1983

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Segunda parte » Capítulo 15

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Clare está gritando:

—El muy cabrón se me acerca por todo el morro, como un puto poli, y me suelta: ¡Cuánto tiempo sin verte, Clare!

BJ se queda mudo.

—¡Qué hijo de puta! ¡Qué hijo de la gran puta!

BJ recupera el habla:

—¿Dónde?

—En el St. Mary’s.

—Mierda.

—Por todo el morro. Era un puto poli.

—Joder.

La habitación de Clare está hecha un asco: hay ropa y maquillaje entre botellas, latas, papeles y bolsas; el viento aúlla alrededor del albergue, sube por las escaleras y se adentra en los pasillos, se cuela por debajo de las puertas y entra en el cuarto mientras la lluvia azota la ventana.

Esto es Preston, Lancashire.

—¿Cómo nos han encontrado, BJ? —llora Clare—. ¿Cómo coño nos han encontrado?

—Será por las niñas —dice BJ, levantando la vista del suelo.

Clare está gritando.

BJ lleva días de acá para allá, Clare los mismos días borracha.

Borracha y hecha polvo desde que llegaron.

Hace casi un año.

Pero nunca ha estado tan hecha polvo, nunca tan borracha.

BJ está hecho un asco y Clare está hecha un asco.

Jodidos.

Bien jodidos los dos.

Jodidos y descubiertos.

—¿Qué vamos a hacer?

—Huir —dice BJ.

—¿Y eso de qué coño sirve? Nos encontrarán.

—No si…

—¿Si qué? ¡Nos están vigilando!

—¿Se te ocurre algo mejor? —grita BJ—. ¿Quieres que vayamos a verlo?

—Eso es lo que quiere.

—A la mierda —gimotea BJ—. Es una puta trampa.

—Me importa un carajo —grita ella—. No pienso pasarme la puta vida huyendo.

—Nos matarán.

—Que nos maten —murmura Clare.

BJ se mete debajo de las mantas. Se esconde. Llora.

Llaman a la puerta.

BJ sale de debajo de las mantas. Clare mira la puerta.

—¿Clare? —dice una voz masculina—. Soy yo.

—Joder, es Roger —susurra—. Déjale entrar.

BJ sale de la cama de Clare. Abre la puerta y deja entrar a Roger Kennedy. Se aleja por el pasillo y se mete en una cama fría. Se cubre con las mantas y se queda mirando las grietas del techo.

Piensa qué estará haciendo su madre.

Es el cumpleaños de BJ. Cumple diecisiete años.

Se pone a llorar otra vez.

BJ va hasta el final del pasillo y llama a la puerta.

—Adelante.

Entra en la habitación de Walter.

Sigue lloviendo fuera. Sigue haciendo frío dentro.

Walter Kendall está sentado a una mesa junto a la única ventana, recortando algo de un periódico. Pega el recorte en un cuaderno rojo.

—Llegas tarde —sonríe.

—Lo siento.

Cierra el cuaderno.

—¿Cómo está mi Clare?

—Ocupada.

Se ríe. Cruza el cuarto pequeño para sentarse en la cama, al lado de BJ.

Pasa un tren al otro lado de la ventana. El cristal tiembla.

—Tienes los ojos rojos —dice, cogiendo la mano de BJ—. ¿Qué te pasa?

—Nos han encontrado.

Le suelta la mano y le sujeta la barbilla para volverle la cara.

—¿Cómo os han encontrado?

—A lo mejor por sus hijas —dice BJ.

—¿Cómo?

—Cuando fuisteis todos a Blackpool.

—Pero ¿cómo?

BJ aparta la cabeza.

—Si estaban vigilando a las niñas en Glasgow es muy fácil que siguieran a Suzie cuando las llevó.

—Pero eso fue en agosto. ¿Por qué habrían esperado tanto?

—Ni puta idea.

—¿Qué vais a hacer?

—Clare quiere ir a verlos.

—¿No?

—Sí.

—No se lo permitas —dice Walter.

—No puedo impedirlo.

—La matarán.

—Lo sé.

—Os matarán a los dos.

BJ asiente.

—¿Y qué ha dicho Clare?

—Que nos maten.

BJ está acostado en brazos de Walter, la cabeza en su pecho, oyendo los latidos de su corazón. Se acuerda de cuando su madre y él se bebieron una botella de diente de león y bardana y se comieron dos cajas de bombones enteras, el día en que BJ cumplía siete años. Y piensa si ella también se acordará, pero…

La misma habitación, siempre la misma habitación; limonada, pan rancio y cenizas en la chimenea. Voy toda de blanco y poco a poco me vuelvo negra hasta las uñas, arrastrando un lavabo de mármol para bloquear la puerta, y me caigo porque estoy agotada y no me tengo en pie, me desplomo en una silla con el respaldo roto, todo me da vueltas y no entiendo nada, palabras en la boca, imágenes en la cabeza sin ningún sentido, perdida en mi propia habitación, como si me hubiera caído desde una gran altura, rota, y nadie puede recomponerme, mensajes que nadie recibe, descodifica y traduce.

«¿Cómo vamos a pagar el alquiler?», canto.

Sólo mensajes desde mi habitación, atrapada entre los vivos y los muertos, con un lavabo de mármol delante de la puerta. Pero no estaré aquí mucho tiempo, ya no. Sólo una habitación y una niña vestida de blanco que poco a poco se va volviendo negra hasta las uñas, con agujeros en la cabeza, sólo una niña que oye pasos en la calle, sobre los adoquines.

Sólo una niña.

BJ se despierta. Está sudando. Llorando.

Walter se ha ido.

BJ echa a correr por el pasillo y abre la puerta de Clare.

Está tumbada en la cama, en brazos de Walter, con los ojos cerrados.

Walter le acaricia el pelo.

Los dos empapados en sudor. Empapados en lágrimas.

—¿Qué ha pasado?

—Una pesadilla —susurra Walter.

—¿La misma de siempre?

Walter dice que sí con la cabeza.

—¿Has mirado?

Walter levanta el jersey y el sujetador de Clare: más palabras escritas con sangre.

Ayúdame, estoy en el infierno.

Empieza a amanecer:

Jueves, 20 de noviembre de 1975.

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