seguir las reglas de mantenerme lo más al margen posible de las relaciones personales. Pero, al fin y al cabo, por mucho que haya evolucionado y vivido, no puedo negar mi origen como ser humano… y me enamoré. —Hace una breve pausa—. Me enamoré como hacía miles de años que no lo había hecho, en este cuerpo sintético, similar al vuestro. La carcasa al final solamente es la superficie. —Nuria derrama una pequeña lágrima—. Al enamorarme se tendrán en cuenta los mismos datos que transmito desde mi cuerpo, pero no seré yo quien tome la decisión.

—¿Entonces quién será? —Alberto interviene.

—Las otras seis especies… Lo siento.

Eva se siente vacía, toda la explicación de Nuria la ha hecho empequeñecer tanto como persona que ahora mismo siente que realmente no vale nada.

—Así que eso es lo que somos para ti. Ratas de laboratorio. —Eva está visiblemente afectada ante Nuria—. ¿Estoy delante de Dios? Lo mejor de todo es que es mujer.

—Yo no soy Dios, Eva. No lo has entendido. Dios, o como quieras llamarlo, está en ese hiperverso, ¿y cuál es el fin de toda la vida sino conocer a la fuente de la creación de esta? Hemos cruzado ya todas las etapas previas para llegar hasta ahí, y ahora la misma existencia, entendida como una entidad, se muere.

—¿Y por qué no dejáis que nosotros mismos creemos nuestras propias etapas? ¿Hacía realmente falta matar a millones de personas? Porque te recuerdo, aunque nos hayas creado tú, que seguimos siendo personas.

—Por eso mismo, Eva, porque por duro que parezca, solamente sois un experimento. Habéis provocado una Tercera Guerra Mundial, condenado a la mitad del planeta a vivir detrás de unos muros. Había millones de posibilidades y habéis dejado que sigan mandando, por vosotros, aquellos que solo han mirado por sí mismos todo este tiempo. No habéis hecho nada al respecto.

—Así que, en cualquier caso, tú habrías decidido eliminarnos.

—No Eva, yo os habría dejado a vuestro libre albedrío. Esa habría sido mi decisión. Las otras veces tuve que aplicarlo antes de que destruyesen su particular Tierra como suicidio colectivo ante la falta de recursos para seguir avanzando.

—¿Y las otras cuatro civilizaciones?

—Una de ellas está con nosotros, las otras las dejé seguir el curso de su historia, pero no durarán más allá de la tercera etapa como civilización. Cuando dominen la energía de su propio sol, será tarde. Tampoco podemos crear más universos artificiales. No hay más tiempo ni recursos que podamos invertir.

—Supongo que la decisión es mañana, 21 de diciembre, ¿no? Por eso creaste el artefacto, por si decidías abandonarnos a nuestra suerte, que tuviéramos otra oportunidad.

Nuria asiente. Eva comienza a tener una risa nerviosa. Alberto se muerde el labio mientras se acuerda de todos sus familiares.

—Cuando lleguemos al norte, os dejaré en tierra y me iré a buscar a mis padres. Están en el sur de Francia. Me gustaría pasar mis últimas horas con ellos. No contéis conmigo para transportar el artefacto, por mí como si lo tiráis ahora.

Nuria se siente verdaderamente mal y no sabe qué responderle.

—De verdad, lo siento. Me gustaría poder haberos ayudado más, con todo lo que me habéis ayudado vosotros.

—Ya… supongo… Oye, solo por curiosidad. —Eva mira por la ventana de la puerta del helicóptero—. Si todo sale mal… ¿qué pasará en unas horas?

—Al principio, no notaréis nada. Pero cuando pasen algunos años, dejaréis de ver las constelaciones como las conocéis, las noches dejarán de existir cuando las estrellas del cosmos estallen y su luz ilumine cualquier rincón del planeta. Aquellos que no enloquezcan, verán el cielo volverse rojo. Será el caos a nivel cósmico. Para entonces, no creo que sigáis existiendo. Más adelante la radiación será tal que ningún mundo habitado sobrevivirá. Algunas estrellas colapsarán y comenzarán a absorber toda la materia que las rodea, en forma de agujeros negros, mientras el universo se contrae cada vez más rápido hasta que no quede absolutamente nada.

—Suena aterrador.

—Lo es. Ya lo hemos vivido.

—¿Y si no consiguierais la energía suficiente del hiperverso?

—Entonces, ni los seres que hemos conseguido ascender sobreviviríamos. Sería el fin. Nuestra dimensión existencial está más cercana al Todo, tardaríamos más tiempo en perecer, pero la corriente de destrucción nos arrastraría igual.

—Ya veo…

El silencio reina entre los tres durante las siguientes cuatro horas.

2

Eva está terminando de vaciar el bidón de combustible para repostar el helicóptero. Cuando acaba, lo lanza al vacío. Mira a la ventana. Nuria mira a Eva, que la ignora por completo mientras sigue ojeando desde la ventana con calma todo su entorno. Está tranquila, lo ha encajado bastante rápido, simplemente le daría pena no poder disfrutar de muchas más cosas que tenía pensadas hacer durante su vida. Traga saliva, tiene sed.

El sol empieza a salir por el este, como siempre. O quizá en otros universos era distinto. Su cerebro no alcanza a entender la magnitud de todo lo que Nuria le ha dicho realmente. En este momento, le vienen a la cabeza imágenes con sus padres durante su vida. Se da cuenta lo mucho que los ha echado en falta. Le habría venido bien ahora; pedirles consejo sobre qué hacer. ¿Pero quién está preparado para vivir algo así? Busca en su interior una respuesta, por simple que sea. No la encuentra por más que insiste.

Ahora que Nuria ha revelado toda la verdad sobre su origen y su verdadera misión, a Eva, realmente, le da igual lo que le ocurra al planeta. Es una posición egoísta por su parte y lo sabe, pero ahora solo le queda esperar. Aún quiere saber algo más sobre Nuria.

—¿En qué momento te descubrieron?

—¿Recuerdas aquel ministro que murió misteriosamente? Tuve que proteger a Ángel antes de que ordenase asesinarlo porque había descubierto verdades incómodas. Maté a ese hombre y fui detenida. Ángel sabía todo lo de la Operación Renacimiento y a su vez todo lo que os he contado. Fue de él de quien me enamoré y él de mí. Sin embargo, no pude escapar. Ya había roto una de las reglas y había interferido asesinando a aquel hombre, a sangre fría, alterando el desarrollo natural del golpe de realidad. No podía alterarlo más aún y debía atenerme a las consecuencias.

—¿Todos los humanos superdesarrollados sois una caja de sorpresas? —Eva rompe así, en cierto modo, la pared de hielo que se había creado entre ellas con su habitual sarcasmo.

—Más o menos. —Nuria agradece el gesto con media sonrisa.

Alberto comienza a descender el helicóptero.

—¿Qué harás entonces?

—Esperaré en la cabaña que hay en el bosque de Dena hasta que llegue la hora de irme. Puedes venir si quieres.

—Gracias. —Eva sonríe—. Pero creo que me echaré un rato y después intentaré hacer mi vida normal.

—Está bien.

Nuria comprende que, aunque Eva haya aceptado su propósito, no tenga ninguna gana de verla ni de despedirse.

—Siento interrumpir.

—¿Qué pasa? —Eva se había olvidado por completo de su compañero.

—Estamos llegando. Agradecería que la despedida fuera rápida, no queda más combustible para reponer y aún tengo que llegar a Francia.

—Llévate tú el artefacto —le dice Nuria a Eva—. Es sencillo de usar, lo voy a configurar para que puedas manejarlo. Enséñaselo a los otros periodistas e iniciar el cambio.

—¿Para qué, Nuria? Si no sabemos si vamos a sobrevivir.

—Pero si lo conseguís aún tendréis la oportunidad de remediar las cosas. Con el libre albedrío, no importa que en el futuro os unáis a nosotros.

—Para entonces no estaremos aquí.

—Eva, piensa por todos y no solo por ti. Sé que es el ejercicio de humildad más grande que puedes hacer ahora. Además, supongo que habéis averiguado dónde está la cura para la bacteria. —Eva asiente—. Puedes dar esperanza, y como decís por aquí, la esperanza es lo último que se pierde.

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