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31. Una escena +18

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Una escena +18

DRAKE

Me deleito rozando con mi nariz el cuello de Alaska, ella suspira. Deslizo mis manos por su espalda, disfrutando de la suavidad de su piel. Podría decirme en este preciso momento que el mundo se está acabando y de igual manera no me movería de donde estoy.

Siento sus manos en mi cabello y sonrío contra su piel cuando me insta a llevar mis caricias más abajo. Voy dejando un reguero de besos y luego traslado mis manos a su culo para sostenerla un poco más alto y poder acariciar con mi nariz la punta de uno de sus pechos, después de lamerlo lo atrapo entre mis labios y ella gime.

Me encantan sus pechos… Me encanta toda ella, desde los dulces sonidos que hace hasta la manera en la que tira de mi cabello, mi nombre susurrado en sus labios y la confianza con la que me permite darle placer. Me enloquece.

Nadie me advirtió que la dulce niña con la que bromeaba de pequeño sería la persona a la que sin duda alguna un día llamaría el amor de mi vida.

Se estremece y me insta a alejarme un poco para sacarme la camisa, cuando lo hace apoyo mi barbilla entre sus pechos. Le sonrío y me devuelve el gesto con tanta ternura que me desarma.

—Hola —susurra pasando una mano por mi cabello—. Gracias por ser la garantía de que no moriré sin tener sexo.

No puedo evitar la risa que escapa de mí, giro mi cabeza a un lado y dejo un beso en la parte baja de uno de sus pechos y luego un suave mordisco.

—Gracias por seguir estando loca, amor. Te prometo que es algo que amo de ti, Alaska Hans.

—¿Ves? ¿Cómo no querer hacerlo contigo? —Agacha su rostro y me da un beso—. Porque vamos a hacerlo, ¿verdad?

Sonrío antes de hacernos girar y dejar caer su espalda contra el colchón. Ella se acomoda reposando su cabeza contra la almohada y me abre las piernas para que me ubique entre ellas. La beso una vez más en tanto deslizo una mano por su vientre haciéndome espacio para meterla debajo de sus bragas, en donde siento suavidad y en donde no tardo en descubrir la evidencia de su deseo en toda su humedad.

Continúo besándola mientras la toco, mi boca se traga sus gemidos y suspiros. Sus piernas se abren más para darle mayor libertad a mis dedos, que no tardan en volverse más insistentes. La beso una y otra vez sin dejar de tocarla, sin dejar de ir en busca del orgasmo que quiero que tenga, porque sé que las probabilidades de que tenga un orgasmo la primera vez no son altas. Y no es que no tenga fe en mí, es que soy práctico y realista; no es imposible, pero es un hecho excepcional.

Cuando sus manos se deslizan por mi espalda, clavándome las uñas en la parte baja de mi espalda, lo tomo como una señal de que está cerca. Apenas si introduzco uno de mis dedos, sin ir muy lejos, como siempre que la toco de esta manera y ella se estremece, apartando su boca de la mía y al abrir los ojos la encuentro mordiéndose el labio inferior antes de arquear su espalda; aprovecho la oportunidad para bajar el rostro y besar uno de sus pechos mientras se estremece en un orgasmo, la acaricio a través de las olas de placer y, cuando parece culminar, sonrío.

Le doy besos seguidos a esa deliciosa boca y veo cómo me mira a través de sus ojos entornados. Sus mejillas están sonrojadas. Mordisqueo su barbilla y voy descendiendo por su cuello. De nuevo me centro en sus pechos haciendo que las puntas crezcan entre mis labios cuando las lamo, chupo e incluso mordisqueo. Ella sigue diciendo incoherencias y moviéndose debajo de mí. Le dedico unos minutos a sus sensibles pezones antes de liberarlos y observar cuán sonrojada está esa área de su cuerpo y cuán excitante me resulta verla así.

—Quieres matarme —me acusa en una voz rasposa. Mi sonrisa crece.

—Tal vez ese sea mi plan. Una muerte así de tentadora suena bien.

Bajando el rostro comienzo a besar por uno de sus costados, dirigiendo mis besos al centro hasta llegar a su abdomen, el cual me encargo de lamer sintiéndola estremecer. Muerdo por encima de la cinturilla de su short del pijama y luego me incorporo.

—Alza la cintura, amor —le pido.

Ella lo hace y tomo la pretina del short junto al elástico de sus bragas. No doy muchas vueltas, lo bajo sin ninguna pretensión seductora o lenta por sus piernas, arrojándolo detrás de mí y, pese a que veo algo de timidez en ella, Alaska no cierra las piernas. En todo caso las abre un poco más. Al ver ese gesto me lamo los labios antes de inclinarme y darle un beso rápido a su sonrojada boca.

—Eres la mujer de mi vida, por si no te lo había dicho —susurro contra sus labios, y luego mordisqueo el inferior.

Vuelvo a bajar para besar su vientre y con mis manos acaricio la cara interna de sus muslos. Tiembla y lo hace con más fuerza cuando siente mi aliento en su área más privada.

—Te daré tu escena +18 —prometo antes de bajar mi boca y devorarla.

—Oh, Jesús lujurioso.

Me detengo riendo y ella se estremece, sus dedos se agarran de mi cabello y hacen ligera presión, entiendo la indirecta. Así que considero una misión especial el hacerla derretirse y enloquecer con mis labios, mi lengua y mi plena dedicación a darle el mejor momento. Lo disfruto, está tan mojada que puedo sentirla cubrir mi barbilla y me vuelvo un adicto desesperado en darle tanto placer como sea posible. Ella gime de manera profunda y con las manos en mi cabello me presiona más contra sus piernas de tal manera que eso es todo lo que puedo percibir. Chupo su pequeño nudo de placer y luego doy un pequeño mordisco haciéndola dar un grito que resuena por la habitación mientras tomo una de sus piernas apoyando el talón sobre mi hombro para tenerla aún más abierta para mí.

Alzo la vista para encontrar que una de sus manos tira de la cima fruncida de uno de sus pechos, su boca se encuentra abierta y el cuello arqueado mientras se retuerce. Arrastro mi lengua por el lugar en el que dentro de poco me adentraré, antes de tensarla y adentrarla mientras con el pulgar de una de mis manos hago círculos sobre el pequeño manojo de nervios por encima. Luego la beso con la boca abierta y dos de mis dedos se adentran, haciendo que por todo el lugar resuene el sonido de su humedad junto a sus gemidos y mis pequeños gruñidos.

Amo este momento incluso cuando el sudor comienza a adentrarse en mis ojos, cuando mi mandíbula protesta un poco y soy un desastre hambriento y enamorado de esta mujer. Sus incoherencias y la manera en la que gime mi nombre solo alimentan mis ansias de seguir y darle más, darle más de lo que espera. Es tan apasionada, consiguiendo abrir sus piernas tanto como puede, empujando sus caderas hacia mi boca, y aunque ya hemos hecho esto algunas veces, hoy nos sentimos con mayor libertad, con mayor desenfreno y sin ninguna inhibición sabiendo que no tenemos por qué parar.

Sé el momento exacto en el que comienza a venirse porque me aprieta los dedos, se moja todavía más, tiembla y gime de una manera que me tiene hechizado. Alaska se estremece con un orgasmo, pero no me detengo, continúo el asalto con mi boca hasta que unos minutos después tira muy fuerte de mi cabello mientras dice mi nombre y se estremece bajo mi atención. Estiro una mano por encima de mi cabeza y retiro sus dedos de mi cabello. Mi cuero cabelludo está ahora algo dolorido, pero no sentí dolor en medio de mi gran hazaña.

Me incorporo, sosteniéndome sobre mis rodillas, paso el dorso de mi mano por mi boca sintiendo mi barbilla húmeda cuando también me la limpio y le sonrío a Alaska, que parece desorientada y que luce toda apetecible tras sus contundentes orgasmos.

Permanece desnuda, con las piernas abiertas y la vista de sus pechos desnudos con los pezones tensos; sus piernas mojadas hasta el punto de humedecer sus muslos y toda la piel sonrojada no hablan de vulnerabilidad, hablan de poder y confianza, de deseo y entrega.

Me mira con ojos de pasión a medio cerrar, tomando bocanadas de aire profundas antes de lamerse los labios y aclararse la garganta antes de hablar:

—Házmelo ahora, Drake. Hazlo antes de que muera por este placer. No siento mis huesos, me tiemblan las rodillas. ¡Eres bueno en esto! ¡Jesús campeón! Eres increíble en esto.

Me paso la lengua por los labios una vez más y por último le sonrío. Ella me devuelve el gesto con la vista atenta a mis movimientos cuando bajo de la cama y camino hasta el cajón con mis bóxers, tomo una caja de condones y saco uno antes de dejar la caja sobre la mesita de noche. Arrojo al colchón el paquete de aluminio mientras me saco el pantalón del pijama que llevaba. Ella se incorpora sobre sus codos para observarme mejor y le guiño un ojo fingiendo que voy a bailar con lentitud, ríe.

—Esto me gusta.

Tomo el elástico del bóxer y la observo mientras lo bajo y lo pateo lejos, dejando al descubierto una furiosa erección que ya brilla en la punta humedecida. Finalmente estamos desnudos frente a frente.

Casi en modo automático comienzo a acariciarme, siseando ante la estimulación de su mirada sobre mí mientras mi mano baja y sube para luego apretar y extender la humedad de la punta. Gime mi nombre y yo exhalo cuando se lame los labios como si deseara saborearme, pero no ahora, tal vez después, ahora simplemente tomo el preservativo y me cubro.

—Quería ser superromántico, pero no tengo tanta fuerza de voluntad para esperar a hacer algo digno de película.

—Estoy lista. De verdad, quiero hacer esto, no necesito algo romántico, todo lo que quiero es a ti, que seas tú.

Tiene la capacidad de desarmarme con palabras que tal vez a otros no les parezcan demasiado, pero que para mí significan todo.

Trepo a la cama, acostándome boca arriba y atrayéndola hacia mí hasta que consigo sentarla sobre mis caderas, lo que provoca en ella una expresión de sorpresa y a mí me ofrece una vista maravillosa de su desnudez. También siento su humedad contra mi piel.

—Tú lo controlas, amor —le hago saber, tomando una de sus manos y besándole los nudillos—. Esto será incómodo para ti, hay probabilidades de que duela y no te aseguro un orgasmo, pero que sepas que nunca te haría daño adrede.

Baja su rostro inclinándose sobre mí, besándome el labio inferior, su cabello funcionando como una cortina entre nosotros.

—No soy tonta y aunque escribo que hay mil orgasmos la primera vez, sé de esto. Además, Alice me habló sobre su experiencia. —Me sonríe, roza su nariz con la mía—. Ya me has dado tres orgasmos, y hacer esto contigo me da suficiente placer, además, habrá muchas más veces, ¿verdad?

—Definitivamente —susurro fascinado por esta chica.

Mayormente cuando tengo sexo, dependiendo de la chica, hay charla sucia, pero es muy breve. Nunca conversaciones como estas, no hay risas, no hay declaraciones, no hay sonrisas. Esto es totalmente nuevo para mí y me gusta.

Suelta una pequeña risa mientras se incorpora, libera mi mano para colocarse el cabello detrás de su espalda, su frente brilla de sudor al igual que por encima de sus pechos y el rubor viaja por todo su cuerpo. Alaska en toda su desnudez es hermosa.

—Estoy nerviosa…

—Si quieres…

—Calla —me dice—. Es normal que lo esté. También estoy emocionada.

—¿Quieres hacer una fiesta sobre ello? —bromeo, y ríe.

—Bien —dice dejando sus manos sobre mi pecho—. Te amo mucho, mucho. Muchísimo.

—Yo también te amo mucho.

Y tengo que apretar los labios mientras transpiro con fuerza cuando comienza a moverse de atrás adelante con mi miembro entre sus piernas sin llegar a penetrarla, su humedad recubriendo el látex mientras jadea y se mueve con más insistencia sobre mí. No puedo evitar apretar los dedos en sus muslos y eso la tiene mirando hacia abajo, percibiendo la manera en la que mi miembro se desliza debajo de ella, ahora convertido en un desastre húmedo y tan ansioso de adentrarse en ella.

Cuando detiene sus movimientos, no sé si estoy gimiendo de agradecimiento o lamento.

—¿Me ayudas? —Asiente hacia mi miembro.

—Te ayudo.

Levanta las caderas y me tomo mi miembro con una mano, guiándome hacia su entrada, estimulándola cuando rozo la punta en un pequeño juego que le acelera la respiración y la pone impaciente. Adentro la punta y después dejo todo a su libertad, dándole el control sobre este momento en el que decide darme paso a su cuerpo. Respira hondo y aprieto mis labios cuando comienza a descender con lentitud sobre mi dureza.

Es una lucha entre mirarla a los ojos y deleitarme con la manera en la que poco a poco me absorbe entre sus piernas, pero al final el deseo de sostenerle la mirada gana y lo agradezco, porque de esa manera no me pierdo cómo su cuerpo se ruboriza con mayor fuerza en tanto su boca se abre formando un círculo de asombro. Sus manos se apoyan en mi abdomen mientras poco a poco va bajando y las mías se mantienen en sus muslos.

Cuando una parte significativa de mí se encuentra en su interior, se detiene y respira hondo. Estoy a punto de preguntarle si quiere detenerse —incluso si eso me mata— y si está bien, cuando me toma por absoluta sorpresa al dejar caer todo su peso y en consecuencia estoy completamente dentro de ella. Su extraño jadeo resuena por la habitación al mismo tiempo que mi gemido. Siento sus uñas clavarse en mi abdomen, que se encuentra tenso.

¡Joder, joder, joder! Incluso a través del látex fino del condón, puedo sentir cuán cálido es su interior, y se encuentra tan apretada que tengo miedo de perderlo y correrme demasiado rápido.

Quiero enfocarme en cómo se siente, pero es tan difícil. Miro entre sus piernas aún sin creerme la manera en la que se encuentra abierta sobre mí, asentada hasta el fondo mientras luego hago un recorrido visual pasando por sus pechos agitados por sus respiraciones profundas hasta llegar a su cabeza, que cae hacia delante con los ojos cerrados en tanto se muerde el labio inferior.

Doy un suave apretón en sus muslos para captar su atención y, cuando abre los ojos, sus pupilas se encuentran dilatadas.

—¿Todo bien? —pregunto. Me da una sonrisa temblorosa.

—Escuece y es raro, arde, pero estoy bien, solo…

—¿Sí?

—Necesito un minuto. —Ríe—. Estoy nerviosa, espera…

—De acuerdo.

Me mantengo acariciando sus muslos arriba y abajo, apretando los labios mientras todo mi cuerpo me exige que me mueva, pero me mantengo inmóvil dándole tiempo a que se adapte. Pasado al menos un minuto, todo mi mundo se tambalea cuando se remueve sobre mí y hace una pequeña mueca. Puedo apostarme a que no es cómodo y le resulta extraño, pero ella está dispuesta a experimentar este momento. Hace un movimiento tentativo y no contengo mi gemido, eso la hace sonreír.

—Eso te gusta.

—En este momento, Aska, cualquier movimiento de esas tentadoras caderas me encantará.

¿Lo que pasa después? Es tortuosamente delicioso. Alaska poco a poco descubre cómo mover sus caderas y parece que su propósito es enloquecerme con movimientos de atrás hacia delante y círculos como si dibujara un ocho sobre mí. En un principio es descoordinada, torpe y tentativa, pero luego poco a poco parece ir conociendo su ritmo, experimentando conmigo, y me dejo, porque es la mejor de las torturas.

Veo las gotas de sudor resbalar por su cuerpo y estiro una mano para tomar uno de sus pechos y jugar con la cima fruncida, eso la hace gemir. Su cabello cae detrás de su espalda y sube y baja por mi miembro haciendo que su trasero golpee mis muslos.

Es la primera vez que el sexo para mí dura tanto, porque ella es lenta y parece sentir curiosidad por cada posible movimiento, no estoy seguro de si le duele o quema menos, pero parece demasiado concentrada investigando qué movimientos me enloquecen más.

—Por favor, por favor, detén esta tortura —pido con voz enronquecida, es demasiado.

—Creo que ya puedo estar abajo.

No necesito que me lo diga dos veces cuando nos hago girar. Paso sus piernas alrededor de mi cintura y comienzo a embestir con profundidad dentro de ella, haciendo que su cuerpo se deslice hacia arriba en la cama. Al principio no lo hago muy rápido para no lastimarla, pero luego poco a poco voy aumentando la velocidad provocando el sonido obsceno de mi carne al deslizarse dentro de la suya, mucho más húmeda. Cuando bajo la vista, percibo los rastros de su humedad. Me dejo hipnotizar por la visión que somos juntos, por la forma en la que su cuerpo me recibe sin protestas, por cómo finalmente estoy dentro de ella. Siento sus uñas en mis hombros y sus suaves gemidos son el mejor incentivo. No necesito mucho tiempo porque ella me estimuló lo suficiente durante su inspección anterior, así que me estremezco y me corro con fuerza susurrando su nombre una y otra vez.

Tal como esperaba, ella no consigue un orgasmo, pero no parece triste por eso —yo tampoco lo estaría si hubiese tenido tres con anterioridad— y me dejo caer sobre su cuerpo. Segundos después noto una lluvia de besos por el costado de mi cara, lo que me hace sonreír de forma perezosa y abro los ojos aunque ni siquiera noté que los había cerrado.

Me encuentro con su sonrisa.

—No fue perfecto —susurro—, pero espero que fuese especial.

—Tenemos distintos conceptos de la perfección —susurra a su vez—. Fue mejor de lo que esperaba.

Salgo de ella y da un respingo junto a una mueca, tiene que estar sensible.

Incorporándome, me quito el preservativo, que se encuentra lleno de mi culminación, pero no hay rastro de sangre, lo que la tiene enarcando una ceja y a mí encogiéndome de hombros cuando se toca entre las piernas y todo lo que consigue es humedad por lo mojada que está.

—No todas las chicas sangran en su…

—Lo sé, Aska —río—, no te cuestiono ni es una gran cosa de la que debamos hacer un escándalo.

Arrojo el preservativo hacia la papelera y tomo unas toallas húmedas de uno de los cajones de mi mesita de noche. Ella de nuevo enarca una ceja.

—¿Qué? Soy un chico, me masturbo y cuando termino debo limpiar mi desastre.

—¡Drake!

—¿Qué? ¿Ahora serás tímida? —Río y la insto a abrir sus piernas para ayudarla a limpiarse.

Tengo especial cuidado porque se encuentra sensible y estoy seguro de que le escuece incluso si no lo dice. Cuando termino, me inclino y le doy un suave beso en el lugar y ella suspira. Poco después estamos acostados de lado, mirándonos con fijeza, desnudos y sonriendo como un par de idiotas que no pueden dejar de mirarse.

—Tengo un poema para ti —digo.

—A ver.

Aclaro mi garganta y comienzo a improvisar.

—«Querida Alaska, hoy me diste tus bragas —sonríe— junto a una movida de caderas que me llenaron de ganas. Gracias por amarme y por aguantarme. Alaska, Alaska, solo de mirarte me entran las ganas. Te lo haría mil veces, pero te diría un millón más que te amo». —Hago una pausa—. De acuerdo, eso último no rima, pero sí te amo.

Ríe y se acerca a mí antes de apoyar su cabeza en mi hombro y pasar su pierna sobre las mías. Siento un dolor sordo en mi abdomen, nada grave y algo esperado según el doctor dada mi situación, así que beso su frente.

—Necesito describir a otra protagonista teniendo sexo por primera vez, esto me ha inspirado mucho —declara—. Sí, ya tengo ideas.

—Me encantará leerlas, pero primero dame spoilers de la que estás escribiendo ahora.

—No, tendrás que darme muchos orgasmos más antes de que eso suceda.

—Asumo el reto. —Acaricio su brazo con mis dedos y la beso con lentitud.

—Debo volver a casa dentro de unas horas.

—Pongamos una alarma y luego te acompaño, no quiero que te vayas.

—Yo tampoco quiero que te vayas.

Y entiendo a lo que se refiere. Yo tampoco quiero irme y espero no hacerlo.

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