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Jueves » Capítulo 57

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Entrelazando los dedos sobre el estómago, Kane respiró hondo y despacio. Se acomodó para ver cómo Pryor volvía a tomar las riendas del caso. El jurado había hablado durante el descanso de la comida. Susurros, por aquí y por allá. Si tuvieran que votar ahora, sería un voto de culpabilidad por una mayoría de dos tercios. Suponía que el resto estaba indeciso, pero gran parte se inclinaba hacia un veredicto de culpabilidad. Kane había vivido situaciones peores en una sala del jurado.

Pryor llamó al estrado a su primer testigo de la tarde. Era un técnico llamado Williams que había analizado la cámara de seguridad con sensor de movimiento instalada en el domicilio de Solomon. Williams confirmó que se llevó el sistema para analizarlo y que había encontrado un vídeo relevante.

La pantalla de la sala se encendió mostrando una imagen en blanco y negro de la calle, vista desde encima de la entrada de la casa de Solomon. Cuando la marca de tiempo en la esquina inferior izquierda indicaba las 21:01, una figura encapuchada aparecía y se acercaba a la cámara. Kane no podía reconocer la cara. De repente, se veía la barbilla del hombre mientras este levantaba el brazo. Lo mantenía levantado.

—¿Qué está haciendo el tipo de la imagen? —preguntó Pryor, que paró el vídeo.

—Es posible que esté metiendo la llave en la cerradura. Eso es lo que parece, en mi opinión —respondió Williams.

El vídeo volvió a ponerse en marcha. El encapuchado mantenía la cabeza agachada, mirando un iPod. Del dispositivo salía un cable blanco que luego desaparecía bajo la capucha: auriculares. La puerta se abría iluminando la entrada. La figura entró. En ese momento, terminaba la grabación.

—Agente Williams, ¿cómo funciona este sistema de seguridad por vídeo? —preguntó Pryor.

—Se activa con un sensor de movimiento. La cámara se enciende de manera automática cuando el sensor se activa. Comprobé el sensor en el laboratorio; puedo confirmar que funciona perfectamente, como se observa aquí. El sensor tenía un alcance de tres metros. Cualquier movimiento dentro de ese campo activaría la cámara.

—En este caso, el acusado afirma que llegó a su casa alrededor de medianoche. Y que no se encontró con su vecino a las nueve de la noche. ¿Qué opina usted de esa afirmación?

—Que no es posible. La cámara le graba a las nueve y un minuto. Parece Bobby Solomon utilizando la llave de la puerta de entrada para acceder al domicilio. He comprobado el sistema: después de este vídeo, no hay ninguno más.

Pryor tomó asiento y Kane vio a Flynn poniéndose en pie. Antes de que empezara a preguntar, Kane se distrajo por algo que ocurría a su izquierda. Las puertas de la sala estaban abiertas y dos inspectores de la Policía de Nueva York entraron en el juzgado. Uno era Mike Anderson, con su escayola. El otro, un tipo mayor de pelo cano peinado hacia atrás, que suponía que era su compañero. Ambos se quedaron al fondo de la sala.

Kane volvió la mirada hacia Flynn y pensó en sus cuchillos. Se imaginaba a Flynn atado en algún lugar tranquilo, lejos de allí. Algún lugar donde pudiera dejarle gritar. Se imaginaba eligiendo el cuchillo. O dejaría que el propio Flynn lo escogiera y luego se acercaría al abogado atado. Era capaz de hacer que un corte durase una eternidad. La lenta inserción del acero en la carne era deliciosa.

Sacudió la cabeza, intentando zafarse de su fantasía. Su trabajo aún no había acabado. Todavía quedaba mucho. Flynn se acercó a Pryor y le entregó un documento encuadernado. El fiscal lo hojeó. Incluso desde la tribuna del jurado, pudo oír claramente al fiscal.

—¿De dónde has sacado esto? —le preguntó.

—Ha sido con permiso del Departamento de Policía de Nueva York. Nadie le paró. Y Torres es agente federal. Tenía causa probable. No se necesita una orden de registro si no hay objeción —contestó Flynn.

Kane trató de oír la respuesta de Pryor, pero no lo consiguió. Los dos letrados se acercaron al juez. Vio cómo discutían. Pasados unos minutos, el juez Ford dijo:

—Es admisible. No hubo objeción por parte de la Policía de Nueva York; les permitieron el acceso. Así pues, la voy a admitir.

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