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14. ¿Es acaso ya el momento?
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¿Es acaso ya el momento?
DRAKE
28 de abril de 2016
¿Qué estoy haciendo?
Y no hablo del hecho de que estoy sentado frente a mi escritorio, viendo fijamente a una pantalla sin hacer nada sabiendo que tengo una infinidad de trabajo, pero simplemente no consigo concentrarme.
Pienso en demasiadas cosas. Por un lado mi mente viaja a la noche de ayer en la que tuve sexo y no porque fuese bueno o memorable, sino porque sucedió y más allá de un orgasmo bastante bueno, después de ello no hubo nada. Normalmente no hago mimos después del sexo, ese no soy yo, pero sí me quedo a tener bromas, conversaciones o incluso para repetir, esta vez sentí desgana, sentí que removí una molestia y eso me hizo sentir mal, porque incluso si no hay un compromiso más allá de un encuentro sexual, nadie merece tal desinterés o al menos eso me enseñó mi hermano Holden.
Así que cuando la mano de Jessica, la chica con la que tuve sexo, viajó a mi miembro la detuve con una sonrisa suave y le hice saber que debía irme. Volví a casa para sentarme en mi jardín y ver hacia un cielo nublado que no tenía ni una sola estrella y entonces intenté entender por qué me sentía así; no había que dar muchas vueltas para una respuesta: son mis sentimientos por Alaska.
Porque no es culpa de Alaska, es culpa de mis emociones y sentimientos.
De alguna manera durante mucho tiempo conseguí ignorar la manera en la que mis sentimientos por ella iban evolucionando, pero ahora es tan difícil, más dándome cuenta de que no es unilateral, que ambos parecemos estar esperando un momento que no sucede.
Me asusta cómo me siento, pero también me aterra que las cosas entre nosotros cambien aunque innegablemente ya lo están haciendo, prueba de ello es cómo me sentí anoche cuando precisamente sentado en mi jardín, pensando en ella, la vi bajar de un taxi seguida de un pelirrojo. La vi sonreírle y luego abrazarlo, antes de que se pusiera de puntillas y le diera el tipo de beso con el que me he prohibido soñar.
No hablaré del sentimiento amargo que me embargó y cómo tuve que convencerme de no eliminar el espacio y hacer… No sé qué habría hecho.
Me recordé que hacía horas había tenido sexo porque estoy soltero y que ella podía hacer exactamente lo mismo, excepto que no quería pensar en Alaska haciéndolo con otros.
¡Dios! Me siento un jodido imbécil, no sé qué hacer.
Comienzo a entender que nuestra diferencia de edad no es enorme, pero aun así tengo este deseo de que ella viva sus experiencias de la manera en la que lo he hecho yo, sin embargo no se siente bonito.
Qué fácil es vivir cuando no reconoces tus sentimientos románticos hacia otra persona, qué fácil era todo cuando mi mente bloqueaba cualquier emoción que no fuese amistad hacia Alaska Hans.
Qué fácil es tener aventuras, follar sin sentimientos, tener ligues y poseer el control, pero qué difícil es ver desde lejos a alguien que te gusta avanzar tal como lo sugeriste.
Ella me preguntó si era nuestro momento y yo no respondí.
Ahora ella vive el momento con alguien más.
—Deja de compadecerte —Me reprendo—. Lo echo, echo está.
Cerrando la portátil, me levanto y camino hacia la ventana, descorriendo las cortinas y viendo hacia la ventana de mi vecina que se encuentra cerrada, pero sin las cortinas puestas. Eso me permite ver a Alaska escribiendo en su laptop con una sonrisita, llevando el cabello recogido y un suéter que le queda enorme.
Sonrío y me saco el teléfono del bolsillo para enviarle un mensaje.
Drake: te ves bastante inspirada
Drake: ¿Estás escribiendo cosas sucias o desgarradoras?
Alzo la vista para encontrar que se estira por su teléfono y veo el momento exacto en el que se muerde el labio inferior antes de que vuelva la vista a la ventana. Le hago un saludo y después la veo escribir en su teléfono.
Escritora favorita: intentas sacarme spoilers y no te lo daré
Le respondo con un emoticono llorando y luego pienso en preguntarle por el pelirrojo abiertamente, pero no lo hago y simplemente guardo mi teléfono y le hago un gesto de despedida con la mano, decidido a dejar todo dentro de una caja, dejar todo exactamente como está.
Creo que tiene una expresión de desconcierto por mi corte abrupto de una conversación que apenas iniciaba, pero antes de que pueda decirme cualquier cosa o venir a la ventana, desvío la mirada hacia abajo, cortando cualquier tipo de conexión y enfocándome en un pequeño vecino manejando su bicicleta en tanto su hermanita está en un triciclo.
Sigo paseando la mirada para ignorar lo importante y mis ojos se detienen en un hombre recargado de un árbol justo al cruzar la calle. No me llama la atención que sea un hombre o que esté solitario, lo que lo hace es el hecho de que trae gorra, lentes de sol y una bufanda, que no parece conversar con nadie y que básicamente no se mueve ¿Qué hace?
Me resulta demasiado sospechoso, sobre todo cuando creo que ve a mi ventana, así que cierro las cortinas y salgo de mi habitación, ignorando a Hayley que viene detrás de mí hablándome sobre una receta de algún pastel de zanahoria que vio en internet y yendo directamente a la puerta principal de la casa.
La abro, muy dispuesto a ir y preguntarle al tipo qué exactamente se supone que hace. No es de esta zona, no está teniendo un comportamiento normal y casi da la impresión de que estuviese vigilando a alguien, pero ¿a quién?
Pero no está, el hombre ha desaparecido, pero sé que no fue una falsa ilusión, estaba ahí y el que se fuera de hecho me genera más incomodidad.
—¿Qué haces? —me pregunta Hayley intentando ver por encima de mi hombro.
—Vi a un sujeto actuar sospechoso.
Doy otro vistazo y no hay rastro de él, cierro la puerta y me giro hacia mi hermana.
—Si llegas a toparte con algún sujeto extraño o con un comportamiento que te genere alarma, no dudes en decirlo. ¿De acuerdo?
—De acuerdo. —Alarga la última vocal.
Camino hacia la cocina para tomar una botella de agua del refrigerador y ella me sigue parloteando de demasiadas cosas que no me importan o al menos no lo hacen hasta que menciona a nuestra vecina.
—Alaska parece que está bastante entusiasmada con ese chico de su escuela. ¡Es muy lindo! Y su sonrisa… —Veo a mi sonriente hermana en tanto habla—. Lo conocí la otra noche, los encontré en una sesión de besos intensa.
Mi hermana está demasiado ocupada hablando de ello como para notar que aprieto con fuerza la botella de agua en mi mano.
—Lo apruebo.
—Alaska no necesita tu aprobación y dudo que te la pidiera.
—¡Ay! Pero qué odioso. —Frunce el ceño hacia mí— ¿Qué te pasa?
—A mí nada.
Miento descaradamente.
—En fin, como decía, Alaska hace linda pareja con él, ojalá lleguen a algo serio y, si no es así, espero se divierta mucho, yo lo haría.
Abro la botella de agua y bebo mientras la veo, cuando termino, simplemente me doy la vuelta y me voy escuchándola murmurar un «pero ¿qué le pasa?».
Me pasa que no quiero saber nada, pero nada, de Alaska y el pelirrojo sin nombre.
A mitad de las escaleras saco el teléfono una vez más y leo aquel mensaje que no respondí: «¿Es acaso ya el momento?».
Tal vez debí haber respondido, pero quizá hice lo correcto.