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13. ¿Es el momento?

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¿Es el momento?

ALASKA

Paso unos duros minutos decidiendo si usar sujetador y dormir con incomodidad o sencillamente no usarlo y arriesgarme a que las cosas se vuelvan incómodas. Los constantes mensajes de Drake diciendo que se está congelando me hacen simplemente cambiar mi camisa ajustada del pijama por una holgada. Eso tendrá que funcionar.

Alaska: Dame unos minutos. Estoy bajando.

Señor Caliente: Bieeeeeen, pero deberás abrazarme para quitarme este frío.

Sacudo mi cabeza y abro la puerta de mi habitación, todos parecen estar durmiendo, las luces incluso se encuentran apagadas. Camino con normalidad por el pasillo porque no es raro que lo haga a estas horas, mi familia sabe que suelo dormirme tarde los fines de semana.

Bajo las escaleras y tomo las llaves, camino hasta la puerta y al abrirla encuentro a Drake con la misma ropa que llevaba antes: unos pantalones tejanos y una camisa blanca de manga larga. Me muestra una sonrisa y quiero devolvérsela, pero aún me siento rara al haberlo pillado una vez más con una chica. Sin embargo, creo en las explicaciones que no estaba obligado a darme.

Llevo uno de mis dedos a mis labios pidiendo silencio y él me imita antes de poner sus ojos en blanco y adentrarse cerrando la puerta muy silenciosamente detrás de él. Le hago señas de que suba y me señala, sacudo mi cabeza negando y creo que me entiende. Lo veo subir las escaleras de dos en dos.

Libero la sonrisa que estaba conteniendo, camino hasta la cocina y tomo un par de bolsas de golosinas junto con unas botellas de agua y gaseosas. En realidad tomo más que eso. Subo con los brazos llenos y, cuando llego a mi habitación, él rápidamente me ayuda con todo, dejándolo sobre la cama mientras cierro la puerta con el seguro. Al girarme apoyo la espalda en la puerta.

—De verdad has venido.

—Me invitaste a dormir contigo, así que aquí estoy. —Estira los brazos para darles énfasis a sus palabras—. Es raro estar en tu habitación y no verla desde mi ventana. Hace mucho que no entraba.

—Desde que yo tenía catorce años. Cuando empezaste a evitarme un poquito.

Se rasca la parte baja de su nuca, luciendo un poco avergonzado. Comienza a caminar. Mi habitación no es enorme, pero es espaciosa, me encanta y verlo a él aquí hace que me encante aún más.

—Porque las cosas eran algo diferentes —comienza a explicarme—. No dejé de venir a visitarte ni dejé de ver normal pasar tiempo contigo en tu habitación porque dejara de quererte, fue todo lo contrario, Aska.

Toma un portarretrato en el que salgo con mis tres hermanos, sonríe y lo devuelve a su lugar antes de caminar hasta mi cama y dejarse caer sentado. Se saca los zapatos y luego los calcetines. Camino para sentarme a su lado y se da la vuelta para verme.

—¿Qué sucede?

—¿Cómo terminaste cuidando de la amiga de Dawson? —pregunto.

—Dawson se ha quedado en casa de Holden hoy. Fui de fiesta con unos amigos y me encontré a Ophelia allí. —Su mano toma la mía y juega con ella. Me prohíbo derretirme en este momento—. Esta noche yo llevaba el coche y cuando acabó la fiesta tenía que llevar a unos cuantos a su casa. Ella estaba tan ebria que sacarle información sobre dónde dejarla era misión imposible.

»Le escribí a Dawson, me dijo que la trajera a nuestra casa y le dejara mi habitación, porque ya sabes lo despistado que es y la suya estaba cerrada con seguro, ve a saber tú dónde se dejó las llaves. La llevé a mi habitación, pero, bueno, ya ves lo que pasó. —Suspira—. Por las cosas que me dijo, creo que Ophelia tiene sentimientos por Dawson que van más allá de la amistad y no son correspondidos. Quizá solo quiso proyectarlo conmigo; sinceramente no lo sé. Ella estaba ebria y durante unos pocos segundos yo fui tonto por dejarla hacerlo, pero me detuve. Lo detuve.

—¿Por qué?

—Porque no estaba bien; ella estaba ebria y no lo quería, hubiese sido un completo error.

—No, me refiero a que por qué crees que no es el momento. —Le recuerdo su mensaje en JoinApp.

—Porque soy algunos años mayor que tú, porque debes vivir tus propias experiencias…

—¿Y si yo quisiera vivirlas contigo? —susurro—. No te voy a denunciar ni nada parecido. Y no es que seas un vejestorio.

Eso lo hace reír, se inclina y besa mi mejilla.

—¿Y si tal vez estamos dejando pasar el momento? —No puedo evitar cuestionar.

—¿Qué es lo que te asusta? Lo que yo siento no va a desaparecer. Y yo tampoco lo haré, Aska. Un día, tal vez será el momento.

Permanecemos en silencio, aunque no me convence su argumento. Entiendo que para él puede ser un poco comprometido involucrarse con alguien menor, con alguien que carece de experiencia, con la hermana menor del mejor amigo de su hermano. Sacando a colación todas esas cuestiones, está claro que no parezco exactamente un buen partido para Drake.

Es lamentable, frustrante y un tanto chocante.

Pero no se trata de crear un ambiente tenso, no voy a forzar las cosas. ¿Qué hay de malo en esperar un poco más? Después de todo ni siquiera esperaba que Drake me viera como algo más que su pequeña amiga y ahora estoy muy segura de que le gusto. Golpeo mi rodilla con la suya, haciéndole saber que el ambiente aún es ligero.

—¿Vemos una película? —propongo.

—Eso estaría bien.

Me pongo de pie y voy a mi cajón lleno de DVD, él termina de subir por completo a mi cama y se acuesta boca arriba después de acunar su cabeza sobre dos almohadas. Escojo una de las tantas películas que aún no he visto, algo sobre drama y romance. Él se ríe.

—No me sorprende.

—¿Me llamas predecible? —Me giro y hago una pausa porque se ha sacado la camisa y el botón de su pantalón está abierto. Trago—. ¿Por qué no has venido en pijama?

—Porque no uso, por lo general duermo en bóxer.

—De acuerdo…

«De acuerdo, quítate el tejano y ponte totalmente cómodo», quisiera decir en voz alta.

Apago las luces, camino hasta la cama y me dejo caer a su lado. Hay bastante espacio porque es amplia, pero arrastro mi almohada hasta estar al lado de la suya, de tal manera que nuestros costados se rozan. Él abre la bolsa de patatas y yo la de gominolas, compartimos golosinas mientras observamos el drama lleno de romance que me atrapa de inmediato.

Me vuelvo a verlo y parece muy concentrado, su entrecejo está fruncido y sus labios hacen una mueca. Sonrío y vuelvo la atención al televisor mientras tomo gominolas y las llevo a su boca. Contengo la respiración esperando, él acerca su boca y las toma. Mis pobres hormonas jamás tendrán un descanso cuando Drake está cerca.

De esta manera Drake comienza a alimentarme con papas y yo a él con gominolas, es cursi, muy platónico y para nada desalentador de «ahora no es el momento», pero yo lo siento como un momento perfecto lleno de espontaneidad.

Me paralizo cuando el romántico beso de los protagonistas, con su amor imposible, comienza a llevar consigo unas caricias y luego se empiezan a quitar la ropa. No debería sorprenderme, es una película francesa y en la sinopsis se leía que era clasificación B, solo que no proyecté en mi mente el momento exacto en el que vería esto justo al lado de Drake.

Puedo decir el instante en el que se da cuenta de que será una escena un tanto explícita porque inhala profundamente y después deja escapar el aire de manera ruidosa entre sus labios. Mis mejillas se calientan y me remuevo un poco porque ya se ven los pechos de la protagonista y el chico los está tocando. ¡Qué buenos actores! Eso se ve muy real. Tan real como el hecho de que esto me afecta.

Mordisqueo mi labio viendo la ropa volar hasta que hay un plano espectacular del trasero del caliente protagonista y luego están los dos sobre la cama. Él sobre ella, entre sus piernas, y se ve muy real. Siento un cosquilleo en las puntas de mis pechos y ruego por que no sea evidente la reacción de mi cuerpo ante el hecho de que miro una escena tan subida de tono al lado del chico que siempre me ha gustado.

Al ritmo de este movimiento que simula el momento de la penetración, la chica jadea y gime sin parar, y yo aprieto con fuerza mi bolsa de gominolas. Lentamente dejo ir el aire por mi boca. No puedo dejar de mirar, pero también quiero mirar a Drake. El trasero del hombre se mueve mientras embiste una y otra vez; la chica tiene cara de éxtasis. La cámara captura diferentes ángulos y siento que esa escena durará para siempre.

Me he tocado antes, pero ha sido algo superficial que me ha hecho creer que soy precoz. Mis tocamientos consisten en suaves frotaciones sobre mis bragas, alguna que otra caricia en mi pecho y luego tengo una satisfacción corta. Creo que no sé hacer todo eso de tocarte una misma, porque me aterra la idea de meter cualquier cosa dentro de mí, sí, incluso mis propios dedos. Me tomó dos años atreverme a usar tampón porque eso también me aterraba. Lo cual quiere decir que me asusta tener a alguien dentro de mí, pero no quiere decir que no lo desee, que no quiera vivir esa experiencia.

Normalmente, basada en charlas con otras chicas, la masturbación parece ser un tema que las chicas evitan hablar abiertamente, creo que les avergüenzan admitir que se dan placer. Nunca he considerado que esté mal conocer mi propio cuerpo. Si no llego a conocer lo que me gusta, ¿cómo dejo que otro tenga control sobre ello? Mi vergüenza se encuentra ante el hecho de que no sé cómo ir más lejos de unos roces y que, sinceramente todo termina en cuestión de segundos.

En este momento mi cuerpo está caliente y me incomoda. Quiero tocarme, quiero ser tocada. Estoy tensa ante lo extraño que resulta este momento compartido. La escena se me hace eterna hasta que finalmente alcanzan el orgasmo. Siento que puedo respirar de nuevo con tranquilidad aunque no tenga o experimente ese tipo de alivio. Drake aclara su garganta.

—Gominolas, Aska —pide recordándome que intercambiamos golosinas.

Creo que mis dedos tiemblan un poco mientras los guío hasta su boca. Su lengua entra en contacto con las yemas de mis dedos y me paralizo. El pellizco de sus dientes contra mi piel no es cosa de mi imaginación. Libero mis dedos, al igual que los actuales incontrolables latidos de mi corazón.

Hay dos escenas sexuales más, pero no son tan calientes y largas como la primera. Siento un nudo en mi garganta en el momento cumbre del drama y sonrío cuando todo acaba con un final feliz. No tengo quejas, creo que ha sido una gran película y me alegra haber esperado para verla, porque aunque resultó bastante fuerte presenciar las escenas de sexo con Drake, me encantó haberla visto con él.

Ni siquiera tengo sueño. Nos quedamos acostados uno al lado del otro viendo los créditos pasar hasta que la pantalla del televisor se vuelve negra. Me estiro para relajar mis músculos tensos y me pilla totalmente por sorpresa cuando Drake se gira y acaba encima de mí. Entre mis piernas, las cuales felizmente le hacen espacio.

Me mira y yo contengo la respiración a la espera de cualquier movimiento. Lentamente me sonríe de tal modo que me derrite completamente y me hace cuestionarme: ¿cómo alguien tiene tanto poder tan solo por el hecho de sonreír? ¿Cómo una sonrisa puede decirle tanto a mi cursi y enamoradizo corazón?

—Dejé de venir cuando tenías catorce años porque comprendí que no te estaba viendo igual que antes. Que no eras mi pequeña amiga, que eras demasiado importante —susurra—. ¿Conoces esta sensación de mentirte y decirte a ti mismo que nada está sucediendo? ¿Que todo sigue igual? ¿Que no te gusta alguien?

»Pues bien, me sentía muy familiarizado con ello hasta hace poco, porque cuando leí tus historias mentirme dejó de ser fácil. —Sacude su cabeza—. Puedo decir que no es el momento, pero te prometo que en mi interior ruego por que lo sea, por que en algún momento lo sea.

Es uno de esos momentos que me gustaría conservar para siempre. No me dice que me ama, que está enamorado o que soy su mundo, pero a su manera, a la nuestra, Drake me deja echar un vistazo a su cabeza, a su manera de sentir y a sus ojos. A la manera en la que me ve, en la que me percibe, en la que me siente.

—Me gustas y te quiero tanto que me asusta hacer algo que pueda hacerte daño, pero también me asusta ocasionarlo si no hago nada. Es frustrante porque me gusta que me gustes del mismo modo en el que me enloquece. ¿Tiene eso algún sentido?

No lo sé, del mismo modo en el que tampoco sé en dónde se encuentran mis palabras.

«Hola ¿Hablo con la fábrica de las cuerdas vocales? Soy Alaska Hans y me temo que ha habido un error. ¡Mi maldita voz se fue! Los demandaré».

Así que permanezco en silencio durante un largo rato, pero hay una cosa extraña que pensé que solo ocurría con mis personajes. Se trata de cuando tu garganta no emite las palabras que deseas, pero de manera natural tu cuerpo lo hace.

Son cambios sutiles. Una de mis piernas pasa sobre las suyas y me relajo. Mi mano asciende por su espalda hasta su cuello, ladeo la cabeza y presiono mi mano haciéndolo bajar. Suspiro en su cuello y poco a poco deja caer su peso sobre mí. No decimos nada, solo permanecemos de ese modo, y es un momento tan especial que si todavía tuviera mi diario, el cual dejé de escribir porque me cansaba tener que contarlo todo, escribiría mil páginas sobre esto.

Pasa mucho tiempo y cuando la posición parece agotarnos, nos giramos y ahora soy yo la que se apoya en él. Mi rostro permanece escondido contra su cuello y en algún momento un lento suspiro se me escapa. Bajo una de mis manos hasta la suya y sus dedos se entrelazan con los míos.

—Solo quisiera que este fuera el momento —rompo el silencio.

—Justamente ahora siento que lo es.

Pasan otros largos minutos hasta que él me pregunta si estoy trabajando en alguna historia nueva y la respuesta es negativa. Le explico que tengo un montón de ideas que debo ordenar. Ya no resulta angustiante saber que él lee lo que escribo, sin duda alguna me pone nerviosa, pero una parte de mí se llena de orgullo al saber que él se da cuenta de que a veces es más que un hobby para mí, que disfruta leyendo lo que a mí me lleva tiempo y hago con amor. Me gusta que hablemos de todo y de nada.

Y sería idiota no determinar que pasé de un enamoramiento adolescente a algo muy real. Porque este es Drake Harris, el chico que me molesta, coquetea conmigo, me desarma y me apoya. Me ha hecho sentir celos, rabia y deseo. Pero esa es la cuestión, que Drake me hace sentir.

Con él siento de una manera que solo conozco porque he leído o he escrito sobre ella, pero que nunca he vivido. Y sí, tengo diecisiete años, soy joven y me queda vida por delante, pero en este momento es la manera en la que me siento.

Acaricia mi cabello y eso comienza a adormilarme; en algún momento, aunque lucho contra ello, el sueño me gana. Y al día siguiente creo sentir un beso en mi mejilla; cuando abro levemente los ojos, lo veo borroso y sonriendo.

—Que tengas un bonito día, Aska. —Vuelve a besar mi mejilla y luego sus labios van a mi oreja—. Gracias por una noche especial, te quiero.

Creo que murmuro algo inentendible antes de dar la vuelta y abrazar la almohada que él tenía, muy dispuesta a seguir durmiendo. Lo escucho reír y luego me siento más cálida cuando una sábana me cubre.

No sé cuánto tiempo más duermo, pero repentinamente abro los ojos cayendo en la cuenta de que no ayudé a Drake a salir de mi casa sin que mis padres lo vieran. Me incorporo de inmediato y bostezo. Bajo de la cama y abro mis cortinas para asegurarme.

En un principio no veo nada en su habitación, pero luego él aparece llevando una toalla. Restriego con una mano uno de mis ojos mientras me ordeno despertarme. Él nota mi presencia y esta vez sonríe, mientras se gira dándome la espalda y deja caer su toalla.

No lleva bóxer. Estoy viendo su trasero desnudo que consigue despertarme completamente. Oh, Jesús bailando. ¡Qué manera de dar los buenos días!

Lo veo caminar por su habitación y en ningún momento me da la vista delantera, pero con la de su trasero me basta. Por suerte no hay rastros de la tal Ophelia, por lo que supongo que se ha ido a su casa.

Cuando Drake finalmente se gira de frente, sostiene una camisa sobre su entrepierna, cubriendo su pene. Camina hasta la ventana y me guiña un ojo antes de cerrar las cortinas. Respiro hondo.

Mi teléfono vibra contra mi mesita de noche.

Señor Caliente: Esta vez fue mi turno, pero la próxima vez será el tuyo.

Señor Caliente: Por cierto, te robé besos de chocolates.

Alaska: ¡¿Qué?!

Señor Caliente: De los de Hersheys. Los otros los dejé para cuando estuvieras despierta ;)

Alaska: ¿Es acaso ya el momento?

22 de abril de 2016

Resultó que no fue el momento.

Los días transcurrieron y aquella reunión nocturna quedó como un bonito recuerdo que atesorar. Escuché a Hayley decir que Drake se había ido de fiesta y yo me he dicho a mí misma: «Vive tu vida». Sí, siento muchas cosas por él, pero ¿no tengo derecho a avanzar y a vivir? No quiero atascarme en una larga espera que ni siquiera sé cuándo terminará.

¿Decidirá Drake que algún día es el momento? ¿Por qué tengo que vivir según sus decisiones?

Trato de entender cómo se siente, por qué quiere esperar, pero en la misma medida me molesta porque tomó la decisión por los dos y piensa que tenemos toda una vida para esperar. Me frustra.

Sacudo mi cabeza para centrarme en Norman. El lindo pelirrojo con un despecho más grande que mi desánimo amoroso y con el que me he sentado a hablar los últimos días. Soy una buena oyente, pero comienzo a cansarme de escucharlo hablar de Lissa, la chica con la que tenía sexo y de la cual se enamoró.

—¿Crees que nunca podrás olvidarla? —le pregunto deteniendo su hablar, y me mira desconcertado.

—Quiero olvidarla.

—¿Te ayudo? También me gustaría intentar descubrir un poco más de mí.

Me mira con desconcierto y luego una sonrisa dulce se dibuja en su rostro. Lo que me llamó la atención de Norman fue su amabilidad y su dulzura, ambos entendimos los dilemas de nuestros corazones cuando me escuchó hablar sobre Drake y yo a él sobre Lissa.

Supongo que podemos consolarnos, divertirnos y entendernos sin mucho trabajo. Siempre he sido curiosa y no hay nada malo en querer averiguar un poco más sobre relaciones íntimas y emociones.

—Seamos claros sobre esto —dice cuando se acerca a mí—. No esperas nada de mí y yo no espero nada de ti. Entiendo que te gusta tu vecino y tú que mi corazón está dolido por Lissa.

—No tendremos sexo —agrego.

—De acuerdo, y no forzaremos nada. Solo queremos pasar el rato.

—Y ser amigos.

—Trato hecho —dice riendo.

Le sonrío y luego me inclino hacia él. Eliminamos la distancia y nuestras bocas se encuentran. No es un beso apasionado, sino lento y dulce, me gusta. No es algo que me enloquezca, pero definitivamente son sensaciones que ponen en marcha mi pulso, lo que hace que le bese durante unos largos minutos.

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