1983

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Segunda parte » Capítulo 21

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Ella está de rodillas y él ha salido de dentro de ella. Está enfadado. Ella intenta darse la vuelta, pero él la ha agarrado del pelo y empieza a darle puñetazos sin venir a cuento, y ella le dice que no hace falta ponerse así, intenta devolverle el dinero, pero él se la mete por el culo y mientras le besa los hombros, le quita el sujetador, ella piensa que al menos terminará pronto, y él sonríe al ver los brazos fofos de la pobre vaca gorda y le pega un mordisco fuerte, muy fuerte, debajo de la teta izquierda, pero ella no puede gritar, sabe que no debe gritar porque entonces él tendrá que hacerla callar y se echa a llorar al comprender que todo ha terminado, que la han encontrado, que así acaba la historia, que nunca volverá a ver a sus hijas, nunca más…

BJ se despierta:

Es de día y oye sirenas.

Sirenas policiales.

Joder.

Se levanta de la litera y parpadea bajo la luz grisácea.

Huele mucho a diesel.

Va a los baños y vomita en el lavabo.

Joder, joder.

Estación de autobuses de Preston.

Viernes, 21 de noviembre de 1975:

Joder, joder, joder.

Sube corriendo la cuesta desde el centro, camino del albergue.

No hay nadie en la oficina.

Sólo una luz fluorescente que parpadea.

Sube las escaleras y aporrea la puerta:

—¡Clare!

Pero no hay nadie, nada.

Empuja la puerta y la puerta se abre.

BJ entra.

La habitación está desordenada y llena de basura, más de lo normal.

Más que la noche anterior.

Alguien ha estado allí:

Walter.

Da media vuelta para salir y allí está Walter, en la puerta.

—¿Quién es? —pregunta.

—Soy yo —dice BJ—. ¿Quién cojones iba a ser?

Sale de la sombra con los brazos en alto:

—¡Mira!

—Vete a la mierda —dice BJ.

—¡Mírame!

Tiene los ojos blancos, ciegos.

—¿Qué ha pasado?

—Estuvieron aquí —dice Walter.

—¿Quiénes?

—Ya sabes quiénes.

—¿Qué querían?

—A ti y a Clare. Han dejado las dos habitaciones patas arriba.

BJ mira la bolsa de plástico que lleva en la mano y la vacía en la cama de Clare.

Ropa, maquillaje y una foto:

Clare con los ojos abiertos y las piernas abiertas, acariciándose el coño.

—¿Qué es eso? —pregunta Walter, buscando a tientas con las manos.

BJ coge la foto.

—No es ella —dice.

—¿Dónde está? —pregunta Walter.

—No lo sé.

—Está muerta, ¿verdad? —murmura, con lágrimas en las mejillas.

—Todos lo estamos —dice BJ.

BJ sube corriendo la cuesta, pasa por delante del otro St. Mary’s, y sigue por Church Street hasta…

Joder, joder, joder: Coches patrulla y una ambulancia aparcados delante de los garajes.

La última puerta.

La última puerta sacudida por el viento y la lluvia.

Dos policías con capas negras sostienen la puerta mientras sacan un cadáver en una camilla; el viento levanta una sábana ensangrentada: Un chaquetón tres cuartos verde claro con el cuello de piel sintética, un suéter azul turquesa debajo de una camiseta de tirantes ceñida amarillo chillón, pantalones marrones y botas de ante marrón, de media caña: Un despojo humano.

Una mujer llora en la acera y su perro le ladra al primer tren que acaba de salir.

Como hacía Clare.

Y entonces BJ lo ve, en lo alto de la calle, junto a su coche, con la puerta abierta.

Está mirando a BJ.

Sonríe.

BJ echa a correr.

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