13

13


Lunes » Capítulo 3

Página 7 de 84

3

Vi una limusina negra en Center Street. Estaba aparcada justo delante del juzgado, con el conductor de pie en la acera, sosteniendo la puerta trasera abierta. Rudy Carp me había invitado a comer. Tenía hambre.

El conductor de la limusina había aparcado a menos de tres metros de un puesto de perritos con mi cara impresa en grande sobre un cartel publicitario pegado con cinta sobre el panel inferior. Como si necesitara que el universo me recordase la diferencia entre Rudy y yo. En cuanto nos metimos en la limusina, Rudy contestó una llamada en su móvil. El conductor nos llevó a un restaurante en Park Avenue South. Ni siquiera sabía pronunciar el nombre del sitio. Parecía francés. Rudy terminó la llamada nada más bajarse del coche y dijo:

—Me encanta este sitio. La mejor sopa de rampas de la ciudad.

Yo ni siquiera sabía lo que eran las «rampas». Estaba bastante seguro de que no era un animal, pero le seguí la corriente y entré detrás de él.

El camarero se deshizo en atenciones con su cliente y nos condujo hasta una mesa en la parte de atrás, lejos del bullicioso servicio de la comida. Rudy se sentó enfrente de mí. Era un restaurante de mantel y servilletas de tela, con un pianista tocando suavemente, de fondo.

—Me gusta la iluminación. Es… atmosférica —dijo Rudy.

Era tan atmosférica que tuve que ayudarme de la luz de la pantalla de mi móvil para leer la carta. Estaba en francés. Decidí pedir lo mismo que Rudy. Ya está. El lugar me hacía sentir incómodo. No me gustaba pedir de una carta que se negaba a poner los precios al lado de la comida. No era mi clase de sitio. El camarero nos tomó nota, sirvió dos vasos de agua y se fue.

—Bueno, vayamos al grano, Eddie. Me caes bien. Llevo observándote un tiempo. Has tenido un par de casos geniales en los últimos años. ¿El asunto de David Child?

Asentí. No me gustaba hablar de mis casos pasados. Prefería mantenerlos entre el cliente y yo.

—Y has tenido varios éxitos en pleitos contra el Departamento de Policía de Nueva York. Hemos hecho los deberes. Tienes lo que hay que tener.

Su manera de decir «deberes» me hizo pensar que probablemente conocía mi pasado de antes de presentarme al examen del Colegio de Abogados. Sin embargo, todo lo que tenía que ver como artista del timo en mi vida anterior eran solo rumores. Nadie podía demostrar nada. Mejor así.

—Supongo que sabrás con qué estoy ahora mismo —dijo Rudy.

Claro que lo sabía. Cómo ignorarlo. Su cara llevaba casi un año saliendo en las noticias cada semana.

—Representas a Robert Solomon, la estrella del cine. Si no me equivoco, el juicio empieza la semana que viene.

—Empieza dentro de tres días. Mañana se elige al jurado. Nos gustaría que estuvieras en el equipo. Puedes encargarte de unos cuantos testigos con algo de tiempo de preparación. Creo que tu estilo sería sumamente eficaz. Por eso estoy aquí. Estarías como abogado de apoyo. Un par de semanas de trabajo. Te sacas más publicidad gratuita de la que puedas imaginar. Y podríamos ofrecerte una tarifa plana de doscientos mil dólares.

Rudy sonrió con su dentadura perfecta y blanqueada. Parecía el propietario de una tienda de caramelos ofreciendo a un chavalín de la calle todo el chocolate que pueda comer. Era una mirada benévola. Cuanto más tiempo me veía callado, más le costaba a Rudy mantener la sonrisa.

—Cuando dices «hemos», ¿de quién hablas exactamente? Creía que tú llevabas el barco en Carp Law.

Asintió.

—Así es, pero, cuando se trata de una estrella de Hollywood acusada de asesinato, siempre hay otro jugador. Mi cliente es el estudio. Me pidieron que representara a Bobby. Son ellos los que pagan la factura. ¿Qué dices, chico? ¿Quieres ser un abogado famoso?

—Me gusta mantener un perfil bajo —contesté.

De repente, se puso serio.

—Venga, si es el juicio del siglo por asesinato. ¿Qué me dices? —insistió Rudy.

—No, gracias —respondí.

Rudy no se lo esperaba. Reclinándose en la silla, cruzó los brazos y dijo:

—Eddie, cualquier abogado de la ciudad mataría por un sitio en la mesa de la defensa en este caso. Lo sabes. ¿Es por el dinero? ¿Qué problema hay?

El camarero llegó con dos cuencos de sopa, pero Rudy los rechazó con un gesto. Acercó su silla a la mesa y se inclinó hacia delante, apoyando los codos mientras esperaba mi respuesta.

—No pretendo ser un capullo, Rudy. Tienes razón. La mayoría de los abogados matarían por conseguir ese puesto, pero yo no soy como la mayoría de los abogados. Por lo que he leído en los periódicos y por lo que he visto en televisión, creo que Robert Solomon mató a esas personas. Y no voy a dejar que un asesino se vaya de rositas, por muy famoso que sea, o por mucho dinero que tenga. Lo siento, la respuesta es no.

Rudy seguía con esa sonrisa de cinco mil dólares, pero me miraba de reojo, asintiendo sutilmente.

—Ya entiendo, Eddie —dijo—. ¿Por qué no lo redondeamos a un cuarto de millón?

—No se trata de dinero. No voy con los culpables. Hace mucho tiempo fui por ese camino. Cuesta mucho más de lo que puede comprar el dinero —dije.

La comprensión inundó el rostro de Rudy. Por un instante, escondió la sonrisa.

—Bueno, entonces no te preocupes: eso no es un problema. Verás, Bobby Solomon es inocente. La policía de Nueva York le tendió una trampa para acusarle de esos homicidios —dijo Rudy.

—¿En serio? ¿Puedes demostrarlo? —le pregunté.

Rudy hizo una pausa.

—No —contestó—. Pero tú sí.

Ir a la siguiente página

Report Page