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24. Soy el novio

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Soy el novio

ALASKA

4 de agosto de 2016

—Hola, Alaska.

Me sobresalto, girando para encontrar a Caleb afuera de la puerta de mi habitación. Caleb, el amigo de Alice que me atragantó con su pene y con el que Drake me encontró el día de mi humillación.

Sabía que mi hermana tendría una reunión con sus amigos aquí en la casa, algo pequeño, pero no pensé que Caleb vendría porque ellos no son tan cercanos y menos después de que termináramos lo que apenas tuvo un comienzo.

Mi plan siempre fue encerrarme en mi habitación, por eso simplemente traigo una camisola de corazones que me llega al final de los muslos y en la que se marcan mis pezones erguidos porque recién tomé una ducha. Claro, el plan también fue cerrar la puerta de la habitación, pero antes había ido a quitarle a Alice un par de calcetines afelpados que me gustan mucho.

Y ahora Caleb está aquí, con su mirada luchando para no verme demasiado tiempo las tetas y su clásica sonrisa bonita.

—Hola, Caleb —termino por saludar, cruzándome de brazos a la altura del pecho en un triste intento de cubrirme un poco el escote de los pechos.

Pero eso solo consigue empujarlos más, así que desisto.

Veo cómo entra a mi habitación, caminando hasta detenerse frente a mí.

La última vez que lo vi, estábamos sentados en las escaleras de la entrada de mi casa, hablando sobre esa horrible noche, en donde se disculpó y me pedía una oportunidad, pero tiré la toalla bastante rápida y guardaba un poquito de rencor que pudo más que la atracción o que la manera genial en la que me habían hecho sentir sus besos y sus toques, así que me negué y en una despedida amistosa simplemente pensamos que nos veríamos por ahí.

No pensé que ese «por ahí» fuese en mi habitación y yo vistiendo simplemente una camisola.

—¿Cómo has estado? —me pregunta—. Aunque veo que muy bien.

—También te ves bien.

»No pensé que vendrías, mi hermana no me dijo que lo harías…

—Alice no lo sabía, soy un colado. —Sonríe con diversión—. ¿No bajarás?

—No me apetece —frunzo el ceño—, simplemente dormiré.

—¿Necesitas compañía para eso? —Avanza hacia mí.

—No, sé dormir solita —retrocedo.

Él avanza y yo doy pasos hacia atrás hasta que mi espalda se recarga de la ventana y su mano se presiona al lado de mi cabeza contra el cristal. Esto sería intenso y bienvenido si estuviese interesada, ahora es incómodo y se siente mal.

—Al venir lo que más deseé fue verte, aún me encantas, Alaska, y no sabes cuánto lamento lo de aquella noche… Bueno, no lo lamento, porque me encantó besarte, tocarte y estar en tu boca, pero sí lamento que no hice las cosas bien. ¿No podemos darnos una oportunidad?

—Me atragantaste sin piedad ni remordimiento.

—Lo sé, y lo siento mucho.

—Te disculpo, pero no quiero repetir eso y yo…

—¿Tú? —Inclina su rostro hacia mí y presiono la palma de la mano en su boca para alejarlo.

—Tengo novio.

—Pero ¿desde cuándo?

—Ciertamente ese no es tu asunto, Caleb.

¿Cuándo me puso una mano en la cadera? Este igualado está sintiendo la cinturilla de mis bragas. Traslado la mano de su boca a su pecho, dándole un empujón para que retroceda, pero en lugar de hacerlo se inclina muy dispuesto a buscar mi boca, pero volteo el rostro a tiempo para que sus labios aterricen en mi mejilla.

—Me alegro de que estés bien, pero debes irte. Tengo novio y no quiero hacer esto contigo.

—Pero ¿y nuestra química, Alaska?

—Ya no existe. —Lo empujo de nuevo.

Se mantiene viéndome a los ojos cómo si buscara mentira en mis palabras y veo el reconocimiento en su mirada de saber que esto no va a suceder y que genuinamente me ha puesto en una situación incómoda e incluso me está asustando.

Retrocede pasándose una mano por el cabello y suspira.

—Fuera de la habitación de mi novia —dice la voz de Drake en un tono molesto que muy pocas veces he escuchado en mi vida.

Empujo con fuerza a Caleb para terminar de alejarlo de mí y me abrazo a mí misma, viendo a Drake entrar en grandes pasos a la habitación, trayendo una camiseta y el pantalón negro de chándal de su pijama.

—No estamos haciendo nada malo… —dice Caleb cuando Drake se detiene frente a él.

—Ella no está haciendo nada malo, no puedo decir lo mismo de ti.

—No he hecho nada malo ¿Y quién se supone que eres? ¿Aquel tipo de aquella noche que interrumpió nuestro momento?

—Eh, no era nuestro momento —digo.

—Soy su amigo, imbécil, quien la protegió cuando un idiota como tú la abandonó sin preocuparse y soy su novio, a quien no le gusta ni un poco que estés aquí, en su habitación.

»¿Que no hiciste nada malo? La incomodaste, la pegaste contra esa jodida ventana mientras intentaba alejarte, la viste de una manera en la que no quería. Eso me suena a algo malo.

»Fuera de la habitación de mi novia —repite Drake sin quitarle la mirada de encima.

—¿Alaska? —me pregunta Caleb sin verme.

—La verdad es que sí debes irte.

Ambos, bueno, los tres somos consciente de que estuve incómoda durante el tiempo a solas con Caleb, no me gusta que me haya visto así ni todo el asunto de intentar besarme cuando dije que tenía novio.

Gracias al cielo, Caleb no hace un show o protesta sobre ello, simplemente asiente y sale de mi habitación, Drake cierra la puerta detrás de él y respira hondo. Cuando se gira me ve con fijeza y yo me mordisqueo el labio inferior.

No me pienso disculpar porque no he hecho nada malo y espero que no esté enfadado conmigo, sé que esto se ve mal incluso si hay confianza y espero que esto no haga estragos en nuestra relación.

—Estaba en mi habitación y sonreí como un tonto cuando te vi desde la ventana llevando esa linda y pequeña camisola, me acerqué y entonces descubrí a ese idiota acercándose a ti, presionándote contra la ventana. Salí de casa en calcetines, subí las escaleras porque la puerta de entrada está abierta y me lo encontré aún cerca de ti. Me molesté, Alaska, me vi rojo de los celos porque aquí estabas, con tu sexi pijama, acorralada por un imbécil con el que sabía que no querías engañarme.

Dejo ir una lenta respiración.

—No fue tu culpa y claramente vistes lo que te venga en gana, pero no puedo evitar odiar que te haya visto así y que sea un maldito imbécil ignorando que no estabas cómoda.

—Ya se iba —murmuro, o al menos me gusta creer que lo habría hecho.

—¿Te hizo algo en el trayecto que me perdí al venir aquí?

Supongo que no vio que intentó besarme y que tanteó la banda elástica de mis bragas.

Sacudo la cabeza en negación y deja ir algo de la tensión en su cuerpo.

De manera tentativa doy pasos hacia él y, cuando estoy tan cerca como puedo, envuelvo los brazos a su alrededor, inhalando su olor.

—Me gusta que ya no esté y que tú sí. Prometo que no pensé en hacer nada con él, no voy a engañarte.

—Eso lo sé y eso no fue lo que me preocupó. —Me devuelve el abrazo—. Pensé en que podría hacerte daño o no lo sé, pero no en un engaño. Estoy enojado con la situación, pero no contigo.

»No sé si esto me hace un imbécil, pero no lo quiero cerca de ti, Aska. No me gusta.

No me hacen especialmente feliz sus palabras, pero entiendo de dónde vienen.

—No quiero ser su amiga y eso no es porque no te guste, es porque me sentí incómoda. No volveré a verlo, Alice ni siquiera lo invitó.

Me libera del abrazo y va hacia el interruptor de la luz, apagándolo, dejándonos en la oscuridad hasta que enciende la lámpara en mi mesita de noche junto a la cama. En dicha cama retira las sábanas y asiente en una indirecta que me tiene luchando con una sonrisa cuando básicamente corro y subo, acostándome boca arriba en tanto mi camisola se sube revelando el triángulo de tela de algodón cubriéndome la entrepierna.

—Se supone que íbamos a dormir —se queja, subiendo a la cama y ubicando una de sus piernas entre las mías.

—¿Y ahora?

No me responde, en lugar de ello me besa y me toma un pecho, masajeándolo hasta que tira hacia debajo de la tela de la comisura y su boca baja para atrapar mi pezón. Y así, con sus dedos y su boca, Drake borra los últimos minutos de incomodidad con Caleb y, con mi boca sobre él, elimino los rastros de su molestia.

Me corro en sus dedos dentro de mí con sus dientes tirando de mi sensible pezón y él se corre en mi boca, haciéndome tragar por primera vez y luego simplemente nos sonreímos saciados y me gusta creer que enamorados, conversando en voz baja, ignorando el sonido externo y consiguiendo dormirnos tiempo después.

Y cuando la alarma de su teléfono suena, lo siento besarme el hombro antes de salir y dejarme soñando con él.

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