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Jueves » Capítulo 58

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Casi me sentía mal por el policía apostado en casa de Solomon. Si hubiera sabido que el FBI estaba llevando a cabo una inspección, tal vez se habría opuesto. Y habría detenido a Harper y a Torres. El caso es que no se dio cuenta. No objetó. Y no hubo problema. Harry dejó que se admitiera mi informe como prueba.

Buena falta me hacía.

Le hacía falta a Bobby. Si no conseguía que declararan nulo el juicio, al menos necesitaba que algunos jurados votaran a nuestro favor.

Me quedé con una copia del informe. Como si me aferrara a un bote salvavidas.

—Agente Williams, usted no puede ver la cara de Robert Solomon en ese vídeo, ¿verdad? —empecé.

—Toda la cara no. Se ven parte de las gafas, parte de la boca y parte del mentón. Tiene la capucha puesta y le cubre gran parte de la cara. Pero se ve que es él —aseguró Williams.

Al terminar su interrogatorio, Pryor había rebobinado el vídeo y lo había parado en una imagen de la figura encapuchada en el umbral de la puerta.

—La persona en este vídeo lleva un aparato electrónico en la mano. ¿Puede distinguir qué es? —pregunté.

—Parece un iPod —contestó Williams.

—Por favor, recuerde al jurado a qué hora se graba el vídeo…

—Justo después de las nueve, la noche de los asesinatos.

Cogí el mando de la pantalla para pasar a una de las fotos de la escena del crimen. La imagen del recibidor. La escalera enfrente, la mesa del recibidor a la izquierda con el teléfono, el router y un jarrón. Entregué a Williams el informe elaborado por Torres y me centré en él.

—Agente, el informe que tiene delante ha sido elaborado hoy mismo por el agente especial Torres, del FBI. Es un análisis científico del router que se observa en la imagen. ¿Analizó usted el router?

—No, no lo hice.

—El agente Torres consiguió recuperar el histórico de datos de la memoria del router utilizando una interfaz. En la página cuatro, encontrará el desglose. Échele un vistazo, por favor —dije.

Williams pasó varias páginas y empezó a leer. Le di treinta segundos. Cuando acabó, se quedó con la mirada perdida.

—El acusado le dijo a la policía que llegó a su casa alrededor de medianoche. Mire la entrada que hay a mitad de la página cuatro: la número dieciocho. Léala en alto, por favor —le pedí.

—Dice: «Conexión 00:03: iPod de Bobby» —dijo Williams.

—Y ahora mire la entrada de la noche anterior, en el número diecisiete.

—Dice: «Dispositivo desconocido: conexión no autorizada 21:02».

Cogí el mando de la pantalla y pasé a la imagen de la figura encapuchada delante de la entrada.

—Agente, ¿sería razonable asumir que el dispositivo que se observa en esta imagen es el mismo que intentó conectarse al router en el domicilio del acusado?

—No puedo asegurarlo —contestó.

—Por supuesto que no. Pero sería una extraña coincidencia si no lo fuera, ¿no cree?

Williams tragó saliva y respondió:

—Sí.

—Porque, si alguien se vistió para parecer Bobby Solomon y acceder a la casa, sabría que Bobby suele salir a la calle con un iPod. También le daría una buena excusa para ocultar el rostro de la cámara, ¿verdad?

—No sé, quizá —dijo Williams.

—Exacto, quizá. Y si esta persona logró acceder al domicilio, pudo desconectar la cámara directamente, ¿verdad? De ese modo, la cámara no grabaría a nadie más entrando en la casa —añadí.

—Es posible que lo hiciera, pero no tengo ninguna prueba de que fuera así —contestó Williams.

—¿Seguro?

Hizo una pausa, como si estuviera pensando.

—Seguro.

—De acuerdo. Entonces, agente Williams, me gustaría que mostrase al jurado el vídeo de la policía llegando y entrando en el domicilio por la puerta principal.

«Mierda», dijo Williams entre dientes.

—No hay ningún vídeo. El vídeo del acusado entrando en el domicilio es la última grabación registrada en el dispositivo.

—Pero sabemos con seguridad que la policía acudió a la escena del crimen. La única forma de que no quedara registrada su entrada en el vídeo, y la única forma de que mi cliente no aparezca en dicho vídeo llegando a casa a medianoche, es que alguien apagara la cámara antes, ¿correcto?

Williams se movió en el asiento con nerviosismo. Buscando respuestas, se había hecho un lío.

—Es posible. Quiero decir, sí: puede que ocurriera eso.

Podría haber seguido, pero me movía en arenas movedizas. Por el momento, quería que el jurado al menos considerase la posibilidad de que aquella fuera otra persona. Torres nos había dado esa esperanza. Maldita sea, tendría que habérseme ocurrido analizar antes el router.

Pryor hizo una pregunta más.

—Agente, no tenemos ninguna información sobre el alcance de ese router, ¿verdad? —dijo.

—Eh, no. Es posible que reconociera el dispositivo de algún coche que pasara por la calle —contestó.

Suficiente. Pryor se ajustó la corbata y volvió a sentarse.

—Solo una pregunta más, en relación con esto último —dije mirando a Harry.

—Una nada más, señor Flynn —contestó.

Apreté el play. Volvimos a ver los cuarenta segundos de vídeo. Al pararlo, noté que Williams ya sabía lo que le iba a preguntar y que no sabía qué contestar.

—Agente, para que conste en acta, confirme que este vídeo ofrece una vista de la calle y no se ve pasar ningún coche o a ningún peatón.

Williams suspiró y respondió:

—Correcto.

Había acabado con él.

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